El Pequeño Cine Estudio de Madrid venderá el “El cartel cubano llama dos veces”

Madrid, 26 de enero de 2017

A partir de hoy, jueves 26 de enero, el Pequeño Cine Estudio de Madrid vende en exclusiva, con un 5% de descuento, la última obra de Colección Cuba de ediciones La Palma: “El cartel cubano llama dos veces”, recientemente presentado en La Habana.

El libro constituye el último trabajo de la Cinemateca de Cuba sobre el cartel cubano, desde 1915, año del que se conserva la primera obra de la cartelística cinematográfica nacional (“El veneno de un beso”), hasta el año 2015, es decir, un siglo después. El ensayo de Sara Vega recorre la cartelística cubana exclusivamente centrada en la producción nacional, uno de los aspectos novedosos de esta obra.

La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo AECID y ediciones La Palma han coeditado esta priemera edición de 1.ooo ejemplares.

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Palabras de presentación de “El cartel cubano llama dos veces”, de Sara Vega”

El martes 17 de enero se presentó en La Habana el libro sobre la cartelística cubana, de Sara Vega Miche, de quien reproducimos sus palabras de agradecimiento.

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“Agradezco a todos los que asisten a esta presentación  y que no saben si podrán comprar el libro. A los amigos que vinieron por mí, porque se alegran por lo que de alguna manera resulta un premio a mi trabajo.

A todos los que durante mucho tiempo han colaborado conmigo en libros, exposiciones, conferencias, proyectos y en la tarea de documentación catalogación y completamiento tanto del fondo físico como digital de carteles de la Cinemateca de Cuba. Fotógrafos, restauradores digitales, personal de la Biblioteca Nacional y diseñadores, especialmente Claudio Sotolongo, quien no está aquí hoy, pero que desde que era un estudiante del ISDi trabaja conmigo como si recibiera un salario por sus ideas, por su dedicación, porque le conviene.

Especialmente agradezco a Luciano Castillo a quien pertenece esta idea de mirar con atención y en exclusiva,  a los carteles producidos para la promoción del cine nacional los cuales, hasta ahora, no habían sido debidamente atendidos por estar en desventaja dentro de ese inmenso volumen que son los carteles realizados para filmes extranjeros. Él me hizo pensar en ese tema y descubrir cosas en las que no había reparado. A la embajada de España en Cuba cuyo apoyo resulto vital para llevar a vías de hecho esta publicación y por supuesto agradezco  a Ignacio Rodríguez, Nacho, quien apoyó con fuerza y esfuerzo el libro y siempre estuvo al tanto de todo.

También agradezco a Gilberto Padilla, el editor, con quien se trabaja en libertad y con el que  mantuve conversaciones fáciles e inteligentes con relación a la gráfica y a otros asuntos y que aportó sugerencias no solo en el campo de la edición sino también en el diseño.

Especial mención merece Alejandro Rodríguez, Alucho,  quien es el responsable máximo del excelente diseño de este libro y con quien vivimos jornadas tensas debido a la premura de la entrega, lo cual ocurre siempre, pero que con su talento consiguió trasmitir la esencia del contenido y aporto soluciones atractivas y eficaces.

No puedo dejar de mencionar a Dawn y Alyssa, fotógrafos de la Universidad de Los Ángeles, California, quienes en una de sus visitas a la Isla con una rapidez olvidada por estos predios y de manera divertida lograron fotografiar los fondos de  carteles de la Cinemateca, lo que sin dudas hizo posible la excelente reproducción de las obras que aparecen en este libro.

Finalmente a Reynaldo González quien gentilmente accedió a presentar El cartel cubano llama dos veces y recordar mi trabajo durante el tiempo en que también lo incentivó durante los años en que dirigió la Cinemateca de Cuba.

A todos gracias por estar aquí”

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La Cinemateca de Cuba, la Embajada de España en La Habana y ediciones La Palma presentan “El cartel cubano llama dos veces”

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El día 17 de enero de 2107, a las 3:00 pm, se presentará el tercer volumen de la Colección Cuba de ediciones La Palma: “El cartel cubano llama dos veces”, de Sara Vega Miche, en el Centro Cultural Cinematográfico Fresa y chocolate, de la calle 23. El presentador del libro será el Premio Nacional de Literatura y ex Director de la Cinemateca Reinaldo González.

En el acto estarán presentes la dirección de la Cinemateca, la autora del ensayo de la cartelística, el equipo diseñador, los editores y los representantes de la Embajada de España en La Habana, quien apoyó el proyecto del libro desde el inicio.

Desde ediciones La Palma queremos invitar a todos los amigos y amigas que han hecho posible este proyecto, poniendo en contacto a La Palma con numerosos creadores de la cultura cubana que hoy, además de participar en el proyecto de reivindicación de la riqueza cultural cubana, ya son amigos seguros: Jorge Carpio, Eddy F. Llanes, José Antonio Michelena, Virgilio López Lemus, Jesús Rivera-Rosado (desde Madrid).

El libro es una tentativa de contar la historia del cine cubano a través de los carteles generados por sus películas es el propósito cardinal de este libro concebido por Sara Vega Miche. Hasta ahora, los libros sobre el cartel cinematográfico cubano, nunca la mirada se ha focalizado exclusivamente en los carteles realizados para la cinematografía nacional, aspecto novedoso de este proyecto.

Hay una muerte de la que nadie habla en La Habana

Diario Las Américas. Miami, 20 de diciembre de 2016 – 17:12  – Por Luis Leonel León

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En el más absoluto silencio falleció en La Habana José Ramón (Pepe) Fajardo, autor de “Nosotros vivimos en el submarino amarillo”, que estampó una época e inspiró a no pocos narradores de la isla

José Ramón Fajardo Atanes, Pepe o Monchi para sus amigos, acaba de morir en La Habana. El autor de Nosotros vivimos en el submarino amarillo, compendio de relatos que recoge de forma inigualable el choque de las primeras generaciones de la ilusión revolucionaria de los 60 y 70, con los muros de la verdadera realidad, dejó de respirar el pasado 11 de diciembre y aunque su obra y su intelecto lo sitúan en el mapa literario de la isla, su muerte ha pasado en el más absoluto anonimato, incluso hasta entre quienes integran la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), donde Pepe debió tener muchos conocidos.

La capital desolada donde vivió y murió Pepe, es una máquina demoledora que obliga a escapar a sus hijos lanzándolos al mar, haciéndolos atravesar la selva centroamericana o inspirando a tiernas muchachas a negociar sus cuerpos con turistas para salvarse de la indigencia y el fracaso. Es terrible contemplar cómo esta vergüenza nacional se ha vuelto casi normal, una pieza más de la sobrevida de las últimas generaciones.

Pero el castrismo no sólo sigue provocando que su pueblo huya, marchando desde la Plaza de la Revolución hacia el indetenible exilio. A los que se quedan, aferrados o prisioneros del pantano social, los aplasta como a cucarachas o los condena a un abrumador insilio. Unos subsisten heridos, otros fenecen.

Pepe murió en la desidia. Sin procurar ser contestatario, lo era por naturaleza, negando de un tajo el realismo socialista, describiendo y cuestionando un cosmos juvenil signado por las prohibiciones, la frustración, la decadencia. Con menos de 30 años, sin pretenderlo, los cuentos compendiados en Nosotros vivimos en el submarino amarillo le distinguieron como un escritor de referencia.

Un solo libro le bastó para ser el más extraordinario cuentista de su generación, marcar la diferencia y trazar un camino que inspiró a no pocos narradores de la isla. Título clave que jamás se volvió a editar y ni siquiera se puede encontrar de segunda mano. Una historia que, aún más descarnada, siguió escribiendo en un amargo y oscuro silencio. Como su muerte, de la que nadie habla.

No hay muchos detalles de su fallecimiento. No hubo autopsia y rápidamente fue cremado. Dicen que “estaba borracho, tuvo un infarto y cayó por las escaleras, o viceversa”. Al parecer dejó de respirar encerrado en su hogar, que de una mansión pasó a ser una cárcel ebria, un vacío, un espejismo con olor a bazofia quemada, como diría en uno de sus cuentos. Ni otros escritores, ni la prensa oficial cubana han escrito siquiera una línea sobre la muerte de este reconocido intelectual que nunca se fue de la isla. Como mismo se desentendieron de su vida han hecho con su muerte. Y puede que aún ni se hayan enterado.

Nacido el 13 de febrero de 1957 en La Habana, hizo sus primeros estudios en su barrio, La Víbora. Se graduó de Historia en el Instituto Pedagógico. Fue profesor, integró la Brigada de Instructores de Arte XX Aniversario (que se convirtió en la asociación de jóvenes creadores Hermanos Saíz), creó programas de radio, magacines literarios, publicó cuentos en revistas cubanas (Bohemia, La Gaceta de Cuba, Alma Mater, Letras Cubanas) e investigaciones en Cuadernos Americanos, de México. Nosotros vivimos en el submarino amarillo ganó en 1985 el concurso David de cuento, destinado a autores noveles, y el premio especial del certamen, que le valió un viaje a la extinta República Democrática Alemana, experiencia que compartió con su amigo el poeta y humorista Ramón Fernández-Larrea.

Dedicó su vida a la literatura. Lo hizo fervorosamente hasta que desencantado, enajenado, vencido, cada vez más solo, se refugió en ilícitos alcoholes ermitaños y se fue apagando. No todos los creadores están preparados para soportar el crecimiento imparable de la ruina social y salir airosos, o vivos, de la pelea contra los demonios de la indolencia, la vida vuelta una mueca triste, la miseria material y espiritual convertida en país. Fue de esos cubanos nacidos al filo del “triunfo de la revolución” que se formaron creyendo en los delirios del esquizofrénico proceso, y luego ni escaparon de la isla ni pudieron resistir dentro de sus márgenes. Ni siquiera su aguda ironía lo salvó.

Todo el descalabro que afectó al país a partir de la desaparición del bloque socialista de Europa del Este y los años más brutales del “Periodo Especial”, lo entristeció más de lo que su aliento podía tolerar. En 1989, yo a punto de graduarme del preuniversitario y él ya un escritor conocido, especulamos sobre el impacto que podía significar para Cuba la caída del Muro de Berlín y el plebiscito de Chile. Leíamos con expectativa las revistas Novedades de Moscú y Sputnik, que pronto fueron prohibidas por el régimen cubano. Pero a mediados de los 90’, aquella utopía despedazada contribuyó a su letargo y se enclaustró en su biblioteca bañado de azuquín [brebaje preparado a partir de la destilación casera de alcohol, que se consume en Cuba, a falta de bebidas debidamente elaboradas].

No se ayudó mucho a sí mismo -porque no se daba cuenta de su desplome o porque escogió desplomarse lentamente- pero siempre le gustó ayudar. En 1988 me publicó mis primeros poemas en La Abeja, pequeña revista literaria que editaba en la Casa de la Cultura de Arroyo Naranjo. Fue mentor de escritores y aficionados a las letras en su Taller Literario Carlos Enríquez, homenaje al pintor y escritor que vivió en esa localidad, en cuya casa-museo organizaba eventos junto a su excompañera, el amor de su vida, la asesora literaria Lourdes Zayón, recientemente exiliada en EEUU. Hace más de una década, el alcoholismo fue el motivo de su separación. No poder detener la caída de Pepe, la hirió a ella tanto como a él, aunque, sin suerte, siguió intentando rescatarlo del naufragio.

toda esa gente

Al poco tiempo de crearse el sanatorio Los Cocos donde el régimen recluyó a los contagiados con VIH, Pepe y Lourdes crearon un Taller Literario dentro de esos muros, La montaña mágica, inspirando a los enfermos a través de la literatura y las artes. De esos intensos encuentros de los años 90’ surgió la antología Toda esa gente solitaria, 18 cuentos cubanos sobre el SIDA, publicada en 1997. El título, al igual que su submarino amarillo, fue tomado de una canción de Lennon y McCartney, Eleanor Rigby. Los Beatles lo influyeron de manera especial. Eran parte de su inspiración y de su refugio. Escuchaba sus discos y era como si escapara de un tiempo que se negaba a aceptar.

Su escritor predilecto era J. D. Salinger, creador del icónico Seymour Glass, famoso por su novela The Catcher in the Rye, publicada en Cuba como El guardián en el trigal, que me regaló y aún conservo. Sentía gran fascinación por el destino de los personajes de Salinger. El aislamiento del autor estadounidense era una especie de espejo, entre el amor y el odio.

Gracias a él conocí la posmodernidad de Umberto Eco, los trópicos de Henry Miller, la Generación Beat (Jack Kerouac, William Burroughs, Allen Ginsberg, Philip Lamantia, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti), los cuentos de Hemingway, la tierra baldía de T. S. Eliot, los heterónimos de Fernando Pessoa, el mundo de Vargas Llosa, La Habana de Cabrera Infante. Títulos difíciles conseguir como Fuera del juego de Heberto Padilla, Condenados de Condado de Norberto Fuentes y las novelas de Lichi Diego.

Me presentó a otro amigo, Yonny Ibáñez, nieto de Juan Gualberto Gómez, que me prestó libros proscritos de Reinaldo Arenas y Severo Sarduy, y en su residencia de Mantilla, jóvenes nacidos en los 60’ y 70’, retomamos en los 90’ La Ciudad Celeste, peña fundada por Virgilio Piñera, como nuestro abrazo a lo que el eufemístico Quinquenio gris había marginado.

Recuerdo cuando Pepe me llamó para hacerme saber el crimen masivo del remolcador 13 de Marzo, donde murieron ahogadas más de 40 personas, entre ellos 10 menores, hundidos exprofeso por agentes de la dictadura. A su lado Lourdes lloraba porque su colega Cary Ruíz y su hijo de tres años estaban entre los asesinados por orden de Fidel Castro para escarmentar a quienes intentaban fugarse de una isla que sentían perdida. Dejó que Lourdes me contara mientras miraba a través del ventanal, creo que al vacío, casi no habló. Estuvo una semana sin presentarse en la Casa de la Cultura. Aquella tarde no bebió, pero no tardaría en hacerlo otra vez, y cada vez más. Era su océano salvador.

Ya entregado a la evasión que el alcohol significaba, escribió poco, pero no dejó de escribir. En los 90’ tenía otro libro de cuentos, un grito silente que jamás publicó. Y había empezado a escribir una novela que no sé si terminó. Su encierro era vehemente. Sólo algunos tuvimos el rarísimo privilegio de conocer sus textos secretos, escritos en una vieja Underwood portátil (nunca se adaptó a teclear sus historias directamente en la computadora) y que no leía él, prefería que lo hiciéramos en el silencio de su biblioteca, mientras tomaba ron con té, mezcla que disfrutaba y que hacía “durar más el material”, solía decir. Aquellos relatos eran la imagen literaria más fecunda de la consumación de la catástrofe cubana.

Su actitud contestataria no sólo la expresaba desde la literatura. Una vez un agente de la Seguridad del Estado lo visitó para decirle que no invitara más al escritor Fabio Hurtado a su Taller Literario porque era un desafecto. Escuchó pacientemente al policía, sin decirle sí o no, pero al poco tiempo Fabio fue jurado del concurso del Taller y siguió visitándonos. Gracias a ello me hice amigo del señor de barba y cabello largos, encanecidos, que había visto vendiendo flores por La Víbora sin saber que era un poeta disidente.

En su casa, un castillo que sobrevivía en medio del descalabro, solíamos juntarnos escritores de su Taller. Custodiados por su dóberman Sting y “armados” con botellas de ron o cualquier invento sustituto, infinitas noches hablamos de literatura, política, historia, intercambiamos libros, casetes, discos de acetato, chistes “contra el gobierno”, como le gustaba acotar, o seguimos el campeonato nacional de baseball en su viejo radio Selena, pues siempre le gustó más escuchar los partidos que verlos por televisión. Unos siguieron otros caminos. Otros nos fuimos del país. Y Pepe casi que se quedó solo.

Hace menos de dos años vino a Miami por primera y única vez para reencontrarse con su padre, a quien no veía desde que era un muchacho. No importaba si le mostraba lugares atractivos, cenábamos en un exquisito restaurante, lo llevara a Barnes & Noble a comprar Todo Marlowe de Raymond Chandler o descubriera el sushi. Nada era más necesario que unas cuantas cervezas y cajas de cigarros. Se quejaba de que en casa de su padre le permitían fumar algún que otro cigarrillo, pero beber le estaba prohibido y por eso quería regresar a La Habana donde sí le daban todo el alcohol que quisiera. Seguía riendo, aunque mostrando una apaleada dentadura. Más que delgado estaba consumido y tenía hematomas en los brazos. Había envejecido demasiado. Me alegraba ver al gran amigo que hacía años no veía, pero me dolía el destino que su imagen avizoraba.

Para celebrar los 30 años de Nosotros vivimos en el submarino amarillo, planeamos una reedición conmemorativa con textos de varios colegas, ilustraciones de Armando Tejuca y una entrevista que le haría a su regreso en 2017. Editaríamos uno o dos libros con sus cuentos inéditos y me mostraría la vieja novela que -como Pasternak- hacía años estaba escribiendo. Aceptó destapar el baúl a cambio de traerme mis primeros cuadernos de poemas, que jamás publiqué y que él conservaba desde finales de los 80’. Le di mi palabra de que también los publicaría. Celebraríamos en Miami su 60 cumpleaños con todo esto. Pero no pudo ser. Siento mucho que quienes le quisimos y admiramos no pudimos salvarle. Ahora sólo nos queda salvar su literatura. Ojalá podamos hacerlo.

http://www.diariolasamericas.com/america-latina/hay-una-muerte-la-que-nadie-habla-n4110558

Ediciones La Palma ha publicado a 3 de los 10 autor@s cuyas obras ganaron los Premios de la Crítica Literaria en Cuba para los libros publicados en 2015

En la tarde del pasado jueves 15 de diciembre, se efectuó en La Habana la entrega del Premio de la Crítica Literaria a los 10 libros más importantes, de autores nacionales, publicados en Cuba durante el pasado año. Un jurado, integrado por 7 miembros del Círculo de la Crítica, presidido por la doctora Margarita Mateo Palmer, otorgó los premios, atendiendo, principalmente, a su calidad literaria y a su importancia, según consta en el acta enviada a los medios por el Instituto Cubano del Libro. Las obras distinguidas son:

  1. El convidado del juicio, de Antón Arrufat. Ediciones UNIÓN.
  2. Encuentros cercanos de vario tipo (ensayos sobre literaturas en diálogo), de Mayerín Bello. Editorial Letras Cubanas.
  3. El niño congelado, de Mildre Hernández. Editorial Casa de las Américas.
  4. Virgilio Piñera al borde de la ficción, de Carlos Aníbal Alonso y Pablo Argüelles Acosta. Tomos I y II. Coedición Editorial Letras Cubanas y Editorial UH.
  5. La cinta métrica, de Efraín Rodríguez Santana. Ediciones UNIÓN.
  6. Cuba en sepia, de José Antonio Michelena. Ediciones Boloña.
  7. Recreos para la burocracia, de Sigfredo Ariel. Ediciones UNIÓN.
  8. trillos/ precipicios/ concurrencias, de Alfredo Zaldívar. Ediciones Matanzas.
  9. Esperando por el sol, de Raúl Flores Iriarte. Ediciones Matanzas.
  10. La hija del reo, de Sonia Díaz Corrales. Editorial Letras Cubanas.

De estos 7 autores y 3 autoras galardonados con el Premio de la Crítica, ediciones La Palma publicó, en años precedentes, obras de 3 de ellos. Son las siguientes:

1994: Poesía cubana de los años 80. Antología. La Colección Archipiélago, dirigida por Elsa López, publicó una antología de la creación poética cubana en la década del 80, donde aparecen los poemas “Fuera de toda lógica”, “Dicen que antes yo era el humo”, “Nada”, y “Los otros”, de Sonia Díaz Corrales

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2015: Malditos bastardos. El número inaugural de Colección G., dirigido por Gilberto Padilla, presenta una decena de autores y autoras de la Generación Año Cero, entre los que se encuentra Raúl Flores, con el relato “Extras”

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2016: Cuba: memoria y desolvido. El segundo número de Colección Cuba seleccionó la obra de crónicas periodísticas de José Antonio Michelena, cuyo libro gemelo, “Cuba en sepia”, se encuentra entre los premiados de 2015

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Dan a conocer Premios de la Crítica Literaria de Cuba, 2015

Maykel Paneque, La Habana,16 de diciembre de 2016

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Una decena de títulos de importantes casas editoriales del país recibieron este jueves el Premio de la Crítica Literaria 2015 en el Centro Cultural Dulce María Loynaz (CCDML) en una ceremonia presidida por Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro (ICL).

El convidado del juicio, del Premio Nacional de Literatura Antón Arrufat, La cinta métrica, de Efraín Rodríguez Santana y Recreos para la burocracia, de Sigfredo Ariel, fueron los libros seleccionados del catálogo de Ediciones Unión.

La hija del reo, de Sonia Díaz Corrales, Encuentros cercanos de vario tipo (ensayos sobre literaturas en diálogo), de Mayerín Bello, y Virgilio Piñera al borde la ficción, compilación de textos hecha por Carlos Aníbal Alfonso y Pablo Argüelles Acosta (tomo I y II), encabezaron los títulos de la Editorial Letras Cubanas, este último en coedición con Editorial UH.

Ediciones Matanzas se llevó dos galardones otorgados a trillos / precipicios / concurrencias, de Alfredo Zaldívar, y Esperando por el sol, de Raúl Flores Iriarte.

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El niño congelado, de Mildre Hernández, (Fondo Editorial Casa de las Américas) y Cuba en sepia, de José Antonio Michelena (Ediciones Boloña) completan los títulos seleccionados.

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Al acto de entrega del Premio de la Crítica Literaria 2015 asistieron también Juan Carlos Santana y Edel Morales, vicepresidentes del ICL, y Jesús David Curbelo, director del CCDML.

El Premio Anual de la Crítica se adjudica a los libros de literatura y arte más importantes publicados por las casas editoriales cubanas durante el periodo de un año, resaltó un comunicado.

Trascendió además que el premio es convocado desde el Centro Cultural Dulce María Loynaz por el Instituto Cubano del Libro y la deliberación la efectúan miembros del Círculo de la Crítica Literaria. El objetivo del galardón es estimular tanto la creación de los autores como el trabajo de las editoriales.

El jurado, presidido por Margarita Mateo Palmer, lo integraron: Daniel Díaz Mantilla, Marilyn Bobes, Cira Romero, Zaida Capote, Eugenio Marrón y David Leyva, cuyo veredicto tuvo lugar el lunes 14 de noviembre en el CCDML.

Editado por: Nora Lelyen Fernández

Tomado de: http://www.cubaliteraria.com/articulo.php?idarticulo=19979&idseccion=30

 

Luis Antonio de Villena y Virgilio López Lemus conversan sobre poética cubana, bajo la atenta mirada de Justo Jorge Padrón

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El lunes 5 de enero, en la reluciente librería Juan Rulfo de Madrid (Fernando el Católico 86), el poeta español Luis Antonio de Villena y su homólogo cubano, Virgilio López Lemus, disertaron durante una hora sobre los aspectos más personales de la poesía en sus vidas.

Destacó la presencia del poeta canario Justo Jorge Padrón, quien guarda una antigua amistad con ambos poetas.

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Si bien el autor de “Mural de poesía cubana” optó por encuadrar la poesía seleccionada como itinerario de la conformación de la identidad cubana (antes incluso de la Independencia de la Isla), Luis Antonio prefirió acercar la poesía cubana a su vida y rescatar multitud de viviencias y anécdotas con poetas cubanos, tales como Gastón baquero y otros menos conocidos.

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El momento poético no fue ajeno al político y ocurrieron numerosas alusiones a este último. No obstante, para bien de los presentes, el acto transcurrió en clave fraterna.

Luis Antonio aprovechó para animar a La Palma (y a Virgilio en particular) a editar un segundo volumen de poesía cubana donde se recojan autores (y autoras) que no pudieron ser incluidos en este, nacidos ya en el Siglo XX. Especial mención hizo de poetas como Lezama Lima, Emilio Ballagas, Dulce María Loynaz o el propio Baquero.

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Virgilio enseguida sumó a otros, tales como Cintio Vitier, Carilda Oliver (ayer muchos de nosotros supimos que la autora de “me desordeno, amor, me desordeno” vive en La Habana a sus 93 años), Fina García Marruz, Virgilio Piñera o Nicolás Guillén.

“Cuba en sepia”, de José Antonio Michelena, Premio de la Crítica en Literatura

La Habana, 2 de diciembre de 2016

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“Cuba en sepia”, del ensayista cubano José Antonio Michelena, gana el Premio de la Crítica en Literatura. Este importante galardón es otorgado por un jurado de críticos a los libros más importantes publicados durante el año en Cuba.

El libro está formado por breves crónicas sobre historias y costumbres cubanas que el autor se propone rescatar del olvido y traer al presente. A través de una labor ilustrada, que toma como base la búsqueda bibliográfica, Michelena se acerca al lector (y lectora) más heterogéneo y no solo lo seduce con la diversidad temática, sino que la brevedad, sencillez y espontaneidad de la narración hacen de ella una lectura amena y enriquecedora. Así, se reactiva la memoria (o el conocimiento) en el reencuentro con personajes y celebridades del ámbito cubano, la evocación de tradiciones vernáculas de antaño y el relato de sucesos memorables.

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“Cuba en sepia” es hermana gemela de “Cuba: Memoria y desolvido”, segundo volumen de la  Colección Cuba de ediciones La Palma, que fue editada en España en 2015 con un prólogo de Leonardo Padura.

Habíamos entrado en el siglo xxi cuando José Antonio Michelena comenzó a frecuentar esta tipología periodística. Tenía a sus espaldas la tradición fijada por tantos ilustres cultores del género y, además, su empeño se desarrollaría justo en unos de los períodos más lamentables del periodismo cubano (una verdad que muy pocos se atreven ya a rebatir).

Michelena preparó la edición, en 2015, de “Mural de poesía cubana”, número inaugural de la misma colección de ediciones La Palma, cuyo autor es el también ensayista cubano Virgilio López Lemus.

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Ediciones La Palma, asociada a la Cinemateca de Cuba y a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo AECID, llevará a las librerías de toda España y al resto de países vía catálogo, el último trabajo de la Cinemateca sobre el cartel cubano, magistralmente editado por Gilberto Padilla y su equipo de Colección G.

En palabras de Luciano Castillo:

…Sin la música melodiosa compuesta porMichel Legrand para Los paraguas de Cherburgo (1964), de Jacques Demy, pero con el ritmo de una rumba, una guaracha o un son cubano, en otra ciudad portuaria, pero del Caribe, La Habana, nada proclive a una lluvia perenne, diseminados en importantes calles y parques de la capital cubana, aparecieron por esos primeros años de la década  prodigiosa de los sesenta, unas peculiares estructuras metálicas que la gente bautizó como «paraguas». No fueron diseñados para protegernos del sol inclemente o el aguacero eventual; cada uno mostraba ocho carteles cubanos de cine, más comúnmente llamados por lostranseúntes que se detenían a contemplarlos: «los afiches del ICAIC»…

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Y de Sara Vega:

…Todavía a finales de la década, los carteles continúan impresionando por su eficacia y belleza. Una obra casi olvidada, ejemplo de maestría en diseño e impresión, resultó Debemos saber (1979), de Antonio Fernández Reboiro para el documental de Idelfonso Ramos. Sobre un fondo magenta aparece una esfera en la que se observan dibujados los ojos y la nariz de un hombre, incluyendo el cabello. La visión resulta sobrecogedora y es un reto al espectador…
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En diciembre en librerías y en el catálogo de La Palma

Breve guía para rastrear escritoras cubanas

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Por: Javier Rabeiro Fragela

9 de marzo de 2013

Escribí esta especie de guía para un amigo brasileño de visita en Cuba, interesado de pronto en la literatura cubana escrita por mujeres. La escribí y se la entregué, ya que él estaba decidido a iniciar una búsqueda por todas las bibliotecas y librerías del país. Se trata de mi opinión sobre lo que he tenido la oportunidad de leer, de modo que hay muchas ausencias razonables. (No soy un lector sistemático, leo lo que me regalan, encuentro, hurto, o compro.) Pero de todas formas resulta una buena guía para quien de pronto se interese en buscar.

Pudiera comenzar con Juana Borrero, pero no vale la pena, sus poemas son tan espléndidos que hablan por sí solos, son un alegato contra el olvido del tiempo.

Con Gertrudis Gómez sucede lo mismo, nada que hacer.

Aurora Villar Buceta nunca publicó un libro, pero escribió varios cuentos. Abordó una literatura realista que, a pesar de tener ya más de cincuenta años, se siente lozana, refrescante, con innegables valores estéticos.

La expresividad de Dulce María está en cada uno de sus textos, son ondas electromagnéticas que empiezan a vibrar de solo acercarnos a sus libros.

Luego nos topamos con Dora Alonso y Fina García, ambas de una sensibilidad particular y recursos extraordinarios.

Nersys Felipe, María Elena Llana y Esther Díaz Llanillo aparecen después, con obras disímiles que van desde la más exquisita ternura hasta una observación de la línea entre lo posible y lo imposible.

La prolífica Marta Rojas impresiona con su erudición y sus vivencias.

Mirta Yánez aparece con el dominio de las historias que narra, ligado al encanto inevitable de su escritura.

Lina de Feria, llena de revelaciones y hallazgos, hace pensar más de una vez.

Mercedes Melo, con su explosión intertextual asombra, maravilla y enseña.

Nancy Morejón tiene el poder, no hay manera de comparar los latidos de sus versos.

Marilyn Bobes te puede hacer sangrar de placer, sobre todo con su poesía.

Gina Picart nos muestra una escritura bien bordada, con hilos fuertes, a veces epicúreos.

Aida Bahr clava su mirada, como una pica, en el lugar donde quiere que mires.

Mayra Montero nos narra su perspectiva. Algunos me han dicho que no hace literatura cubana porque no vive en Cuba, sin embargo, eso no tiene la menor importancia, ¿acaso no son cubanas Alejandra Pizarnik, Laura Esquivel, Nadine Gordimer, Margaret Atwood, J.K. Rowlings o Marguerite Yourcenar?

Laidi Fernández, a veces nostálgica, a veces divertida, nos insufla su aliento.

Mariela Varona es la emancipación, la libertad.

Mylene Fernández es la inspiración.

Nara Mansur nos canta con una voz histriónica y emotiva.

Anna Lidia Vega crea una enajenación en el lector, es como una droga, una vez que la lees no puedes vivir sin ella (deberían prohibirla).

Karla Suárez va en busca del rastro de la anécdota, su rocío es perdurable.

Haydée Sardiñas es el realismo con espejuelos azules.

Teresa Cárdenas hace magia con la tradición, enriquece el folclor con sus historias.

Ena Lucía Portela te mostrará la verdadera cara de las cosas, su ironía, unida a la argucia literaria, organizan incendios.

Rebeca Murga es para mí la introspección contenida, el pensamiento en su recorrido.

Mildre Hernández, no puedes morir sin robar sus escritos y leerlos en secreto como una carta dirigida a tu alma.

Gleyvis Coro, directa como una saeta, puede atravesarte en segundos.

Evelyn Pérez logra sacudir montañas. Cuidado.

Souleen Dell’Amico, su sensibilidad es trastornadora, léela a distancia.

Yanira Marimón, golpe seco y estremecedor.

Yordanka Almaguer, una suculenta experimentación clásica (si es posible que eso exista).

Adriana Normand, concisión sin límites.

Polina Martínez, hondura estructural, estética que reventará en tus manos.

Aymara Aymerich, lucidez encendida todo el tiempo.

Greity González, se me antoja como un moderno clasicismo con una elaboración terminada.

Agnieska Hernández, el desafuero, lo impensable.

Dazra Novak, aborda la escritura con puntos de vista que derretirán tu intelecto.

Yamila Peñalver, construye su texto con un cincel de apropiaciones sui generis.

Adriana Zamora, una voz que te perseguirá sin querer a todas partes, aun después de haber cerrado el libro.

Zulema de la Rúa, sensualidad pura.

Mónica Ravelo, caracterización de la intensidad.

Elaine Vilar, imaginación, alas en los pies.

Anisley Negrín, intensidad, bridas rotas, llegar a algo.

Marvelys Marrero, hay una marca en lo que toca (no se quita con jabón).

Jamila Medina sabe tender trampas con hilos de araña, caerás en ellas.

Liany Vento, tiene algo que decirte, ve a buscarlo.

Susana Haug, su lenguaje te tomará de la mano para señalar a lo lejos.

Legna Rodríguez, esde la erupción de sus palabras, ¿qué no se convierte en lava?

Marlene Lufriú, tendrás deseos de desayunar sus textos, saborearlos como un helado.

Hay más, muchas más que no he leído y tal vez leeré. Muchas veces me he preguntado cuál será la mejor de todas, cuál se burlará eternamente del tiempo. Una mañana le hice esa pregunta a Alberto Guerra. Fue una pregunta general, me refería a todos los escritores de la historia. Alberto sonrió, señaló a su izquierda y me dijo esta cosa interesante: “El mejor escritor de la historia será siempre el muchachito(a) de trece años que vive al doblar de la cuadra, ese que le ha mostrado sus textos inéditos a varias personas y que cuando se habla de literatura, ya tarde en la noche, sale a relucir como el muchachito(a) que escribe tremendos cuentos”.

Supongo que eso es lo que me ocurre con la literatura cubana escrita por mujeres. Después de leer un cuento o un libro me digo: ¿Cómo puede ser posible? ¿Cómo estas mujeres escriben tan bien? ¿Cómo son tan buenas? Luego, por supuesto, le doy paso a la negación, cierro los ojos ante lo evidente. Me digo con los dedos cruzados: Son una mierda. No sirven para nada.

 

 

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