La PALMA y CUBA; CUBA y LA PALMA

LA PALMA Y CUBA; CUBA Y LA PALMA

La editorial La Palma comenzó su andadura cubana en 1994, de la mano de la poesía, como no podía ser de otro modo. La colección Archipiélago, dirigida por Elsa López, publicó una antología de la creación poética cubana en la década del 80, donde aparecen poetas como Víctor Fowler, Atilio Caballero, Sigfrido Ariel, Antonio José ponte o Sonia Díaz Corrales. La antología estuvo a cargo de Alicia Llarena, quien también escribió, junto a Osmar Sánchez Aguilera, una interesante introducción a la poética insular.

libro poesía

En el año 1997, trece años después de la fundación de La Palma, la colección Ojo Inmundo dirigida por David Cabrera, publica “Toda esa gente solitaria. 18 cuentos cubanos sobre el sida”, el primer volumen de relatos vertebrados por la experiencia del VIH a una serie de nóveles escritores cubanos, casi todos desconocidos en el extranjero por entonces y aun en la propia isla, y que hoy forman parte de un pequeño grupo consagrado a la escritura dentro y fuera de Cuba. En esta primera antología de relatos podemos encontrar a Alexis Díaz, Frank Lima, David Díaz, Norberto Marrero, Rolando Menéndez, Miguel A. Fraga o Yoss. La antología fue preparada por José Ramón Fajardo y Lourdes Zayón. El origen de la antología fue el taller literario “La montaña mágica” del sanatorio Santiago de las Vegas o “Sidatorio Villa de los Cocos”, donde los antólogos impartían técnicas narrativas a las personas infectadas por el IVH. El título responde a una de las pasiones de Pepe Fajardo: los Beatles. Cien ejemplares fueron llevados a Cuba ese mismo año y aún hoy, de tarde en tarde, se puede encontrar alguno de ellos en los puestos de libros de segunda mano.

toda esa gente

En ese mismo año, 1997, la colección Tierra del poeta saca a la luz otro tesoro insular: “Escrito para borrar. Cuaderno de playa”, del poeta Orlando González Esteva.

escrito para borrar

Desde esa publicación, la editorial La Palma, orientada en consagrar las creaciones poéticas dentro y fuera de España, no olvidó sus relaciones con la octava isla. En numerosas ocasiones surgieron proyectos, aunque la mayoría de ellos quedó en el inventario de las memorias. No fue así, empero, en el caso de la poeta Soleida Ríos, cuyo poemario, “El libro roto; poesía incompleta y desunida septiembre 1987 – julio 1989”, fue editado en 2003, en la colección Ministerio del Aire, con una Nota debajo de la puerta que dice “este libro se escribe bajo un signo terrible: dios es el hombre y tiene miedo a su edad…”

soleida

En el año 2011, poco antes de su muerte, salió a la luz la última apuesta poética de Lorenzo García Vega, “Erogando trizas donde gotas de lo vario pinto” en el número 7 de la colección La Palma, dirigida por el también poeta Nicolás Melini.

Lorenzo

A finales de 2013, un equipo de intelectuales españoles con estrechas relaciones con la cultura cubana, aglutinados en la editorial La Palma, pergeñó la idea de recuperar una parte del inmenso material artístico que duerme en el sueño insular. De este modo, surgió la idea de la Colección Cuba, un intento restaurador ajeno a encorsetamientos genéricos, y por tanto heterodoxo, que pretende cubrir el vacío de una suma de minoritarias pero inmensas sensibilidades artísticas que sobreviven talentosamente en la Cuba de hoy pese al aplastamiento de sus condicionantes materiales. El primer número, “Mural de poesía cubana”, abarca la poesía cubana desde sus orígenes al vanguardismo, editado a inicio de 2015 bajo la dirección de Virgilio López Lemus.

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En febrero de 2014, durante la Feria del Libro de La Habana, se materializó el acuerdo entre Ediciones La Palma y Editorial Cajachina, por la cual se imprimiría en España una colección hermana, aunque no gemela, de la Colección G. habanera, partiendo de un número 0 inaugural que recogería 10 relatos de 10 narrador@s jóvenes y prolíficos en publicaciones y premios. Diez narradores y narradoras que, como bien señala Gilberto Padilla, editor de la colección, no son ni Pedro Juan Gutiérrez, ni Zoe Valdés ni Leonardo Padura… sino Ahmel Echevarría, Orlando Luis Pardo, Legna Rodríguez Iglesias, Jorge E. Lage o Raúl Flores.

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En el año 2015, tras las numerosas alabanzas de revistas como Leer o Quimera, así como de críticos literarios como Ignacio Echevarría o Daniel Serrano, por no hablar del propio Pedro Juan Gutiérrez, que se encontró con el libro en la Feria del Libro de Tenerife y acabó comprándolo, leyéndolo y reseñándolo, La Palma afianza su relación con la Cajachina habanera y saca a la calle, con una semana de diferencia con La Habana, el segundo volumen de la Colección G.; “No sabe/ No contesta”.

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Y para acabar la actualización, la editorial La Palma tiene en imprenta el siguiente volumen de la Colección Cuba. Una selección de crónicas periodísticas desde el primer viaje de Colón a Cuba hasta la segunda mitad del siglo XX cubano. En el libro “Cuba: memoria y desolvido” se recogen textos de los orígenes del ferrocarril en Cuba, de la memoria de los cines de pueblo, del ajiaco, o de la toma de La Habana por los ingleses. El autor del libro es José Antonio Michelena y cuenta con una soberbia introducción de Leonardo Padura.

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Las colecciones G. y Cuba siguen buscando artistas…

«Mural de poesía cubana» en «El marcapáginas de Gestiona Radio», 12 de septiembre de 2015

Desde los orígenes al vanguardismo

El sábado 12 de septiembre se emitió en directo un coloquio sobre la cuasi antología «Mural de poesía cubana», una primera propuesta para adentrarse en la poesía insular desde sus orígenes hasta el vanguardismo del siglo XX.

Elmarcapáginas

En la tertulia radiofónica participaron: el conductor, David Arranz; el autor, en conexión directa desde La Habana, Virgilio López Lemus; el responsable de la Colección Cuba de ediciones La Palma, Ignacio Rodríguez; y los contertulios Antonio Domingo y Ricardo Guerrero.

heredia

David Arranz, además de conducir la tertulia, leyó varios de los poemas, entre ellos «Oda a la piña» de Manuel de Zequeira y Arango, «Niágara» de José María Heredia, «Al partir» de Gertrudis Gómez de Avellanada, «Hierro» de José Martí o «Proclama» de José Talet.

Virgilio López Lemus profundizó en la construcción de la identidad nacional cubana a través de la poesía, desde los mismos tiempos de «Espejo de paciencia» (s.XVII), y recalcando la importancia de los elementos identitarios en poemas como los de Heredia (s.XIX), siendo un medio de expresión del pueblo naciente, que se refuerza con la contribución a la creación del Modernismo que realiza José Martí.

Como colofón de la tertulia, autor y editor se comprometieron a trabajar en una segunda edición ampliada para 2016.

VLL

Les invitamos a oír la tertulia íntegra en el siguiente enlace:

http://www.gestionaradio.com/26019-el-marcapaginas-david-felipe-arranz-2-2015-09-12-200000-256kbps-mp3/

Dirige y presenta: David Felipe Arranz

Correo electrónico: elmarcapaginas@gestionaradio.com

Sueño para compartir el horizonte La bendita circunstancia del mar

Por José Antonio Michelena

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En su poema, leído el 14 de agosto, durante la ceremonia de reapertura de la embajada estadounidense en La Habana, el poeta Richard Blanco eligió el mar como metáfora de unión entre las dos naciones que inician un nuevo camino, entre las personas que, en ambas orillas, sueñan con “el fin de todas nuestras dudas y miedos”.

Ciertamente, el mar, como sujeto, actor, símbolo, escenario, ha estado presente siempre en la poesía cubana. “¿Quién es sagrado Mar/ quién es el hombre/ A cuyo pecho estúpido y mezquino/ Tu majestuosa inmensidad no asombre”, escribió José María Heredia; mientras que Gertrudis Gómez de Avellaneda, “no encuentr[a] delicia ninguna/ como amar y cantar en el mar”.

Por el contrario, Virgilio Piñera dice en “La isla en peso”: “La maldita circunstancia del agua por todas partes/ me obliga a sentarme en la mesa del café./ Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer/ hubiera podido dormir a pierna suelta”.

Pero es que “Una isla es una ausencia de agua rodeada de agua: Una ausencia de amor rodeada amor”, según Dulce María Loynaz; y seguidamente pregunta: “¿Qué es un océano?”, para responder: “El mar es solo un sueño largo/ que está soñando la tierra/ entre soles columpiada/ Es el sueño de la tierra/ dormida sobre una llama”.

De manera que las voces de nuestros clásicos murmuran en el texto de Richard Blanco, quien hubiera nacido en la isla y no en España si las circunstancias hubieran sido otras para su familia, y hubiera leído más a Ballagas, Lezama, Piñera, o Diego, que a los escritores de lengua inglesa.

Pero la vida, para él, como para muchísimos otros, fue así. Creció lejos de la tierra de sus padres y abuelos, mas estos le hablaron de sabores, olores y colores, y, como la nostalgia también se aprende, soñó con esa isla, y soñó con un océano compartido donde el sonido de las olas sea un mantra que nos sane por encima del ruido del odio y la amargura.

Muy pocas familias cubanas, tal vez ninguna, en los últimos cincuenta y seis años, ha escapado del dolor por la separación –exilio de por medio– de un ser querido, o un amigo entrañable; o, peor aún, por su trágica pérdida en el mar.

Cada familia tiene una historia de vida distinta, recuerdos distintos, pesares distintos, un espacio en el pecho donde reposan esas personas que no hemos vuelto a ver. Allí están dos de mis tías, cinco primos hermanos, una tía-abuela, y una prima segunda a quien quería como una hermana mayor. Unos fallecieron y para otros yo estoy muerto. Ninguna señal, de este lado del mar, es atendida.

No sé si para ellos, los que quedamos aquí, fuimos desterrados de los álbumes de fotos, o, como mi hermano y yo lo hacemos, guardan aquellas imágenes de un tiempo remoto en que los mangos se pudrían en el suelo, jugábamos bajo la mata de mamoncillos y danzábamos todos descalzos bajo la lluvia.

Así como nunca más he visto a esos familiares, igual me ha sucedido con viejos amigos, quienes, a diferencia de los primeros, pueden estar en Facebook y hasta ser contactos nuestros en la red, pero es como si fueran otras personas, mutantes que solo muestran sus rostros en fotos.

A todo el mundo no le ha pasado lo mismo. Mi esposa se reencontró con su hermano después de cuarenta y ocho años sin verlo, y aunque estuvieron como media hora llorando, sobrevivieron al encuentro. Mi cuñado, en cambio, nunca más vio a su padre y este murió nombrándolo en el minuto final. Cada familia cubana tiene un arsenal de recuerdos en estos asuntos.

Conozco una señora de 94 años que emigró en 1959 y lo añora todo de Cuba. No hay un día en que no diga que el café de allá no le gusta y que quiere comer comida cubana porque ya sus hijos y nietos solo comen al estilo americano, y a ella le encanta el plátano maduro frito, el arroz blanco con picadillo, huevo frito y ensalada de aguacate, y se muere por los tamales, el pescado frito, el arroz con pollo y la yuca con mojo.(“Lejos de ti la sed y el hambre/ no se sacian/ con halagos de frutas y chorros de agua:/ lejos de ti es la soledad concreta”, escribió Juana Rosa Pita en “Carta a mi isla”.)

Esa nonagenaria, a quien Ernesto Lecuona dedicó una canción (Azul), habla de las calles de Centro Habana como si caminara por ellas ahora mismo y recuerda todos los refranes cubanos. Dice que cuando salió, por mar, miró intensamente la isla y dijo: déjame mirarte bien porque estoy segura que no te volveré a ver. Quizás ella, al partir, recordaba los versos de la Avellaneda: “¡Adiós, patria feliz, edén querido!/ ¡Doquier que el hado en su furor me impela,/ Tu dulce nombre halagará mí oído!”.

Pero ha pasado el tiempo, que nunca se detiene, porque “en el tiempo no se huye”, nos dejó dicho en “Cuerpo del delfín” Fayad Jamís, quien, en el mismo poema, deslizó este mensaje: “Un ave transparente, gimiendo, allá arriba construye un nuevo mar,/ entre la vieja ciudad y el viejo mar,/ encima de nuestros cuerpos y del muro”; un sueño al que, muchos años después, responde Richard Blanco: “Hoy, el mar sigue diciéndonos/ El fin de todas nuestras dudas y miedos/ Es admirar a los azules lúcidos de nuestro horizonte compartido”. (2015).

[Publicado en ipscuba.net/espacios/laesquinadepadura]

1 septiembre, 2015

¿La hora del libro independiente en Cuba?

logo isliada

Aquí os dejo un artículo de Isliada de 2014 sobre las posibilidades de hacer edición independiente en Cuba; un escrito muy interesante que alude a Colección G.

Por: Rafael Grillo 6 de julio de 2014.

PARA LEER Y APLASTAR (PRIMER ACTO)

—LIBRO LATA: ese es el nombre que di a mi proyecto —dice.

Y el objeto que ha puesto en mis manos cumple esa consigna, literalmente. Un puñado de hojillas impresas con poemas en letra pequeña y encuadernadas con la merced de gruesos anillos de cobre. Unas láminas de envase cervecero estrenándose en las funciones de cubierta y contracubierta. Y no de una birra cualquiera sino de la cubanísima Cristal, aquella que el eslogan dice: “Cervezas claras conservan amistades”.

Acabo de conocer en persona a Osmel Almaguer, y lo invito, justamente, a beber unas cristales. Brindo el pretexto de halagar el encuentro y rebajar el calor ignominioso; si bien mi interés esencial es que me cuente más del “Libro lata” y ofrecerle, de paso, un aporte de materia prima a su proyecto.

Osmel es poeta y promotor cultural, dos cualidades que podría fundir en “su invento”. Pendiente aún de publicar su primer cuaderno con alguna editorial nacional —tiene uno, casualmente titulado La Pendiente, en proceso editorial por Ediciones Ávila—, está explorando la vía de la autopublicación con el engendro de hoja y lata, donde ha vertido su poemario On crash.

Pero no quiere que este sea ejemplar único y planea que otros autores entren en “el catálogo” de los libros-lata. Otros que siente cercanos, de su generación; y en particular se identifica con “aquellos que hacen una poesía de línea dura”. Se refiere al estilo que hoy representan jóvenes como Oscar Cruz, José Ramón Sánchez, Legna Rodríguez, Jamila Medina

Osmel sueña también con que su emprendimiento pueda adquirir algún valor comercial. “Colocarlo en los puestos para turistas de los artesanos”, dice. Piensa en su significado de únicos, de libro-objeto, acaso “hecho performático” o “gesto conceptual”. Con sus Libros-latas pretende alcanzar una alianza absoluta de forma y contenido: versos crudos y embalados bajo una tosca apariencia. “Para vender en CUC”, dice.

Osmel quiere hacer y vender por cuenta propia sus metáforas de la vida real. Vida dura y frágil: Cristal. Cuba de hoy: oposiciones de mercado y carencias, de vitrina y subsistencias. Insinuación de los buzos: gente que hurga en la basura y recopila latas vacías para trocarlas por pesos. Insinuación de los usos: gente que de latas vacías hace sus vasijas contra la sed.

En uno de sus poemas de On crash escribió Almaguer: “con la cara de Martí en los billetes/ niños pagan el durofrío/ calman sus deseos de lamer/ mi madre/ vende y de paso los educa/ pequeños adictos al frío y la dureza”.

¿ALTERNATIVOS CON INDEPENDENCIA? (INTERLUDIO)

La hora del audiovisual independiente en Cuba comenzó hace ya más de una década. Cámara digital en mano (gracias al efecto democratizador de las nuevas tecnologías), conocimiento aportado por las academias (gratuita, dicho sea), más talento, frescura y atrevimiento de grupo etario emergente, se unieron para ir poco a poco bajando humos a la institución estatal, el ICAIC, hasta esa fecha organismo supremo, que centralizaba y fiscalizaba toda la producción y distribución de la actividad cinematográfica.

Fueron apareciendo entonces un puñado de “productoras independientes”, con nombres como Cucurucho o En Candela, que daban cuenta, a la vez, de su precariedad y de su brío. Al día de hoy, este fenómeno parece imparable y aunque todavía no acaban de recibir un respaldo legislativo, ya algunas como Quinta Avenida (premiada nada menos que con el Goya, por Juan de los Muertos) hacen ruido allende fronteras.

En el ámbito del libro, en cambio, ha tardado más para que se desboquen los jóvenes caballos. Algo que, en parte, puede ser explicado por el impulso estatal a la cobertura editorial dado en el tránsito de entre siglos, con la aparición de varias editoriales nuevas, las llamadas “Riso”, que cubrieron toda la geografía del país y calmaron las apetencias de publicación de los autores nacientes, y las de lectura, para tantos lectores cubanos cuyos apetitos soportaron hambre suprema durante “la crisis del papel” de los años 90.

Inconformidades nuevas y, en consecuencia, apetencias nuevas, están comenzando ahora a empujar el panorama hacia una modificación que en el futuro se vislumbra sustancial. ¿Actores alternativos a la hegemonía del Instituto Cubano del Libro? ¿Independientes en los dominios de producción editorial? Pues sí, ya hay algunos casos…

En “Puestos pá su cartón”, un reportaje de Ihoeldis Rodríguez aparecido el 14 de abril de 2014 en Diario de Cuba, desmenuza la corriente de las “editoriales cartoneras”. Basadas en la manufactura de libros a partir del reciclaje de desechos, las pioneras llevan de nombre: Ediciones Samandar, Costanera Editorial y Ediciones Encaminarte.

Cada una tiene su cabeza pensante y su filosofía fundacional. En el mencionado artículo, plantea la poeta y promotora Teresa Fornaris que Ediciones Samandar surge a partir de que “hay una especie de necesidad, de espacio vacío, que hay que cubrir”. Alude fundamentalmente a la poesía, en el momento que este género, con más practicantes en la isla que potencialidades económicas para sacarse en libros, comienza además a ser relegado a fuer de las actuales condiciones de exigencia de “rentabilidad comercial” a las editoriales estatales.

Por su parte, Yanelys Encinosa, poeta y creadora de Costanera Editorial, ve en esta una opción de “autogestión editorial para la promoción de la joven literatura”. Mientras, Junior Fernández persigue un propósito similar con Ediciones Encaminarte y adiciona la intención de corregir ciertas dinámicas disfuncionales de la promoción y distribución del libro.

Un rasgo común de estas tres iniciativas “libertarias” es, sin embargo, la búsqueda de alguna sombrilla institucional bajo la cual cobijarse de la intemperie legislativa; toda vez que el business editorial en Cuba está constitucionalmente amarrado para que sea asunto de Estado. Así, Fornaris recibe amparo como directora de la Casa de la Poesía en La Habana Vieja; Costanera Editorial cuenta con la suerte de que su gestora esté vinculada al Centro Cultural Dulce María Loynaz; y Ediciones Encaminarte, con sede en Las Tunas, ha buscado a Ediciones La Luz, de la Asociación Hermanos Saíz de Holguín, para iluminarse una vía de publicaciones. Luego, estas se conciben a sí mismas como “complementarias” y “no competidoras” con la gestión estatal.

Colección G es la denominación adoptada por un caso parecido a los anteriores en cuanto al binomio independencia-institucionalidad; pero distinto en cuanto al soporte, porque se fragua dentro del camino más tradicional, la producción industrial del libro. Comandado por Gilberto Padilla, un ensayista y profesor de literatura; este ha compaginado su rol al frente de la editorial Caja China del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, con la iniciativa de fundar un sello literario cuya novedad respecto al contexto definió en la presentación de su primer título (La Autopista: The Movie, del escritor cubano Jorge Enrique Lage), de la siguiente manera:
“Cuando se revisan los catálogos de las grandes casas editoriales (creo que no hablaba de las extranjeras, Tusquets o Anagrama, sino de las nativas: UNIÓN, Letras Cubanas…), se evidencia una monotonía en las obras y la ausencia del valor del juicio personal, del editorialismo”.

Pero la demarcación de Colección G no sólo es un dilema de contenidos y autores; también “nos hemos propuesto romper con todo aquello precario en el libro cubano —dijo Padilla—, principalmente, con el libro cubano promedio, y a romper con la larga historia del texto cubano como folleto”. Esta intención se comprende con sólo una ojeada a la novela de Lage: presencia de sobrecubierta y solapas, con un diseño “distinto”, de elegancia con sobriedad, y una atractiva imagen del artista plástico y fotógrafo Jorge Otero abarcando toda la contracubierta.

Encima, y según Padilla, Colección G “se propone lograr que los autores tengan una edición de culto con todo lo que ello implica, una tirada de mil ejemplares, una buena distribución, una promoción alarmante”. De lo anterior se desprende que algunos canales, “bastante alternativos” por cierto, tendrá que abrir para conseguir este propósito.

En esta afluencia de protagonistas de estreno para el contexto literario cubano, se echa a ver la ausencia de proyectos enfocados hacia el terreno más en boga y el más promisorio en este mundo que emigra ineluctablemente hacia lo digital. Pero, como mismo “ojos que no ven corazón que no siente”, en un escenario donde todavía hay escritores, editores y lectores que a la palabra Internet le atribuyen resonancias fantásticas porque nunca —o muy poco— han pisado el sendero virtual, se entiende que términos como ebook o libro electrónico les suenen a “sueños de la razón” que, acaso, “engendran monstruos”.

FÁBULA DIRECTA AL CORAZÓN (SEGUNDO ACTO)

José Adrián Vitier tiene sangre de Orígenes: es nieto de Cintio Vitier y Fina García Marruz. De alguien así no extraña que en el acto de constitución de su proyecto literario personal, se pronuncie con una fábula. Y una fábula de las más antiguas: Bien vs. Mal; Dios y el Diablo disputándose el corazón humano.

Sería largo el cuento completo y, aunque esto no le satisfaga a José Adrián, tendré que ofrecerlo abreviado, en onda Reader Digest:

Dice la fábula que funda la Colección La Isla Infinita, que Dios dio a Adán y Eva el Primer Lenguaje; y atrás llegó el Diablo con su tentación de la Torre de Babel y atomizó a los hombres en mil lenguas. Entonces, Dios “empleando magistralmente eso que los guionistas llaman puntos de giro” bendijo la diversidad y benefició a las culturas con la invención de los alfabetos y los libros buenos y necesarios. Contraatacó el Diablo con la creación de la industria editorial y la codicia que hizo parir los malos libros. El próximo paso estratégico del Señor fue engendrar al amigo, que sólo recomienda el libro ideal… De tal modo ha perdurado la disputa por los siglos de los siglos, tan encarnizadamente que es difícil saber siquiera cuál de los dos inventó el libro electrónico…

Para conocer a José Adrián, en la época que él iniciaba junto al abuelo una revista con el mismo nombre del sello editorial de hoy, tuve que trepar por una escalera al cielo. Era el año 1999 y había apagón, no funcionaba el elevador y Vitier vive en lo más semejante a un rascacielos que hay en La Habana: el Edificio Focsa.

Desde entonces me pareció un tipo que habita en las alturas. Más no por el piso elevado, y tampoco porque exhibiese soberbia de su linaje. Me refiero a las cumbres del espíritu idealista, a las de los sueños y la imaginación. Desde entonces le he visto mostrándose en distintas facetas de la creación: como escritor, editor, ilustrador y pintor, traductor…

Sólo a alguien como él se le ocurriría recuperar la hechura del libro como un suceso manual, y no entenderlo como un signo de precariedad. Al contrario, como un exceso de lo sublime, un empeño rigurosamente estético. Sólo a alguien así se le ocurre involucrar a su esposa Nara, otros familiares y amigos en la fabricación, mediante técnicas artesanales y del grabado, de libros como el Tao Te Ching, La princesa leve de George MacDonald, Escrito de los cinco anillos de Miyamoto Musashi, Mitos y leyendas celtas de Thomas W. Rollestone, junto Las cartas de Martí compiladas por Fina y volúmenes de Eliseo Diego y Samuel Feijóo, entre otros.

A la hora de seleccionar su catálogo, Vitier escoge esos libros que nos sirvan “para aprendernos mejor la conmovedora belleza del mundo’, y reencontrar ‘el alimento innombrable: lo real”. Él parte de la premisa latina Cor ad corloquitur (“El corazón al corazón habla”) y expone de esta manera la razón que lo incitó a crear la Colección La Isla Infinita:

—En mi humilde criterio, la principal causa de que esté decayendo el hábito de leer es que, en su mayoría, los libros que se publican, dentro y fuera de nuestro país, no parten del corazón de nadie, no conmovieron a ningún editor, y difícilmente estremecerán a algún lector; no obstante, llenan las estanterías, obstruyendo con su sola existencia el acceso a los pocos libros que realmente justifican el hábito de leer y pueden suscitar lecturas profundas o memorables en algún lector.

La autopista

Una autora cubana recuperada por La Palma: Soleida Ríos (2003)

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La remodelación de las oficinas de La Palma ha dado a la luz una caja olvidada con algunas decenas de ejemplares de «El libro roto», de la cubana Soleida Ríos, colección Ministerio del Aire, dirigido por Elsa López.

El proyecto cultural cubano de la editorial, pretende, además de impulsar las dos nuevas colecciones cubanas, recuperar autores y autoras de la Isla que, por las limitaciones del mercado editorial español, han estado dormidos en las cajas del almacén por demasiados años.

Orlando González Estévez, Lorenzo García Vega, Armando Suárez Cobián, Atilio J. Caballero, Víctor Fowler, Sigfrido Ariel, Emilio García Montiel, Carlos Augusto Alfonso, Antonio José Ponte, Omar Pérez, Frank Abel Dopico, Sonia Díaz Corrales, Jorge Luis Mederos, Pedro Márquez de Armas, Nelson Simón González y Liet Lee López son las y los poetas que en un pasado más o menos lejano se unieron a La Palma y que ahora queremos dar nueva luz.

Nota debajo de la puerta (El libro roto)

Este libro se escribe bajo un signo terrible. Dios es el hombre y tiene miedo de su edad. Eso lo dijo ella en otro libro. No me invitó por complacencia o conmiseración o por bondad sino porque sabía que sin este animal hasta la letra torcería su cercado. Yo manejaba mi camión tranquilamente en Caibarién. Vine y la iluminé. Le di mi ojo de cíclope. Le di un puchero criollo que mi papá me puso bajo el brazo para que hipnotizara y luego arremetiera contra mí con una paradita universal. Lo que ella escribe se lo he dictado yo y cuando la veo que duerme en una casa que se cae y que ella llama el asteroide para hacerla importante. Ella es una inocente mariposa. Sus alas brillan ante el foco amarillo de la lámpara. Y corren riesgo. No me hago responsable. O, mejor dicho, sí. Yo soy el timbre y el oído. Ella no existe sino en vuelo, en peligroso salto de un punto al otro de la isla. Esta nota nunca la escribí yo. El libro tendrá hojas de gaceta, me dice, y despegadas. Va a ser raro. Va a ser un libro malo. Dichoso el que lo lea. Dichoso, si más tarde lo estruja contra un pecho feliz. Sé que la dicha camina al lado del camión. Todo depende del par de ojos que miren, del par de pies que toquen las coordenadas del mapa de esta isla.

CUBA: MEMORIA Y DESOLVIDO, por José Antonio Michelena (prólogo de Leonardo Padura)

Un pirata cubano
El nombre del cubano Diego Grillo aparece en la historia de la piratería vinculado a los célebres Francis Drake (inglés) y Cornelius Pata de Palo Jol´s (holandés), pero mientras estos fueron encumbrados por los gobiernos de sus naciones, el criollo fue hasta el fin de su existencia un paria fuera de la ley. Por eso su vida es una leyenda dibujada a retazos, en la que asoma y se pierde en escenarios y tiempos diversos. Los historiadores nunca se han puesto de acuerdo a la hora de contar sus peripecias y al parecer eso nunca será posible.
Su nacimiento, dicen, ocurre en La Habana hacia 1557. Sus padres serían un innombrado español y una negra esclava. Muy dura debió ser su niñez porque huyó tempranamente de la ciudad. No hacia el monte, como los cimarrones, sino hacia el mar, en busca de otros horizontes. Embarcó de grumete en una nave española y durante un tiempo no hay memoria de su existencia, solo especulaciones de que fue hacia Campeche (México) donde se habría aliado a corsarios holandeses.
Una construcción hecha sobre la base del testimonio del marino portugués Nuño de Silva destaca su vínculo con Francis Drake. Dice de Silva, quien fuera hecho prisionero por Drake en 1578 en costas africanas, que este traía consigo un negrito nombrado Diego, que hablaba español e inglés, al que habría apresado siete años antes a bordo de un galeón español frente a Nombre de Dios. Siguiendo esta versión, Diego sería tomado bajo la tutela del famoso Francis Drake, quien los instruiría, al más alto nivel, en las artes de la navegación, el corso y la piratería. Al lado del marino británico, el mulato isleño se haría un aventajado navegante, al tiempo que mostraría valor y arrojo en los combates.
Son contradictorias las historias de Grillo junto a Drake. Algunas lo sitúan junto al famoso corsario inglés hasta fines del xvi (1596). Si así hubiera sido, el cubano lo habría acompañado en suvuelta a la tierra entre 1577 y 1580. Debe tenerse en cuenta que Drake fue nombrado vicealmirante de la escuadra británica y pasó en Irlanda el año de 1575. Al año siguiente la reina le encomienda una expedición corsaria para operar en las costas americanas del Pacífico. A partir de 1577 comienza una aventura que involucra las naves Pelican, de sir John Hawkins; el Elizabeth, de sir William Winter; el Marigold, el Benedict y el Swan, toda una flota que suponía ir en busca de un continente que se creía existiese en el Océano Pacífico, denominado «Terra Australis Incognita».

(…)

Extracto del libro «Cuba: memoria y desolvido» de José Antonio Michelena, segundo volumen de la Colección Cuba de ediciones La Palma (julio de 2015).

Malditos bastardos, una saga que comienza… por una bastarda

08 Legna

Amigos, amigas,

ante la inminente entrada en las librerías de España del segundo volumen de la Colección hispanocubana (perdonen el término postcolonialista) a manos de una de sus mejores bastardas, Legna Rodríguez, les ofrecemos íntegramente las palabras de presentación del grupo, que su editor realizara en diciembre del pasado año.

Hay una escena de Estrella distante, la excelente novela de Roberto Bolaño, donde aparece una lógica de la evolución literaria que muy bien le vendría a las letras cubanas. Se trata del pasaje donde Raoul Delorme, fundador de la secta o el movimiento de los Escritores Bárbaros, recomienda el método para dar forma a una nueva literatura. Esto se conseguía de una manera harto curiosa: defecando sobre las páginas de Stendhal, sonándose los mocos con las páginas de Víctor Hugo, masturbándose y desparramando el semen sobre las páginas de Gautier o Banville, vomitando sobre las páginas de Daudet, orinándose sobre las páginas de Lamartine, haciéndose cortes con hojas de afeitar y salpicando de sangre las páginas de Balzac o Maupassant. Sometiendo, en fin, a los libros a un proceso de degradación que Delorme llamaba “humanización”.

Pero el asunto va más allá. Imaginemos, por un momento, que escribimos ese libro en Cuba. Imaginemos la literatura cubana contemporánea como uno de esos departamentos llenos de cuerpos destrozados, suciedad y mal olor. A estos diez Malditos bastardos habría que leerlos desde esa habitación. Es posible que ahí esté el secreto de este libro: en la profanación de las letras cubanas. Amputar a Zoé Valdés, a Pedro Juan Gutiérrez, a Leonardo Padura (que juntos suenan como un bufete de abogados implacables). Porque las editoriales extranjeras han contribuido a una especie de autismo insular, como si la literatura cubana fuera una creación de Anagrama, de Tusquets, de Planeta.

Para averiguar qué provoca un volumen como Malditos bastardos tal vez sirva pensar en la pregunta que nos hacemos después de leerlo. Y esa pregunta no es: ¿qué quiere decir?, sino: ¿qué pasó? Es decir: la misma pregunta que nos hacemos después de un crimen, un delito, una infracción. Porque el verdadero escándalo de estos diez narradores antologados consiste en atentar contra el principio de realidad de “lo cubano”. Lisiar la verdadera plaga de balseros, jineteras y Otelos que salen cada día a contagiar a la narrativa como su ébola. Como si la literatura cubana contemporánea fuera un parque temático, una atracción especial, una reserva natural: ¡Visiten este país disfuncional! –dice la copla– ¡Concédanse el estremecimiento de la cuban experience!

Pero a la vez que esto ocurre, comienza a saberse de la existencia de autores que se rebelan, a principios del siglo XXI, contra esa suerte de estética venérea. Nacidos generalmente en los umbrales de la década de los ochenta, para ellos el contexto de “lo cubano” constituye un mero dato anecdótico, un desafío, más que un mecanismo de legitimación. Autores que no pertenecen al panteón de las grandes editoriales, y por esa única razón no figuran en la alfombra roja del mercado mundial. Diez neuróticos gourmet que decidieron fundar una tradición que fuera distinta. Para ellos, esa Cuba de vademécums –como la de las guías turísticas de Christopher P. Baker o la que reproducen los aparatos ideológicos del Estado (AIE)– es el espejo del vampiro: un sitio donde no se ven reflejados, esto es: un no-lugar, un muro. Recordemos aquella película de los Hermanos Marx donde Harpo se mantiene pegado a una pared: “¿Qué haces ahí?” “Sostengo la pared” “¡Te burlas de mí! ¡Sal!” Harpo da un paso a un lado y la pared se desploma. Muchos escritores cubanos han sostenido literatura nacional como Harpo la pared. Estos diez Malditos bastardos prefieren el derrumbe. Malditos bastardos es un libro con esa insoportable verdad; así que léalo en ayunas, de ser posible.

Gilberto Padilla, La Habana, 4 de diciembre de 2014

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LIBROS DESHUESADOS – TRASH BOOKS

pedro juan G

Es un término inventado por mi amigo Enrique Vila Matas: Libros deshuesados. Dice que eso es lo que quieren ahora muchos editores españoles. Libros fáciles de digerir «porque hay que vender». Libros que no obliguen al lector a pensar ni a poner en función su imaginación. Bueno, lo cierto es que cada año -en América del Norte y Europa-  se venden menos libros en papel y un poquito más en digital. Esto último facilita el pirateo. No se sabe qué pasará dentro de unos años. La inmensa mayoría de los españoles no lee libros. Les basta con el fútbol. Hay encuestas y cifras. Y algo peor aún: en las encuestas los que no leen dicen tranquilamente: «No me interesa leer». Y ya. Así de simple. Mucho se ha escrito sobre el tema. Vivimos en una época muy visual. Mucha TV, cine, fotografía, y sobre todo internet, que nos acostumbra a leer textos breves. Con este panorama, es lógico suponer que el libro y la lectura estén en peligro. Y que dentro de un tiempo -nadie sabe cuánto- poquísimas personas serán capaces de concentrarse lo suficiente para leer y disfrutar un libro de 300 páginas.  Esto puede traer consecuencias graves en las posibilidades de desarrollar criterios propios. La lectura es esencial para desarrollar nuestra imaginación, y para tener open-mind y ser más invulnerables y autosuficientes intelectualmente. Y menos manipulables.

No obstante, a pesar de todo lo escrito arriba, para mi gusto el panorama editorial español sigue siendo intenso, muy diverso y vertiginoso. Se edita tanto y tan variado que es imposible estar al día. Es cierto que hay una avalancha creciente de libros-basura que se venden mucho. Algunos, incluso, pasan enseguida a convertirse en telenovelas. Es decir, que son perfectos en su idiotez. Más perfección imposible. Hay de todo. Desde esos libros deshuesados -prefiero llamarlos trash books- hasta traducciones impecables de los más exquisitos escritores de todo el mundo. Es un privilegio. No es así en el mundo anglosajón donde se regodean en mirarse el ombligo todo el tiempo. Por ejemplo, recuerdo que Farrar Straus and Giroux, de New York, publicó la edición en inglés de Trilogía sucia de La Habana en enero de 2001. Unos meses antes me enviaron a La Habana el grueso catálogo de ese año. Cuando digo grueso catálogo quiero decir que el catálogo era todo un libro de 400 páginas o más. Pues bien, de esos cientos de libros  casi todos eran anglosajones. Sólo había tres latinos: Un libro de Carlos Fuentes, uno de Elena Poniatowska y el mío.

Así que en España tenemos de todo, incluidas cosas simpáticas. En un stand de una pequeña -casi micro- feria de libros en Canarias, encuentro este libro: Diez narradores cubanos que no son Pedro Juan Gutiérrez ni...etc. Es una colección de cuentos de jóvenes cubanos nacidos en la década de 1970. He leído algunos de sus textos pero no voy a opinar porque no me asienta el papel de profesor, mucho menos el de crítico. No voy a decir si son convincentes o dejan indiferente al lector. Lo que sí es decisivo es que algunos se atreven a escribir  y se ponen socarrones y provocativos, como debe ser. Nadie debe escribir para complacer. Hay que molestar, pinchar, incordiar, sacar de sus casillas al lector y ponerlo a prueba. El pecado capital de un escritor es ser complaciente.

Estos jóvenes se arriesgan, toman el pulso al tiempo y al espacio que les ha tocado. Ya eso es suficiente. «Contar buenas historias. Esa es la única responsabilidad del escritor», decía Raymond Carver.

pjg y david

Entregamos «Mural de poesía cubana» a Leonardo Padura. Librería Rafael Alberti, Madrid

Padura MB

Esta noche Leonardo Padura presentó su libro de relatos «Aquello estaba deseando ocurrir» en la librería Rafael Alberti de Madrid. Lamentablemente habló más un contertulio español que el propio Leonardo, invitándole a hablar de Hemingway, de sus pintores favoritos, y de la capital de Cuba, temas sin duda apasionantes si no fuera por el extenso prólogo del introductor.

En medio de la conversación, y pese a ridiculizar Padura a un presentador portugués tras preguntarle por Fidel Castro en la televisión hace unos días, él mismo se metió en la arena política con el asunto del «resablecimiento de las relaciones», demostrando que todo cubano necesita hablar de lo Único (que no es el sexo ni siquiera la pelota).

También es entendible: hablar de literatura cubana te lleva a hablar de La Habana, hablar de La Habana te lleva a hablar de su ruina, y hablar de la ruina de La Habana te lleva a hablar del futuro y hablar del futuro de La Habana… ¿Tengo que seguir?

Después de comprar el libro me puse en la cola de las firmas, en el último lugar. Varias señoras jubiladas o a punto de hacerlo habían recabado su autógrafo entre laudatorios comentarios que Padura parecía escuchar con indulgencia y algo de sueño. Aunque no había descartado por entero pedirle que me firmara el libro, aquello terminó de convencerme de que no debía repetir el ritual.

Cuando llegué a la mesa donde firmaba alejé su libro de su alcance y le pedí permiso para regalarle un par de libros a él: «Mural de poesía cubana», recién salido de la imprenta como homenaje a la poesía «clásica» insular; y por supuesto»Malditos bastardos», que ediciones La Palma editó el pasado año en España sobre nueva narrativa cubana.

Padura, según él mismo afirma, desconoce en gran medida (ver el artículo «Cuba song» de Ignacio Echevarría) lo relacionado con la nueva creación literaria en la isla. El motivo es comprensible: lo reducido del tiempo humano. Revisó los libros haciendo alguna pregunta (el cuidador de la edición de «Mural de poesía cubana» es uno de sus editores en la isla). Al final se mostró un poco más frío. Imagino que el descubrimieno de la alusión a su persona en la portada de «Malditos bastardos» fuera la causante del repliegue de su inicial apertura, al generarle dudas sobre mis intenciones. Pero aseguro que eran amistosas.

Cuando salí de la librería vi que Padura cogía los libros de la mesa. Espero saber algún día qué piensa Padura de los malditos bastardos de G. y del homenaje poético insular, para él seguramente tan antiguo.

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CITA CON DIEZ BASTARDOS DE LA LITERATURA CUBANA

00 Gilberto Padilla

Ediciones La Palma quiere, desde Madrid, hacer un repaso literario a Cuba, y comenzó por el género cuento. La primera entrega resultó la compilación Malditos bastardos, número inaugural de la colección G, en coedición con la editorial habanera Cajachina.

Malditos bastardos declara, desde la nota de solapa, su intención de matar al padre, como hace todo grupo generacional: «Diez neuróticos gourmet que decidieron fundar una tradición que fuera distinta». La intención parricida y transgresora está expuesta ya en una cubierta que altera la valoración tipográfica del título para jerarquizar la enunciación de lo que no son: ni Leonardo Padura, ni Zoé Valdés, ni Pedro Juan Gutiérrez.

Aunque la edad de los narradores va de la cuarentena a la treintena, los une un común aire de familia: voz narrativa en primera persona, reiteración de intertextos, escenarios foráneos, desinterés por la tensión dramática, distancia de lo emocional, entre otras.

La voluntad perturbadora de los autores no siempre se traduce en el plano ideotemático, pero en ocasiones sucede, como en el cuento de Ahmel Echevarría, en el cual uno de los personajes protagónicos es dotado con todos los atributos del anciano Jefe de jefes: «No vestía el mono deportivo, pero era él. […] Cómo olvidar su nariz aguileña, la barba no muy tupida y cana, o aquel índice largo, huesudo, afilado. Era él y estaba en su silla de ruedas. Todo de oliva –charretera de ribetes dorados, gorra de plato, medallas y botones pulidísimos, botines de piel. Sonriendo.»

Aunque los últimos caracteres quieren esconder un poco la bola, sabemos bien ante quien estamos y es un buen arranque para el cuento, y para la compilación, al menos en el atrevimiento temático. Queda al lector descubrir si los ingloriosos (perdón, malditos) bastardos traen lo que prometen.

Por Antonio Montes Menocal

portada MB

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