La nueva literatura cubana, la de los nacidos entre mediados de los 60 y fines de los 80, “la generación de la diversidad y la ruptura” -según el investigador estadounidense Seymur Mentor- recoge el testigo de sus hermanos mayores, los Pedro Juan Gutiérrez (1950), Reina María Rodríguez (1952), Abilio Estévez (1954), Leonardo Padura (1955), Lorenzo Lunar (1958), Rolando Sánchez Mejías (1959) o Zoé Valdés (1959). Consagrados, a media carrera y recién caídos del cielo: a continuación, un puñado de nombres de todas las orillas.
Antonio José Ponte (Matanzas, 1964), ensayista, poeta y narrador, es un atento lector de la literatura cubana, del interior y del exilio. Expulsado de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba en 2003 por su oposición a la dictadura, desde 2007 reside en Madrid y codirige el digital Diario de Cuba. Autor de la novela Contrabando de sombras (Mondadori, 2002), del libro de cuentos Un arte de hacer ruinas (FCE, 2005), o de la desoladora fábula anticastrista La fiesta vigilada (Anagrama, 2007), Ponte cree que en la obra de los literatos cubanos más jóvenes hay “razones para alegrarse”. “Esos libros son literatura antes que literatura cubana. Los jóvenes escritores han leído sin tanta gravedad histórica, con menos dolor y más humor, a los autores del exilio que fueron o son censurados: Reinaldo Arenas, Cabrera Infante o Severo Sarduy. Acercaron su obra a la de autores oscuros, difíciles y relegados. Y por primera vez existen jóvenes académicos cubanos (la mayoría en EE.UU.) que siguen el trabajo de compatriotas de su generación”.
Damaris Calderón (La Habana, 1967) hila sus poemas desde Isla Negra, en Santiago de Chile, en cuya universidad imparte clases de Literatura. Las antologías de la literatura cubana y latinoamericana recientes recogen y elogian sus versos y canciones publicados en más de una decena de poemarios. Títulos como Guijarros (1994), Duro de roer (1999), Ecce Homo (2000), Parloteo de sombra (2004) o Las pulsaciones de la derrota (2014) que construyen con su lenguaje introspectivo y singular una personal lírica de la derrota.
Karla Suárez (La Habana, 1969) emborronaba cuartillas desde niña con sus versos y cuentos y no dejó de hacerlo cuando inició sus estudios de ingeniería. Tras una carrera literaria de fondo, su fama saltó en 1999 el Atlántico al ser premiada con el Lengua de Trapo de Novela por su ópera prima Silencios y fue elegida uno de los 10 mejores nobeles del año por El Cultural. En 2003 se trasladó a París y refinó -en obras como La viajera (2007) o Habana año cero (2011)- sus intereses literarios entre la intimidad y el testimonio. Hoy vive en Lisboa.
Wendy Guerra (La Habana, 1970). Novelista y poeta, autora de obras como Nunca fui primera dama (2008) o Negra (Anagrama, 2013) Guerra escribe desde la capital cubana, mantiene un imprescindible blog en El Mundo con las últimas novedades literarias de la isla (Habáname) y orea en su artículos las esperanzas y miedos de su patria. Asegura que “descubrir un nuevo autor cubano que me guste y me emocione es descubrir una nueva Cuba, lugar donde parece no quedar nadie para contar iniciando un viaje como ese, pero, de repente, como por arte de magia, surge una voz en medio de las ruinas y la noche”.
Ena Lucía Portela (La Habana, 1972) es una de las escritoras cubanas actuales con mayor proyección internacional. En 2002 obtuvo el premio Jaén de Novela con Cien botellas en una pared (Debate, 2002) y próximamente Randon House publicará en España su última creación, Djuna y Daniel. Muy crítica con el régimen cubano ha descrito su trabajo como “individualista, que da más importancia a la literatura que a la política”. Porque “el día después ya ocurrió y todo sigue parecido”.
Rebeca Murga (La Habana, 1973) adscribe su obra al policial cubano, una de las tendencias literarias isleñas más pujantes de las últimas décadas, cómo bien ha mostrado en nuestro país el sello especializado Atmósfera Literaria. Una novela negra de buen contar y cuidado de los personajes, como puede apreciarse en Los aprendices (2013), la ópera prima de Murga.
Ahmel Echevarría (La Habana, 1974) se ha llevado con sus novelas y cuentos numerosos galardones en Cuba, y sus ficciones muestran la apertura de la narrativa de la isla a las más actuales problemáticas. En La noria, su última novela, premio Italo Calvino 2013, persigue en la intersección entre la literatura y el ensayo una historia de amor homosexual que transcurre en el Quinquenio Gris, el periodo entre 1971 y 1975 de fuerte represión cultural.
Javier Marimón (Matanzas, 1975) teje sus versos desde la orilla enfrente de Cuba, desde Miami, y algunos de ellos han sido reunidos en poemarios como La muerte de Eleanor (1998) o en prestigiosas antologías como La isla entera: Seis décadas de poesía cubana (1995), editada por la Universidad de California. Vanguardista y atento a las modulaciones insospechadas de la figura poética que dispersa en un tormentoso maremagnum discursivo.
Jorge Enrique Lage (La Habana, 1979) es uno de los más experimentales narradores actuales residentes en la isla. Ha trabajado el cuento y publicado tres novelas: El color de la sangre diluida (2007) Carbono 14. Una novela de culto (2010), y La autopista: The movie (2014). En ellas arroja sus redes conceptuales sobre las inequívocas referencias de Cabrera Infante, Pedro Juan Gutiérrez y Reynaldo Arenas, y trabaja un estilo vitalista y onírico que recicla géneros dispares, de la ciencia ficción a la novela negra.
Óscar Cruz (Santiago de Cuba, 1979), prolífico poeta, se ha aplicado con espíritu militante a mostrar la potencia de la resistencia cívica desde la escritura. En poemarios como Las posesiones (2010) o La Maestranza (2013) ejecuta un original baile existencial cuyos referentes son lo que llama la Montaña (alegoría de la nación) y el Mal (el maleficio que la restringe y la condena), en una búsqueda de la propia identidad que escapa a duras penas de un cansancio de décadas.
Abel González Melo (La Habana, 1980) es uno los principales agitadores de la nueva dramaturgia cubana. Acumula ya una larga lista de títulos (Por gusto, Ubú sin cuernos, Adentro y Nevada), muy representados en la isla. Su obra también se ha estrenado en España. Aquí vimos en 2013, en el Bellas Artes, su gran éxito, Chamaco. Una versión que trasladaba el retrato de los bajos fondos de La Habana a Madrid. Obtuvo el Primer Premio de Dramaturgia de la AECID y sigue sumando traducciones y representaciones en otros países.
Osdany Morales (Nueva Paz, 1981) es una de las autores más rompedoras de la literatura cubana “del exterior”. Vive en Nueva York, y ha publicado libros de relatos como Minuciosas puertas estrechas pero es conocido sobre todo por su originalísimo Papyrus (Premio Alejo Carpentier, 2012). ¿Su argumento? Un escritor recorre las Siete Bibliotecas del Mundo dejando un libro en cada una de ellas y da cuenta de las etapas de un viaje por los orígenes de la escritura, el tiempo y la tautología de la creación”.
Legna Rodríguez (Camagüey, 1984) ha publicado a sus 30 años una decena de libros entre la literatura infantil, la narrativa, el teatro y, con mayor y apasionada dedicación, la poesía. Libros de versos como El momento perfecto (2012), Chupar la piedra (2013) o La gran arquitecta (2013) en los que disecciona con ánimo lúdico y afán de entomólogo las anatomía del objeto poético.
Carlos Manuel Álvarez (Matanzas, 1989) fue la sorpresa de la pasada Feria del Libro de la Habana con su primer libro, La tarde de los sucesos definitivos (2014), “una de las mejores novelas escritas en esta isla a partir del año 2000”, según Wendy Guerra. Una ópera prima que desnuda la intimidad devastada de una pareja que abre “una nueva etapa de la literatura cubana actual”.