29 tatuajes/ La central, Madrid

La Central 1

“Un hombre ve a otro hombre con tatuajes y se pregunta si este hombre estuvo preso.

La gente se hace preguntas que puede responderte, y la respuesta combina con sus creencias.

Yo me pregunto si un hombre al ver mis tatuajes se pregunta si estuve presa.

Y la respuesta combina con mis creencias.

Pero estoy equivocada, esa no es la respuesta.

La verdad es que sí, estuve presa.

Cada vez que estuve presa me hice uno.

En la cárcel de mujeres una mujer le hace un tatuaje a otra, y esa mujer le pide que se lo haga con cariño.

Así que son tatuajes nacidos del amor.

Duele porque quema.

El tatuaje.

Y el amor”

Legna

No Sabe/ No contesta

Legna Rodríguez Iglesias

Colección G.

Ediciones La Palma

Librería La Central, Madrid

Autores cubanos desde la octava isla: Isliada, 22 de octubre de 2015

Por: Rafael Grillo

Para los que echamos de menos que las editoriales foráneas no se interesen por otros autores cubanos que no sean Pedro Juan Gutiérrez, Zoe Valdés y Leonardo Padura, enterarse de la labor, ya sostenida en el tiempo, por la española Ediciones La Palma a favor de la literatura de la isla grande del Caribe, es una situación muy grata.

En los últimos meses, Isliada ha tenido mucho contacto electrónico con Ignacio Rodríguez, representante de esa editorial radicada en Madrid, y él nos ha puesto en conocimiento de la más reciente Colección Cuba (identificada en página de internet como La Octava Isla) y sus nuevas publicaciones, así como de fructíferas ediciones anteriores y venideras.

Cabe empezar por lo último de lo último, el lanzamiento más fresquito, de septiembre pasado, cuando en un esfuerzo conjunto entre La Palma y Colección G vio la luz No sabe/No contesta, nuevo libro de Legna Rodríguez Iglesias, la autora que en 2011 obtuviera el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar. Según la apasionada nota de contraportada se trata de “un libro neurótico. De hospital. Sus 15 historias son para perder el juicio”. También se le califica de “libro promiscuo”, por la imposibilidad de encasillarlo en las etiquetas al uso de “cuentos”, “novela”’ o “poemario”.

No es la primera vez que Legna pasa por el catálogo de este proyecto, ni tampoco el primer volumen salido de este esfuerzo combinado. Pues a este volumen 1 le antecedió un número 0, la antología recopilada por Gilberto Padilla y titulada Diez narradores cubanos que no son Pedro Juan Gutiérrez, Zoe Valdés y Leonardo Padura ni…, donde además de la autora nacida en Camagüey, 1984, se incluyó a otros escritores  actuales, y ya multipremiados en certámenes nacionales, de los conocidos dentro de la Generación 0, como Ahmel Echevarría, Jorge E. Lage y Raúl Flores.

Desde febrero de 2014, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, la autóctona Colección G (desprendimiento de la Editorial Cajachina del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso) había pactado este hermanamiento con el sello madrileño para la impresión y distribución en España de esta colección que se sumaría a la Colección Cuba, su predecesora dentro de Ediciones La Palma.

El romance de La Palma con la literatura cubana comenzó, en verdad, desde 1994, cuando su colección Archipiélago publicó una antología de la creación poética cubana en la década del 80 (integraba a autores como Víctor Fowler, Atilio Caballero, Sigfrido Ariel, Antonio José Ponte y Sonia Díaz Corrales). Más tarde, en 1997, fue dentro de la colección Ojo Inmundo que salió Toda esa gente solitaria. 18 cuentos cubanos sobre el sida, un volumen en el que participaron Alexis Díaz Pimienta, Ronaldo Menéndez y Yoss, entre otros.

Ese mismo año acogió la salida del poemario Escrito para borrar. Cuaderno de playa, de Orlando González Esteva; y detrás han conseguido espacio más poetas: Soleida Ríos (El libro roto. Poesía incompleta y desunida , 2003), y Lorenzo García Vega (Erogando trizas donde gotas de lo vario pinto, en 2011, poco antes de su muerte).

Ya en 2013 toma cuerpo la idea de crear una Colección Cuba, cuyo primer lanzamiento sería el Mural de poesía cubana, en 2015, que abarca desde los orígenes hasta el momento vanguardista de esa expresión en la isla y fue coordinado por un experto del nivel de Virgilio López Lemus.

La última apuesta de Colección Cuba está todavía en imprenta y será Cuba: memoria y desolvido, nada menos que una selección de crónicas periodísticas desde el primer viaje de Colón a Cuba hasta la segunda mitad del siglo XX cubano, con textos alegóricos al origen del ferrocarril en Cuba, la memoria de los cines de pueblo, el ajiaco, la toma de La Habana por los ingleses… Quien fraguó ese libro es José Antonio Michelena y cuenta con el sabor adicional de una introducción escrita por el recién galardonado con el Premio Princesa de Asturias, Leonardo Padura.

Puestos al corriente de esta andadura amable y quijotesca de La Palma por los caminos de la literatura cubana, que pareciera contradecir al desdén por nuestras letras mencionado al inicio, sólo resta animarlos a regresar a la rebeldía de Legna Rodríguez y emprender la lectura de No sabe/No contesta.

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La Palma distribuye “La autopista: The movie”, de Jorge E. Lage

Gracias al acuerdo entre Cajachina y ediciones La Palma, contamos con un limitado número de ejemplares del inaugural libro de la colección G. “La autopista: the movie”, de Jorge Enrique Lage, a disposición de los amantes de la colección G. en todo el mundo. Se trata de la edición cubana, con ilustración en contraportada de Jorge Otero Escobar.

Banner (con logo de Colección G.)

De esta novela, Rafael Rojas (Libros del crepúsculo, 2014) dijo: “Leyendo La autopista confirmo algo que he comentado aquí y es que la más joven generación de escritores cubanos llega con un repertorio simbólico y un campo referencial fuertemente marcado por la cultura popular y, especialmente, por la cultura popular mediática y electrónica de Estados Unidos -publicidad, series de televisión, Hollywood, nuevas tecnologías-, lo cual establece diferencias clarísimas con la generación inmediatamente anterior, la de los 90, que era más letrada, rusófila y afrancesada. No es extraño que esta nueva generación aparezca ya con un dominio pleno de la novela y el cuento, como géneros literarios, que no pase por el ritual iniciático de la poesía tertuliana y que no haga culto a la escritura fragmentaria, tan celebrada por el postestructuralismo y el postmodernismo en los 80…”

La novela solo se podrá obtener, a partir de noviembre, vía catálogo: http://www.edicioneslapalma.com/catalogo/

02 Jorge Enrique Lage

La PALMA y CUBA; CUBA y LA PALMA

LA PALMA Y CUBA; CUBA Y LA PALMA

La editorial La Palma comenzó su andadura cubana en 1994, de la mano de la poesía, como no podía ser de otro modo. La colección Archipiélago, dirigida por Elsa López, publicó una antología de la creación poética cubana en la década del 80, donde aparecen poetas como Víctor Fowler, Atilio Caballero, Sigfrido Ariel, Antonio José ponte o Sonia Díaz Corrales. La antología estuvo a cargo de Alicia Llarena, quien también escribió, junto a Osmar Sánchez Aguilera, una interesante introducción a la poética insular.

libro poesía

En el año 1997, trece años después de la fundación de La Palma, la colección Ojo Inmundo dirigida por David Cabrera, publica “Toda esa gente solitaria. 18 cuentos cubanos sobre el sida”, el primer volumen de relatos vertebrados por la experiencia del VIH a una serie de nóveles escritores cubanos, casi todos desconocidos en el extranjero por entonces y aun en la propia isla, y que hoy forman parte de un pequeño grupo consagrado a la escritura dentro y fuera de Cuba. En esta primera antología de relatos podemos encontrar a Alexis Díaz, Frank Lima, David Díaz, Norberto Marrero, Rolando Menéndez, Miguel A. Fraga o Yoss. La antología fue preparada por José Ramón Fajardo y Lourdes Zayón. El origen de la antología fue el taller literario “La montaña mágica” del sanatorio Santiago de las Vegas o “Sidatorio Villa de los Cocos”, donde los antólogos impartían técnicas narrativas a las personas infectadas por el IVH. El título responde a una de las pasiones de Pepe Fajardo: los Beatles. Cien ejemplares fueron llevados a Cuba ese mismo año y aún hoy, de tarde en tarde, se puede encontrar alguno de ellos en los puestos de libros de segunda mano.

toda esa gente

En ese mismo año, 1997, la colección Tierra del poeta saca a la luz otro tesoro insular: “Escrito para borrar. Cuaderno de playa”, del poeta Orlando González Esteva.

escrito para borrar

Desde esa publicación, la editorial La Palma, orientada en consagrar las creaciones poéticas dentro y fuera de España, no olvidó sus relaciones con la octava isla. En numerosas ocasiones surgieron proyectos, aunque la mayoría de ellos quedó en el inventario de las memorias. No fue así, empero, en el caso de la poeta Soleida Ríos, cuyo poemario, “El libro roto; poesía incompleta y desunida septiembre 1987 – julio 1989”, fue editado en 2003, en la colección Ministerio del Aire, con una Nota debajo de la puerta que dice “este libro se escribe bajo un signo terrible: dios es el hombre y tiene miedo a su edad…”

soleida

En el año 2011, poco antes de su muerte, salió a la luz la última apuesta poética de Lorenzo García Vega, “Erogando trizas donde gotas de lo vario pinto” en el número 7 de la colección La Palma, dirigida por el también poeta Nicolás Melini.

Lorenzo

A finales de 2013, un equipo de intelectuales españoles con estrechas relaciones con la cultura cubana, aglutinados en la editorial La Palma, pergeñó la idea de recuperar una parte del inmenso material artístico que duerme en el sueño insular. De este modo, surgió la idea de la Colección Cuba, un intento restaurador ajeno a encorsetamientos genéricos, y por tanto heterodoxo, que pretende cubrir el vacío de una suma de minoritarias pero inmensas sensibilidades artísticas que sobreviven talentosamente en la Cuba de hoy pese al aplastamiento de sus condicionantes materiales. El primer número, “Mural de poesía cubana”, abarca la poesía cubana desde sus orígenes al vanguardismo, editado a inicio de 2015 bajo la dirección de Virgilio López Lemus.

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En febrero de 2014, durante la Feria del Libro de La Habana, se materializó el acuerdo entre Ediciones La Palma y Editorial Cajachina, por la cual se imprimiría en España una colección hermana, aunque no gemela, de la Colección G. habanera, partiendo de un número 0 inaugural que recogería 10 relatos de 10 narrador@s jóvenes y prolíficos en publicaciones y premios. Diez narradores y narradoras que, como bien señala Gilberto Padilla, editor de la colección, no son ni Pedro Juan Gutiérrez, ni Zoe Valdés ni Leonardo Padura… sino Ahmel Echevarría, Orlando Luis Pardo, Legna Rodríguez Iglesias, Jorge E. Lage o Raúl Flores.

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En el año 2015, tras las numerosas alabanzas de revistas como Leer o Quimera, así como de críticos literarios como Ignacio Echevarría o Daniel Serrano, por no hablar del propio Pedro Juan Gutiérrez, que se encontró con el libro en la Feria del Libro de Tenerife y acabó comprándolo, leyéndolo y reseñándolo, La Palma afianza su relación con la Cajachina habanera y saca a la calle, con una semana de diferencia con La Habana, el segundo volumen de la Colección G.; “No sabe/ No contesta”.

Legna

Y para acabar la actualización, la editorial La Palma tiene en imprenta el siguiente volumen de la Colección Cuba. Una selección de crónicas periodísticas desde el primer viaje de Colón a Cuba hasta la segunda mitad del siglo XX cubano. En el libro “Cuba: memoria y desolvido” se recogen textos de los orígenes del ferrocarril en Cuba, de la memoria de los cines de pueblo, del ajiaco, o de la toma de La Habana por los ingleses. El autor del libro es José Antonio Michelena y cuenta con una soberbia introducción de Leonardo Padura.

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Las colecciones G. y Cuba siguen buscando artistas…

“Mural de poesía cubana” en “El marcapáginas de Gestiona Radio”, 12 de septiembre de 2015

Desde los orígenes al vanguardismo

El sábado 12 de septiembre se emitió en directo un coloquio sobre la cuasi antología “Mural de poesía cubana”, una primera propuesta para adentrarse en la poesía insular desde sus orígenes hasta el vanguardismo del siglo XX.

Elmarcapáginas

En la tertulia radiofónica participaron: el conductor, David Arranz; el autor, en conexión directa desde La Habana, Virgilio López Lemus; el responsable de la Colección Cuba de ediciones La Palma, Ignacio Rodríguez; y los contertulios Antonio Domingo y Ricardo Guerrero.

heredia

David Arranz, además de conducir la tertulia, leyó varios de los poemas, entre ellos “Oda a la piña” de Manuel de Zequeira y Arango, “Niágara” de José María Heredia, “Al partir” de Gertrudis Gómez de Avellanada, “Hierro” de José Martí o “Proclama” de José Talet.

Virgilio López Lemus profundizó en la construcción de la identidad nacional cubana a través de la poesía, desde los mismos tiempos de “Espejo de paciencia” (s.XVII), y recalcando la importancia de los elementos identitarios en poemas como los de Heredia (s.XIX), siendo un medio de expresión del pueblo naciente, que se refuerza con la contribución a la creación del Modernismo que realiza José Martí.

Como colofón de la tertulia, autor y editor se comprometieron a trabajar en una segunda edición ampliada para 2016.

VLL

Les invitamos a oír la tertulia íntegra en el siguiente enlace:

http://www.gestionaradio.com/26019-el-marcapaginas-david-felipe-arranz-2-2015-09-12-200000-256kbps-mp3/

Dirige y presenta: David Felipe Arranz

Correo electrónico: elmarcapaginas@gestionaradio.com

Sueño para compartir el horizonte La bendita circunstancia del mar

Por José Antonio Michelena

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En su poema, leído el 14 de agosto, durante la ceremonia de reapertura de la embajada estadounidense en La Habana, el poeta Richard Blanco eligió el mar como metáfora de unión entre las dos naciones que inician un nuevo camino, entre las personas que, en ambas orillas, sueñan con “el fin de todas nuestras dudas y miedos”.

Ciertamente, el mar, como sujeto, actor, símbolo, escenario, ha estado presente siempre en la poesía cubana. “¿Quién es sagrado Mar/ quién es el hombre/ A cuyo pecho estúpido y mezquino/ Tu majestuosa inmensidad no asombre”, escribió José María Heredia; mientras que Gertrudis Gómez de Avellaneda, “no encuentr[a] delicia ninguna/ como amar y cantar en el mar”.

Por el contrario, Virgilio Piñera dice en “La isla en peso”: “La maldita circunstancia del agua por todas partes/ me obliga a sentarme en la mesa del café./ Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer/ hubiera podido dormir a pierna suelta”.

Pero es que “Una isla es una ausencia de agua rodeada de agua: Una ausencia de amor rodeada amor”, según Dulce María Loynaz; y seguidamente pregunta: “¿Qué es un océano?”, para responder: “El mar es solo un sueño largo/ que está soñando la tierra/ entre soles columpiada/ Es el sueño de la tierra/ dormida sobre una llama”.

De manera que las voces de nuestros clásicos murmuran en el texto de Richard Blanco, quien hubiera nacido en la isla y no en España si las circunstancias hubieran sido otras para su familia, y hubiera leído más a Ballagas, Lezama, Piñera, o Diego, que a los escritores de lengua inglesa.

Pero la vida, para él, como para muchísimos otros, fue así. Creció lejos de la tierra de sus padres y abuelos, mas estos le hablaron de sabores, olores y colores, y, como la nostalgia también se aprende, soñó con esa isla, y soñó con un océano compartido donde el sonido de las olas sea un mantra que nos sane por encima del ruido del odio y la amargura.

Muy pocas familias cubanas, tal vez ninguna, en los últimos cincuenta y seis años, ha escapado del dolor por la separación –exilio de por medio– de un ser querido, o un amigo entrañable; o, peor aún, por su trágica pérdida en el mar.

Cada familia tiene una historia de vida distinta, recuerdos distintos, pesares distintos, un espacio en el pecho donde reposan esas personas que no hemos vuelto a ver. Allí están dos de mis tías, cinco primos hermanos, una tía-abuela, y una prima segunda a quien quería como una hermana mayor. Unos fallecieron y para otros yo estoy muerto. Ninguna señal, de este lado del mar, es atendida.

No sé si para ellos, los que quedamos aquí, fuimos desterrados de los álbumes de fotos, o, como mi hermano y yo lo hacemos, guardan aquellas imágenes de un tiempo remoto en que los mangos se pudrían en el suelo, jugábamos bajo la mata de mamoncillos y danzábamos todos descalzos bajo la lluvia.

Así como nunca más he visto a esos familiares, igual me ha sucedido con viejos amigos, quienes, a diferencia de los primeros, pueden estar en Facebook y hasta ser contactos nuestros en la red, pero es como si fueran otras personas, mutantes que solo muestran sus rostros en fotos.

A todo el mundo no le ha pasado lo mismo. Mi esposa se reencontró con su hermano después de cuarenta y ocho años sin verlo, y aunque estuvieron como media hora llorando, sobrevivieron al encuentro. Mi cuñado, en cambio, nunca más vio a su padre y este murió nombrándolo en el minuto final. Cada familia cubana tiene un arsenal de recuerdos en estos asuntos.

Conozco una señora de 94 años que emigró en 1959 y lo añora todo de Cuba. No hay un día en que no diga que el café de allá no le gusta y que quiere comer comida cubana porque ya sus hijos y nietos solo comen al estilo americano, y a ella le encanta el plátano maduro frito, el arroz blanco con picadillo, huevo frito y ensalada de aguacate, y se muere por los tamales, el pescado frito, el arroz con pollo y la yuca con mojo.(“Lejos de ti la sed y el hambre/ no se sacian/ con halagos de frutas y chorros de agua:/ lejos de ti es la soledad concreta”, escribió Juana Rosa Pita en “Carta a mi isla”.)

Esa nonagenaria, a quien Ernesto Lecuona dedicó una canción (Azul), habla de las calles de Centro Habana como si caminara por ellas ahora mismo y recuerda todos los refranes cubanos. Dice que cuando salió, por mar, miró intensamente la isla y dijo: déjame mirarte bien porque estoy segura que no te volveré a ver. Quizás ella, al partir, recordaba los versos de la Avellaneda: “¡Adiós, patria feliz, edén querido!/ ¡Doquier que el hado en su furor me impela,/ Tu dulce nombre halagará mí oído!”.

Pero ha pasado el tiempo, que nunca se detiene, porque “en el tiempo no se huye”, nos dejó dicho en “Cuerpo del delfín” Fayad Jamís, quien, en el mismo poema, deslizó este mensaje: “Un ave transparente, gimiendo, allá arriba construye un nuevo mar,/ entre la vieja ciudad y el viejo mar,/ encima de nuestros cuerpos y del muro”; un sueño al que, muchos años después, responde Richard Blanco: “Hoy, el mar sigue diciéndonos/ El fin de todas nuestras dudas y miedos/ Es admirar a los azules lúcidos de nuestro horizonte compartido”. (2015).

[Publicado en ipscuba.net/espacios/laesquinadepadura]

1 septiembre, 2015

¿La hora del libro independiente en Cuba?

logo isliada

Aquí os dejo un artículo de Isliada de 2014 sobre las posibilidades de hacer edición independiente en Cuba; un escrito muy interesante que alude a Colección G.

Por: Rafael Grillo 6 de julio de 2014.

PARA LEER Y APLASTAR (PRIMER ACTO)

—LIBRO LATA: ese es el nombre que di a mi proyecto —dice.

Y el objeto que ha puesto en mis manos cumple esa consigna, literalmente. Un puñado de hojillas impresas con poemas en letra pequeña y encuadernadas con la merced de gruesos anillos de cobre. Unas láminas de envase cervecero estrenándose en las funciones de cubierta y contracubierta. Y no de una birra cualquiera sino de la cubanísima Cristal, aquella que el eslogan dice: “Cervezas claras conservan amistades”.

Acabo de conocer en persona a Osmel Almaguer, y lo invito, justamente, a beber unas cristales. Brindo el pretexto de halagar el encuentro y rebajar el calor ignominioso; si bien mi interés esencial es que me cuente más del “Libro lata” y ofrecerle, de paso, un aporte de materia prima a su proyecto.

Osmel es poeta y promotor cultural, dos cualidades que podría fundir en “su invento”. Pendiente aún de publicar su primer cuaderno con alguna editorial nacional —tiene uno, casualmente titulado La Pendiente, en proceso editorial por Ediciones Ávila—, está explorando la vía de la autopublicación con el engendro de hoja y lata, donde ha vertido su poemario On crash.

Pero no quiere que este sea ejemplar único y planea que otros autores entren en “el catálogo” de los libros-lata. Otros que siente cercanos, de su generación; y en particular se identifica con “aquellos que hacen una poesía de línea dura”. Se refiere al estilo que hoy representan jóvenes como Oscar Cruz, José Ramón Sánchez, Legna Rodríguez, Jamila Medina

Osmel sueña también con que su emprendimiento pueda adquirir algún valor comercial. “Colocarlo en los puestos para turistas de los artesanos”, dice. Piensa en su significado de únicos, de libro-objeto, acaso “hecho performático” o “gesto conceptual”. Con sus Libros-latas pretende alcanzar una alianza absoluta de forma y contenido: versos crudos y embalados bajo una tosca apariencia. “Para vender en CUC”, dice.

Osmel quiere hacer y vender por cuenta propia sus metáforas de la vida real. Vida dura y frágil: Cristal. Cuba de hoy: oposiciones de mercado y carencias, de vitrina y subsistencias. Insinuación de los buzos: gente que hurga en la basura y recopila latas vacías para trocarlas por pesos. Insinuación de los usos: gente que de latas vacías hace sus vasijas contra la sed.

En uno de sus poemas de On crash escribió Almaguer: “con la cara de Martí en los billetes/ niños pagan el durofrío/ calman sus deseos de lamer/ mi madre/ vende y de paso los educa/ pequeños adictos al frío y la dureza”.

¿ALTERNATIVOS CON INDEPENDENCIA? (INTERLUDIO)

La hora del audiovisual independiente en Cuba comenzó hace ya más de una década. Cámara digital en mano (gracias al efecto democratizador de las nuevas tecnologías), conocimiento aportado por las academias (gratuita, dicho sea), más talento, frescura y atrevimiento de grupo etario emergente, se unieron para ir poco a poco bajando humos a la institución estatal, el ICAIC, hasta esa fecha organismo supremo, que centralizaba y fiscalizaba toda la producción y distribución de la actividad cinematográfica.

Fueron apareciendo entonces un puñado de “productoras independientes”, con nombres como Cucurucho o En Candela, que daban cuenta, a la vez, de su precariedad y de su brío. Al día de hoy, este fenómeno parece imparable y aunque todavía no acaban de recibir un respaldo legislativo, ya algunas como Quinta Avenida (premiada nada menos que con el Goya, por Juan de los Muertos) hacen ruido allende fronteras.

En el ámbito del libro, en cambio, ha tardado más para que se desboquen los jóvenes caballos. Algo que, en parte, puede ser explicado por el impulso estatal a la cobertura editorial dado en el tránsito de entre siglos, con la aparición de varias editoriales nuevas, las llamadas “Riso”, que cubrieron toda la geografía del país y calmaron las apetencias de publicación de los autores nacientes, y las de lectura, para tantos lectores cubanos cuyos apetitos soportaron hambre suprema durante “la crisis del papel” de los años 90.

Inconformidades nuevas y, en consecuencia, apetencias nuevas, están comenzando ahora a empujar el panorama hacia una modificación que en el futuro se vislumbra sustancial. ¿Actores alternativos a la hegemonía del Instituto Cubano del Libro? ¿Independientes en los dominios de producción editorial? Pues sí, ya hay algunos casos…

En “Puestos pá su cartón”, un reportaje de Ihoeldis Rodríguez aparecido el 14 de abril de 2014 en Diario de Cuba, desmenuza la corriente de las “editoriales cartoneras”. Basadas en la manufactura de libros a partir del reciclaje de desechos, las pioneras llevan de nombre: Ediciones Samandar, Costanera Editorial y Ediciones Encaminarte.

Cada una tiene su cabeza pensante y su filosofía fundacional. En el mencionado artículo, plantea la poeta y promotora Teresa Fornaris que Ediciones Samandar surge a partir de que “hay una especie de necesidad, de espacio vacío, que hay que cubrir”. Alude fundamentalmente a la poesía, en el momento que este género, con más practicantes en la isla que potencialidades económicas para sacarse en libros, comienza además a ser relegado a fuer de las actuales condiciones de exigencia de “rentabilidad comercial” a las editoriales estatales.

Por su parte, Yanelys Encinosa, poeta y creadora de Costanera Editorial, ve en esta una opción de “autogestión editorial para la promoción de la joven literatura”. Mientras, Junior Fernández persigue un propósito similar con Ediciones Encaminarte y adiciona la intención de corregir ciertas dinámicas disfuncionales de la promoción y distribución del libro.

Un rasgo común de estas tres iniciativas “libertarias” es, sin embargo, la búsqueda de alguna sombrilla institucional bajo la cual cobijarse de la intemperie legislativa; toda vez que el business editorial en Cuba está constitucionalmente amarrado para que sea asunto de Estado. Así, Fornaris recibe amparo como directora de la Casa de la Poesía en La Habana Vieja; Costanera Editorial cuenta con la suerte de que su gestora esté vinculada al Centro Cultural Dulce María Loynaz; y Ediciones Encaminarte, con sede en Las Tunas, ha buscado a Ediciones La Luz, de la Asociación Hermanos Saíz de Holguín, para iluminarse una vía de publicaciones. Luego, estas se conciben a sí mismas como “complementarias” y “no competidoras” con la gestión estatal.

Colección G es la denominación adoptada por un caso parecido a los anteriores en cuanto al binomio independencia-institucionalidad; pero distinto en cuanto al soporte, porque se fragua dentro del camino más tradicional, la producción industrial del libro. Comandado por Gilberto Padilla, un ensayista y profesor de literatura; este ha compaginado su rol al frente de la editorial Caja China del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, con la iniciativa de fundar un sello literario cuya novedad respecto al contexto definió en la presentación de su primer título (La Autopista: The Movie, del escritor cubano Jorge Enrique Lage), de la siguiente manera:
“Cuando se revisan los catálogos de las grandes casas editoriales (creo que no hablaba de las extranjeras, Tusquets o Anagrama, sino de las nativas: UNIÓN, Letras Cubanas…), se evidencia una monotonía en las obras y la ausencia del valor del juicio personal, del editorialismo”.

Pero la demarcación de Colección G no sólo es un dilema de contenidos y autores; también “nos hemos propuesto romper con todo aquello precario en el libro cubano —dijo Padilla—, principalmente, con el libro cubano promedio, y a romper con la larga historia del texto cubano como folleto”. Esta intención se comprende con sólo una ojeada a la novela de Lage: presencia de sobrecubierta y solapas, con un diseño “distinto”, de elegancia con sobriedad, y una atractiva imagen del artista plástico y fotógrafo Jorge Otero abarcando toda la contracubierta.

Encima, y según Padilla, Colección G “se propone lograr que los autores tengan una edición de culto con todo lo que ello implica, una tirada de mil ejemplares, una buena distribución, una promoción alarmante”. De lo anterior se desprende que algunos canales, “bastante alternativos” por cierto, tendrá que abrir para conseguir este propósito.

En esta afluencia de protagonistas de estreno para el contexto literario cubano, se echa a ver la ausencia de proyectos enfocados hacia el terreno más en boga y el más promisorio en este mundo que emigra ineluctablemente hacia lo digital. Pero, como mismo “ojos que no ven corazón que no siente”, en un escenario donde todavía hay escritores, editores y lectores que a la palabra Internet le atribuyen resonancias fantásticas porque nunca —o muy poco— han pisado el sendero virtual, se entiende que términos como ebook o libro electrónico les suenen a “sueños de la razón” que, acaso, “engendran monstruos”.

FÁBULA DIRECTA AL CORAZÓN (SEGUNDO ACTO)

José Adrián Vitier tiene sangre de Orígenes: es nieto de Cintio Vitier y Fina García Marruz. De alguien así no extraña que en el acto de constitución de su proyecto literario personal, se pronuncie con una fábula. Y una fábula de las más antiguas: Bien vs. Mal; Dios y el Diablo disputándose el corazón humano.

Sería largo el cuento completo y, aunque esto no le satisfaga a José Adrián, tendré que ofrecerlo abreviado, en onda Reader Digest:

Dice la fábula que funda la Colección La Isla Infinita, que Dios dio a Adán y Eva el Primer Lenguaje; y atrás llegó el Diablo con su tentación de la Torre de Babel y atomizó a los hombres en mil lenguas. Entonces, Dios “empleando magistralmente eso que los guionistas llaman puntos de giro” bendijo la diversidad y benefició a las culturas con la invención de los alfabetos y los libros buenos y necesarios. Contraatacó el Diablo con la creación de la industria editorial y la codicia que hizo parir los malos libros. El próximo paso estratégico del Señor fue engendrar al amigo, que sólo recomienda el libro ideal… De tal modo ha perdurado la disputa por los siglos de los siglos, tan encarnizadamente que es difícil saber siquiera cuál de los dos inventó el libro electrónico…

Para conocer a José Adrián, en la época que él iniciaba junto al abuelo una revista con el mismo nombre del sello editorial de hoy, tuve que trepar por una escalera al cielo. Era el año 1999 y había apagón, no funcionaba el elevador y Vitier vive en lo más semejante a un rascacielos que hay en La Habana: el Edificio Focsa.

Desde entonces me pareció un tipo que habita en las alturas. Más no por el piso elevado, y tampoco porque exhibiese soberbia de su linaje. Me refiero a las cumbres del espíritu idealista, a las de los sueños y la imaginación. Desde entonces le he visto mostrándose en distintas facetas de la creación: como escritor, editor, ilustrador y pintor, traductor…

Sólo a alguien como él se le ocurriría recuperar la hechura del libro como un suceso manual, y no entenderlo como un signo de precariedad. Al contrario, como un exceso de lo sublime, un empeño rigurosamente estético. Sólo a alguien así se le ocurre involucrar a su esposa Nara, otros familiares y amigos en la fabricación, mediante técnicas artesanales y del grabado, de libros como el Tao Te Ching, La princesa leve de George MacDonald, Escrito de los cinco anillos de Miyamoto Musashi, Mitos y leyendas celtas de Thomas W. Rollestone, junto Las cartas de Martí compiladas por Fina y volúmenes de Eliseo Diego y Samuel Feijóo, entre otros.

A la hora de seleccionar su catálogo, Vitier escoge esos libros que nos sirvan “para aprendernos mejor la conmovedora belleza del mundo’, y reencontrar ‘el alimento innombrable: lo real”. Él parte de la premisa latina Cor ad corloquitur (“El corazón al corazón habla”) y expone de esta manera la razón que lo incitó a crear la Colección La Isla Infinita:

—En mi humilde criterio, la principal causa de que esté decayendo el hábito de leer es que, en su mayoría, los libros que se publican, dentro y fuera de nuestro país, no parten del corazón de nadie, no conmovieron a ningún editor, y difícilmente estremecerán a algún lector; no obstante, llenan las estanterías, obstruyendo con su sola existencia el acceso a los pocos libros que realmente justifican el hábito de leer y pueden suscitar lecturas profundas o memorables en algún lector.

La autopista

Rafael Rojas recomienda LA AUTOPISTA. THE MOVIE (Colección G., 2014), de Jorge Enrique Lage

Lage: de la utopía al apocalipsis

La cultura cubana ha sido un lugar saturado de representaciones utópicas, que apenas en la era global se ve obligado a asimilar sus propios límites. Todavía en la década de los 90 y los primeros años del siglo XXI, buena parte del discurso cultural cubano daba crédito al tópico del “naufragio de la utopía”, con lo cual los encargos providenciales que se hacían a la isla parecían asomarse a una segunda oportunidad, siempre postergada. El malestar que provoca esa vuelta a la geografía, en medio de la globalización, puede interpretarse en algunos de los proyectos literarios mejor armados desde la isla, en los últimos años.

Leo en la última novela de Jorge Enrique Lage, La autopista. The Movie (La Habana, Colección G, 2014), una forma de lidiar estéticamente con ese malestar. Desde su anterior Carbono 14. Una novela de culto (Lima, Ediciones Altazor, 2010), Lage (La Habana, 1979) se había interesado en el tema de la ucronía o la yuxtaposición de los tiempos nacionales, al ubicar la trama en un futuro impreciso de la isla, aunque adherido al siglo XXI y a la “misma Habana del realismo”. Evelyn, la extraterrestre que cae desnuda en la isla, con la Tabla Periódica de Mendeleiev bajo el brazo, luego de una explosión en su planeta, llamado Cuba, es un personaje que plantea desde las primeras páginas esa caotización ucrónica del relato.

El isótopo radiactivo que da título a la novela refiere la aplicación del método del carbono 14 para medir la temporalidad de cualquier objeto  -la ropa interior, por ejemplo- en una ciudad que, a pesar de las múltiples escenas que la asocian con la Habana de hoy, es una cápsula atemporal, con rastros de todas las edades posibles de la isla. El escenario reconocible de La Habana actual, en Carbono 14, es un elemento compensador del futurismo de la novela, toda vez que en el telón de fondo de ese presente perpetuo hacen contacto, como en las terminales de un cable electrónico, el pasado y el futuro de los personajes, sus memorias y sus tramas.

En La autopista, sin embargo, ese presente se ha visto dinamitado, no por una explosión en un planeta remoto, llamado Cuba, sino por la agresiva desestructuración de la historia y la geografía que ha producido el megaproyecto de una carretera que atraviesa el golfo de México y el Caribe y une a Nueva Orleans y Miami con las pequeñas islas antillanas, ahora convertidas en estaciones de paso, México, Centroamérica y Suramérica, Cancún, Curazao y Cartagena. El futuro, en La autopista, es un dispositivo ingenieril y tecnológico que ha borrado las naciones y sus capitales, las temporalidades y sus legados. La ciudad, atravesada por la autopista, se sigue llamando “la ciudad”, pero su presencia no carga con aquella habanofilia que, en forma de guiños topológicos, emergía en la novela anterior.

Los personajes de La autopista (el Autista, Vida Guerra, Hu Jintao, Poppy, el Profesor, Cabeza de Cubo…) carecen de ese afecto generacional que todavía se lee en Carbono 14 y que dotaba la ficción de una suerte de lenguaje cifrado. Aquí el futurismo está desaforado, por decirlo así, precipitado en un tobogán de relatos que se ramifican y que desplazan constantemente el eje de la ficción. Todos los personajes son, de hecho, periféricos o secundarios, y cada capítulo -subtitulados todos en inglés, “Breaking News”, “Hard Rock Live”, “Transmetal”, “White Trash”…- abre una subtrama que multiplica el relato. Sin parecerse a ninguno de los narradores que toma como modelo -Diderot, Nabokov, Borges…- las ficciones de Lage serían una buena ilustración del principio de la “novela múltiple”, descrita por Adam Thirlwell.

Sólo que en La autopista el realismo y el drama están reducidos al mínimo. Como si David Foster Wallace, y no Cormac McCarthy, hubiera escrito la trama de The Road, el texto elude la realidad y el drama, aunque sin desembocar en una pastoral de la ciencia ficción. El futuro no es aquí el espacio limpio y minimal de los objetos electrónicos blancos y grises sino el inframundo de Elysium o las ciudades depauperadas, militarizadas o controladas por tribus y mafias urbanas que se ven en Blade Runner o Children of Men. Más bien se trata de una distopía ciberpunk, levantada sobre un Caribe de resorts, capos y ejércitos. A fin de cuentas esta es una novela que, como anuncia el subtítulo, debe más al cine que a cualquier otra novela.

Leyendo La autopista confirmo algo que he comentado aquí y es que la más joven generación de escritores cubanos llega con un repertorio simbólico y un campo referencial fuertemente marcado por la cultura popular y, especialmente, por la cultura popular mediática y electrónica de Estados Unidos -publicidad, series de televisión, Hollywood, nuevas tecnologías-, lo cual establece diferencias clarísimas con la generación inmediatamente anterior, la de los 90, que era más letrada, rusófila y afrancesada. No es extraño que esta nueva generación aparezca ya con un dominio pleno de la novela y el cuento, como géneros literarios, que no pase por el ritual iniciático de la poesía tertuliana y que no haga culto a la escritura fragmentaria, tan celebrada por el postestructuralismo y el postmodernismo en los 80.

La ucronía de Lage es, como decíamos, apocalíptica. En un momento dice: “Lo que fue La Habana. Lo que nunca fue. Lo que sea que haya sido. La autopista lo ha borrado del mapa. En su lugar, el inabarcable asfalto que llena nuestras pesadillas. Pero tenemos una película en marcha. Tenemos un restaurante. Esperamos, de un momento a otro, un disparo de la suerte”. El futuro es el capitalismo y la conexión transnacional, un mundo de conversaciones imaginarias entre Fidel Castro y Roberto Goizueta, de empresarios mexicanos con nombre de jerarcas comunistas chinos y pederastas americanos con nombre de mascotas, de robots, huracanes Katrina y de mafias de Miami y de La Habana. Un mundo desenraizado, donde nadie sabe “dónde está parado”, donde lo que la autopista une por arriba, se vive como una sepultura o una escisión por debajo.

Rafael Rojas, Libros del crepúsculo, 2014

 

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El escritor cubano Jorge Enrique Lage.

DIEZ NOVÍSIMOS CUBANOS: MALDITOS BASTARDOS EN LA REVISTA LEER DE JUNIO DE 2015

La revista Leer del mes de junio de 2015 recupera una reseña sobre el número 0 de la Colección G. de La Palma, a pocos días de que llegue a las librerías el siguiente número (1) a cargo de Legna Rodríguez Iglesias: No sabe/ No contesta.

Leer, Quimera y El Cultural del Mundo en los medios impresos, Gestiona Radio en los radiofónicos, diarioabierto y Cubacontemporánea en los medios digitales, donde la iniciativa editorial hispano-cubana ha tenido asiento desde el inicio de su andadura, en 2014.

Por otra parte, los propios autores aludidos en la portada del primer número (Leonardo Padura desde La Habana, Pedro Juan Gutiérrez desde Tenerife y Zoe Valdés desde París) han recibido, leído y valorado el proyecto editorial hispano – cubano de las editoriales Cajachina y La Palma.

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Una autora cubana recuperada por La Palma: Soleida Ríos (2003)

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La remodelación de las oficinas de La Palma ha dado a la luz una caja olvidada con algunas decenas de ejemplares de “El libro roto”, de la cubana Soleida Ríos, colección Ministerio del Aire, dirigido por Elsa López.

El proyecto cultural cubano de la editorial, pretende, además de impulsar las dos nuevas colecciones cubanas, recuperar autores y autoras de la Isla que, por las limitaciones del mercado editorial español, han estado dormidos en las cajas del almacén por demasiados años.

Orlando González Estévez, Lorenzo García Vega, Armando Suárez Cobián, Atilio J. Caballero, Víctor Fowler, Sigfrido Ariel, Emilio García Montiel, Carlos Augusto Alfonso, Antonio José Ponte, Omar Pérez, Frank Abel Dopico, Sonia Díaz Corrales, Jorge Luis Mederos, Pedro Márquez de Armas, Nelson Simón González y Liet Lee López son las y los poetas que en un pasado más o menos lejano se unieron a La Palma y que ahora queremos dar nueva luz.

Nota debajo de la puerta (El libro roto)

Este libro se escribe bajo un signo terrible. Dios es el hombre y tiene miedo de su edad. Eso lo dijo ella en otro libro. No me invitó por complacencia o conmiseración o por bondad sino porque sabía que sin este animal hasta la letra torcería su cercado. Yo manejaba mi camión tranquilamente en Caibarién. Vine y la iluminé. Le di mi ojo de cíclope. Le di un puchero criollo que mi papá me puso bajo el brazo para que hipnotizara y luego arremetiera contra mí con una paradita universal. Lo que ella escribe se lo he dictado yo y cuando la veo que duerme en una casa que se cae y que ella llama el asteroide para hacerla importante. Ella es una inocente mariposa. Sus alas brillan ante el foco amarillo de la lámpara. Y corren riesgo. No me hago responsable. O, mejor dicho, sí. Yo soy el timbre y el oído. Ella no existe sino en vuelo, en peligroso salto de un punto al otro de la isla. Esta nota nunca la escribí yo. El libro tendrá hojas de gaceta, me dice, y despegadas. Va a ser raro. Va a ser un libro malo. Dichoso el que lo lea. Dichoso, si más tarde lo estruja contra un pecho feliz. Sé que la dicha camina al lado del camión. Todo depende del par de ojos que miren, del par de pies que toquen las coordenadas del mapa de esta isla.

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