Por: Javier Rabeiro Fragela 6 de abril de 2016
ISLIADA
Lo conocí en la Feria del Libro, o en una presentación de no sé quién, o en el último número de La Gaceta, o… La verdad es que no me acuerdo dónde lo conocí, pero desde que lo vi supe que debía hacerle esta entrevista. Apenas le comenté mi intención me dijo: ¿Y eso? Nada, a los jóvenes escritores cubanos, a las futuras generaciones, a los que sueñan con un mundo mejor, a los que estudian los fenómenos paranormales, a los que creen y no creen en Dios, a los que pelean contra los antojos de la Pachamama, en fin, a los que respiran ahora mismo, les va a interesar lo que dirás sobre Literatura Cubana. No tengo nada que decir, y mucho menos sobre la Literatura Cubana. Después de esa conversación lo volví a ver un par de veces y seguí con lo mismo, hasta que ya no pudo más y me dijo: Ok, te daré la entrevista, pero con una condición. ¿Cuál? No puede salir mi nombre. Pero ¿cómo voy a hacer una entrevista sin tu nombre?, es absurdo… ¿No dices que mis criterios les aportarán a los jóvenes escritores, que las futuras generaciones buscarán en mí…? Ya, ya, está bien, dije, y saqué la grabadora.
En tus libros veo una madurez temprana, una sabiduría que se muestra en la forma de abordar la escritura. ¿Podrías revelarle a los lectores a qué edad comenzaste a escribir?
Empecé a escribir a la edad en que empieza todo el mundo. Como bien sabe la humanidad desde Aristóteles, no, desde Sócrates, uno tiene siempre la edad de su ilusión, por eso, cuando ves a alguien extremadamente envejecido y encorvado, es porque ha perdido el entusiasmo. Con esto quiero decirte que aún tengo la misma edad de cuando empecé a escribir, de cuando vi la primera gota de lluvia, de cuando sentí de cerca el olor del océano. Según este criterio, lo de menos es empezar a escribir, sino tratar de mantenerte escribiendo, aun cuando dejes definitivamente de escribir. ¿Tú crees que Shakespeare dejó alguna vez de escribir?
¿Me estás preguntando a mí?
Claro, no me gustan las preguntas retóricas…
Bueno, Shakespeare dejó de escribir en 161…
¡Nunca dejó de escribir!, cada vez que un adolescente ve la película esa de Leonado Di Caprio y Claire Danes, interpretando a Romeo y Julieta, o un director de teatro hojea Hamlet, o yo releo una línea de Otelo, Shakespeare empieza a escribir aquí (se toca la cabeza), de eso te hablo, de empezar a escribir y no parar nunca.
En tus libros observamos un interés por retratar la fisionomía de la cubanidad. Podría decir incluso que has encontrado la fuente de tu materia prima, una manera singular de mostrar lo que significa “ser cubano”. Sería interesante saber cómo hallaste el método de radiografiar a los cubanos.
La mayor parte de mis historias se desarrollan fuera de Cuba y con personajes que ni siquiera han escuchado hablar de Cuba y no son, ni fueron ni serán cubanos, pero los especialistas consideran que mis libros son un canto a la identidad y la Patria, criterio con el que estoy completamente de acuerdo, ya que aún no he descubierto una sola diferencia entre un finlandés y un cubano, a no ser esas diferencias que nos inventamos para creer que somos especiales, únicos, destinados a hacer cosas importantes que ya alguien hizo, u ocupar un lugar que ya alguien bautizó. Fuera de las fanfarrias, los localismos, y las ideas sin base ni sentido, la diferencia que hay entre un cubano y cualquier otro habitante del planeta es la misma que hay entre un ser humano y otro, por eso mis libros que se desarrollan en Palestina o en Honolulú o en Angola, son profundamente cubanos. O sea, mi método para radiografiar a los cubanos es tratar de comprender las angustias, los sueños, las alegrías, la belleza, el dolor y la fuerza del ser humano.
Has ganado muchos premios con tus libros. ¿Consideras que los premios solo son un estímulo para seguir adelante, o le das una importancia mayor (atendiendo al hecho de que ganar un premio hoy en Cuba es la única vía rápida y segura para publicar)?
Los premios son el modo más justo que tenemos a mano para publicar un libro hoy en Cuba, son la prueba de que el libro presentado a concurso tiene algún valor y, por lo mismo, ha logrado conmover al jurado. Muchos prefieren demeritar el sistema de premios, achacar el resultado al azar u otras cosas, pero la verdad es que la mayoría de las veces el libro premiado recorre un sendero lleno de obstáculos, y el solo hecho de vencerlos es en sí mismo un gran triunfo. Muchos no perciben que todos los métodos para publicar un libro precisan, de alguna forma, de un jurado, del consenso de varias personas, es decir, el libro siempre tienen que aprobarlo varios lectores para que llegue a su destino final, siempre tiene que seducir, por eso no entiendo la animadversión de muchos en Cuba contra los premios.
¿O sea, que no solo estás de acuerdo, sino que consideras que ganar un premio es el modo más justo para publicar un libro en Cuba?
Por supuesto. Yo prefiero concursar, ya que es, para mí, la prueba de que mi libro cumplió su misión de llegar al lector. No debemos olvidar que el jurado es, a fin de cuentas, un grupo de lectores. De la otra manera, llevando un libro a la editorial y esperando a veces muchos años para verlo publicado, siento como si estuviesen haciendo un acto de caridad, algo que no está mal, pero como cada cual es como es, yo prefiero la sensación de haberme ganado la publicación de mi libro. Es más, debido a la situación del país y la ausencia de agentes literarios, en los talleres y manuales debería dársele a los concursos la importancia que tienen, en vez de demonizarlos, como suele hacerse. Para mí es contraproducente decirle a un aprendiz de escritor, en un país donde casi la única forma de publicar es a través de un concurso, que los premios no significan nada. Es como educar a un deportista en la idea de que debe competir pero no pensar en ganar, normal, vas a la pista, corre un poco y mira cómo Usain Bolt se lo lleva todo. Normal.
¿Pero Alejo Carpentier y José Lezama Lima, nuestros autores icónicos por excelencia, no publicaban a través del sistema de premios?
Eran otros tiempos, además, con la cantidad de prejuicios, reglas, y limitaciones que le han inventado a la literatura, tampoco hubieran ganado ninguno. ¿No has leído la cantidad de gerundios con los que Carpentier construye su prosa? No te has fijado en la escritura, digamos, amateur, de Lezama? ¿Qué jurado premiaría eso?
A partir de lo que esbozas, ¿debo interpretar que Carpentier escribía mal y Lezama apenas sabía hacerlo?
Todo lo contrario. He dicho exactamente lo contrario, pero, como buen lector, solo has puesto atención en lo que te interesa y le has dado una connotación negativa. Está claro para cualquiera que Carpentier y Lezama no solo son los escritores más representativos del país, sino que también son genios; lo que quiero subrayar es que la escritura correcta no existe, que esas reglas y restricciones inventadas por no sé quién (culpemos a Vargas Llosa) solo son los prejuicios de la mediocridad, pues el verdadero escritor únicamente necesita plasmar lo que tiene, con las armas que tiene, y punto. Las pruebas están en todas partes, solo agarra las obras que han incidido en el corazón de la humanidad y verás que ninguna cumple con los requisitos ilógicos de lo que debería ser una escritura correcta. Cien años de soledad está plagada de cacofonías y otras delicias. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es un manual de anfibologías y otras dulzuras. O sea, la misma vida ha demostrado que el punto está en conectar con otro ser humano, ya sea con reglas o sin reglas, hacer que se identifique como un ser humano a través de lo que le das. Y no voy a ahondar en el tema, el propio Borges ya dijo lo necesario, lee el ensayo breve “La supersticiosa ética del lector”.
¿Borges? ¿Ese no fue el que utilizó aquel adjetivo incorrecto: La noche unánime. ¿Viste eso? Unánime…
No has entendido nada…
Era una broma. Bueno, por lo que dices de la escritura, me da la impresión de que lugares como el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso no son necesarios.
Otra vez has elegido la impresión que te interesa. Eso ocurre por querer escucharte a ti mismo y no prestar atención a lo que te digo. El Centro Onelio ha sido y es uno de los gestos más importantes que se han materializado en este país, sin él no hubiera podido decirte la mitad de lo que te he dicho hasta ahora, pues un lugar como ese le da al escritor una visión total de lo que puede ser el hecho literario. No es un sitio indispensable, pero también es un sitio indispensable. Espero entiendas lo que quiero decir.
Ehhhh… Sí, entendí… ¿Lo que no me queda claro es si estás a favor del qué o del cómo?
No se puede estar a favor o en contra de dos cosas que son una sola cosa: no puedes llegar al qué sin el cómo, y no hay un cómo sin un qué. No podemos dividir lo indisoluble. Y tampoco hace falta.
He visto que eres una persona con criterio, por lo que me gustaría saber qué es para ti un escritor.
Para mí hay dos tipos de escritor: el de letras y el de sangre. El escritor de letras crea su mundo a partir de su inteligencia, conocimiento y experiencia; es una persona que ha leído mucho, tiene una cultura respetable, es, en la mayoría de los casos, un intelectual; el escritor de sangre es simplemente alguien que tiene una herida y se la palpa con la yema de los dedos para dejar una huella.
¿Y qué opinión tienes de los escritores cubanos?
La misma que tengo de todos los escritores.
¿Y cuál es, si se puede saber?
Que se estiman menos de lo que valen y se creen más de lo que son.
¿Podrías enfatizar en ese punto?
Lo que quiero decir es que nunca nadie es lo suficientemente bueno ni malo. Si te encuentras con un escritor exitoso, te parece que se pasa todo el tiempo ofreciendo disculpas por su éxito, quizá por el miedo de que lo acusen de comercial, mercenario, oportunista, o quién sabe. Si te encuentras con otro que es un desastre, te hace entender, gracias a sus quejas y reproches, que la galaxia entera juega en su contra, que todo a su alrededor se confabula para aplastarlo. Pero lo significativo entre escritores es que en todas las direcciones solo escuchas excusas, críticas y pajarerías, nada positivo.
¿Pajarerías? ¿Estás insinuando que los escritores cubanos son… gays?
Por supuesto que no. Es una expresión popular. Una cosa es tener preferencias sexuales y otra es la “pajarería”, que me gusta definir como una tendencia al chisme, la adulación, las apariencias, el cotorreo desmedido, la burla que no clasifica como burla sino como una ostentación de mediocridad, la aspiración al sofisma, la ironía vana que al final resulta ser un grito de auxilio y autosalvación y un tremendo etcétera que no alcanzaría a nombrar en una sola entrevista. Y no estoy diciendo que esté en contra del debate, la polémica, pues eso origina desarrollo; hablo de pajarería, que es sinónimo de perreta.
¿Y tienes algo en contra de la crítica?
La crítica es un método positivo para mejorar algo, pero esa crítica debe estar fundamentada, de lo contrario favorece al problema. Si una obra no te gusta no quiere decir que sea mala; por lo que un crítico debería ser, en cada caso, un conocedor objetivo y profundo de la materia que analiza, y no alguien que simplemente se deja arrastrar por su subjetividad. Una crítica sin fundamento solo habla de las carencias del propio crítico.
¿Crees que ese sea el motivo por el cual en Cuba hay poca o nula crítica literaria?
La crítica es un resultado, una guía. Si te parece que no hay suficiente será porque las condiciones aún no están creadas. Hacer por hacer no basta, es preciso que la crítica cumpla una función real, que forme parte de una infraestructura terminada, que sea visible cuando el libro en Cuba sea visto como un objeto comercial y no solo cultural, que sirva para guiar a ese lector que no sabe dónde buscar.
¿Y cuál es tu criterio de la narrativa cubana contemporánea?
Mi criterio es que hay una masa de escritores de todas las edades que están creando la Literatura Cubana, desde diversos e insospechados sitios del país, y que escriben sobre cualquier tema, quizás sin la consciencia de formar parte de la Literatura Cubana sino de sentir que pueden y quieren escribir. Muchos son escritores sin saber que son escritores y otros lo saben muy bien, pero todos forman parte del cuerpo escritural de la nación. Aunque, ahora que lo pienso bien, ¿eso no es lo que ha sucedido y sucede siempre?
¿Bueno, una última pregunta: qué le dirías a los escritores jóvenes?
Puedes decírselo tú mismo.
¿Yo?
¿No me digas que a estas alturas algún lector va a creer que no inventaste esta entrevista como un pretexto para hablar por un rato de Literatura Cubana?
Este… vengo ahora… voy al baño…