29 tatuajes/ La central, Madrid

La Central 1

“Un hombre ve a otro hombre con tatuajes y se pregunta si este hombre estuvo preso.

La gente se hace preguntas que puede responderte, y la respuesta combina con sus creencias.

Yo me pregunto si un hombre al ver mis tatuajes se pregunta si estuve presa.

Y la respuesta combina con mis creencias.

Pero estoy equivocada, esa no es la respuesta.

La verdad es que sí, estuve presa.

Cada vez que estuve presa me hice uno.

En la cárcel de mujeres una mujer le hace un tatuaje a otra, y esa mujer le pide que se lo haga con cariño.

Así que son tatuajes nacidos del amor.

Duele porque quema.

El tatuaje.

Y el amor”

Legna

No Sabe/ No contesta

Legna Rodríguez Iglesias

Colección G.

Ediciones La Palma

Librería La Central, Madrid

Autores cubanos desde la octava isla: Isliada, 22 de octubre de 2015

Por: Rafael Grillo

Para los que echamos de menos que las editoriales foráneas no se interesen por otros autores cubanos que no sean Pedro Juan Gutiérrez, Zoe Valdés y Leonardo Padura, enterarse de la labor, ya sostenida en el tiempo, por la española Ediciones La Palma a favor de la literatura de la isla grande del Caribe, es una situación muy grata.

En los últimos meses, Isliada ha tenido mucho contacto electrónico con Ignacio Rodríguez, representante de esa editorial radicada en Madrid, y él nos ha puesto en conocimiento de la más reciente Colección Cuba (identificada en página de internet como La Octava Isla) y sus nuevas publicaciones, así como de fructíferas ediciones anteriores y venideras.

Cabe empezar por lo último de lo último, el lanzamiento más fresquito, de septiembre pasado, cuando en un esfuerzo conjunto entre La Palma y Colección G vio la luz No sabe/No contesta, nuevo libro de Legna Rodríguez Iglesias, la autora que en 2011 obtuviera el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar. Según la apasionada nota de contraportada se trata de “un libro neurótico. De hospital. Sus 15 historias son para perder el juicio”. También se le califica de “libro promiscuo”, por la imposibilidad de encasillarlo en las etiquetas al uso de “cuentos”, “novela”’ o “poemario”.

No es la primera vez que Legna pasa por el catálogo de este proyecto, ni tampoco el primer volumen salido de este esfuerzo combinado. Pues a este volumen 1 le antecedió un número 0, la antología recopilada por Gilberto Padilla y titulada Diez narradores cubanos que no son Pedro Juan Gutiérrez, Zoe Valdés y Leonardo Padura ni…, donde además de la autora nacida en Camagüey, 1984, se incluyó a otros escritores  actuales, y ya multipremiados en certámenes nacionales, de los conocidos dentro de la Generación 0, como Ahmel Echevarría, Jorge E. Lage y Raúl Flores.

Desde febrero de 2014, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, la autóctona Colección G (desprendimiento de la Editorial Cajachina del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso) había pactado este hermanamiento con el sello madrileño para la impresión y distribución en España de esta colección que se sumaría a la Colección Cuba, su predecesora dentro de Ediciones La Palma.

El romance de La Palma con la literatura cubana comenzó, en verdad, desde 1994, cuando su colección Archipiélago publicó una antología de la creación poética cubana en la década del 80 (integraba a autores como Víctor Fowler, Atilio Caballero, Sigfrido Ariel, Antonio José Ponte y Sonia Díaz Corrales). Más tarde, en 1997, fue dentro de la colección Ojo Inmundo que salió Toda esa gente solitaria. 18 cuentos cubanos sobre el sida, un volumen en el que participaron Alexis Díaz Pimienta, Ronaldo Menéndez y Yoss, entre otros.

Ese mismo año acogió la salida del poemario Escrito para borrar. Cuaderno de playa, de Orlando González Esteva; y detrás han conseguido espacio más poetas: Soleida Ríos (El libro roto. Poesía incompleta y desunida , 2003), y Lorenzo García Vega (Erogando trizas donde gotas de lo vario pinto, en 2011, poco antes de su muerte).

Ya en 2013 toma cuerpo la idea de crear una Colección Cuba, cuyo primer lanzamiento sería el Mural de poesía cubana, en 2015, que abarca desde los orígenes hasta el momento vanguardista de esa expresión en la isla y fue coordinado por un experto del nivel de Virgilio López Lemus.

La última apuesta de Colección Cuba está todavía en imprenta y será Cuba: memoria y desolvido, nada menos que una selección de crónicas periodísticas desde el primer viaje de Colón a Cuba hasta la segunda mitad del siglo XX cubano, con textos alegóricos al origen del ferrocarril en Cuba, la memoria de los cines de pueblo, el ajiaco, la toma de La Habana por los ingleses… Quien fraguó ese libro es José Antonio Michelena y cuenta con el sabor adicional de una introducción escrita por el recién galardonado con el Premio Princesa de Asturias, Leonardo Padura.

Puestos al corriente de esta andadura amable y quijotesca de La Palma por los caminos de la literatura cubana, que pareciera contradecir al desdén por nuestras letras mencionado al inicio, sólo resta animarlos a regresar a la rebeldía de Legna Rodríguez y emprender la lectura de No sabe/No contesta.

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La Palma distribuye “La autopista: The movie”, de Jorge E. Lage

Gracias al acuerdo entre Cajachina y ediciones La Palma, contamos con un limitado número de ejemplares del inaugural libro de la colección G. “La autopista: the movie”, de Jorge Enrique Lage, a disposición de los amantes de la colección G. en todo el mundo. Se trata de la edición cubana, con ilustración en contraportada de Jorge Otero Escobar.

Banner (con logo de Colección G.)

De esta novela, Rafael Rojas (Libros del crepúsculo, 2014) dijo: “Leyendo La autopista confirmo algo que he comentado aquí y es que la más joven generación de escritores cubanos llega con un repertorio simbólico y un campo referencial fuertemente marcado por la cultura popular y, especialmente, por la cultura popular mediática y electrónica de Estados Unidos -publicidad, series de televisión, Hollywood, nuevas tecnologías-, lo cual establece diferencias clarísimas con la generación inmediatamente anterior, la de los 90, que era más letrada, rusófila y afrancesada. No es extraño que esta nueva generación aparezca ya con un dominio pleno de la novela y el cuento, como géneros literarios, que no pase por el ritual iniciático de la poesía tertuliana y que no haga culto a la escritura fragmentaria, tan celebrada por el postestructuralismo y el postmodernismo en los 80…”

La novela solo se podrá obtener, a partir de noviembre, vía catálogo: http://www.edicioneslapalma.com/catalogo/

02 Jorge Enrique Lage

La PALMA y CUBA; CUBA y LA PALMA

LA PALMA Y CUBA; CUBA Y LA PALMA

La editorial La Palma comenzó su andadura cubana en 1994, de la mano de la poesía, como no podía ser de otro modo. La colección Archipiélago, dirigida por Elsa López, publicó una antología de la creación poética cubana en la década del 80, donde aparecen poetas como Víctor Fowler, Atilio Caballero, Sigfrido Ariel, Antonio José ponte o Sonia Díaz Corrales. La antología estuvo a cargo de Alicia Llarena, quien también escribió, junto a Osmar Sánchez Aguilera, una interesante introducción a la poética insular.

libro poesía

En el año 1997, trece años después de la fundación de La Palma, la colección Ojo Inmundo dirigida por David Cabrera, publica “Toda esa gente solitaria. 18 cuentos cubanos sobre el sida”, el primer volumen de relatos vertebrados por la experiencia del VIH a una serie de nóveles escritores cubanos, casi todos desconocidos en el extranjero por entonces y aun en la propia isla, y que hoy forman parte de un pequeño grupo consagrado a la escritura dentro y fuera de Cuba. En esta primera antología de relatos podemos encontrar a Alexis Díaz, Frank Lima, David Díaz, Norberto Marrero, Rolando Menéndez, Miguel A. Fraga o Yoss. La antología fue preparada por José Ramón Fajardo y Lourdes Zayón. El origen de la antología fue el taller literario “La montaña mágica” del sanatorio Santiago de las Vegas o “Sidatorio Villa de los Cocos”, donde los antólogos impartían técnicas narrativas a las personas infectadas por el IVH. El título responde a una de las pasiones de Pepe Fajardo: los Beatles. Cien ejemplares fueron llevados a Cuba ese mismo año y aún hoy, de tarde en tarde, se puede encontrar alguno de ellos en los puestos de libros de segunda mano.

toda esa gente

En ese mismo año, 1997, la colección Tierra del poeta saca a la luz otro tesoro insular: “Escrito para borrar. Cuaderno de playa”, del poeta Orlando González Esteva.

escrito para borrar

Desde esa publicación, la editorial La Palma, orientada en consagrar las creaciones poéticas dentro y fuera de España, no olvidó sus relaciones con la octava isla. En numerosas ocasiones surgieron proyectos, aunque la mayoría de ellos quedó en el inventario de las memorias. No fue así, empero, en el caso de la poeta Soleida Ríos, cuyo poemario, “El libro roto; poesía incompleta y desunida septiembre 1987 – julio 1989”, fue editado en 2003, en la colección Ministerio del Aire, con una Nota debajo de la puerta que dice “este libro se escribe bajo un signo terrible: dios es el hombre y tiene miedo a su edad…”

soleida

En el año 2011, poco antes de su muerte, salió a la luz la última apuesta poética de Lorenzo García Vega, “Erogando trizas donde gotas de lo vario pinto” en el número 7 de la colección La Palma, dirigida por el también poeta Nicolás Melini.

Lorenzo

A finales de 2013, un equipo de intelectuales españoles con estrechas relaciones con la cultura cubana, aglutinados en la editorial La Palma, pergeñó la idea de recuperar una parte del inmenso material artístico que duerme en el sueño insular. De este modo, surgió la idea de la Colección Cuba, un intento restaurador ajeno a encorsetamientos genéricos, y por tanto heterodoxo, que pretende cubrir el vacío de una suma de minoritarias pero inmensas sensibilidades artísticas que sobreviven talentosamente en la Cuba de hoy pese al aplastamiento de sus condicionantes materiales. El primer número, “Mural de poesía cubana”, abarca la poesía cubana desde sus orígenes al vanguardismo, editado a inicio de 2015 bajo la dirección de Virgilio López Lemus.

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En febrero de 2014, durante la Feria del Libro de La Habana, se materializó el acuerdo entre Ediciones La Palma y Editorial Cajachina, por la cual se imprimiría en España una colección hermana, aunque no gemela, de la Colección G. habanera, partiendo de un número 0 inaugural que recogería 10 relatos de 10 narrador@s jóvenes y prolíficos en publicaciones y premios. Diez narradores y narradoras que, como bien señala Gilberto Padilla, editor de la colección, no son ni Pedro Juan Gutiérrez, ni Zoe Valdés ni Leonardo Padura… sino Ahmel Echevarría, Orlando Luis Pardo, Legna Rodríguez Iglesias, Jorge E. Lage o Raúl Flores.

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En el año 2015, tras las numerosas alabanzas de revistas como Leer o Quimera, así como de críticos literarios como Ignacio Echevarría o Daniel Serrano, por no hablar del propio Pedro Juan Gutiérrez, que se encontró con el libro en la Feria del Libro de Tenerife y acabó comprándolo, leyéndolo y reseñándolo, La Palma afianza su relación con la Cajachina habanera y saca a la calle, con una semana de diferencia con La Habana, el segundo volumen de la Colección G.; “No sabe/ No contesta”.

Legna

Y para acabar la actualización, la editorial La Palma tiene en imprenta el siguiente volumen de la Colección Cuba. Una selección de crónicas periodísticas desde el primer viaje de Colón a Cuba hasta la segunda mitad del siglo XX cubano. En el libro “Cuba: memoria y desolvido” se recogen textos de los orígenes del ferrocarril en Cuba, de la memoria de los cines de pueblo, del ajiaco, o de la toma de La Habana por los ingleses. El autor del libro es José Antonio Michelena y cuenta con una soberbia introducción de Leonardo Padura.

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Las colecciones G. y Cuba siguen buscando artistas…

“Mural de poesía cubana” en “El marcapáginas de Gestiona Radio”, 12 de septiembre de 2015

Desde los orígenes al vanguardismo

El sábado 12 de septiembre se emitió en directo un coloquio sobre la cuasi antología “Mural de poesía cubana”, una primera propuesta para adentrarse en la poesía insular desde sus orígenes hasta el vanguardismo del siglo XX.

Elmarcapáginas

En la tertulia radiofónica participaron: el conductor, David Arranz; el autor, en conexión directa desde La Habana, Virgilio López Lemus; el responsable de la Colección Cuba de ediciones La Palma, Ignacio Rodríguez; y los contertulios Antonio Domingo y Ricardo Guerrero.

heredia

David Arranz, además de conducir la tertulia, leyó varios de los poemas, entre ellos “Oda a la piña” de Manuel de Zequeira y Arango, “Niágara” de José María Heredia, “Al partir” de Gertrudis Gómez de Avellanada, “Hierro” de José Martí o “Proclama” de José Talet.

Virgilio López Lemus profundizó en la construcción de la identidad nacional cubana a través de la poesía, desde los mismos tiempos de “Espejo de paciencia” (s.XVII), y recalcando la importancia de los elementos identitarios en poemas como los de Heredia (s.XIX), siendo un medio de expresión del pueblo naciente, que se refuerza con la contribución a la creación del Modernismo que realiza José Martí.

Como colofón de la tertulia, autor y editor se comprometieron a trabajar en una segunda edición ampliada para 2016.

VLL

Les invitamos a oír la tertulia íntegra en el siguiente enlace:

http://www.gestionaradio.com/26019-el-marcapaginas-david-felipe-arranz-2-2015-09-12-200000-256kbps-mp3/

Dirige y presenta: David Felipe Arranz

Correo electrónico: elmarcapaginas@gestionaradio.com

¿La hora del libro independiente en Cuba?

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Aquí os dejo un artículo de Isliada de 2014 sobre las posibilidades de hacer edición independiente en Cuba; un escrito muy interesante que alude a Colección G.

Por: Rafael Grillo 6 de julio de 2014.

PARA LEER Y APLASTAR (PRIMER ACTO)

—LIBRO LATA: ese es el nombre que di a mi proyecto —dice.

Y el objeto que ha puesto en mis manos cumple esa consigna, literalmente. Un puñado de hojillas impresas con poemas en letra pequeña y encuadernadas con la merced de gruesos anillos de cobre. Unas láminas de envase cervecero estrenándose en las funciones de cubierta y contracubierta. Y no de una birra cualquiera sino de la cubanísima Cristal, aquella que el eslogan dice: “Cervezas claras conservan amistades”.

Acabo de conocer en persona a Osmel Almaguer, y lo invito, justamente, a beber unas cristales. Brindo el pretexto de halagar el encuentro y rebajar el calor ignominioso; si bien mi interés esencial es que me cuente más del “Libro lata” y ofrecerle, de paso, un aporte de materia prima a su proyecto.

Osmel es poeta y promotor cultural, dos cualidades que podría fundir en “su invento”. Pendiente aún de publicar su primer cuaderno con alguna editorial nacional —tiene uno, casualmente titulado La Pendiente, en proceso editorial por Ediciones Ávila—, está explorando la vía de la autopublicación con el engendro de hoja y lata, donde ha vertido su poemario On crash.

Pero no quiere que este sea ejemplar único y planea que otros autores entren en “el catálogo” de los libros-lata. Otros que siente cercanos, de su generación; y en particular se identifica con “aquellos que hacen una poesía de línea dura”. Se refiere al estilo que hoy representan jóvenes como Oscar Cruz, José Ramón Sánchez, Legna Rodríguez, Jamila Medina

Osmel sueña también con que su emprendimiento pueda adquirir algún valor comercial. “Colocarlo en los puestos para turistas de los artesanos”, dice. Piensa en su significado de únicos, de libro-objeto, acaso “hecho performático” o “gesto conceptual”. Con sus Libros-latas pretende alcanzar una alianza absoluta de forma y contenido: versos crudos y embalados bajo una tosca apariencia. “Para vender en CUC”, dice.

Osmel quiere hacer y vender por cuenta propia sus metáforas de la vida real. Vida dura y frágil: Cristal. Cuba de hoy: oposiciones de mercado y carencias, de vitrina y subsistencias. Insinuación de los buzos: gente que hurga en la basura y recopila latas vacías para trocarlas por pesos. Insinuación de los usos: gente que de latas vacías hace sus vasijas contra la sed.

En uno de sus poemas de On crash escribió Almaguer: “con la cara de Martí en los billetes/ niños pagan el durofrío/ calman sus deseos de lamer/ mi madre/ vende y de paso los educa/ pequeños adictos al frío y la dureza”.

¿ALTERNATIVOS CON INDEPENDENCIA? (INTERLUDIO)

La hora del audiovisual independiente en Cuba comenzó hace ya más de una década. Cámara digital en mano (gracias al efecto democratizador de las nuevas tecnologías), conocimiento aportado por las academias (gratuita, dicho sea), más talento, frescura y atrevimiento de grupo etario emergente, se unieron para ir poco a poco bajando humos a la institución estatal, el ICAIC, hasta esa fecha organismo supremo, que centralizaba y fiscalizaba toda la producción y distribución de la actividad cinematográfica.

Fueron apareciendo entonces un puñado de “productoras independientes”, con nombres como Cucurucho o En Candela, que daban cuenta, a la vez, de su precariedad y de su brío. Al día de hoy, este fenómeno parece imparable y aunque todavía no acaban de recibir un respaldo legislativo, ya algunas como Quinta Avenida (premiada nada menos que con el Goya, por Juan de los Muertos) hacen ruido allende fronteras.

En el ámbito del libro, en cambio, ha tardado más para que se desboquen los jóvenes caballos. Algo que, en parte, puede ser explicado por el impulso estatal a la cobertura editorial dado en el tránsito de entre siglos, con la aparición de varias editoriales nuevas, las llamadas “Riso”, que cubrieron toda la geografía del país y calmaron las apetencias de publicación de los autores nacientes, y las de lectura, para tantos lectores cubanos cuyos apetitos soportaron hambre suprema durante “la crisis del papel” de los años 90.

Inconformidades nuevas y, en consecuencia, apetencias nuevas, están comenzando ahora a empujar el panorama hacia una modificación que en el futuro se vislumbra sustancial. ¿Actores alternativos a la hegemonía del Instituto Cubano del Libro? ¿Independientes en los dominios de producción editorial? Pues sí, ya hay algunos casos…

En “Puestos pá su cartón”, un reportaje de Ihoeldis Rodríguez aparecido el 14 de abril de 2014 en Diario de Cuba, desmenuza la corriente de las “editoriales cartoneras”. Basadas en la manufactura de libros a partir del reciclaje de desechos, las pioneras llevan de nombre: Ediciones Samandar, Costanera Editorial y Ediciones Encaminarte.

Cada una tiene su cabeza pensante y su filosofía fundacional. En el mencionado artículo, plantea la poeta y promotora Teresa Fornaris que Ediciones Samandar surge a partir de que “hay una especie de necesidad, de espacio vacío, que hay que cubrir”. Alude fundamentalmente a la poesía, en el momento que este género, con más practicantes en la isla que potencialidades económicas para sacarse en libros, comienza además a ser relegado a fuer de las actuales condiciones de exigencia de “rentabilidad comercial” a las editoriales estatales.

Por su parte, Yanelys Encinosa, poeta y creadora de Costanera Editorial, ve en esta una opción de “autogestión editorial para la promoción de la joven literatura”. Mientras, Junior Fernández persigue un propósito similar con Ediciones Encaminarte y adiciona la intención de corregir ciertas dinámicas disfuncionales de la promoción y distribución del libro.

Un rasgo común de estas tres iniciativas “libertarias” es, sin embargo, la búsqueda de alguna sombrilla institucional bajo la cual cobijarse de la intemperie legislativa; toda vez que el business editorial en Cuba está constitucionalmente amarrado para que sea asunto de Estado. Así, Fornaris recibe amparo como directora de la Casa de la Poesía en La Habana Vieja; Costanera Editorial cuenta con la suerte de que su gestora esté vinculada al Centro Cultural Dulce María Loynaz; y Ediciones Encaminarte, con sede en Las Tunas, ha buscado a Ediciones La Luz, de la Asociación Hermanos Saíz de Holguín, para iluminarse una vía de publicaciones. Luego, estas se conciben a sí mismas como “complementarias” y “no competidoras” con la gestión estatal.

Colección G es la denominación adoptada por un caso parecido a los anteriores en cuanto al binomio independencia-institucionalidad; pero distinto en cuanto al soporte, porque se fragua dentro del camino más tradicional, la producción industrial del libro. Comandado por Gilberto Padilla, un ensayista y profesor de literatura; este ha compaginado su rol al frente de la editorial Caja China del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, con la iniciativa de fundar un sello literario cuya novedad respecto al contexto definió en la presentación de su primer título (La Autopista: The Movie, del escritor cubano Jorge Enrique Lage), de la siguiente manera:
“Cuando se revisan los catálogos de las grandes casas editoriales (creo que no hablaba de las extranjeras, Tusquets o Anagrama, sino de las nativas: UNIÓN, Letras Cubanas…), se evidencia una monotonía en las obras y la ausencia del valor del juicio personal, del editorialismo”.

Pero la demarcación de Colección G no sólo es un dilema de contenidos y autores; también “nos hemos propuesto romper con todo aquello precario en el libro cubano —dijo Padilla—, principalmente, con el libro cubano promedio, y a romper con la larga historia del texto cubano como folleto”. Esta intención se comprende con sólo una ojeada a la novela de Lage: presencia de sobrecubierta y solapas, con un diseño “distinto”, de elegancia con sobriedad, y una atractiva imagen del artista plástico y fotógrafo Jorge Otero abarcando toda la contracubierta.

Encima, y según Padilla, Colección G “se propone lograr que los autores tengan una edición de culto con todo lo que ello implica, una tirada de mil ejemplares, una buena distribución, una promoción alarmante”. De lo anterior se desprende que algunos canales, “bastante alternativos” por cierto, tendrá que abrir para conseguir este propósito.

En esta afluencia de protagonistas de estreno para el contexto literario cubano, se echa a ver la ausencia de proyectos enfocados hacia el terreno más en boga y el más promisorio en este mundo que emigra ineluctablemente hacia lo digital. Pero, como mismo “ojos que no ven corazón que no siente”, en un escenario donde todavía hay escritores, editores y lectores que a la palabra Internet le atribuyen resonancias fantásticas porque nunca —o muy poco— han pisado el sendero virtual, se entiende que términos como ebook o libro electrónico les suenen a “sueños de la razón” que, acaso, “engendran monstruos”.

FÁBULA DIRECTA AL CORAZÓN (SEGUNDO ACTO)

José Adrián Vitier tiene sangre de Orígenes: es nieto de Cintio Vitier y Fina García Marruz. De alguien así no extraña que en el acto de constitución de su proyecto literario personal, se pronuncie con una fábula. Y una fábula de las más antiguas: Bien vs. Mal; Dios y el Diablo disputándose el corazón humano.

Sería largo el cuento completo y, aunque esto no le satisfaga a José Adrián, tendré que ofrecerlo abreviado, en onda Reader Digest:

Dice la fábula que funda la Colección La Isla Infinita, que Dios dio a Adán y Eva el Primer Lenguaje; y atrás llegó el Diablo con su tentación de la Torre de Babel y atomizó a los hombres en mil lenguas. Entonces, Dios “empleando magistralmente eso que los guionistas llaman puntos de giro” bendijo la diversidad y benefició a las culturas con la invención de los alfabetos y los libros buenos y necesarios. Contraatacó el Diablo con la creación de la industria editorial y la codicia que hizo parir los malos libros. El próximo paso estratégico del Señor fue engendrar al amigo, que sólo recomienda el libro ideal… De tal modo ha perdurado la disputa por los siglos de los siglos, tan encarnizadamente que es difícil saber siquiera cuál de los dos inventó el libro electrónico…

Para conocer a José Adrián, en la época que él iniciaba junto al abuelo una revista con el mismo nombre del sello editorial de hoy, tuve que trepar por una escalera al cielo. Era el año 1999 y había apagón, no funcionaba el elevador y Vitier vive en lo más semejante a un rascacielos que hay en La Habana: el Edificio Focsa.

Desde entonces me pareció un tipo que habita en las alturas. Más no por el piso elevado, y tampoco porque exhibiese soberbia de su linaje. Me refiero a las cumbres del espíritu idealista, a las de los sueños y la imaginación. Desde entonces le he visto mostrándose en distintas facetas de la creación: como escritor, editor, ilustrador y pintor, traductor…

Sólo a alguien como él se le ocurriría recuperar la hechura del libro como un suceso manual, y no entenderlo como un signo de precariedad. Al contrario, como un exceso de lo sublime, un empeño rigurosamente estético. Sólo a alguien así se le ocurre involucrar a su esposa Nara, otros familiares y amigos en la fabricación, mediante técnicas artesanales y del grabado, de libros como el Tao Te Ching, La princesa leve de George MacDonald, Escrito de los cinco anillos de Miyamoto Musashi, Mitos y leyendas celtas de Thomas W. Rollestone, junto Las cartas de Martí compiladas por Fina y volúmenes de Eliseo Diego y Samuel Feijóo, entre otros.

A la hora de seleccionar su catálogo, Vitier escoge esos libros que nos sirvan “para aprendernos mejor la conmovedora belleza del mundo’, y reencontrar ‘el alimento innombrable: lo real”. Él parte de la premisa latina Cor ad corloquitur (“El corazón al corazón habla”) y expone de esta manera la razón que lo incitó a crear la Colección La Isla Infinita:

—En mi humilde criterio, la principal causa de que esté decayendo el hábito de leer es que, en su mayoría, los libros que se publican, dentro y fuera de nuestro país, no parten del corazón de nadie, no conmovieron a ningún editor, y difícilmente estremecerán a algún lector; no obstante, llenan las estanterías, obstruyendo con su sola existencia el acceso a los pocos libros que realmente justifican el hábito de leer y pueden suscitar lecturas profundas o memorables en algún lector.

La autopista

Rafael Rojas recomienda LA AUTOPISTA. THE MOVIE (Colección G., 2014), de Jorge Enrique Lage

Lage: de la utopía al apocalipsis

La cultura cubana ha sido un lugar saturado de representaciones utópicas, que apenas en la era global se ve obligado a asimilar sus propios límites. Todavía en la década de los 90 y los primeros años del siglo XXI, buena parte del discurso cultural cubano daba crédito al tópico del “naufragio de la utopía”, con lo cual los encargos providenciales que se hacían a la isla parecían asomarse a una segunda oportunidad, siempre postergada. El malestar que provoca esa vuelta a la geografía, en medio de la globalización, puede interpretarse en algunos de los proyectos literarios mejor armados desde la isla, en los últimos años.

Leo en la última novela de Jorge Enrique Lage, La autopista. The Movie (La Habana, Colección G, 2014), una forma de lidiar estéticamente con ese malestar. Desde su anterior Carbono 14. Una novela de culto (Lima, Ediciones Altazor, 2010), Lage (La Habana, 1979) se había interesado en el tema de la ucronía o la yuxtaposición de los tiempos nacionales, al ubicar la trama en un futuro impreciso de la isla, aunque adherido al siglo XXI y a la “misma Habana del realismo”. Evelyn, la extraterrestre que cae desnuda en la isla, con la Tabla Periódica de Mendeleiev bajo el brazo, luego de una explosión en su planeta, llamado Cuba, es un personaje que plantea desde las primeras páginas esa caotización ucrónica del relato.

El isótopo radiactivo que da título a la novela refiere la aplicación del método del carbono 14 para medir la temporalidad de cualquier objeto  -la ropa interior, por ejemplo- en una ciudad que, a pesar de las múltiples escenas que la asocian con la Habana de hoy, es una cápsula atemporal, con rastros de todas las edades posibles de la isla. El escenario reconocible de La Habana actual, en Carbono 14, es un elemento compensador del futurismo de la novela, toda vez que en el telón de fondo de ese presente perpetuo hacen contacto, como en las terminales de un cable electrónico, el pasado y el futuro de los personajes, sus memorias y sus tramas.

En La autopista, sin embargo, ese presente se ha visto dinamitado, no por una explosión en un planeta remoto, llamado Cuba, sino por la agresiva desestructuración de la historia y la geografía que ha producido el megaproyecto de una carretera que atraviesa el golfo de México y el Caribe y une a Nueva Orleans y Miami con las pequeñas islas antillanas, ahora convertidas en estaciones de paso, México, Centroamérica y Suramérica, Cancún, Curazao y Cartagena. El futuro, en La autopista, es un dispositivo ingenieril y tecnológico que ha borrado las naciones y sus capitales, las temporalidades y sus legados. La ciudad, atravesada por la autopista, se sigue llamando “la ciudad”, pero su presencia no carga con aquella habanofilia que, en forma de guiños topológicos, emergía en la novela anterior.

Los personajes de La autopista (el Autista, Vida Guerra, Hu Jintao, Poppy, el Profesor, Cabeza de Cubo…) carecen de ese afecto generacional que todavía se lee en Carbono 14 y que dotaba la ficción de una suerte de lenguaje cifrado. Aquí el futurismo está desaforado, por decirlo así, precipitado en un tobogán de relatos que se ramifican y que desplazan constantemente el eje de la ficción. Todos los personajes son, de hecho, periféricos o secundarios, y cada capítulo -subtitulados todos en inglés, “Breaking News”, “Hard Rock Live”, “Transmetal”, “White Trash”…- abre una subtrama que multiplica el relato. Sin parecerse a ninguno de los narradores que toma como modelo -Diderot, Nabokov, Borges…- las ficciones de Lage serían una buena ilustración del principio de la “novela múltiple”, descrita por Adam Thirlwell.

Sólo que en La autopista el realismo y el drama están reducidos al mínimo. Como si David Foster Wallace, y no Cormac McCarthy, hubiera escrito la trama de The Road, el texto elude la realidad y el drama, aunque sin desembocar en una pastoral de la ciencia ficción. El futuro no es aquí el espacio limpio y minimal de los objetos electrónicos blancos y grises sino el inframundo de Elysium o las ciudades depauperadas, militarizadas o controladas por tribus y mafias urbanas que se ven en Blade Runner o Children of Men. Más bien se trata de una distopía ciberpunk, levantada sobre un Caribe de resorts, capos y ejércitos. A fin de cuentas esta es una novela que, como anuncia el subtítulo, debe más al cine que a cualquier otra novela.

Leyendo La autopista confirmo algo que he comentado aquí y es que la más joven generación de escritores cubanos llega con un repertorio simbólico y un campo referencial fuertemente marcado por la cultura popular y, especialmente, por la cultura popular mediática y electrónica de Estados Unidos -publicidad, series de televisión, Hollywood, nuevas tecnologías-, lo cual establece diferencias clarísimas con la generación inmediatamente anterior, la de los 90, que era más letrada, rusófila y afrancesada. No es extraño que esta nueva generación aparezca ya con un dominio pleno de la novela y el cuento, como géneros literarios, que no pase por el ritual iniciático de la poesía tertuliana y que no haga culto a la escritura fragmentaria, tan celebrada por el postestructuralismo y el postmodernismo en los 80.

La ucronía de Lage es, como decíamos, apocalíptica. En un momento dice: “Lo que fue La Habana. Lo que nunca fue. Lo que sea que haya sido. La autopista lo ha borrado del mapa. En su lugar, el inabarcable asfalto que llena nuestras pesadillas. Pero tenemos una película en marcha. Tenemos un restaurante. Esperamos, de un momento a otro, un disparo de la suerte”. El futuro es el capitalismo y la conexión transnacional, un mundo de conversaciones imaginarias entre Fidel Castro y Roberto Goizueta, de empresarios mexicanos con nombre de jerarcas comunistas chinos y pederastas americanos con nombre de mascotas, de robots, huracanes Katrina y de mafias de Miami y de La Habana. Un mundo desenraizado, donde nadie sabe “dónde está parado”, donde lo que la autopista une por arriba, se vive como una sepultura o una escisión por debajo.

Rafael Rojas, Libros del crepúsculo, 2014

 

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El escritor cubano Jorge Enrique Lage.

DIEZ NOVÍSIMOS CUBANOS: MALDITOS BASTARDOS EN LA REVISTA LEER DE JUNIO DE 2015

La revista Leer del mes de junio de 2015 recupera una reseña sobre el número 0 de la Colección G. de La Palma, a pocos días de que llegue a las librerías el siguiente número (1) a cargo de Legna Rodríguez Iglesias: No sabe/ No contesta.

Leer, Quimera y El Cultural del Mundo en los medios impresos, Gestiona Radio en los radiofónicos, diarioabierto y Cubacontemporánea en los medios digitales, donde la iniciativa editorial hispano-cubana ha tenido asiento desde el inicio de su andadura, en 2014.

Por otra parte, los propios autores aludidos en la portada del primer número (Leonardo Padura desde La Habana, Pedro Juan Gutiérrez desde Tenerife y Zoe Valdés desde París) han recibido, leído y valorado el proyecto editorial hispano – cubano de las editoriales Cajachina y La Palma.

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Malditos bastardos, una saga que comienza… por una bastarda

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Amigos, amigas,

ante la inminente entrada en las librerías de España del segundo volumen de la Colección hispanocubana (perdonen el término postcolonialista) a manos de una de sus mejores bastardas, Legna Rodríguez, les ofrecemos íntegramente las palabras de presentación del grupo, que su editor realizara en diciembre del pasado año.

Hay una escena de Estrella distante, la excelente novela de Roberto Bolaño, donde aparece una lógica de la evolución literaria que muy bien le vendría a las letras cubanas. Se trata del pasaje donde Raoul Delorme, fundador de la secta o el movimiento de los Escritores Bárbaros, recomienda el método para dar forma a una nueva literatura. Esto se conseguía de una manera harto curiosa: defecando sobre las páginas de Stendhal, sonándose los mocos con las páginas de Víctor Hugo, masturbándose y desparramando el semen sobre las páginas de Gautier o Banville, vomitando sobre las páginas de Daudet, orinándose sobre las páginas de Lamartine, haciéndose cortes con hojas de afeitar y salpicando de sangre las páginas de Balzac o Maupassant. Sometiendo, en fin, a los libros a un proceso de degradación que Delorme llamaba “humanización”.

Pero el asunto va más allá. Imaginemos, por un momento, que escribimos ese libro en Cuba. Imaginemos la literatura cubana contemporánea como uno de esos departamentos llenos de cuerpos destrozados, suciedad y mal olor. A estos diez Malditos bastardos habría que leerlos desde esa habitación. Es posible que ahí esté el secreto de este libro: en la profanación de las letras cubanas. Amputar a Zoé Valdés, a Pedro Juan Gutiérrez, a Leonardo Padura (que juntos suenan como un bufete de abogados implacables). Porque las editoriales extranjeras han contribuido a una especie de autismo insular, como si la literatura cubana fuera una creación de Anagrama, de Tusquets, de Planeta.

Para averiguar qué provoca un volumen como Malditos bastardos tal vez sirva pensar en la pregunta que nos hacemos después de leerlo. Y esa pregunta no es: ¿qué quiere decir?, sino: ¿qué pasó? Es decir: la misma pregunta que nos hacemos después de un crimen, un delito, una infracción. Porque el verdadero escándalo de estos diez narradores antologados consiste en atentar contra el principio de realidad de “lo cubano”. Lisiar la verdadera plaga de balseros, jineteras y Otelos que salen cada día a contagiar a la narrativa como su ébola. Como si la literatura cubana contemporánea fuera un parque temático, una atracción especial, una reserva natural: ¡Visiten este país disfuncional! –dice la copla– ¡Concédanse el estremecimiento de la cuban experience!

Pero a la vez que esto ocurre, comienza a saberse de la existencia de autores que se rebelan, a principios del siglo XXI, contra esa suerte de estética venérea. Nacidos generalmente en los umbrales de la década de los ochenta, para ellos el contexto de “lo cubano” constituye un mero dato anecdótico, un desafío, más que un mecanismo de legitimación. Autores que no pertenecen al panteón de las grandes editoriales, y por esa única razón no figuran en la alfombra roja del mercado mundial. Diez neuróticos gourmet que decidieron fundar una tradición que fuera distinta. Para ellos, esa Cuba de vademécums –como la de las guías turísticas de Christopher P. Baker o la que reproducen los aparatos ideológicos del Estado (AIE)– es el espejo del vampiro: un sitio donde no se ven reflejados, esto es: un no-lugar, un muro. Recordemos aquella película de los Hermanos Marx donde Harpo se mantiene pegado a una pared: “¿Qué haces ahí?” “Sostengo la pared” “¡Te burlas de mí! ¡Sal!” Harpo da un paso a un lado y la pared se desploma. Muchos escritores cubanos han sostenido literatura nacional como Harpo la pared. Estos diez Malditos bastardos prefieren el derrumbe. Malditos bastardos es un libro con esa insoportable verdad; así que léalo en ayunas, de ser posible.

Gilberto Padilla, La Habana, 4 de diciembre de 2014

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Colección G: pensar la literatura desde la promiscuidad

Por Lorena Sánchez; Cuba contemporánea. 12 Mayo 2015
Portada libro 2 Legna

No. La literatura cubana contemporánea no es solo aquella que publican las casas editoriales en la Isla. La literatura cubana contemporánea no es ni tan siquiera la que comercializan grandes monstruos como Alfaguara, Tusquets, Planeta y Anagrama. Ello es apenas una pequeña parte de todo cuanto se produce, de todo cuanto se consume. Una vez piense así, podrá entender entonces lo que viene a continuación.

Imagine un sello editorial independiente en Cuba. Piense en este sello editorial como una suerte de oasis, un resquicio por el cual pasan varios escritores -algunos conocidos en el país, otros no tanto- que se alejan del canon, de lo simbólicamente establecido como literatura cubana. Entienda que para existir este sello editorial debe sortear obstáculos, estar al amparo de otras instituciones como el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en colaboración con Ediciones Cajachina. Que entre sus múltiples propósitos está el de visibilizar ciertas zonas, ciertos textos que son del agrado -en este caso- de un editor en particular. Un editor a quien le gusta intervenir, armar publicaciones y romper con la precariedad del libro en la Isla.

Eso es Colección G. O quizás un poco más: un sello editorial con apenas un año de existencia que parte de un criterio no ecuménico para privilegiar una estética determinada. Es, desde el punto de vista comercial, un proyecto riguroso que se monta en los estándares internacionales de distribución. Es pensar la literatura desde otra tesitura, desde otra dimensión.

Armar la colección -según cuenta Gilberto Padilla Cárdenas, su editor- tardó apenas 15 minutos. El staff, integrado además por dos de los mejores diseñadores editoriales del país, Eric Silva y Michele Miyares Hollands, desde el pragmatismo de la profesión, tenía bien delimitadas sus intenciones.

“La idea es romper con este sentido medio parroquial de las editoriales cubanas -dice Padilla-, pues si revisamos sus catálogos a veces nos queda la sensación de que son un supermercado mal organizado y que funcionan como una suerte de Arca de Noé, con escritores que tienen un estatus, premios nacionales en su mayoría, con ciertos privilegios, quienes llegan a estas editoriales a resguardarse de todo cuanto acontece en el contexto de la literatura fuera de Cuba”.

No obstante, para el también filólogo y ensayista, en términos internacionales existe un desconocimiento profundo de cuanto se escribe en nuestro país. Incluso, “se tiende a confundir la literatura insular con este invento hecho por Tusquets o Anagrama”.

La noción del editorialismo, que en el mundo marca las grandes revistas y publicaciones del campo cultural, está presente en la colección, en tanto Padilla focaliza determinados textos que eluden lo que él suele llamar el Cuba appeal o esa condición peculiar de los escritores en la Isla de aprovecharse del capital simbólico que tiene la literatura cubana en el extranjero, condición por demás obsoleta, con cierto rechazo, sobre todo en países como España.

En ese sentido, Padilla quería buscar autores con cierto reconocimiento internacional, cuyas maneras de narrar declinaran el “insularismo psicológico, esa maldita circunstancia del agua por todas partes o ese sentimiento de lontananza del cual hablaba Lezama”.

Los cinco de la tribu o la franquicia de una colección

En abril de 2014 los lectores cubanos -aquellos que tuvieron la oportunidad de enterarse- asistieron a la presentación de un nuevo volumen del escritor habanero Jorge Enrique Lage en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC. La autopista: The movie aparecía por primera vez en el contexto cubano bajo el rótulo de la Colección G, como si se tratara de una ceremonia de iniciación.

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En esta ocasión los amantes de Lage descubrían una novela relacional, donde se narraban los desmanes de Roberto Goizueta, el químico cubano que fuese presidente de la Coca-Cola; la historia de Spencer Elder, el niño desnudo que apareciera en la portada de Nevermind, segundo álbum de estudio de la banda norteamericana Nirvana; el entrenamiento diario de un grupo de peloteros en la Base Naval de Guantánamo, entre otras subtramas.

“A nivel conceptual la novela era fantástica”, comenta Padilla, “porque rompía con aquella metáfora de la Isla que había disciplinado nuestra narrativa durante los últimos 20 años. En rigor, La autopista… es un no lugar, una zona de transición, la cual no aporta identidad, ni sentimiento de pertenencia. Nociones como estas me interesaban para abrir la colección”.

Poco tiempo después este sello editorial iniciaba el camino hacia otra línea promocional: el mercado europeo. Con Malditos bastardos, segundo texto de la colección, Padilla buscaba no solo posicionar la literatura cubana contemporánea en el extranjero, sino además la representatividad de otros autores. Un texto que fuera recomendado por la Revista Quimera, en España, y mencionado por el crítico español Ignacio Echevarría en el suplemento El Cultural del diario El Mundo.

“No se trata de una antología de la Generación Cero, un concepto que me parece fascinante en un contexto como el nuestro donde no existen taxonomías críticas, sino que más bien utilizo el término (de)generación para estos diez narradores; o sea, el residuo, lo que va quedando, porque no todos los escritores de una generación perduran. En resumen, Malditos bastardos es un libro heterogéneo en cuanto a estéticas y temáticas de los relatos, con cierta diversidad sexual, geográfica e ideológica”, señala.

Pero durante este año Colección G se ha nutrido de una suerte de catálogo con autores cubanos contemporáneos muy puntuales entre los que figuran Ahmel Echeverría, Jorge Enrique Lage, Legna Rodríguez, Osdany Morales y Erick J. Mota.

“He rastreado en la obra de estos narradores, textos que pueden funcionar internacionalmente”, indica Padilla. De esta manera, a la franquicia de la colección se une No sabe/No contesta, libro de cuentos de la escritora camagüeyana Legna Rodríguez, próximo a publicarse tanto en Cuba como en España, una suerte de homenaje a autores como Charles Bukowski y César Vallejo.

“Legna es medio (de)generada con el tema de los textos -sostiene Padilla-, escribe en un territorio muy extraño y a veces pone a prueba la paciencia del lector. Por eso, desde el punto de vista editorial quería crear una dimensión paralela a la lectura, donde el libro de Legna está lleno de caligramas, figuritas que a nivel textual y visual funcionan”.

De Ahmel Echeverría, Colección G llevará más adelante al campo literario español Días de entrenamiento, volumen que ganara el Premio Franz Kafka de Novelas de Gaveta, publicada por FRA en la República Checa en 2012. Mientras, Osdany Morales, radicado en Nueva York, llega a nuestro contexto con Too Much Information, donde se aúnan dos noveletas (Zeta y Graneros soleados), formato poco explorado en la literatura cubana. Erick J. Mota, por su parte, regresa con su novela Habana Underguater, con la cual obtuvo el Premio TauZero de Novela Corta de Fantasía y Ciencia Ficción en 2008.

En tanto, Gilberto Padilla indaga en la literatura de Jorge Enrique Lage y selecciona relatos -algunos inéditos, otros que aparecieron en fragmentos de novelas- en que el escritor habanero fantasea con un prototipo de mujer específico, mujeres made in Lage, según Padilla. “Será un libro armado editorialmente, que pienso titular Topless. Antología de mujeres extrañas”.

Aunque son estos cinco narradores quienes integran el catálogo, a Gilberto Padilla le interesa explorar otros géneros: “Estoy preparando una antología de ensayos cuyo título será Vacas locas y funcionará como partenaire de Malditos bastardos, pues se trata de diez ensayistas que no tienen el encanto de ser vacas sagradas. Además, quisiera hacer algo con la poesía, armar libros mayores, de más alcance. Pero estos son solo proyectos”.

Visualidad y artes plásticas: literatura desde otra dimensión

Hay en Colección G un elemento añadido: la ruptura del libro cubano como folleto, la visualidad, su factura, el diseño gráfico. “En sentido general -explica Padilla- la literatura cubana se piensa de un modo unidireccional y me molestaba que las editoriales cubanas no tuvieran en cuenta estos elementos a la hora de gestar un texto. Razón por la cual incluí artistas plásticos cubanos y contemporáneos en el diseño de esta colección, para traer al contexto de la literatura insular un poco de promiscuidad entre las artes”.

Así, en Malditos bastardos, por ejemplo, el lector podrá encontrar en contraportada la pieza Pelotón, del artista espirituano Adonis Flores, con la intención -según Padilla- de representar la imagen de la literatura cubana que también es bélica y a quien se le unen, como parte del catálogo de la colección, Jorge Otero, Glenda León, Rocío García y Mabel Poblet.

Desde el punto de vista del diseño gráfico, la portada de los libros es tipográfica, incluyendo, además, una frase que de alguna manera alude al contenido del volumen: “Ha sido muy simpático, porque ello ha creado una suerte de confusión con el título de los textos, lo cual denota que en nuestro país faltan conocimientos sobre la arquitectura de la información”.

A nivel editorial la colección roza las 120 páginas, imitando el viejo formato de Anagrama, con el propósito de hacer un libro manuable para el lector, y las notas editoriales se dan el lujo de ser efectistas, sarcásticas, extremadamente bien escritas. Detalles que, de un modo u otro, se deben tener en cuenta a la hora de gestar un libro en la actualidad.

“Leer es un placer difícil -concluye Padilla-, un acto espacial. Por ello debemos buscar estrategias, pensar en cómo insertarnos en el mercado y marcar la diferencia”.

portada

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