CUADERNOS CARCELARIOS. SELECCIÓN DE RELATOS CUBANOS

La Colección Arte Impossible inaugura su andadura con un libro escrito por creadores privados de libertad en las cárceles cubanas. La obra, ilustrado por Luis Trápaga, sitúa el relato de temática carcelaria a partir del prólogo Literatura y prisión: a propósito de una isla, así como incluye un decálogo ilustrado y dos relatos de autores consagrados que escribieron sobre la prisión.

Cuadernos carcelarios selecciona trece relatos, once de ellos escritos por reclusos cubanos miembros de un taller literario de un municipio habanero, y los dos restantes de la autoría de Carlos Montenegro, pionero de este género en Cuba, y Ángel Santiesteban, escritor contemporáneo que ha sufrido prisión y publicado libros al respecto.

El sexo, la violencia aparejada al entorno carcelario, la fuga del reclusorio y del país, son algunas de las temáticas que abordan estos autores, casi siempre basadas en experiencias personales. Los textos de Cuadernos carcelarios muestran un lenguaje directo, y siempre descarnado, sobre una realidad que se torna insoportable, aunque en algunos casos destellan chispas de humor como válvula de escape, ante una situación límite.

Los relatos de la presente antología han sido ilustrados por el artista de la plástica cubana Luis Trápaga, cuyos dibujos no solo abordan el encierro en la cárcel, sino que también hacen referencia al individuo en su máxima expresión. Además, en ocasiones, el artista muestra al sujeto capturado por la maquinaria carcelaria, en la realidad cubana. Es, en definitiva, el individuo enrejado, como componente fundamental de la “isla-prisión”.

Los autores

Daviel Prieto Olay (Pinar del Rio, 1985); Raúl Pedro García Rouco (La Habana, 1977); Madalina D. Cobián González (La Habana, 1970); Jesús Lacier Ortiz Hechavarría (La Habana, 1992); Daniel Fuentes Ferrer (La Habana, 1995); Carlos Montenegro (La Coruña, 1900); Ángel Santiesteban (La Habana, 1966); Ernesto Arcía Fuentes Noel (Guantánamo, 1966).

Ilustrador: Luis Trápaga

Selección y edición: Jorge Carpio

Obra de cubierta: Ángel Hernández

ISBN: 978-84- 123798-0-8

PVP: 16 euros

Cojas amistades, relato inédito del libro Cumpleaños de Madonna, de Jorge Carpio

Cojas amistades

De Jorge Carpio

Ilustrador: Luis Trápaga

       Para Yallier; y para Frank in memoriam; cojos amigos.

El tribunal provincial sentencia al cojo J a cuatro años de privación de libertad por el delito de “atentar contra los poderes del Estado”. ¿Cómo se le ocurre blasfemar de esa manera? El alegato también asegura que la irresponsabilidad del acusado ha puesto en peligro al país. El enemigo siempre está al acecho, aboga el juez, que en nombre de los miembros del tribunal todo felicita al cojo C y demás autoridades presentes. Los llama compañeros ejemplares, dignos de una medalla por haber hecho la denuncia en el momento preciso. Luego el fiscal en persona añade, en tono más didáctico que jurídico; y en eso coincide con el abogado defensor: consideran que ha sido un juicio ejemplarizante; que ese tipo de comportamiento no se puede tolerar: hay que salirle al paso con firmeza, en el lugar y momento adecuados.

Tras la conclusión del proceso, el auditorio se pone de pie y prorrumpe en un aplauso fervoroso. En repetidas ocasiones un líder autodesignado, -en este caso el cojo C-, proclama consignas patrióticas que son coreadas con igual exaltación por los demás asistentes. El momento lo amerita, así que los ánimos individuales enardecen el ánimo colectivo, y viceversa, y la ovación se prolonga durante unos minutos hasta que se va diluyendo poco a poco, y sólo queda flotando en el aire el murmullo viciado del público que se retira satisfecho. La certeza del juicio ha cumplido las expectativas trazadas, el beneplácito unánime de los asistentes lo demuestra con creces. Otra vez, una vez más, se alcanza una contundente victoria sobre el enemigo interno y externo.

Un par de ujieres colocan las esposas al cojo J. No lo miran a la cara ni hablan con él, está prohibido, pero hacen comentarios entre ellos. Uno dice que la suerte es que aquí, en clara alusión al sistema penitenciario nacional, no se utilizan las esposas de piernas como en el sistema americano, que él ha visto en la película del sábado. Los grilletes en las canillas hubieran sido un problema con este sujeto, aclara el ujier. Luego hace un gesto de desprecio con los labios y señala al cojo J. Menos mal, responde el otro, más concentrado en su tarea que atento al comentario de su compañero, y sigue dando tirones a las esposas oxidadas que coloca en las muñecas del detenido. Cuando el ujier tira, hacia arriba y hacia abajo con firmeza, el cojo J siente el latigazo metálico que sube desde las muñecas hasta los hombros, y en lo más profundo de su alma se caga una y mil veces en la mismísima madre que lo parió, y también en la del ujier. En más de una ocasión tiene deseos de gritar que lo suelten, le duelen las manos, las tiene hinchadas. Está a punto de romper en llanto, mira hacia todas partes en busca de un rostro compasivo, pero nadie se apiada de él. Aunque hace muecas de sufrimiento, tiene que aguantar como el macho que es, lo sabe, y se anima compungido.

Dos o tres pasos después el cojo J se detiene. Los ujieres también se detienen y lo miran asombrados. Rápidamente activan el sistema de alarma como dispone el reglamento. Recorren con la vista la sala en busca de algún alboroto, una componenda organizada para liberar a aquel reo peligroso. Pero no detectan ningún movimiento inusual, el público asistente sigue en retirada todavía eufórico por el dictamen del juicio. Durante años de servicios en esa audiencia, ni en ninguna otra del país, que ellos sepan, un condenado ha osado detenerse camino a prisión. Más bien, después del veredicto apresuran el paso como si quisieran ganar tiempo; parece que pensaran: de lo malo es mejor salir rápido. Lo antes dicho entra en una lógica particularísima del entorno tropical, filosofan a su manera los ujieres, que también hablan del voluntarismo innato de los insulares para el cautiverio. ¿Pero qué le sucede a ese desahucio, listo para aguardar años tras las rejas?, se preguntan ahora más sorprendidos que alertas, y siguen hablando. Durante el proceso los ujieres han estado indignados. Ningún mercenario merece clemencia, repiten a modo de consigna, no se puede admitir semejante actitud, hay que aplastar a esos gusanos como a cucarachas. Pero cuando se fijan bien en el cojo J comprenden la razón de la demora. Se hacen otra mirada y amenazan con reír de su falsa alarma, es imposible que alguien intente escapar; es sencillamente un desatino; y menos un cojo; a entender de ellos el sistema es infalible incluso para personas que disponen de ambas piernas.

Todo está en orden y los ujieres vuelven a la calma. No hay de que alarmarse, pero sujetan con firmeza al cojo J, temen que ese caso inusual, adefesio de persona, se desplome en medio de la sala y el éxito del juicio termine en un fiasco, otro escándalo más en las redes sociales. Deben mantener la imagen ante la opinión pública, es la orden recibida. Pero prometen, ahora más indignados, que en cuanto les echen el guante a los demás mercenarios, esos hijos de puta, los que aparecen a menudo por internet, la van a pasar peor que este maldito cojo. Éste está jodido y ya ha sido sentenciado, dice uno de los ujieres, y chasquea los labios como si se apiadara del acusado. El otro lo interrumpe con un ademán brusco, mira al cojo J, y con desaire en el tono de la voz habla de medias personas. ¿Cómo alguien imperfecto, -y aquí hace énfasis en la mente del detenido, también coja-, se arriesga a decir lo que afirmó este cabrón? Hay que tener valor o estar loco, concluye el ujier que sigue malhumorado.

Por su parte, el cojo J mantiene la serenidad. No escucha los comentarios referidos a su persona, o al menos no se da por aludido, se empeña en olvidar el dolor que le causan las esposas en las muñecas. Además, está acostumbrado a recibir insultos hostiles, soeces o mal intencionados, como que los cojos son hijos del diablo; y entre una diversa gama de discapacitados, cada uno con sus particularidades, que los cojos son las más perversas de las maldiciones, y así por el estilo.

Luego de buscarlo con la vista, el cojo J encuentra al cojo C entre la multitud en retirada. Su amigo continúa sentado en el mismo banco con el bulto guardado en la mochila sobre el ñongo de la pierna mutilada. En ningún momento, ni siquiera cuando tiene que testificar, suelta aquel paquete notorio que protege con esmero. El cojo J y demás asistente se preguntan qué diablos lleva ese otro cojo en la mochila, pero nadie sabe. Es un misterio. Cualquier cosa, piensa todo el mundo.

El cojo J trata de levantar el brazo en señal de despedida pero las esposas se lo impiden. ¡Caramba!, protesta por el inconveniente. Ha olvidado su condición de recluso y lo lamenta al sentir otra vez el latido metálico en las muñecas. En cambio el cojo C, que no le quita los ojos de encima, levanta su brazo libremente y le dice adiós.

-No te olvides de lo nuestro -grita el cojo J.

-No te preocupes -responde el cojo C, todavía con el brazo en alto-. Lo tuyo está garantizado –añade, y queda contemplando como lo retiran de la sala. También mira el bulto, siempre a buen recaudo sobre el ñongo de la pierna, sonríe y lo aprieta con más fuerza.

Mientras, el cojo J sigue con un monólogo que parece no tener fin. Habla y habla y no hace caso a los ujieres que lo obligan a continuar casi arrastras. Los mira con una furia implacable: se salvan porque él no tiene las muletas a mano, se las incautaron el día que lo detuvieron. ¿Y por qué no se le ha ocurrido antes?, durante la velada debía haber indagado por ellas, o al menos haberlas mencionado. La ausencia de muletas, más que su pierna inexistente, pudo haber sido un mejor atenuante para su defensa: ¿de qué forma él se va a desplazar en esas prisiones infectas de delincuentes y bugarrones? Incluso con muletas, entre tantos malhechores, su paso, por muy firme que sea, será en falso y desde que ponga el pie en la celda estará tirado por el piso, o quién sabe si en una posición más ignominiosa. Entonces el cojo J increpa a los ujieres: déjenme tranquilo, cojones, grita, mientras se zarandea igual que un poseído. Parece que se va a caer pero milagrosamente mantiene el equilibrio, y en un acto considerado audaz por los presentes, dice a viva voz a su amigo que recuerde elegir zapatos de norma ancha, que por favor tenga en cuenta su otro defecto; siempre que adquieren zapatos, el cojo J recuerda su otro defecto. Acuérdate del juanete, coño, reitera en un grito ahogado por el dolor de la ausencia.

El eco del grito retumba en la sala, pero los asistentes que quedan retrasados no lo echan a ver: la sentencia ya está dictada y por suerte es irrevocable.

El cojo C, por su parte, se cuestiona en silencio la irreverencia del cojo J. Si ya ha sido sentenciado por qué es tan insolente. Igual da por descontada su petición, -aunque nunca lo ha mencionado, él también padece de aquel otro defecto-, y siempre gestiona zapatos de norma ancha, se dice, y vuelve a mirar el bulto que aún aprieta contra el cuerpo. Al cojo C, y eso lo tiene atento, más bien a la expectativa, le ha llamado la atención la forma en que los ujieres conducen al acusado, lo llevan agarrado por los sobacos, como un fardo dando salticos hacia la puerta trasera del recinto. El hecho en sí es extravagante por no decir grotesco. Ante aquel espectáculo inusual, cree que no hay nada más ridículo en el mundo que un cojo dando salticos entre ujieres. El cojo C lo piensa mejor y tiene que llevarse la mano a la boca para contener la risa que ya afloraba en sus labios. Apenado, recorre la sala de una ojeada; por suerte nadie lo estaba mirando. No es correcto esa desfachatez ante el público que se retira disciplinado, se dice, y reprime su actitud.

Pero pensándolo bien, este no es ni será su caso, qué coño, se dice igual. Aunque le falte una pierna, incluso aunque le falten las dos, por alguna u otra desgracia, él es un hombre íntegro, un revolucionario cabal, y nunca va a incurrir en el desliz en que ha caído el acusado.

***

El cojo J y el cojo C se conocen años atrás. Es la época en que todavía anhelan que la desaparición de sus piernas se puede solucionar o al menos encontrarán, siempre con paso firme, la forma de ser felices. Viven relativamente cerca uno del otro, aunque no se conocen; no han tenido el honor, a decir de ellos. Pero una tarde apacible, de cielo despejado y sol radiante, coinciden en la barbería del barrio. Llegan casi al mismo tiempo, a dos o tres pasos de muletas de diferencia, como si se hubieran puesto de acuerdo. El cojo J le da el último de la cola al cojo C o el cojo C se lo da al cojo J, no lo recuerdan pero no es tan importante y se sientan, uno al lado del otro.

Al principio evitan mirarse, fingen estar entretenidos con el pelado de turno que hace el barbero. Pero al rato no lo pueden soportar y con disimulo se detallan por lo más elemental visible, o invisible, de sus cuerpos mutilados: el vacío de la pierna que les falta. Luego se fijan en las muletas, -es costumbre arraigada entre cojos reconocerlas durante el primer encuentro-, y finalmente se concentran en el zapato que traen puesto en el pie palpable. Ese día el cojo J lleva un tenis Adidas gastado, casi listo para tirar a la basura, y el cojo C luce un Nike lustroso, al parecer acabado de estrenar. Es probable que hasta calcen el mismo número y vuelven a mirarse; sobre todo el pie visible. Tras la ojeada de reconocimiento quedan convencidos de sus dimensiones porque sentados y todo, miden más o menos la misma estatura. ¿Y qué?, dice el cojo J. Bien y tú, responde el cojo C; mientras se hacen un movimiento de cabeza y una sonrisa de aceptación.

La ocasión es propicia y se estrechan la mano. A partir de entonces conversan como si se conocieran desde siempre. Pero antes, incluso antes de presentarse por sus nombres, -tampoco lo pueden evitar-, indagan por la talla de pie que calzan. ¿Qué número tú usas?, pregunta el cojo J, al tiempo que señala el Nike existente de su compañero. El siete y medio, responde el cojo C, que vuelve a mirar con menosprecio el tenis Adidas gastado.

Desde el inicio también advierten otro detalle de sus cuerpos incompletos, y ahora lo toman en cuenta: cojean de piernas diferentes, al cojo J le falta la derecha y al cojo C la izquierda. Mirándolo desde una perspectiva individual y a la vez de conjunto, de eso no caben dudas, cada uno es el otro o en términos más filosóficos, la contraparte del otro.

Muchas coincidencias, y han quedado sin palabras, pero ninguno de los dos cree en casualidades. Un inicio de relación entre impedidos físicos; al parecer casual más que causal; pinta a las mil maravillas para vaticinios esotéricos. Pero tampoco es el caso de ellos, que con más certezas que dudas auguran el comienzo de una amistad duradera o al menos de una compañía permanente. Hasta que la muerte nos separe, piensan a modo de conclusión. Entonces es que se presentan por sus nombres de pila:

-Llamadme J –dice el cojo J.

-Y a mí, llamadme C –dice el cojo C, que igual responde con ingenio culterano la broma de su nuevo amigo.

***

Desde que quedan mutilados, aún adolescentes, añoran su encuentro. Esa tarde, con indicios de lágrimas en los ojos confiesan detalles de la ansiada búsqueda. Cada uno ha fantaseado a su manera: la parte alejada existía en algún sitio de la ciudad, de eso siempre estuvieron seguros. Igual lamentan haberse buscado con desespero, los justificaba la premura juvenil por ver sus cuerpos completos. Tal vez la prisa haya sido la causa de que hubieran demorado en encontrarse: en cuanto veían a un cojo detenían las muletas, abandonaban lo que estuvieran pensando y reparaban en sus atributos, sobre todo en el pie existente y en el zapato que usaba.

J dice que buscó su pierna perdida por las azoteas. La separación de un miembro importantísimo como una extremidad debía estar en las alturas, más cerca de Dios que las otras partes que componen el cuerpo. Cuando pasea por la ciudad se enternece mirando para los techos. Esa obsesión se ha convertido en costumbre y más de una vez es testigo de escenas fortuitas que lo llevan a juegos más fantasiosos. Nunca lo ha comentado, no había encontrado a alguien digno de escuchar sus experiencias, pero ahora que se presenta la ocasión lo dice sin miramientos y sonríe con malicia. Por su parte, C sostiene con argumentos precisos que su pierna ausente ha ido a parar a lugares bajos. Privarlo de una extremidad es un golpe bajísimo que le ha dado la vida; y él jamás lo perdonará; por lo cual la nefanda pierna no puede encontrarse en otro sitio que no sea, dígase una cloaca o un sótano en el mejor de los casos. Las piernas son las partes más cercanas al suelo, dice afligido. C ha buscado su extremidad, aunque ya sin esperanzas, un pesimismo punzante lo embarga, por cuanta oquedad ha encontrado a su paso asimétrico.

Pero ahora están uno frente al otro. Pueden complementarse: con la pierna existente, antaño desaparecida, forman un todo como cualquier otro cuerpo humano. Ahora no solo son J y C, sino que definitivamente se han convertido en algo más completo: en JC.

Pasada la emoción del encuentro, J y C, (si se prefiere desde este momento JC), como caballeros iniciados en una orden secreta, se dan un abrazo sostenido. Después, con la persistencia del mismo ritual garboso, están contemplándose un rato más. Continúan agarrados con fuerza por los hombros, parece que sostuvieran el mundo, y con lágrimas que brotan a borbotones de sus ojos se miran sorprendidos de que puedan mantener el equilibrio. Comprueban que en ese intervalo de apoyo mutuo no necesitan las muletas. Es un placer andar como si se tuviera pierna propia, pero también sienten una imaginada nostalgia por tener que abandonar aquellos instrumentos, extensión necesaria, ya convertidos en parte de sus cuerpos. Luego sacan sendos pañuelos, para más coincidencia del mismo modelo aunque difieren en el color: el de J es azul y el de C rojo. Al ver la combinación, -¿casual?- en prenda tan higiénica, ríen con desparpajo y sin pudor alguno, secan las lágrimas que ya ruedan por sus mejillas.

J y C aprovechan la demora en la barbería. Discuten el pacto, para garantizar el futuro que siempre es incierto, anotan en la presentación. Se explican hasta el esclarecimiento definitivo que, a partir de entonces, cada vez que compren un par de zapatos intercambiarán el que les sobra, o mejor el de la pierna inexistente; que para el caso se trata de lo mismo, anotan en la conclusión. Dispuesto ya el reglamento, factores en activo de la zona estarán al tanto de que cumplan con lo establecido: no importa si los compran o es el resultado de una donación. J y C están conformes con lo pactado y juran solemnes, siempre con la vista clavada en el tenis que lleva cada cual. En un trozo de papel, cortesía del barbero, testigo único y principal, estampan sus firmas y anotan la fecha.

Posterior al estrechón de manos protocolar, quedan pensativos. Cada uno, en silencio, procesa los contenidos debatidos durante el pacto. Evalúan los pros, que a simple vista son muchos, y no encuentran ningún contra. El tratado es perfecto: un par de zapatos se convierten en dos y dos costarán el precio de uno, así de sencillo reza el algoritmo. El ahorro de dinero va a ser significativo, pero la mayor satisfacción, lo que verdaderamente los conmueve, la hallan en el goce espiritual de que exista, y hayan encontrado en la realidad, el pie que ocupará el zapato sobrante. De modo que sienten una alegría indescriptible; sobre todo J, que no deja de mirar por el rabillo del ojo el Nike casi de estreno de su amigo. En ese aspecto el entusiasmo de C es discreto; aunque pensándolo bien, aún gastado, se trata de un Adidas, su marca favorita.

Ansiosos por salir, de vez en cuando J y C se miran por el espejo de la barbería y sonríen. Tampoco ha sido casual que le hicieran el mismo pelado. Lo aprecian en la mirada complaciente del barbero que calcula con ojos de profesional la cabeza de uno y otro. Cuando les llega el turno a cada cual, dicen estar satisfechos: es lo último de la moda en corte de cabello. Y como muestra de refrendación, añaden emocionados que el inicio de una amistad tan significativa tiene que coincidir, por naturaleza, con un cambio de look. Dan las gracias al barbero, también lo estrechan en un abrazo sentido, y contrario a su estigma de cojos dejan suntuosas propinas.

J y C salen emocionados a la calle, dispuestos a celebrar el acontecimiento. Aún es temprano y se dirigen a una cafetería más o menos a la misma distancia de la casa de ambos. En asuntos de  equidad espacial, detalle importantísimo entre minusválidos, también han acertado: la amistad comienza con buen pie. J y C andan el resto del camino a la par; habladores y risueños como de costumbre; uno al lado del otro, hombro con hombro, o mejor dicho, muleta con muleta.

-¿Cómo te gustan a ti las mujeres? –pregunta C, a la vez que mira la cara repleta de orgullo de su nuevo amigo.

-A mí me encantan las negras culonas –responde J sin pensarlo. Hace un giro con la cabeza, necesita comprobar la reacción de su compañero, seguido por una carcajada que retumba en el vecindario de paso.

-Qué bien –dice C. A mí me gustan las rubias-, y continúan riendo durante unas zancadas más. Seguidamente inician un debate sobre gustos mujeriles y cualidades femeninas, que los mantiene entretenidos el tiempo de desplazamiento.

El tic tac del plástico de las muletas suena acompasado sobre el pavimento, pero el ruido no interfiere la fluida conversación que han establecido. J y C hablan y se oyen perfectamente; en cambio los otros transeúntes, por mucho que se aproximen o agucen el oído, no pueden captar el diálogo entre ellos. Y es en ese detalle cuando sienten, por primera vez en sus vidas, -y a partir de ahora ya es histórico en ese tipo de mal-, que la cojera sirve de algo edificante. Lo que ha sido una barrera a lo largo de su existencia, en unos minutos de compañía se ha convertido en un muro de seguridad, como muralla infranqueable, que no los puedan escuchar en una ciudad abarrotada de chismosos resulta una ventaja de incalculable valor, y una vez más se alegran.

J y C comen y beben cerveza en abundancia. El dueño de la cafetería acompañado del personal de servicio, los sacan casi a rastras pasada la media noche. Tienen inconvenientes mientras ejecutan la operación de auxilio, a causa del alto grado etílico de aquellos clientes insólitos, y por su deficiente experiencia en manejos de minusválidos. Llaman un taxi y los envían de regreso a casa. Ambos cojos, a partir de ahora amigos para siempre, han bebido hasta derrumbarse de sus propias muletas.

***

Veinte años después, J y C mantienen la amistad del primer día. La unión, inseparable en todo momento, con los años se ha hecho famosa en el barrio y en la ciudad, y va en camino a extenderse por el resto del país. El populacho los llama los cojos de la cerveza, y ellos ríen: el mote les hace justicia.

Acuerdan celebrar el aniversario, como el primer día. Se trata de una fecha cerrada, nada más y nada menos que veinte años, que no se cumplen todos los días, dicen orgullosos. Pero el tiempo ha pasado, con crueldad; y luego también dicen, con nostalgia: peinan canas y han echado una barriguita que achacan más que todo a la ingesta desmesurada de cerveza. Hacen la reservación a tiempo en un restaurante de reciente apertura en la ciudad, lo último en novedades culinarias, con mucho más glamour que la cafetería del encuentro original. La ocasión lo amerita y encargan un cake con sus respectivas veinte velas. No importa lo que cueste, dicen.

Un empleado vestido de esmoquin, el maîtres en persona, espera por ellos en la entrada del restaurante. J y C se bajan de un flamante taxi negro que alquilaron en una agencia de protocolos. El maîtres queda atónito con la presencia de aquellos dos seres incompletos, como una aparición diabólica, piensa, y cruza los dedos en señal de protección. El parecido entre ambos es significativo, y también usan la misma marca de zapato, aunque en piernas diferentes. Luego el maîtres se calma, pero queda meditabundo: el restaurante dispone de sillas para niños pero no de implementos para trasladar cojos. Le vuelve el alma al cuerpo cuando los ve echar mano de las muletas y desplazarse como andarines empedernidos. Ante la mirada expectante de los empleados, los conduce a la mesa asignada, y ellos se sientan en sendas sillas que les ofrece una joven camarera, igual de elegante y olorosa.

La joven da las buenas noches y anuncia la bienvenida. J y C devuelven el saludo y dan las gracias por tanta atención. Los olores, de agradable esencia, los extasía, sobre todo el aroma de sándalo que inunda la sala, cuando aparece de imprevisto el cake con las veinte velas. Es la primera sorpresa de la noche. Demasiado dulce para dos, pero es la medida que los clientes encargaron, dice la joven. Después llega un séquito de otros camareros, se despliegan como dispuestos para una emboscada, y los rodean en silencio. Los cojos miran alrededor y de inmediato a las muletas, más al alcance de la mano que de los pies, tanta gente junta próxima los pone nerviosos. Pero vuelven a la calman. La camarera pide tranquilidad a los clientes y a la sala, que dejen el nerviosismo, y anuncia que comienza la ceremonia de felicitación. Enciende las velas y ordena que apaguen las luces que perturban el encanto del convite. Acto seguido, en un coro muchas veces ensayado, la comitiva le cantan el Happybirth day.

Con ayuda del personal de servicio, J y C pican el cake y brindan con champán, cortesía de la casa. Apenas prueban el dulce: está riquísimo, dicen. Tras estudio minucioso de la carta eligen los platos más exquisitos, nada de arroz ni frijoles, eso lo dejan para la casa, ordenan mariscos: camarones y langostas. Tampoco beben cerveza; para acompañar piden un vino blanco exquisito, recomendación del maîtres.

-Cómo va lo de la prótesis -dice J, y se pasa la servilleta por los labios.

-En eso estoy, responde C, que sigue con la vista a la camarera. Luego dice que sus parientes de Miami ya se la compraron; carísima, por cierto; en unos laboratorios farmacéuticos; famosísimos, por su calidad; que radican en San Francisco. Pero no dice que ya la tiene en la casa, y que ha estado haciendo pruebas de adaptación.

Continúan disfrutando de la comida y del vino. Piden otra botella. Aprovechan el ritual del descorche y se fijan de nuevo en el local. Tanto lujo corresponde a la apertura que está teniendo el país, convienen; y entonces C habla de cambios necesarios: es el tema actual. Y más en la vida de un cojo, ser indefenso donde los haya, agrega, y habla con emoción de los ejércitos de cojos que han transitado por la Historia.

J lo escucha con atención. Piensa en las palabras de su amigo. En parte tiene razón, y a decir verdad, no le interesa mucho que C use una prótesis, hay que cambiar, aunque le molesta que incumpla con lo convenido.

-¿Y el pacto? –pregunta.

C vuelve a desviar la vista hacia la camarera que se acerca a las mesas del salón. J insiste.

-La dialéctica –responde C. Aunque no sabe por qué ha mencionado esa palabra que considera excelsa.

J no entiende qué ha querido decir C con eso de la dialéctica. Está confundido; desde que se enteró de su decisión de utilizar la prótesis, lo perturba lo difícil que se le hará de ahora en lo adelante conseguir zapatos; y sobre todo, encontrar otro cojo con la misma característica de su amigo.

-¿Qué significa cuando te refieres a la dialéctica? –pregunta más extrañado que molesto.

De momento, C tarda en responder. Busca otra palabra más adecuada que aclare la situación, pero no encuentra ninguna:

-La dialéctica, ¿no sabes qué es la dialéctica? –pregunta en un tono áspero.

J queda pensativo. Se molesta por aquella respuesta en forma de pregunta que le hizo su amigo. -La dialéctica es una mierda –responde al rato en un tono también áspero. Qué se cree éste, piensa. C ha dicho algo que no viene al caso, y repite ahora más indignado, casi en un grito-: La dialéctica es una mierda, compadre-, y se lleva la copa de vino a los labios.

El grito estalla en el silencio del restaurante. Los demás clientes dejan de comer y los miran. La discusión sube de tono. Primero acude la joven camarera, que no es entendida en el tema que debaten pero la motiva la porfía sobre asuntos de tanta envergadura, y queda estática frente a ellos. Mira con atención la cara de uno y otro contendiente. La pelea está a punto de estallar en el momento en que aparece el maîtres con el séquito de camareros. Intervienen cuando los cojos empuñan las muletas, y a duras penas logran detener la trifulca. Minutos después llega la policía.

***

La sala de juicios ha quedado vacía; solo C permanece sentado en el mismo sitio. Los ujieres, a cada lado de la puerta del recinto, esperan por él. Lo disimulan pero están impacientes. C indica con una señal que aguarden, necesita hacer una operación de suma importancia. Los ujieres no responden, pero no lo pierden de vista. Cuando C abre la mochila aguzan la mirada y se llevan la mano al arma de reglamento que portan en la cintura. C desempaca el bulto con cuidado, también sin perderlos de vista, alza el brazo y muestra una flamante prótesis, como trofeo de competencia. Los ujieres quedan perplejos por el deslumbre de aquella parte del cuerpo, para ellos extraña, que parece un juguete. No hablan, pero piensan que esa prótesis tiene más encanto que una pierna normal; porque de seguro es de importación. Incluso, si este cojo hubiera sido el detenido, piensan, no hubiera habido problemas para el uso de los grilletes que aparecen en la película del sábado. Es más, a ellos les encantaría que hubiera sido éste el acusado. A su vez, C ya se ha colocado la prótesis en el ñongo de la pierna, se pone de pie casi de un salto, y da unos pasos de calentamiento en el lugar. Luego avanza ligero, con andar natural, rumbo a la puerta de salida. Los ujieres despejan el camino, –sospechan que aquel individuo de desplazamiento atlético pueda echar a correr en cualquier momento-; y de paso, no menos asombrados, se fijan que lleva en los pies unos tenis Adidas, como acabados de estrenar para la ocasión.

 

La Habana, mayo 2021

Entrevista a Haydée Sardiñas por… Haydee Sardiña

Portada del libro

Publicado en: Otro Lunes. Revista hispanoamericana de cultura. nº57

8 de noviembre de 2020

Nacho Rodríguez

Haydée es tan especial que prefiere entrevistarse a sí misma. Cuando le propuse hacerle una entrevista para un medio de comunicación, a tenor de su nuevo libro de relatos Fresa salvaje para siempre. Historias de amor y fastidio (Ediciones Hurón Azul, 2020) enseguida me respondió, vía mensaje de texto desde La Habana, que preferiría entrevistarse a sí misma. Adujo que ya lo había hecho, en anteriores ocasiones, y que nadie lo haría tan bien como ella misma. Claro, pensé, uno se conoce mejor a sí mismo que a los otros. Además, ya habíamos hecho otra entrevista meses atrás y había gastado mis mejores balas.

El ejercicio en cuestión parece originarse en un cuestionario estándar que encontró en algún lugar y le gustó. Hace meses le dio por responderlo. “Envíamelo entonces”, le dije, “y así salimos airosos del asunto y no tienes que molestarte en enviarme enmiendas parciales”. El problema era que el cuestionario, con las decenas de respuestas, estaba o está en su oficina, a la que hace meses no acude por la pandemia. Esa pequeña circunstancia no fue obstáculo para Haydée, ya que… Decidió entrevistarse nuevamente.

Al poco de revisar la entrevista comprobé con preocupación que había firmado su propia entrevista como Haydee Sardiña; esto es, sin la ese final que recoge el libro en lomo, portada, portadillas, colofón, etc. Esperé que fuera una hora decente en La Habana y le envié un mensaje. ¿Sardiña o Sardiñas?, pregunto. “Ponlo como esté en la portada” me responde de inmediato. ¿Y qué hay de la tilde de tu nombre?, continúo en otro mensaje, ¿también como aparezca en la portada? Su siguiente respuesta me deja estupefacto: “Sí, son detalles sin importancia”. Pues sí, esta es Haydée, Sardiñas o Sardiña. No importa. Y como no importa, además de maquetar algo el texto y ponerle un par de tildes, he tenido que completar una respuesta que estaba cortada… ¿Quién que no sea Haydée Sardiñas/ Haydee Sardiña podría darse cuenta? Son detalles sin importancia.

Ahora les presento a la autora, a partir de lo que ella escribió sobre sí misma al comenzar este 2020: “Me gradué en 1989 en Ingeniería en Control Automático en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría. Fabriqué muñecas de trapo durante el Periodo Especial, escribí guiones para programas de Radio y TV, intenté dar clases de inglés, trabajé como secretaria ejecutiva para una compañía canadiense que por algún motivo quebró, y desde hace 10 años trabajo en la Embajada Norteamericana en La Habana (o lo que queda de ella). Mis gustos literarios tienen más que ver con la forma en que está escrito algo que con la historia que cuentan. Las cosas que me gustaría hacer antes de morirme, son: escribir una obra de teatro y escribir otro guion para un telefilme (ya escribí uno). Pero no tengo apuro. Tengo dos pasiones: la literatura y enamorarme (en tercer lugar estaría la cerveza y los amigos, juntos).”

No obstante, y antes de entrar en su auto entrevista, debemos hablar del libro en cuestión. Decía Teresa Dovalpage en el prílogo (sí, escrito así) de Alamar, te amo, publicado en 2018 y en el que participaron catorce narradoras cubanas (entre ellas la propia Haydée), que “el realismo puro y duro pierde parte de su dureza, casi diría que se humedece, pasando por las manos de una mujer”. Y es que estamos, en la mayor parte de los relatos de Haydée, ante un narrador masculino escrito por una mujer.

Ponerse en el pellejo de un hombre no solo es pan comido para Haydée (por algo será), sino que, cuando lo hace, uno tiene el deseo de querer ser el hombre que ella juega a ser. Qué simples son los hombres, para que se identifiquen tan plenamente con una fantasía femenina. O qué grande es la escritora. Como siempre, Haydée nos ofrece una explicación desapegada: “No sé por qué he preferido a veces escribir desde una voz masculina. Será una manera de esconderme. No me gusta sentirme descubierta.” ¿Pero es que hay algo menos encubierto que afirmar esto?

Si bien hay relatos que están pintados con ese material que Virgilio Piñera (dicen que) llamó “costumbrismo socialista” (como el propio relato «Amor y fastidio»), donde se exacerba hasta el límite las contradicciones de un sistema patológicamente institucionalizado y que para los lectores ajenos a él podrán leerse como simple “realismo mágico”, está siempre el amor (y el erotismo) penetrando su dureza como único antídoto de salvación de la vida cotidiana, por más que este, como en el relato citado, sea también institucionalizado.

Esta selección de relatos proviene de cuatro libros de la autora. Tres de ellos editados (en Cuba). El primero de ellos, Historias de Amor y fastidio (Editorial Extramuros, 2007), fue editado por Michel Encinosa, uno de los autores compilados en Malditos bastardos (Colección G., La Palma, 2014). Ese mismo año, otra pequeña editorial antillana publicó Recortes del Paraíso (Editorial El Mar y la Montaña, 2009). La última publicación es Fosforera Bill y otros cuentos (Ediciones Loynaz, 2011). Aunque entre esa fecha y 2018 Haydée no volvió a publicar (dos de sus relatos aparecieron en la antología erótica Alamar, te amo de Ediciones La Palma), cuenta con otro libro (inédito) de relatos (o de cuentos, como mejor dicen en Cuba).

Al revisar su auto entrevista, comprendo que falta algo vital: la alusión a su propia creación. Una vez más le pido a Haydée que visite sus relatos, a tenor de la selección que hemos hecho. Le sugiero que intente tejer puentes entre la ficción narrativa y su génesis vital. “Te lo envío pronto”, contesta en un breve mensaje. Tarda unos días en responder; se lo está pensando, ya ha hablado y escrito mucho sobre lo que opina de su propia obra (esto lo digo yo). Finalmente, escribe esto: “Hay algunos relatos que prefiero por encima de los demás. De Fosforera Bill me gustan sobre todo los personajes, que están creados a partir de personas que conocí. A Lino el trompetista, la flaca y al mismo Fosforera Bill te los puedes encontrar cualquier noche haciendo sopa (música por encargo) en el malecón habanero. También los personajes negativos, los problemas con la vivienda y la precariedad económica los puedes encontrar en cualquier esquina, desafortunadamente. Pero si tuviera que elegir tres de ellos, serían: «Filosofía Poética de Marcelino Pasquale», una historia de literatura dentro de la literatura, inspirado por eventos reales (intento de suicidio, escritura y redención) y por la lectura de Roberto Bolaño; «Una botella de felicidad», por su ingenuidad y sencillez, y «Alternativas probables” inspirado, probablemente, en la lectura de Alfredo Brice Echenique hace muchos años. El relato cuenta una historia de amor entre personajes que se sobreviven en los ambientes más sórdidos, pero creo que hay ternura en la historia y música en las palabras. Creo que la depresión, la adicción a los psicofármacos y la frustración están en todos ellos, pero también, la superación, la esperanza y, a ratos, la resignación.”

Ahora pasemos, finalmente, a la auto entrevista.

¿Cuál es el primer libro que recuerdas?

La primera historia que recuerdo es «Juan Darién» de Horacio Quiroga. Me la leyó mi papá siendo chiquita y se la leí yo a mi hijo después. Creo que «Juan Darién» siembra compasión en las personas. Luego recuerdo muy vívidamente «La vida de algunos animales», de una autora rusa que era veterinaria en un zoológico de Moscú y que marcó a gran parte de mi generación, y La mujer fantasma de William Irish. Leí muchos policiacos cuando era adolescente.

¿Crees en la inspiración? ¿De dónde vienen tus ideas?

Totalmente. Creo en la inspiración y en la lectura. Los libros que lees en la adolescencia y primera juventud te enseñan casi todo lo que hay que saber para escribir. Luego, llega una frase o una idea que se te queda dado vueltas y describe una situación que estás atravesando o sentimientos que estás experimentando, y a partir de ahí todo ocurre naturalmente. Sin esa frase, (o metáfora, como diría Milan Kundera) no habría historia.

¿Cuál es una de las historias que has escrito que más te gusta? ¿Recuerdas cómo nació?

Escribí una historia de ciencia ficción hace tiempo que se titula «O». En aquel momento me había enredado en una relación sin sentido con un hombre MUY atractivo. Eso era todo lo que yo veía en él. En «O» trato de encontrar una explicación para una relación tan vacía.

¿Qué te motiva? Si es la lectura, menciona títulos.

Leer me motiva mucho. Hay libros que releo cada cierto tiempo y siempre me dan deseos de escribir. Los últimos que recuerdo son El que tiene sed, de Abelardo Castillo y cualquiera de los libros de Chuck Palahniuk. Son dos escritores muy diferentes, pero Castillo tiene música y ritmo, y Palahniuk una manera peculiar de usar el lenguaje. También está Manhattan Transfer de John Dos Passos. Es el tipo de libro que me gustaría escribir alguna vez, pero sobre la Habana.

¿Cuándo supiste que querías ser escritora?

La literatura es la cosa que más disfruto. Me despierta una emoción muy diferente a otros tipos de felicidad. Nunca creí que podría ser escritora. Siempre tuve libreticas de notas, pero la escritura es algo que respeto demasiado para pensarla como posible. Sin embargo, un día, en medio de una de muchas caminatas por La Habana con unos zapatos muy incómodos, bajo un sol terrible y sin poder agarrar el transporte público, se me instaló una frase en la cabeza. La frase se convirtió en un texto de 3 o 4 páginas, que convertí en una especie de cuento. Y a mis amigos les gustó. Fue una revelación. La sensación de que alguien disfruta lo que escribes, de que se rían (porque en aquella época usaba una especie de humor negro y me interesaba mucho reírme de los problemas y de mí misma) fue algo maravilloso que descubrí y que solo comparo con la sensación de enamorarse.

¿Cuál es tu mejor recuerdo como escritora?

El día que leí mi primer cuento más o menos serio («O») en público y Raúl Aguiar me dijo que lo quería publicar.

¿Cuál es tu criptonita como escritora?

La estabilidad. Una pareja estable y un trabajo de 8 a 5 que me permita pagar las cuentas pero me robe el tiempo.

¿Alguna vez has considerado escribir bajo un pseudónimo? ¿Cuál?

Muchas veces. Me gustaría esconderme un poco sobre todo de la familia. No quisiera que leyeran lo que escribo. Además, mi nombre no es musical. Haydee Paz, por ejemplo, sería más sonoro.

Al escribir, ¿intentas sobre todo ser original o complacer a los lectores?

Ninguna de las dos cosas. Cuando tengo suerte de escribir algo, lo hago en primer lugar para mí, porque necesito hacerlo y sobre asuntos que me preocupan o me interesan.

¿Con qué otros autores mantienes amistad y de qué manera te han ayudado a ser mejor como escritora?

Raúl Aguiar, José Miguel Gómez (Yoss) y Ernesto Pérez Castillo han revisados mis textos y me han infundido confianza, que siempre me falta. A ser mejor escritora me ha ayudado leer.

¿Cómo afectó publicar tu primer libro a tu proceso de escritura?

Entonces descubrí que quería más. Implica el riesgo de empezar a escribir pensando en el público, en los concursos, en volver a publicar porque ser conocida de cierta forma, es una trampa que puede hacerte pensar en hacer cosas que no querrías hacer antes.

¿Qué hiciste con tu primer pago como escritora?

Fueron 2.000 pesos de un premio regional. No era mucho dinero y eran tiempos difíciles económicamente. Lo gasté en cosas primarias.

¿Lees las reseñas de tus libros? ¿Te afecta? ¿Cómo enfrentas eso?

Las leo, por supuesto. Me afectan mucho. Tanto como los comentarios de los amigos. Con el tiempo he aprendido a superar la ansiedad de esperar un comentario y he aprendido a confiar más. También me tomo más tiempo para compartir los textos.

¿Tienes alguna máxima o refrán que rija tu vida? ¿Cuál es?

No sé si sea una máxima en mi vida, pero termino aplicándola siempre, así que debe serlo. Es una frase de «Tauromaquia», un minicuento de Juan José Arreola: “Donde quiera que haya un duelo, estaré de parte del que cae, ya se trate de héroes o rufianes (…) porque yo también soy dos, el que pega y el que recibe las bofetadas”.

¿Tienes miedo a la página en blanco?

No vivo de la literatura. Si tuviera que escribir para vivir, una columna o en un espacio fijo en alguna revista, tendría que enfrentar esos miedos. Pero cuando uno escribe por placer, esos fantasmas no existen. Cuando no escribo, me falta algo, lamento no ser capaz de crear nada, pero he descubierto que forzar la creatividad no funciona. Se pueden producir muchas cosas de poco valor si uno se deja llevar por las ganas de tener algo que mostrar. Entonces, le voy a la contraria al refrán que dice “no tener nada que decir no es motivo para callarse». Pienso que “no tener nada que decir es el mejor motivo para callarse.” Y es lo que hago. No es que me guste, pero mientras tanto, leo y vivo. Para compensar esa frustración escribo guiones de radio y TV. Es un área que depende menos de la inspiración y que disfruto mucho también.

Madrid y octubre de 2020

  • * * *

Haydée Sardiñas (La Habana, Cuba, 1966). Premio Luis Rogelio Nogueras de cuento 2006, con el cuaderno Historias de Amor y Fastidio, publicado por la editorial Extramuros, que luego recibiera el premio La Puerta de Monserrat 2008, otorgado por el Centro Provincial del Libro y la Literatura. Primer premio en el concurso de cuentos de ciencia ficción Juventud Técnica 2007, con el relato «O». Premio La llama doble 2008, con el relato «Finales felices». Premio Regino E. Boti 2008 con el cuaderno Fresa salvaje para siempre, publicado por la editorial El mar y la montaña, con el título Recortes del paraíso. Premio Paco Mir 2009 con el cuaderno En la escena del crimen (inédito). Premio Hermanos Loynaz 2010 por la obra Fosforera Bill y otros cuentos. En 2018 dos de sus relatos conformaron la antología erótica Alamar, te amo (Ediciones La Palma, Madrid).

  • * * *

Lée el artículo original, en: http://otrolunes.com/57/otrolunes-conversa/entrevista-a-haydee-sardinas-por-haydee-sardina/

 

Un libro de poemas de Teresa María Rojas

DIARIO DE CUBA

Miami
Rosie Inguanzo

Jorge Luis Borges, quien nunca escribió una novela, dice: “Yo no sé por qué la gente escribe tanto”.

Borges, para quien la poesía es síntesis, utiliza la palabra riddle, así en inglés, para referirse a ella.

Riddle.

Me gusta cuando se traduce como “acertijo” o “enigma” porque en inglés la definición incluye ingenuidad y juego con el significado.

A Borges le hubieran gustado estos poemas de Teresa María Rojas: lírica, actriz, maestra de muchos.

Porque estos poemas son acertijos, cápsula, conjetura, teorema, canto, crónicas autobiográficas ultra breves.

Como punto de partida propongo dos temas presentes aquí:

1. la orfandad, de la que se desprende un segundo tema:
2. la maternidad enraizada en la muerte —Teresa es huérfana de madre.

La niñez termina cuando somos conscientes de que recordamos, o cuando muere la madre.

La niñita Teresa María quedó varada en la niñez huérfana, que ella insiste en hacerla canto. Porque, no se llame a engaño lector, el paraíso es la niñez, incluso una niñez desgraciada como la suya, o como la mía.

Hay una fotografía fija de la niñita Teresa María en mi mente, donde la huérfana juega para espantar los hechos —en la casa de muñecas de la niñez.

Y desde entonces obran en ella las palabras.

Teresa vive como poeta las 24 horas del día.

Ella me enseñó eso.

Mi Teresa convocaba, entre arroz pollo a la chorrera y plátanos maduros fritos, a Alberto Baeza Flores, Eugenio Florit, Orlando González Esteva (que no son poca cosa), para que oyeran a Rosita leer sus poemas adolescentes.

Me mortifica que en español no existe una palabra para una de las experiencias más desgarradoras que pueda ocurrirle a un ser humano, que es la muerte de un hijo.

Que lo más terrible no se nombre propiamente.

Para la Real Academia Española uno puede quedar huérfano de hijo; pero no es suficiente.

A La Federación Española de Padres de Hijos con Cáncer se le ha ocurrido huérfilo, compuesta por la misma raíz indoeuropea —orbh— (separar, perder, alejar) y “filius”, también del latín, que significa “hijo”.

(Querida Teresa, me atrevo con algo tan personal que me hace daño. Permíteme.)

Nuestra Teresa es huérfila de hija.

En “Rorro” la voz poética es la madre inconclusa:

del pecho roto pozo de sed.

Dice:

aún mece la cuna
la cuna que ya no llora.

También:

y todo en mí es el dolor
como si fueras a nacer.

El poema “Alusión” es un drama fílmico: una mujer va al cementerio y busca una tumba cualquiera:

(… los nombres los devoran también los gusanos del tiempo)

El dolor de la pérdida resuena en el libro como un eco:

Donde sonaba
la vieja cicatriz
la herida abierta.

No es un poemario triste, sin embargo.

En lo anecdótico de estos poemas hay un juego perenne que no es trivialización; si acaso, temeridad lúdica.

Homo ludens.

El juego es una necesidad primaria del ser.

Sigmund Freud ha dicho: “Nunca abandonamos un placer que hemos conocido; lo sustituimos”.

A la niña Teresa María la vida se le ensombreció.

Entonces sustituyó el juego infantil por el retozo verbal. No en balde en inglés nos llaman players a los actores.

Suplir la carencia en el juego.

Para los griegos el juego verbal es ocultación.

Por ello en el fondo de estos juegos poéticos está encapsulada la biografía de la autora.

Poemas como “Yerma” o “Lunch” son breves puestas en escena.

Esta es una escritura performativa.

El placer del juego, apunta Freud, nunca nos abandona. Esa es la respuesta de la especie a la presión social, la norma y al destino implacable —que nos toca. Dice que estamos predeterminados a buscar el placer, rehuir del dolor y encontrarlo.

Homo ludens que ensaya sobre el papel del juego.

La voz poética aquí no teme a los juegos arriesgados:

jugar al pinpón
con los abismos.

Asimismo esta niña grande es muy enamoradiza; retoza entre el amor y los celos.

pero a ti
te amé un libro entero.

Está Dios como compañero de juegos de Teresa María, aventurando nuestras vidas cual fichas sobre el tablero, desatando lo imprevisible:

Dios regaló a la novia el extraño velo nupcial:
la niebla.

Nubóloga eficaz, Teresa lleva una vida mirando hacia arriba; es especialista en “los blancos disparates de las nubes”:

En “Tinta blanca” dice:

Hoy pareciera
que solo salen nubes de mi letra.

Cubana contumaz, hace miles de años que se fue de Cuba y no ha vuelto. (Ah, olvidaba decirles que le tiene fobia a los aviones.) He dicho alguna vez que el exiliado exhibe duplicada orfandad:

Apunta ella:

buscaba un hueco, o una patria donde estar
lo que durará el tiempo.

(Foto de Rosie Iguanzo)

En estos poemas algo que se me pierde. Y es que algo debe quedar perdido para siempre.

Porque hay algo escurridizo en Teresa. Incluso ahora que nuestra venerada maestra se mueve lento, todavía es inaprensible. Y esa cualidad esquiva forma parte de su atractivo.

Cito:

yo
que no me entrego del todo

Cito:

yo, fugitiva
¿A qué hora quedarme para siempre (…)?

Para concluir regresemos al título del libro: Ecos de la brevedad.

O sea, la poética es caja de resonancia.

Teresa parece colocar en el libro-maleta solo lo imprescindible para el viaje.

Quiere ir ligera.

De ahí la insistencia en la ligereza —brevedad que es la destilación de sus temas; por ello Teresa prepara una “maleta de barro” (todo es perecedero), y dentro breviaturas, tweets, premuras, cifra, migaja de pan para hallar el camino de regreso.

En “Rojo duradero”, uy, uno de mis poemas favoritos, queda dicho:

Vino al mundo sin nada
hueso y llanto
se irá trino y ceniza
con los labios pintados
y un retrato del aire.

Y qué tal la retórica:

para decir adiós no siempre es necesario despedirse.

Aquí nos da una clave para abordar esta poesía de la concisión, donde cunden las nubes, el juego y otras cosas intangibles.

Poesía fugitiva.

Díganme si no:

Yo,
que amo con el amor lastimado
de los huérfanos,
y robo algo de todos.
(…)
Yo, que creo
en el espíritu del instante.

Teresa es animista, mira y da vida a las cosas. Aquí hallamos personificaciones varias; de un plumazo: teléfono que muere, brisa que se ahoga, fango que acaricia la orilla, olvido que da caza, aguas traviesas y flor que dice.

Tríadas sin título a veces, con algo del haiku (no en la métrica), en la empatía, la sensibilidad hacia las cosas del mundo (lo otro, lo que no es una).

Para elogiar brevedades no voy a expandirme (más).

“¿Qué tal de resonancia?” pregunta Lezama Lima.

¿Qué tal de resonancia?, nos preguntamos.

Baste decir, que ante tanta economía verbal, no va hallar usted aquí palabras erróneas que degraden el verso o la vida.

Para oír estos ecos en su voz, pongamos la cabeza dentro de la campana de su poesía o bajo la cúpula de su indulgencia.


Teresa María Rojas, Ecos de la brevedad (Hurón Azul, Madrid, 2020).

Rosie Inguanzo presentará el libro de Teresa María Rojas el miércoles 18 de noviembre, 7:30PM (hora Miami), desde el portal de la Feria del Libro de Miami.

Puedes leer la noticia original en Diario de Cuba: https://diariodecuba.com/de-leer/1604594154_26234.html

El tomo IV de la Bitácora de cine cubano se presentará en diciembre en Cuba y España

ANTECEDENTES DEL PROYECTO

Dentro de la Colección 23y12, ediciones Hurón Azul consolida su alianza con la Cinemateca de Cuba con la aparición del libro “El cartel cubano llama dos veces”, coeditada por  la  Agencia  Española  de  Cooperación  Internacional  para  el  Desarrollo  AECID  del Ministerio   de  Asuntos   Exteriores   y   Cooperación.  Este   libro   es   un   compendio  de   la cartelística  cubana  desde  1915  hasta  nuestros  días.  Medios  tan  relevantes  como  El  País celebraron su llegada afirmando que: “Más allá de lo que se muestra en las pantallas, una parte de la historia del cine de cada país se puede contar también a través de los carteles que   promocionan   sus   películas.   Un   lugar   donde  tradicionalmente   se   ha   mimado   la elaboración de afiches para filmes es Cuba, como demuestra el libro El cartel cubano llama dos veces, de Ediciones La Palma, en colaboración con la Cinemateca de Cuba y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.”

Durante la 77 Feria del Libro de Madrid, Ediciones Hurón Azul, con el apoyo el Ministerio de Cultura de España, La Filmoteca Canaria, y también la AECID, presentó los 3 primeros tomos de la “Bitácora del cine cubano”, un compendio de todo el patrimonio cinematográfico de creación nacional en 5 tomos. Estos  volúmenes  constituyen  la  única  referencia  de  su  tipo  sobre  la  producción  fílmica cubana, desde el cine silente en 1897 hasta la producida por el ICAIC desde su constitución en 1959 hasta el año 2018

EL CINE CUBANO Y LA CINEMATECA DE CUBA

La Cinemateca de Cuba, en años recientes, comenzó a vivir un anhelado programa de restauración y digitalización de toda la producción, cumpliendo así su primer objetivo: preservar la memoria; para cumplimentar inmediatamente su segundo objetivo: el educativo, el de difundir esa memoria, para el enriquecimiento de todos. La “Bitácora” es parte esencial en el logro de este propósito.

Aquí se reúne la información recuperada de la producción cinematográfica cubana, incluyendo la información complementaria sobre la parte que, hasta el presente, siempre ha faltado: las películas no pertenecientes al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) como empresa señera. Es una contradicción que solamente explican las circunstancias en que ha trabajado la Cinemateca de Cuba, creada, regida y mantenida por el aparato central de la producción audiovisual cubana durante más de medio siglo

LA BITÁCORA DEL CINE CUBANO

Esta “Bitácora” detalla lo hecho antes del surgimiento del ICAIC en 1959, y  lo posterior producido desde el nacimiento de esta peculiar institución que ya en su nombre de bautizo lleva intrínseca la unión de su propósito más preciado, léase: Instituto cubano del ARTE e INDUSTRIA cinematográficos. Aquí están detalladas y acompañadas de toda la imaginaría de  cada época, todas sus películas, agrupadas por períodos y categorías para conocer el talento aplicado al cine y suscreadores.

La producción silente aparece gracias a la indagación en viejos documentos y en la prensa periódica; de la misma manera que el cine parlante, todo ello forma parte del Tomo I “La República”, piezas previas a la constitución del ICAIC. A los efectos de la cultura cinematográfica ese período tiene gran importancia como herencia de la cultura cinematográfica de todo lo que se produjo después. Los siguientes tomos, son el Tomo II: “Largometrajes de ficción y animados”; el Tomo III, que asume la primera parte de la documentalística insular, con la característica de que allí está, por ejemplo, el Noticiero ICAIC Latinoamericano en sus 1.490 ediciones categorizado por la UNESCO como Memoria del Mundo; y el Tomo IV, que contiene la otra parte de los documentales nacionales, que es el único tomo en proceso de edición.

EL TOMO IV DE LA BITÁCORA

Compilar la vasta producción de cine documental del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), desde su propia fundación el 24 marzo de 1959 hasta el año 2017 es la razón de ser de este cuarto y penúltimo tomo.

Los primeros títulos producidos en esta categoría con un carácter marcadamente didáctico- informativo para promover los logros y conquistas de la naciente Revolución, pronto ceden su paso a otros de mayor elaboración formal y una atinada conjunción de lo político y lo popular, reveladores de un conjunto de cineastas —formados sobre la marcha ante la inexistencia de una escuela de cine—, que llaman la atención desde que comienzan a participar en certámenes internacionales.

La cinematografía cubana (1897 – 2017) llega a España (y a Cuba) gracias a la cooperación cultural

Dentro de la colección Cuba, Ediciones La Palma, consolida su alianza con la Cinemateca de Cuba.

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Después de la aparición, en 2016, del libro El cartel cubano llama dos veces, coeditado por Ediciones La Palma y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, compendio de la cartelística cubana desde 1915 hasta nuestros días, la Cinemateca ha encargado a Ediciones La Palma que represente su reciente obra en España, denominada: “Bitácora de cine cubano”, un compendio de todo el patrimonio cinematográfico de creación nacional en 4 tomos.

Tomo 1: La República (1897-1960): Cine silente (ficción & documental) y Cine sonoro (ficción & documental)

Tomo 2: Producción ICAIC (1960-2017). Volumen I: Ficción & animación

Tomo 3: Producción ICAIC (1960-2017). Volumen II: Noticiero ICAIC Latinoamericano

Tomo 4: Producción ICAIC (1960-2017). Volumen III: Enciclopedia Popular / Documentales científico-populares / Revistas cinematográficas

Estos volúmenes constituyen la única referencia de su tipo sobre la producción fílmica cubana, desde el cine silente en 1897 hasta la producida por el ICAIC desde su constitución en 1959 hasta el año 2017. El presente proyecto puede entenderse como el producto de décadas de recuperación del patrimonio fílmico cubano, siendo éste la guía o bitácora, entendido como andadura, revisión, ampliación y rectificación. En su origen, la bitácora fue un cajón donde permanecía el libro de ruta para verificaciones constantes de la travesía, era el reservorio del conocimiento. Así debe verse este conjunto de informaciones que detallan un oficio, una afición y un placer comenzado en los albores del cinematógrafo, que fueron los del sigloxx.

ANTECEDENTES DEL PROYECTO: EL CINE CUBANO Y LA CINEMATECA DECUBA

La Cinemateca de Cuba, en años recientes, comenzó a vivir un anhelado programa de restauración y digitalización de toda la producción, cumpliendo así su primer objetivo: preservar la memoria; para cumplimentar inmediatamente su segundo objetivo: el educativo, el de difundir esa memoria, para el enriquecimiento de todos. La “Bitácora” es parte esencial en el logro de este propósito.

Bitácora_laboratorio

Aquí se reúne la información recuperada de la producción cinematográfica cubana, incluyendo la información complementaria sobre la parte que, hasta el presente, siempre ha faltado: las películas no pertenecientes al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos  (ICAIC)  como  empresa  señera.  Es  una contradicción que solamente explican las circunstancias en que ha trabajado la Cinemateca de Cuba, creada, regida y mantenida por el aparato central de la producción audiovisual cubana durante más de medio siglo.

Las películas que no controlaba, ya fueran institucionales, de grupos o individuales, en el trabajo cinematecario quedaban en el simple archivado de informaciones, reportajes y crónicas periodísticas.  Y  el actual compendio surge, precisamente, en un tiempo-bisagra, período de cambios en que esa otra producción adquiere gravitación. Aceptar el reclamo implica un punto de giro. A no dudarlo, su información constituye una adenda de estos libros.

La trayectoria de la Cinemateca de Cuba refleja la del cine cubano de los inicios, cuando cada proyecto de película equivalía a una empresa y fenecía una vez concluida. El ICAIC dotó a esta Cinemateca con una colección de cine, algo que la define en la consideración de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF).

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Existió un proyecto antecesor, en los años cincuenta, que solo fraguó como activismo de un cine-club, a pesar de aunar talentos jóvenes y valiosos; su principal adversidad fue el desinterés de sucesivas gobernaciones, incapaces de comprender y dar calor a una aspiración de ese tipo.

El instituto de cine fundó una verdadera cinemateca, dirigida por Héctor García Mesa, sujeta a los pálpitos de la industria, su mayor bien y su dificultad suprema. Pulió y reconstruyó filmes, línea en que no tuvo un trabajo de gran relieve. Sí lo alcanzó en la documentación, terreno donde se forjó la presente “Bitácora”. Fue su iniciadora la especialista María Eulalia Douglas, baluarte de muchos años, hasta que llegaron a la convicción de que el ambicioso listado que presentamos requería un trabajo conjunto. El crecimiento del número de colaboradores, como puede verse más adelante, también traduce el rigor de la obra.

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Consignada por documentales, ficción, dibujos animados y noticieros, la producción fílmica que se relaciona es asombrosa para la Isla en medio de corrientes tormentosas y, también como el mar, siempre recomenzando. La consideración ganada por el cine cubano, sus creadores e intérpretes, traducida en premios y reconocimientos, denota la pasión  puesta  en sus afanes creativos.

Sorprende el simple hecho de la supervivencia, de una industria que se cuenta entre las más costosas y arriesgadas. Es una experiencia digna, con puntos culminantes en una trayectoria que provoca asombro y reconocimiento hasta en la curva que devela un cierre de parábola, el referido tiempo-bisagra, que requiere imaginación y riesgo. En ese sentido, aunque demorada, esta Bitácora llega cuando debe llegar.

Contrario a la magnificación que se le otorga en la distancia, el clima tropical no es tan benigno como se piensa, con temperaturas altísimas y supremos grados de humedad, donde la polución más que crecer, se perpetúa. El estado crítico del celuloide cautivo en las bóvedas de la Cinemateca de Cuba llegó a niveles de espanto. Condicionada por los altibajos económicos, no siempre contó con las posibilidades mínimas para salvaguardar en profundidad su colección de películas, resignada a un mantenimiento discreto que, gracias al ICAIC, no le faltó. Pero en los finales años ochenta y en los primeros noventa, con alguna ayuda extranjera, se inició un proceso de revisión y restauración de algunas bóvedas, que no llegaron a climatizar.

Bitácora_Sala 23

En ese sentido, en diciembre de 2006, la Presidencia de la Junta de Andalucía autorizó a la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales (hoy Instituto Andaluz de las Artes y las Letras) para rehabilitar las catorce bóvedas que resguardan el patrimonio cinematográfico, la reconstrucción en profundidad de las instalaciones, la habilitación de equipos para el control de la temperatura y la humedad relativa, la instalación de sistemas de seguridad contra incendios, estanterías móviles, creación de tres talleres para la revisión y restauración de los materiales fílmicos y la compra e instalación de equipos para el escaneado de películas y otros documentos, más la digitalización de todos los soportes analógicos.

Bitácora_Memorias

Debe comprenderse que a los efectos prácticos los vínculos de la Cinemateca con el ICAIC resultan predominantes. Hablamos de 6.485 filmes, películas a 50.000 rollos de películas cubanas y 22.000 de cine internacional, para un total de 72.000 rollos. En la cifra entra la producción anterior a 1959 y toda la del ICAIC, desde su fundación hasta la actualidad. La labor de restauración en las bóvedas de los Archivos Fílmicos y en el Laboratorio y otras dependencias, contribuyó de modo determinante a detener el proceso de deterioro y crear condiciones  óptimas  para  la  conservación  del  patrimonio   cultural   cubano.   El   anhelado programa de restauración, digitalización, difusión cultural y económica referido anteriormente, de la Cinemateca de Cuba y el ICAIC son la base trazada en este libro, “Bitácora del cine cubano”.

LA BITÁCORA DE CINE CUBANO

portada ICAIC I

Esta “Bitácora” detalla lo hecho antes del surgimiento del ICAIC en 1959, y lo posterior producido desde el nacimiento de esta peculiar institución que ya en su nombre de bautizo lleva intrínseca la unión de su propósito más preciado, léase: Instituto cubano del ARTE e INDUSTRIA cinematográficos. Aquí están detalladas y acompañadas de toda la imaginaría de cada época, todas sus películas, agrupadas por períodos y categorías para conocer el talento aplicado al cine y sus creadores.

La producción silente aparece gracias a la indagación en viejos documentos y en la prensa periódica; de la misma manera que el cine parlante, todo ello forma parte del Tomo I “La República”, piezas previas a la constitución del ICAIC. A los efectos de la cultura cinematográfica ese período tiene gran importancia como herencia de la cultura cinematográfica de todo lo que se produjo después.

Bitácora II

Los siguientes tomos, son el Tomo II: Largometrajes de ficción y animados, que es donde se reúne lo más destacado de la cinematografía cubana de todos los tiempos: las películas del ICAIC, con sus detalles técnicos y algunos de sus carteles.

El Tomo III asume la primera parte de la documentalística insular, con la característica de que allí está el Noticiero ICAIC Latinoamericano en sus 1.490 ediciones, realizado por Santiago Álvarez y categorizado por la UNESCO como Memoria del Mundo.

Bitácora III

El Tomo IV, que contiene la otra parte de los documentales nacionales así como revistas cinematográficas, es el único tomo que no ha salido a la luz. En este momento, las y los especialistas de la Cinemateca de Cuba realizan la labor de documentación previa que permita reconstruir el cierre de su gran obra.

Las autoridades cinematográficas que participan en la obra (ensayos cortos), son: Omar González, Ambrosio Fornet, Luciano Castillo, Joel del Río, Jorge Luis Sánchez, Mario Masvidal, Fernando Pérez, Daniel Díaz Torres, Manuel Pérez, José Galiño, Frank Padrón, Jorge Fiallo, Raúl Rodríguez, Alicia García, Sara Vega, Paul Chaviano, Reynaldo  González,  Mario  Naito, Luis González Nieto, Pablo Pacheco López, entre otros.

Por su notable composición gráfica, así como por la apuesta de su composición, podemos decir que estamos ante un libro – objeto, que trasciende estéticamente su mismo y extraordinario contenido.

SOCIOS DEL PROYECTO

En este proyecto han creído desde el inicio algunas instituciones públicas españolas: En primer lugar, La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, que coedita tanto los 3 tomos de la Bitácora como el libro de carteles; en segundo lugar, el Ministerio de Cultura de España, quien coedita la Bitácora III; y finalmente la Filmoteca Canaria, que lo hizo con Bitácora I. Sin estas instituciones, el proyecto no hubiera sido una realidad.

CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS

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Impresión: Digital

Formato: 220x266mm

Interior: Papel 100 gr blanco impreso a una tinta.

Cubierta: Cartulina 30 gr impreso a 4 tintas por una cara con solapas de 100mm con plastificado brillo.

Encuadernación: Rústica cosido hilo.

Número de ejemplares: 500 por cada tomo

 

Pudieron encerrarme en un sanatorio, pero no quitarme la palabra

logo

Yusimí Rodríguez López | Madrid | 11 de Junio de 2018 – 20:15 CEST

Miguel Ángel Fraga quería ser un intelectual o un promotor cultural, pero su vida cambió en 1992, cuando fue diagnosticado seropositivo y recluido en el sanatorio de Santiago de Las Vegas, en La Habana, conocido como Los Cocos.

Los médicos le pronosticaron cinco o seis años de vida, así que empezó a escribir un diario con la idea de que fuera publicado póstumamente. Su objetivo era que se supiera lo que vivieron las personas en el sanatorio.

Ese diario, terminado en 1997, ha visto la luz 20 años después como novela. Se titula Casa cercada y la ha publicado Ediciones La Palma dentro de la Colección Cuba. Y no es una publicación póstuma. Miguel Ángel Fraga, quien vive en Suecia, la ha presentado en la Feria del Libro de Madrid.

Me equivocaba al suponer que lo reconocería enseguida. Está a años luz del joven serio y tímido cuyos textos se representaban en el Festival de Monólogos de Arroyo Naranjo. Quienes asistíamos en los 90, recordaremos siempre “Nalgas al fondo” y “Gunilla”.

Este Miguel Ángel es un hombre desinhibido y jocoso, conversador, juvenil a sus 52 años, encantado de que el camarero quiera que le firme el ejemplar de su novela y de fotografiarse con él.

Increíblemente, fue en Los Cocos donde se deshizo de inhibiciones, miedos, complejos. “Al entrar al sanatorio, asumí mi homosexualidad. Antes, llevaba una doble vida. Allí tuve que escoger entre estar con los heterosexuales o con los homosexuales”, recuerda en conversación con DIARIO DE CUBA.

“También me liberé de la vergüenza del cuerpo. Nos desnudaban todo el tiempo para investigarnos; había que mostrar las nalgas diariamente porque nos inyectaban interferón”.

Fue también en Los Cocos donde se hizo escritor, aunque ya escribía.

Escribía poesías, cuentecitos, cosas cursis. Nunca estuve en un taller literario. En el sanatorio hablé con otro paciente, que contactó con la Casa de Cultura de Santiago de Las Vegas. Ahí conocimos a Ana María Rojas. Ella contactó con la Casa de Cultura de Arroyo Naranjo y conocimos a Lourdes Zayón, quien me dijo “suelta tus demonios a través de la literatura”.

Cuando empecé a escribir mis vivencias y las que veía a mi alrededor, me hice escritor, porque tomé la literatura en serio, como un arma para enfrentarme a un medio hostil en el que sentía miedo, culpa, vergüenza. No solo escribí sobre el VIH, también cuentos macabros y muy ácidos. Liberé todas las frustraciones por no poder hacer, por sentirme dominado. Podían encerrarme en un sanatorio, pero no quitarme la palabra.

Casa cercada

¿Por qué nuevamente el tema del VIH? ¿no teme ser considerado un escritor monotemático?

Tengo otras cosas, pero a los editores no les interesan. Les resulta más atractivo el tema del sida. Con esta novela pienso que cierro todo cuanto tengo que decir. Ya quiero cerrar este capítulo.

Terminé este diario en 1997 y siempre pensé que se publicaría después de mi muerte. No escribí solo sobre mí; vi enseguida que todas aquellas vidas eran interesantes; la mía, una más.

Cuestiona que el Gobierno haya encerrado a los seropositivos, pero estadísticas sobre el VIH en América Latina entre 1986 y 1996 muestran a Cuba con la incidencia más baja del continente. ¿No justifica eso la reclusión?

Es lo que siempre han dicho. Quizás hubiera menos incidencia, ¿pero dejaron de aparecer casos? Constantemente las personas se infestan con VIH. Si dijéramos que se creó un sanatorio y en cinco años no hubo casos… El sanatorio se creó en 1986 y había unas 50 personas. Yo entré en 1992 y era el paciente número 525. Ya había sanatorios en otras provincias.

¿No fue loable el esfuerzo del Gobierno cubano para proporcionar a los pacientes buena alimentación y condiciones de vida en medio del Período Especial, al punto que muchas personas querían inocularse el virus para estar allí?

Lamentablemente, no. Es injusto sacrificar a la minoría en beneficio de la mayoría. Es lo que hace un sistema socialista. Éramos la minoría: drogadictos, homosexuales, putas. Y, lo que no se decía, soldados cubanos que pelearon en África y fueron los que introdujeron el VIH en Cuba. Entonces, si la mayoría de los infestados eran homosexuales, los soldados también eran homosexuales o bisexuales.

Mantenernos era responsabilidad del Estado por habernos aislado. Como era una enfermedad internacional, y se sabe que hay un enfrentamiento total entre el capitalismo y el socialismo, había que justificar aquello con buena alimentación, medicinas, etc. Teníamos muy buenas condiciones, pero pagábamos un alto precio al estar recluidos.

¿Qué lo ayudó a sobrevivir?

Aceptar mi sexualidad y mi condición de seropositivo. La alegría, todo lo sazonábamos con humor. En el sanatorio había una sala de observación para quienes enfermaban. Si era grave, los llevaban al Instituto Pedro Kourí (IPK), que llamábamos el aeropuerto, porque cuando tomas un avión subes al cielo. A quien se recuperaba y regresaba al sanatorio, le preguntábamos “¿perdiste el vuelo?”.

El sexo, no dejábamos de tenerlo. Estábamos en una clínica y, cuando salíamos de pase, unos acompañantes nos vigilaban para que no tuviéramos relaciones sexuales. Pero en el libro abundan.

Y perdonar, que libera la mente y el cuerpo, sana el alma. No odio a quienes me hicieron daño.

Tras 26 años viviendo con VIH, Miguel Ángel Fraga no se arrepiente de nada. “Todo han sido experiencias”, afirma. Le gustaría que Casa cercada se publicara en Cuba. Ojalá suceda.

http://www.diariodecuba.com/cultura/1528740904_39957.html

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Ediciones La Palma acude a la 77 Feria del Libro de Madrid con 19 títulos de autores cubanos

Madrid, 2 de junio de 2018

[Fotografías de Álvaro Fernández Prieto]

La 77 Feria del libro de Madrid se está caracterizando por un fenómeno: la lluvia. Pese a que, según todas las personas consultadas (en los muchos ratos muertos que esta propició), la lluvia es una visitante típica de la cita madrileña. Sin embargo, los desórdenes climáticos de este año (como saben, se habla de que estamos en la Era del Antropoceno, es decir, un periodo geológico donde los seres humanos incidimos directamente en las condiciones de la Tierra) han sido persistentes e incluso torrenciales. Por ello, hemos visto con pavor, más allá de una merma en el número de visitantes, una afección directa sobre los venerados objetos: los libros, pues estos han adoptado, a nuestro pesar, onduladas formas como efecto del exceso de humedad. En fin, pasemos al asunto referido en el título…

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Aquí tenemos al legendario Mario Base, en una de los pocos momentos en los que ha lucido el sol

Ediciones La Palma, además de ofrecer directamente al público lector (o al menos comprador) las obras de autoras y autores cubanos que publica desde 1994, ha realizado un sprint editorial (con el esforzado concurso de autores, editores, diseñadores e impresores, para quienes tenemos unas palabras de elogio: Miguel Ángel Fraga, Armando de Armas, especialistas de la Cinemateca de Cuba, José Antonio Michelena, Gilberto Padilla, Luis Leonel León, Rafael Lago, Rocío Pérez, etc.) para ofrecer, de momento en exclusiva en la FIL Madrid, 5 nuevos títulos.

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Colección Fugas: Escapados del paraíso (número 0)

Creado por el editor y periodista residente en Miami Luis Leonel León, Fugas es un proyecto editorial independiente dedicado a los autores de la diáspora que escriben, viven y hacen su obra fuera de Cuba, al margen del régimen, pero forman parte de lo mejor de la literatura cubana.

Con esta nueva colección cubana (la tercera, tras G. y Cuba), Ediciones La Palma amplía la mirada de la creación cubana, integrando en ella de forma explícita, a autores que, por sus circunstancias vitales, viven y escriben alejados de los circuitos oficiales de la Isla. Para La Palma solo hay una apuesta: la literaria; o mejor: la buena literatura.

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Fugas es el comienzo de una mirada y un abrazo largamente esperados a los autores cubanos que realizan su obra fuera de la Isla, en las márgenes, en las fisuras, en ese estatus difícilmente definible que es escribir -diría el exiliado José Martí- sin patria pero sin amo y que indistintamente llamamos diáspora o exilio, según el contexto, el año de partida, el compromiso o la interpretación de la herida.

Que esta novela de Armando de Armas sea el número cero de Fugas, no es casual. Más que una profunda causalidad y una metáfora, es una especie de declaración de principios. Amadís, el protagonista y narrador de Escapados del Paraíso, es un autor (personaje-autor o autor-personaje) que decidió vivir y escribir en el exilio, sin patria pero sin amo. No podía ser otro el texto el inaugural.

Colección Cuba: Casa cercada. Diario de un sobreviviente (número 8)

Tras publicar, en 1997, Toda esa gente solitaria. 18 relatos sobre el sida, y tras acaecer la muerte de uno de sus principales valedores, Pepe Fajardo, el pasado año, Ediciones La Palma tuvo la oportunidad, gracias a dos personas que participaron en aquella antología (José Antonio Michelena y Miguel Ángel Fraga), de profundizar y rescatar la difícil (pero también hermosa y, por qué no, absurda) experiencia del sida en Cuba.

Casa cercada

El editor del testimonio, José Antonio Michelena, relata en el prólogo la impresión que recibió durante la primera ocasión que fue al sanatorio “Los Cocos”, acompañado por otros escritores, para participar en una sesión del taller literario, promovido por Pepe Fajardo, que tiempo después nombrarían La Montaña Mágica.

“Asistí con temor y muchas dudas respecto a las personas que vería. En 1993, sida era una palabra maligna y sobre los seropositivos al VIH (sidosos, decían muchos, de manera peyorativa) pesaban los estigmas existentes (…). Sin embargo, bastaron unos minutos de intercambio con los jóvenes presentes para modificar mis pensamientos. Aquellas personas, que escribían poemas o cuentos, o simplemente eran amantes de la literatura, no tenían nada que ver con los estereotipos que nos habían creado y habíamos construido (…). Entre todos los miembros del referido taller literario, el que exhibía mayor talento era Miguel Ángel Fraga. Resultaba evidente que la literatura para él no era mero entretenimiento, no sería una fiebre pasajera. Un cuarto de siglo atrás, aun cuando debía mejorar el dominio de las herramientas expresivas, ya mostraba garra de narrador y poder para emocionar con sus historias conflictivas, nacidas de las entrañas mismas de su existencia…”

Colección Cuba: Bitácora del cine cubano. Tomo 1. La República 1897-1960. Cine silente (ficción & documental) y cine sonoro (ficción & documental) (número 4)

 

Dentro de la colección Cuba, ediciones La Palma, consolida su alianza con la Cinemateca de Cuba, en la persona de su Director, Luciano Castillo. Después de la aparición, en 2016, del libro “El cartel cubano llama dos veces”, cofinanciado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, compendio de la cartelística cubana desde 1915 hasta nuestros días, la Cinemateca ha encargado a ediciones La Palma que represente su reciente obra en España, denominada: “Bitácora del cine cubano”, un compendio de todo el patrimonio cinematográfico de creación nacional en 4 tomos.

Estos volúmenes constituyen la única referencia de su tipo sobre la producción fílmica cubana, desde el cine silente en 1897 hasta la producida por el ICAIC desde su constitución en 1959 hasta el año 2017.

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La producción silente aparece gracias a la indagación en viejos documentos y en la prensa periódica; de la misma manera que el cine parlante, todo ello forma parte del Tomo I “La República”, piezas previas a la constitución del ICAIC. A los efectos de la cultura cinematográfica ese período tiene gran importancia como herencia de la cultura cinematográfica de todo lo que se produjo después.

Colección Cuba: Bitácora del cine cubano. Tomo 2. Producción ICAIC (1960-2017). Volumen I. Ficción & animación (número 5)

Aquí se reúne la información recuperada de la producción cinematográfica cubana. Esta “Bitácora” detalla lo hecho antes del surgimiento del ICAIC en 1959, y lo posterior producido desde el nacimiento de esta peculiar institución que ya en su nombre de bautizo lleva intrínseca la unión de su propósito más preciado, léase: Instituto cubano del ARTE e INDUSTRIA cinematográficos. Aquí están detalladas y acompañadas de toda la imaginaría de cada época, todas sus películas, agrupadas por períodos y categorías para conocer el talento aplicado al cine y sus creadores

Bitácora II

Colección Cuba: Bitácora del cine cubano. Tomo 3. Producción ICAIC (1960-2017). Volumen II.  Documental (número 6)

En este segundo volumen, sin duda el más orientado a personas especialistas en documentalística, se recoje la documentalística insular, con la característica de que allí está el Noticiero ICAIC Latinoamericano en sus 1.490 ediciones categorizado por la UNESCO como Memoria del Mundo.

Bitácora III

 

Hasta el próximo 10 de junio, Ediciones La Palma distribuye, en exclusiva, estos 5 libros referencia de la cultura cubana con un 10% de descuento. Estamos en la caseta 362 del parque de El Retiro.

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Otros medios que han reseñado, hasta el momento, el desembarco de Ediciones La Palma en la FIL Madrid, son: Diario de Cuba (http://www.diariodecuba.com/cultura/1527005460_39501.html). La Vanguardia (http://www.lavanguardia.com/vida/20180526/443854126992/una-enciclopedia-recupera-por-primera-vez-el-patrimonio-filmico-de-cuba.html), o Martí Notiacias (https://www.martinoticias.com/a/instant%C3%A1neas-libros-cubanos-feria-libro-madrid/177935.html).

VII Festival Vista contra la represión intelectual en Cuba

El programa incluye el acto de premiación por los concursos Reinaldo Arenas y Dulce María Loynaz 2017 a los escritores Juan Antonio Molinete (poesía), Jose Hugo Fernández y Armando de Armas (narrativa), quienes estarán presentes.”Contra la represión intelectual en Cuba” es el lema con que el Festival del Arte y la Literatura Independiente VISTA celebrará el próximo 9 de diciembre de 2017 su séptima edición de Miami, auspiciada por el Instituto La Rosa Blanca y la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba.El programa incluye presentaciones de libros, conferencias, paneles de debate y el acto de premiación durante el cual se entregarán las placas acreditativas a los ganadores de los concursos Reinaldo Arenas y Dulce María Loynaz 2017 a los escritores Julio Antonio Molinete (poesía), José Hugo Fernández y Armando de Armas (narrativa).

El acto será conducido por los periodistas Karen Caballero y Jorge Olivera Castillo.

Durante la jornada, que comenzará a las 3:00 p.m. en la sede del Miami Hispanic Cultural Arts Center (111 SW 5ta Ave, Miami Fl 33130), que preside el maestro Pedro Pablo Peña, los asistentes podrán participar en la conferencia Represores de cuello blanco: Eslabón clave del Estado totalitario, del historiador y ensayista Juan Antonio Blanco.

En esta edición intervendrán decenas de escritores, presentadores y activistas culturales, entre ellos Jorge Olivera Castillo, Alfredo Triff, Idabell Rosales, Juan Manuel Cao, Ileana Fuentes, Lilo Vilaplana, Gustavo Rodríguez (Garrincha), Aristides Pumariega, Alfredo Pong, Luis Felipe Rojas, Luis Leonel León, Karen Caballero, Julio Antonio Molinete, José Hugo Fernández, Gisela Lovio, Adrián Morales, Armando Añel, Armando de Armas, José Abreu Felippe, Denis Fortún, Rebeca Ulloa y Carlos Alberto Montaner.

El festival abrirá con la presentación de la Colección Fugas, fundada y dirigida por el escritor, editor y periodista Luis Leonel León. Este proyecto editorial, dedicado a los autores cubanos de la diáspora, tiene su base en Estados Unidos y está asociado al sello español Ediciones La Palma. Se presentarán los tres primeros títulos: Escapados del paraíso, novela de Armando de Armas, Póker de brujas y otros cuentos. Edición 50 años, relatos de Carlos Alberto Montaner, y El super. Edición 40 años, pieza teatral de Iván Acosta.

Adicionalmente se presentará Con una canción cubana en el corazón (Un-Gyve Press, Boston), el más reciente libro de Acosta, un coffee table book bilingue que contiene 80 relatos biográficos a través de los cuales se narran pasajes de la historia de la Cuba contemporánea y su exilio, dos LPs o CDs de música cubana y 280 carátulas de LPs de la llamada época dorada de la música cubana, provenientes de la colección personal de Acosta, un libro obligado para coleccionista. Será presentado por la ensayista Ileana Fuentes, directora del Museo Americano de la Diáspora Cubana, el profesor y músico Alfredo Triff y Luis Leonel León, quien ha estudiado la obra de Acosta y actualmente produce un largometraje documental sobre la vida de este dramaturgo y cineasta cubano exiliado en Nueva York desde 1961.

Sucesivas presentaciones incluyen el libro de relatos de Gisela Lovio Mundos paralelos, presentado por Armando Añel; el poemario Brújula quebrada, de Julio Antonio Molinete, –co-ganador del Premio de Poesía Dulce María Loynaz 2017–, presentado por Jorge Olivera; la novela El guardián en la batalla, de Armando de Armas –co-ganadora del Premio de Narrativa Reinaldo Arenas 2017–, presentada por el narrador José Abreu Felippe y el poeta Denis Fortún; y el libro de relatos Nanas para dormir a los bobos, de José Hugo Fernández –co-ganador del Premio de Narrativa Reinaldo Arenas 2017–, presentado por Luis Felipe Rojas.

Esta edición de VISTA cerrará con la presentación de la compilación La piedra en el camino, los nueve días en que murió Fidel Castro (Neo Club Ediciones, 2017), un libro con caricaturas, declaraciones, comentarios y artículos de Adrián Morales, Alfredo Pong, Amir Valle, Annelys Casanova, Antonio Ramos Zúñiga, Aristides Pumariega, Armando Añel, Armando de Armas, Augusto Juarrero, Barack Obama, Bárbara Travieso, Carlos Alberto Montaner, Carlos Curbelo, Carlos Eire, César Menéndez Pryce, Donald Trump, Exilda Arjona, Faisel Iglesias, Félix Luis Viera, Gustavo Rodríguez, Idabell Rosales, Ileana Ros-Lehtinen, Iván Acosta, Janisset Rivero, Joel Cano, Jorge Arronte, Jorge Ignacio Pérez, José Armando Rodríguez, José Hugo Fernández, Juan Abreu, Juan Antonio Blanco, Juan Manuel Cao, Julio Fowler, Leyser Ley Martínez, Lilo Vilaplana, Lincoln Díaz-Balart, Luis Leonel León, Manuel Gayol, Marcell Felipe, María Victoria Machado, Mario Díaz-Balart, Midiala Rosales, Mike Pence, Modesto Arocha, Nicolás Águila, Norge Sánchez, Omar Santana, Oswald Santos, Pablo Jesús Socorro, Rafael Marrero, Ramón Fernández-Larrea, Randy Espinet, Rebeca Ulloa y Yoaxis Marcheco.

Un panel presentado por Karen Caballero y moderado por Juan Manuel Cao, en el que participarán Adrián Morales, Rebeca Ulloa, Juan Antonio Blanco, Lilo Vilaplana, Gustavo Rodríguez (Garrincha), Aristides Pumariega y Alfredo Pong, profundizará en las circunstancias abordadas en el libro.

Desde el año 2014, el Festival Vista de Miami da a conocer el trabajo de escritores, editores y artistas, fundamentalmente independientes, en interacción con colegas de otras ciudades y países.

El festival aspira a ofrecer un espacio de continuidad e intercambio a individuos, editoriales y organizaciones cuya labor cultural constituya un aporte comunitario y merezca apoyo y reconocimiento.

En Cuba, a pesar de la represión intelectual vigente, el Festival Vista ha celebrado ya varias ediciones al margen de las instituciones estatales, en colaboración con el Club de Escritores Independientes de Cuba (CEIC) y otros grupos y creadores de la sociedad civil.

Cartografía humana de una isla

Por Félix Sánchez

Era de esperarlo, pues en sus dos excelentes cuadernos de cuentos, Luna Poo y el paraíso (Premio Alejo Carpentier 2004) y Malasombra (Editorial José Martí, 2015), había asomado ya la marca inconfundible del novelista, marca que podría resumirse en un desbordamiento narrativo, un gusto no tanto por la brevedad, por lo estrictamente anecdótico, como por plantar a unos pocos personajes en situaciones dilatadas emocionalmente, donde atmósferas y escenarios se entretejían y crecían en significación, dejándonos el sabor de que solo habíamos recibido un lado muy pequeño de la historia.

En la mayoría de esos relatos anteriores, más que el fogonazo tradicional del cuento, la brevedad argumental, uno veía la intensa y morosa luz que el autor hacía mover con maestría, sin apuros, como si nunca le faltasen energías, como si engarzar palabras, situaciones, fuese algo muy fácil, algo así como “escribir y cantar”. Y todos sabemos que narrar nunca lo es.

Con esta, su primera novela, Oficio impropio, pensada y escrita evidentemente en largos meses de trabajo, publicada por la editorial Guantanamera (2017), ya circulando en la red, al alcance de los lectores dentro y fuera de la isla, Lázaro Zamora Jo (Punta Alegre, Ciego de Ávila, 1959) ha tenido ahora, por fin, todo el espacio del mundo para soltar cabos y lanzarse a fondo. Se ha sentido, evidentemente, como pez en el agua. No se ha contenido, y ha sabido hacerlo justificadamente. Más de cuatrocientas cuartillas, muchos planos, personajes, rupturas temporales, un auténtico mapa de los conflictos, las frustraciones y los sueños de dos o tres generaciones compartiendo un espacio que también ha sido sacudido por el tiempo. Ya no es ella, la ciudad escenario, La Habana exaltada por las postales y las nostalgias. Mucho menos la, en un momento, ciudad prometida, alcanzable con un largo recorrido hacia el oeste insular.

Es esa vida citadina, representación aguda del país, el hilo conductor de Oficio impropio,  aunque Lázaro nos plantea un conflicto gancho, personal: un hijo que busca su identidad, para que tras él nos vayamos apropiando, casi sin darnos cuenta, de la tragedia mayor, contextual, masiva, de seres apresados por unas crudas y precipitadas circunstancias. Los personajes de Oficio impropio no viven (el “vivir humano” es algo más), sino que sobreviven. Cada día esperan algo, un cambio favorable, pero no como un resultado predecible sino como algo que puede llegar por bondades del azar. Es un vivir de resistencia, casi como si todos compartieran sitio en una trinchera.

Son todos ellos personajes acorralados, no importa su estatus, que acuden a increíbles y extrañas reservas de optimismo para no fenecer. Unos actúan más que otros, se arriesgan más o menos, pero la novela, en su ir y venir en el tiempo y el espacio va reafirmando que ante todos hay unas paredes demasiado altas. Están ahí, y más que saltarlas parece que lo único posible es estrellar el hombro una y otra vez, incansablemente, tercamente, contra ellas.

Es admirable el espíritu de esos personajes frente a las circunstancias. Lázaro privilegia el espacio doméstico como lugar donde resiste la familia, donde esta sueña, hace planes imposibles. Y en ello sobresale ese ánimo del cubano por no plegarse, acudiendo a ilusiones, propósitos, estrategias que en otras latitudes podrían resultar absurdas.

Ese espíritu contribuye a que la novela nunca llegue a espacios muertos y a que no se requiera de grandes acontecimientos para hacer avanzar la narración. Hay en la novela pasajes y situaciones cuya perfección dramática los hace auténticos relatos pequeños dentro del gran relato total. De sus  bien trazados y justificados personajes, el de Sandra bien vale él solo una novela.

Los años tan difíciles de la isla, que se ubican entre los 90 del siglo pasado y la actualidad, no habían sido tratados hasta ahora por nuestra novelística con esa minuciosidad, como si se tratara de un mapa donde están todos los tipos humanos que una situación así saca a la luz. Resistencia y tensión épica se me antojan como los términos que pueden resumir el universo de Oficio impropio.

En toda situación social contemporánea están presentes los elementos políticos, ideológicos, económicos, las relaciones de clases y de poder. Pero Lázaro sortea esa regla, esa tentación que ha conducido al fracaso a muchas novelas, y no trata de hacer tesis, de ajustar cuentas, de convertir la novela en un pretexto para exponer las ideas del autor (como ocurre regularmente en muchas novelas de pretensiones sociológicas).

Hay ese algo especial del cubano en Oficio impropio, eso excepcional que Hemingway, tan acostumbrado a ver hombres en situaciones límites, encontró en el humilde pescador de su vigorosa novela El viejo y el mar. Los personajes de Oficio impropio no se dejan aplastar por las duras circunstancias, las enfrentan como si repitieran junto al viejo Santiago aquello de que “el hombre puede ser derrotado pero no vencido”.

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