| La Habana | 31 Ene 2016
Habrá que esperar un año, hasta el próximo Premio Casa 2017, para tener en las manos el libro de Legna Rodríguez Iglesias Si esto no es una tragedia, yo soy una bicicleta, Premio Casa de Teatro 2016, obra que impresionara “por su nivel poético, la excelente construcción de sus personajes” a jurados tan exigentes, experimentados y de extremo rigor como la directora santiaguera Fátima Patterson, nombre de excelencia en las artes escénicas cubanas.
Y es que la camagüeyana Legna Rodríguez Iglesias, poeta, narradora y ahora dramaturga, es “un caso”, como solemos decir por acá cuando tratamos de explicarnos lo inexplicable, lo que desafía cualquier acotación, esquema, orden, categoría o jerarquía: Legna ha sido enfant terrible desde su aparición en el panorama letrado del país, hace ya casi tres lustros, arrasando con cuanto premio hubiera, desde el Gaceta de Cuba (2008), el Calendario (2010) hasta el iberoamericano Julio Cortázar en 2011.
Su primer libro fue de poesía, Querida lluvia (2002), y ya no pudo parar de escribir: seis o siete libros más de poesía, luego los de cuento, entre ellos ¿Qué te sucede, Belleza?, (2012) y las novelas Mayonesa bien brillante (2012) y La Gran Arquitecta (2013).
Nacida en Camagüey, en 1984, Legna se graduó en la especialidad de Teatro en la Escuela de Instructores de Arte de su provincia. ¿Pero quién se acuerda de eso? Andariega, de La Habana a Brasil, a Estados Unidos: no se puede estar quieta. En La Habana fue acogida por la poeta Soleida Ríos, hizo amigos sin cuento, entre ellos la ensayista y también poeta Jamila Medina, Lía Villares, las chicas del dúo Jade… En fin, vivió en alquileres, soñó en grande en medio de las más austeras condiciones de vida en la capital de todos los cubanos.
De ella ha dicho el crítico Yoandy Cabrera: “Guste más o menos como literatura o como hecho poético, cuestionable como ejercicio lírico o no, lo cierto es que la voz de Legna Rodríguez es una de las más vigentes y necesarias dentro del panorama poético cubano: refleja la indiferencia generacional, las verdaderas preocupaciones actuales de muchos jóvenes, el ambiente viciado y baladí insular, la equivalencia y la poca importancia de todos los referentes ya sea una lechuga o el futuro de un país (…) La de Legna es la poesía que se escribe cuando es más importante buscar la talla adecuada en una tienda que analizar a Derrida. La patria, la revolución, la palma real son referentes que desacraliza, banalizándolos, cuestionando el archiheroísmo (Tregua fecunda, Chupar la piedra)”
Y concluye Cabrera diciendo que la de Legna “es la poesía social de nuestro tiempo, el coloquialismo del siglo XXI, como venganza y desquite del conversacionalismo literario de los 70”.
Transgresora, irreverente, excéntrica, un monstruo de desenfado al cultivar lo circunstancial inmediato, Legna es también una gran trabajadora de las palabras: estas pueden ser caprichosas, risueñas, misteriosas, y sobre todo frágiles: nunca alcanza Legna a que la obedezcan sumisamente. Y esa es su misión: alcanzar el grado de transparencia al decir, la expresión querida, deseada y no otra. Porque ellas, las palabras, son traicioneras y su complicidad con el lector puede terminar por borrar a la autora en su intención.
Hay fiesta por acá, los que celebran el Premio Casa 2016 de Legna, conociendo que otros premios y honores están por venir. ¡Muchas felicidades, chiquita!
http://www.diariodecuba.com/cultura/1454191091_19864.html