Bajo el eminente criterio académico de Virgilio López Lemus, Ediciones La Palma lanza la Colección Cuba, una propuesta artística multigénero que se afianza en las raíces poéticas cubanas, de las que este número 0 es una pequeña pero significativa muestra.
Para hacer posible esta publicación, Ediciones La Palma ha contado con el apoyo de dos eminentes profesionales cubanos: José Antonio Michelena como editor y corrector; y Rafael Lago Sarichev como diseñador de la cubierta y composición.
Prólogo
La poesía no tiene otra nacionalidad que la del mundo, la humana creatividad en él. Pero los poetas han nacido en alguna región o país, lo que suele ser más limitado que el ámbito de un idioma tan extendido como el de Cervantes. La poesía de los poetas de Cuba tiene sus marcas nacionales propias, ya sean temáticas o incluso de preferencias formales, de lenguaje y hasta de actitud vital ante la aprehensión poética del mundo. La tradición en literatura no se explica por lo tradicional en su sentido conservador o repetitivo, sino por alcanzarse una línea de intensidad que permita sostener un patronímico, por ejemplo el de cubano, como identidad de tipo cultural que diferencia sus multiplicidades expresivas de cualquier otredad o alteridad con la que pueda ser comparada. La mismidad literaria cubana se manifiesta con mucha precisión desde que existe una poesía escrita consecutivamente por varios autores desde el final del siglo xviii y que ha continuado escribiéndose sin interrupción hasta nuestros días…
Virgilio López Lemus (Fomento, Cuba, 1946) es poeta y ensayista. Ha publicado una treintena de libros de ambos géneros en varios países así como 12 antologías poéticas. Es Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba y, entre los numerosos premios literarios recibidos, cuenta con el “Millares Carlo” de ensayo de humanidades en 2003, otorgado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España y el Gobierno de Canarias.
Este libro no es un Cuban Idol. Diez narradores cubanos que no son Pedro Juan Gutiérrez ni Zoé Valdés ni Leonardo Padura… ¿Quiénes son esos diez malditos bastardos? Ahmel Echevarría, Jorge Enrique Lage, Osdany Morales, Raúl Flores, Michel Encinosa, Abel Fernández Larrea, Erick J. Mota, Legna Rodríguez, Anisley Negrín y Orlando Luis Pardo Lazo. Hacía mucho que la literatura cubana no revelaba una (de)generación con un talento tan diabólico para la inconveniencia. Diez neuróticos gourmet que decidieron fundar una tradición que fuera distinta. Y esa es quizá la diferencia clave que separa a estos «hijos que nadie quiso» del resto de los narradores cubanos: Gutiérrez, Valdés, Padura, buscan representar a Cuba; estos diez malditos bastardos –devotos de las causas perdidas– solo quieren reemplazarla. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es quemar una biblioteca comparado con fundarla?
“La sala era grande y con un cartel de cartón: «Surjery», alguien había intentado en inglés. Otro Juan Ramón Jiménez resucitado en spanjlish. ¡Y nada menos que a lápiz! De verdad son osados los muy cabrones, pensé.
La enfermera vino hasta mí y sonrió. Gesticulaba bárbaramente con una ceja, la izquierda. Sería una histérica in potential, no sé. De un saltico adelante la vi quitarme los bártulos, que eran dos jabitas de nylon con ropa vieja y un pequeño bulto forrado con periódicos de la prehistoria —del siglo XX tal vez—, donde se empolillaba mi magra colección de pocket books. Todos en inglés, of course, con la excepción de rigor mortis: un poemario de Mao traducido por Ezra Pound ya en el manicomio. «Poemaorio», le decía yo, y lo conservaba desde Cuba por pura jodedera con los amigos, cuando existían amigos. El panfletico incluía unas acuarelas cuyo autor tendría que ser, por lo amanerado del trazo, un homosexual tapiñado bajo el viril ropaje obrero del emperador. O del nuevo shit campeador o Cideólogo posnacional…”
“El motor para de toser y comienza a ronronear. A mi diestra, una mujer. Bien pudiera llamarse Consuelo, como tú, aunque no lo sea. Tú, que te has quedado en casa, rehuyéndome. Dice que ella también huye. Al final todos lo hacemos.
Sus ojos no se pueden comparar con los tuyos. Su pelo no se puede comparar con el tuyo. Pero estamos solos y la carretera es larga. Y no hay nada ni a un lado, ni al otro. Cada cierto tiempo una gasolinera, un poblado, una posada, algún desconocido haciendo señas.
Por favor, no me culpes, le paré a ella porque ya había visto perderse por el retrovisor a otros dos y, ya sabes: a la tercera va la convencida. Además, me dije, ¿y si fuera Consuelo?, ¿si fueras tú, de pronto, ahí, en medio de la nada, esperando por un poco de piedad..?”
“La muchacha manca se sentó frente a la computadora SAMSUNG y decidió encenderla para ver si funcionaba. Era la cuarta noche del año y se sentía bastante incómoda con todas las disfunciones que últimamente sacudían su existencia.
El monitor se encendió, pero el teclado no.
Se puso a mirar los lomos de sus libros preferidos y notó una variedad alucinante de colores. Su pequeño librero blanco, al lado del monitor, le proporcionaba paz y tranquilidad.
El teclado se encendió y el monitor se apagó.
Volvió a mirar los libros y esta vez notó una variedad alucinante de palabras.
Ambas lucecitas, la del teclado y la del monitor, brillaron al mismo tiempo como dos neones verdes.
Suspiró. Bostezó. Estornudó. Expulsó algunos gases que convertían su vientre en globo. Entró a la Unidad C. Varios sectores de la Unidad C estaban dañados. Su existencia completa estaba dañada. Cualquier noche de estas la tierra se la tragaría junto con su existencia y su monitor…”
“Las cosas ya no son lo que eran antes. La Habana Vieja sigue allí. Las viejas torres de los campanarios y las cúpulas de más de cuatro siglos siguen allí. Las aguas de la bahía están igual que cuando era niño, negras por el petróleo de los barcos. Pero La Habana ha cambiado. Ahora es diferente. Ojeo los últimos informes de la patrulla aérea. Underguater está en calma, supongo que debo dar las gracias.
Antes no había Underguater, ni barrios hundidos, ni lago interior. La Habana terminaba en el malecón y punto. El que cruzara el charco arribaba a la Yuma y se jodía. Pero las cosas ya no son así. Ya nadie se va para el norte porque allá solo hay hambre, miseria y desiertos radiactivos. La gente viene para acá en cualquier cosa que flote. Y llegan chapurreando el español. Poniéndole nombres en mal inglés a todo. Ahora comprendo a los guardacostas americanos cuando los balseros eran los nuestros…”
Narrador, editor, traductor y profesor universitario.
Tiene publicados los libros de cuento Absolut Röntgen (Beca «El Caballo de Coral», Ediciones Cajachina, 2009), Berlineses (Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas, Ediciones Matanzas, 2013) y Los héroes de la clase obrera (greatest hits) (Premio UNEAC de cuento Luis Felipe Rodríguez 2012, Ediciones Unión, 2013).
Sus cuadernos «Trilogía sucia de Manhattan» y «Los macabeos» obtuvieron respectivamente el premio Calendario y el Celestino de Cuentos de la Asociación Hermanos Saíz en 2014. Ha recibido también las becas Fronesis de la AHS por sus proyectos de novela «1991», en 2011, y «Por el camino de Sión», en 2013, y Dador por «Gótico americano».
Se desempeña como editor en la Editorial UH y como profesor de Redacción y Análisis de Textos en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.
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