Carta de presentación de los maltidos bastardos (y malditas)

00 Gilberto Padilla

Me tocó leer anoche la carta enviada -horas antes del evento- por Gilberto desde La Habana, en donde presentaba a sus bastardos (y bastardas) a la par que transmitía su idea de lo que es (y lo que fue) la literatura cubana del siglo xxi.

Sin duda la apuesta estética de Gilberto y su editorial cubana está rompiendo los moldes (los temas, el ambiente) pero atención, esto es algo es importante: lo está haciendo desde dentro, con personas (bastardas editorialmente) que se concentran en escribir sobre sus fantasmas personales, ignorando el terreno conocido de la jinetera, la maraca, el ron.

Si hay ruptura o simplemente reacomodamiento vital y estético -como nos dio a entender Amado del Pino también anoche- es algo que está por verse. Y sobre todo algo que vamos a ver desde la Colección G. de Ediciones La Palma próximamente, cuando vayan saliendo de la imprenta los volúmenes monográficos de los bastardos (y bastardas).

Lo que sí creo que deja patente la lectura de este libro es lo siguiente: más allá de los temas u objetos de interés, la creación literaria cubana de la actualidad ha roto fronteras, quiero decir que está dejando de mirarse el ombligo (algo que ha hecho con mucho talento en numerosas ocasiones y que le ha brindado una identidad densa). No solo discurre en La Habana y en NYC, sino que los referentes culturales, incluso la intertextualidad, pertenecen a la cultura universal y, por qué no reconocerlo, a la norteamericana con particular vehemencia.

Para no extenderme más, ya que la idea es presentar un extracto de las palabras de Gilberto, les dejo con él a continuación (no dejen de fijarse en la fecha de escritura de la carta):

Portada_Malditosbastardos

“…Imaginemos, por un momento, que escribimos ese libro en Cuba. Imaginemos la literatura cubana contemporánea como uno de esos departamentos llenos de cuerpos destrozados, suciedad y mal olor. A estos diez Malditos bastardos habría que leerlos desde esa habitación. Es posible que ahí esté el secreto de este libro: en la profanación de las letras cubanas. Amputar a Zoé Valdés, a Pedro Juan Gutiérrez, a Leonardo Padura (que juntos suenan como un bufete de abogados implacables). Porque las editoriales extranjeras han contribuido a una especie de autismo insular, como si la literatura cubana fuera una creación de Anagrama, de Tusquets, de Planeta.

Para averiguar qué provoca un volumen como Malditos bastardos tal vez sirva pensar en la pregunta que nos hacemos después de leerlo. Y esa pregunta no es: ¿qué quiere decir?, sino: ¿qué pasó? Es decir: la misma pregunta que nos hacemos después de un crimen, un delito, una infracción. Porque el verdadero escándalo de estos diez narradores antologados consiste en atentar contra el principio de realidad de “lo cubano”. Lisiar la verdadera plaga de balseros, jineteras y Otelos que salen cada día a contagiar a la narrativa como su ébola. Como si la literatura cubana contemporánea fuera un parque temático, una atracción especial, una reserva natural: ¡Visiten este país disfuncional! –dice la copla– ¡Concédanse el estremecimiento de la cuban experience!

Pero a la vez que esto ocurre, comienza a saberse de la existencia de autores que se rebelan, a principios del siglo XXI, contra esa suerte de estética venérea. Nacidos generalmente en los umbrales de la década de los ochenta, para ellos el contexto de “lo cubano” constituye un mero dato anecdótico, un desafío, más que un mecanismo de legitimación. Autores que no pertenecen al panteón de las grandes editoriales, y por esa única razón no figuran en la alfombra roja del mercado mundial. Diez neuróticos gourmet que decidieron fundar una tradición que fuera distinta. Para ellos, esa Cuba de vademécums –como la de las guías turísticas de Christopher P. Baker o la que reproducen los aparatos ideológicos del Estado (AIE)– es el espejo del vampiro: un sitio donde no se ven reflejados, esto es: un no-lugar, un muro…”

La Habana, 4 de diciembre de 2014

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