Fragmento (i) de Amado del Pino con motivo de la presentación de “Malditos bastardos”

Amado

Dicen que traducir es ya reinvertar una obra. En el caso de la transcripción de los testimonios, como es el caso que nos ocupa, diría que acompañamos al orador, quitando y poniendo palabras que no fueron dichas, uniendo frases que sonaron separadas. En el caso particular de Amado, por su verbo locuaz y vastísima cultura, esta labor es particularmente compleja, sobre todo ahora que nos hemos reencontrado en Madrid después de una década, donde es muy fácil marcar un número de teléfono y pedir explicaciones por tal o cual cosa. Sin embargo, no quiero dejar olvidado, al menos parte, o partes, del discurso de Amado en la Librería Rafael Alberti el pasado día 4. Que lo disfruten.

“…Yendo al título del libro, Malditos bastardos, confieso que me vino a la memoria otras lecturas de otros jóvenes malditos, más en la dramaturgia, que es el mundo en el que me muevo, donde hubo mucho talento pero también mucho provincianismo, muchas vanguardias indigestadas. Sin embargo estos diez chicos son otra cosa. Se trata de una escritura culta, muy internacional, cínica a veces, displicente otras, pero en donde apenas hay experimentalismos gratuitos ni estructuras ilegibles, sino el regreso a una prosa casi clásica -a la que regresaré después-, con muy buena carrera. Coinciden con otros escritores en que desarrollan su carrera en otros géneros, principalmente la novela, algunos con importantes premios, como Ahmel Echevarría, que es vecino mío de columna en Cuba contemporánea, una revista digital que les recomiendo leer. Y yo me preguntaba, cuando leía el libro en mi casa: ¿bastardos en relación a qué, dentro de la tradición literaria cubana? Mayoritariamente es obvio en la negación expresa de una épica larga y retórica que muchos escritores abrazaron, aunque otros no, claro. Me refiero a esa escritura característica de los milicianos heroicos donde los burgueses eran los malos de la película y había que sacarles del juego, aunque lo que estaba mal era principalmente la escritura. Claro que no todos asumieron esto, por ejemplo en los años setenta Miguel Collazo hacía una literatura parecida a esta, pero murió joven, antes de que le dieran el Premio Nacional de Literatura. También me viene a la cabeza Ezequiel Vieta, que hacía una literatura fantástica. Es decir, tampoco fue todo una escritura de milicianos heroicos. Y también estos diez jóvenes de ahora son bastardos en relación a una literatura que hemos leído últimamente, que son los que se dan a conocer a partir del eufemismo -donde los haya-, del llamado periodo especial, donde escritores como Ana Lidia Vega, Ena Lucía Portela, Alberto Guerra, que empezaron a romper con la épica anterior, llenado la literatura de lo que estaba llena la vida: de apagones, de sexo duro, el amor homosexual, de relaciones sin amor, o sea, el jineterismo. Pues estos chamacos, que no tienen todos la misma edad, cosa que me gusta, no quieren seguir en este registro. No hay un apagón, no hay balsas, hay un solo almendrón o carro antiguo, pero está en medio de una carretera cubana, en ese magnífico cuento de Anisley Negrín, Isla al mediodía, con un erotismo muy del siglo xxi, casi xxii, en el que el personaje es una muñeca inflable…”

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