Recuperamos una entrevista de Ahmel Echevarría, coautor de “Malditos bastardos”

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Un día de entrenamiento con Ahmel Echevarría

Por Leopoldo Luis 23 de julio de 2012

Entrevistar a un escritor puede constituir un ejercicio difícil. O todo lo contrario, depende del escritor. Hay a quienes les parece una pérdida de tiempo, en tanto otros aprovechan para “soltar amarras” y compartir opiniones sobre temas que, por lo general, captan la atención de la gente. Tiene que ver con la mística de la Literatura. No suele preocuparnos demasiado lo que piensa una estrella de pop sobre tal o cual asunto —con sus excepciones, claro—, pero en cuanto un novelista vierte un par de criterios, las reacciones no tardan. La temperatura de tales reacciones dependerá de la naturaleza de los criterios.

Ojalá esta primera sesión de entrenamiento con Ahmel Echevarría nos haga “entrar en calor”, en lo que aguardamos la llegada de tres libros suyos, recién premiados en una tríada de concursos. Ojalá también nos ayude a descifrar los signos que marcan su escritura y nos despierte, como lectores, el deseo impostergable de acercarnos a ella.

Con tus primeros libros, Inventario (Premio David 2004) y Esquirlas (Premio Pinos Nuevos 2005), experimenté una sensación de ambigüedad en cuanto a género: ¿novela corta o cuento? Después solo tuve contacto con tu producción cuentística (incluyendo el relato que ganó un accésit en el concurso La Gaceta de Cuba). Acabas de recibir tres importantes premios en línea con igual número de novelas. ¿Con cuál de los dos te sientes más a gusto: con el relato breve o con la narración extensa?

—Les he comentado a algunos amigos que Inventario es en realidad un proyecto de novela abortado. ¿Cuál era la razón? El total desconocimiento de cómo abordar la escritura de un texto de ficción de tan largo aliento, incluso el miedo. Creía tener en las manos el tema para una novela, pero sentía que la propia impericia haría de las suyas y al final tendría un montón de folios que no animarían la lectura. Entonces aposté por el cuento, o una serie de cuentos, en un escenario común y en donde los protagonistas fueran los miembros de una familia cubana. Me dijeron que mi libro era una “cuentinovela”. Yo no sabía que existía ese calificativo —que de veras es horrible—, pero había leído varios libros de autores cubanos con una estructura que se acercaba a lo que andaba buscando y podía asumir. Me siento satisfecho con el resultado.

Esquirlas, libro con el cual gané el Premio Pinos Nuevos de Cuento, es la cristalización de lo que en aquel momento estaba buscando: construir un universo a partir de piezas narrativas en su mayoría independientes —en los que el protagonista y los coprotagonistas alternaran el peso y la importancia de su papel, de manera indistinta, a lo largo del libro—. Te digo que esos textos son independientes en su mayoría porque hay piezas narrativas que funcionan como intro y coda, como paradas de reflexión o evocación o respiro, pero todas están narradas por una misma voz, muy intensas, pero que al ser leídas en conjunto dan la sensación de unidad, del transcurso del tiempo en la vida del narrador —a la vez personaje—, del desarrollo de uno o varios conflictos de ese personaje y de los otros con los que interactúa. Esas piezas narrativas forman lo que llamo un cuaderno.

“No me interesaba la militancia en un género determinado; al entrar Esquirlas en edición, en Letras Cubanas me dijeron que era mejor ponerle el vago calificativo de Narrativa, porque en realidad, y cito lo que me dijo Ernesto Pérez Castillo (editor del libro): ‘es un cuento que Esquirlas es un libro de cuentos’.

“Si analizas su estructura, Esquirlas es un rizoma. Es casi imposible determinar qué es trama y subtrama en el libro, por lo tanto, se desarrolla más en el plano horizontal (el bulbo de una cebolla blanca o morada) que en la vertical (la raíz de la imponente ceiba). Si nos ceñimos a los géneros, creo que nunca fui estrictamente un cuentista, porque en ese género por lo general solo un hecho puede convertirse en suceso, y me ocurría que no me interesaba solo un instante de una vida, sino varios, y la relación de esa vida con otras; ese modo de ver y construir una historia no puedes ubicarla en el terreno del cuento, sino, por comodidad, en el de la novela.

“Esos tres libros premiados a los que haces referencia son: Días de entrenamiento, Búfalos camino al matadero y La noria. Los llamo novelas a falta de un nombre mejor, a fin de cuentas hace falta una clasificación y no la impuse yo, pero en el espacio íntimo de la creación los llamo Cuadernos. Es mi manía de nombrar, de clasificar, de estructurar; utilizo categorías para ir allanando el camino.

“A propósito de tu pregunta, siento que en este siglo y milenio la novela se parece más a nosotros, a los tiempos que corren, y menos a lo que dicta o dictó el canon. No me refiero solo a la existencia de textos a mitad de camino entre el cuento y la novela, sino también a esos híbridos en los que hay de ficción y de ensayo, entre el testimonio y la ficción. Las mezclas pueden ser sorprendentes. Como mi formación es técnica —recuerda que soy graduado de Ingeniería Mecánica—, digamos que en mi caso apuesto por la pieza (una pieza narrativa) para lograr un mecanismo —o un conjunto de mecanismos— lo más eficiente posible (una máquina narrativa)”.

Pastel para pit bulls obtuvo una Mención en el Luis Felipe Rodríguez de la UNEAC 2009, donde concursó como libro de cuentos. Hace pocos días Búfalos camino al matadero se alzó con el Premio José Soler Puig de Novela y tengo entendido que, básicamente, se trata de la misma historia. ¿Qué diferencias percibes, a nivel estructural o estilístico, entre uno y otro volumen? ¿Todo se reduce a un simple cambio de título o hay algo más en lo tocante a género?

—Precisemos: no es que sea “básicamente la misma historia”. Es el mismo libro pero con un título diferente (cambiar el título solo fue un asunto, digamos, extra literario). Por lo tanto, no hay diferencias estructurales ni estilísticas. Te hablé en extenso de cómo es la estructura de mis libros, Búfalos camino al matadero no es la excepción. Ha ido pasando el tiempo y las piezas narrativas que integran mi libros no se quedaron solo en el terreno de las pequeñas ficciones enlazadas, sus estructuras integran fragmentos de diarios, fotos (el performance de la foto o la imagen en sí), poemas (escritos por mí o no) o fragmentos de canciones, incluso la correspondencia entre dos personajes. Por su estructura, el cuaderno Búfalos camino al matadero te llevará a experimentar, al igual que con Esquirlas, y cito tus palabras: “una sensación de ambigüedad en cuanto a género”. Si Esquirlas ganó el Pinos Nuevos de Cuento en 2005 y según algunos lectores es una novela, en cuanto a género para mí da igual que Búfalos… ganara en el 2009 el Luis Felipe Rodríguez de la UNEAC o el José Soler Puig de Novela en 2012. A fin de cuentas son dos premios importantes que garantizan una cuidada edición y una bella publicación. Si tienes un 4×4 puedes ir con él a donde quieras.

Tengo entendido que Búfalos… tiene como protagonista a un soldado, veterano de la guerra de Irak. ¿Por qué un escritor cubano se arriesga a narrar un drama que, a primera vista, pudiera resultarle ajeno?

—Esa pregunta me perseguirá, creo, hasta después que termine desecho en menudos pedazos amontonados en una cajita en el Cementerio de Colón. Búfalos… no es un libro sobre La Guerra de Irak, sino la historia de varios personajes que conviven en los márgenes de la sociedad. Es una galería de perdedores, de seres derrotados o que se resisten a ser derrotados. Todos son marginales —digamos que en diferentes gradaciones—; la fuerza centrífuga de la sociedad en que viven los lanza bien lejos de los centros de poder, de legitimación; en los bordes, en esos márgenes, construyen una vida marcada por el delito, la zozobra, la precariedad. No soy ni por mucho un Viajero Inmóvil, esa categoría en Cuba le corresponde a un peso pesado (literalmente hablando). Pero he aquí las paradojas: tengo una gran amiga psicóloga a la cual físicamente he visto poco más de un par de veces y por muy poco tiempo, nuestra relación es insólitamente intensa y extrañamente virtual —y cuando digo virtual me refiero a intercambios vía e-mail o chat—. Ella es cubana pero vive en Nueva York, donde trabaja atendiendo casos sociales. Y entre sus “casos” había un veterano de guerra. Mi amiga siente pasión por la literatura, pero no se le da muy bien contar historias. Un 11 de noviembre —Día de los Veteranos en USA, se rinde honores a aquellos que dieron su vida por el país durante la I y la II Guerra Mundial—, mi amiga me contó una jodida pero hermosa historia sobre un viejo soldado que peleó en la II Guerra Mundial. Le propuse que la escribiera, incluso la convidé a hacerlo entre los dos. Ella, como Bartleby el Escribiente, respondió “preferiría no hacerlo”. A cambio propuso ser mis ojos en ese otro lado del mundo.

“La historia de aquel viejo no me dejaba conciliar el sueño, decidí entonces que debía hacer algo, porque el insomnio es una cosa muy persistente. No me convenía la II Guerra Mundial, demasiado ajena y lejana para mi gusto. El conflicto en Irak me resultaba ‘más familiar’. Las guerras son ahora un show mediático, el mundo es una aldea global. Le conté a mi amiga mis propósitos, ella aceptó —es tan terca como yo—, así que fui para mi amiga psicóloga uno de sus ‘casos sociales’. Me atendió a cuerpo de rey. Con su mirada fui sorteando algunos problemas que se me cruzaron a lo largo de la escritura.

Búfalos… pone el colimador, no en un conflicto bélico, tampoco en una ciudad —es un libro que transcurre casi en interiores—, sino en un hombre al que le falta un ojo y está más que jodido, en las pocas personas con las que interactúa, en las dos mujeres que ama, en las dos o tres personas en las cuales confía. Se trata del alma humana, de sus peores paisajes, de muchas derrotas y un par de victorias pírricas, en fin, se trata de un libro que se interesa por la más común de las vidas. En las páginas de ese cuaderno verás a personas que, irremediablemente, van camino al matadero.

“Si la vida miserable de aquel viejo no me dejaba dormir, ¿por qué no apostar por escribirla sabiendo que ninguno de mis ‘compañeros de viaje’ lo habría hecho, y teniendo a mi favor una persona que me corrigiera el rumbo?

“Hice una apuesta, convencí a una mujer para que se aventurara conmigo, una de las piezas del libro ganó el accésit de La Gaceta de Cuba, como proyecto de novela convenció al jurado, y en el Premio José Soler Puig se estableció el pacto ficcional entre mi libro y los tres miembros del jurado. Ahora le espera otro reto: esos lectores de fierro a los que tampoco les puedes pasar pollo por pescado, y ese reto mayor que es el tiempo”.

Hay todavía una novela más reciente: La noria, merecedora del Premio Italo Calvino 2012. ¿En qué cuerda se mueve? ¿Está de alguna manera enfocada hacia la realidad cubana o sigues apostando por temáticas, digamos, de corte más cosmopolita? ¿En qué medida se distancian (o imbrican) lo nacional y lo universal en tu obra y en general en la literatura cubana contemporánea?

La noria tiene una estructura más cercana a lo que la tradición marcó como novela. Pero ni tanto. A la ficción, o a los bloques de ficción que en este caso no se pueden leer de manera independiente, los cruza una serie de cartas, o una parte de la correspondencia entre Julio Cortázar y uno de los personajes del libro —digo una parte porque solo se podrá leer las cartas escritas por Cortázar—. Hay en ella una Habana posible, pero no “la real”; es el escenario donde transcurrirá la vida de un escritor sexagenario (El Maestro) que ha pasado más de veinte años sin escribir. Para llevar a cabo un irrefrenable deseo, El Maestro decide plagiar un cuento de Cortázar. Su interés no es solo escribir un relato a partir de recientes y extraños episodios de su vida —desconoce que en ellos está envuelto David, hombre de 50 años con quien comparte una relación sentimental y que aparenta ser un profundo admirador de su obra—, también desea retomar el oficio, recuperar y ganar nuevos lectores. ¿Cuáles son los motivos de tan largo silencio? En el año 1971, una Comisión determinó que Fin de semana en Neverland era una novela que no se ajustaba a los tiempos que vivía el país. Tras el dictamen, El Maestro recibió un insólito castigo: enterrar y exhumar cadáveres. En el Cementerio de Colón trabajó durante poco más de un quinquenio.

La noria es una novela o cuaderno de amor entre dos hombres, de afinidades, dolor y traición. Indaga en los orígenes de una inverosímil política cultural, en sus consecuencias, así como en la posible actitud de algunos de sus actores y víctimas.

“Este libro tiene al mundo, o a una parte del mundo, incrustado en él. Está Galicia o una parte de ella, algunos platos típicos, parte de la literatura de Rosalía de Castro y la muñeira. El jazz, el fado, trazas de la literatura universal son vectores que la cruzan. No es exactamente cosmopolita en el sentido estricto de la palabra, sino que se abre al mundo.

“Tu pregunta podría ser un tema de tesis, es abarcadora a más no poder. Y yo ni siquiera he fatigado todos los libros escritos por autores de mi generación. En mi caso, me interesa una partícula inestable y universal: el hombre. Se ama y se odia en el mundo. Se tiene sexo y se traiciona y se mata en nombre de causas que aparentan enorme justicia. En fin, el hombre es el lobo del hombre, o el tigre del hombre, o el tiburón blanco del hombre, o la claria del hombre. Con él, creo, los escritores cubanos podemos acercarnos a lo que es de interés en Londres, Madrid, Praga, Shanghái. Todo está en que no nos dé por embarcarnos en preocupaciones o conflictos que no son tales”.

Tu último libro publicado (sin contar las compilaciones y antologías en que has participado) fue Esquirlas (Letras Cubanas, 2005). ¿Qué razones condicionaron estos seis años de silencio editorial? ¿Hasta qué punto puede resultar beneficioso (o perjudicial) para un escritor el mantenerse trabajando, podría afirmarse que en la sombra, sin una certeza de publicación inmediata?

—Para mí la Literatura no es una carrera de caballos. Hay quienes se proponen publicar todos los años. Su sistema de trabajo se los permite. Son prolíficos. Incluso los jurados de los concursos a los que esos escritores envían sus manuscritos apuestan por esas obras. No digo que haya un problema tanto en el lado de los escritores como en el de los jurados. Son métodos de trabajo, protocolos de lectura, incluso buena o mala distribución de prestigio —como diría el poeta Rito Ramón Aroche—. Mi paso es el del mulo. Me toma tiempo investigar, revisar el manuscrito —lo hago varias veces, la primera versión no es igual, nunca, a la última; me preocupa no solo el tema y la verosimilitud, la consistencia y los conflictos de los personajes, también el sonido de las palabras—. Mi preocupación es no solo estética, sino también ética, al menos ética conmigo mismo. No recuerdo de quién es la frase “escribo para perder el rostro”, pero si cambio de rostro y repito ese rostro en otro libro nada o poco hice. Por lo tanto, me tomo mi tiempo.

“Tuve una etapa a la que llamo Ciclo de la Memoria (Inventario, Esquirlas, Días de entrenamiento), en la que fui desplazando el foco de atención del narrador. Era la mirada de un joven treintañero. Del espacio social (la intención de dar respuestas) fui a una suerte de punto medio: el espacio social y el individual. El ciclo cierra formulando preguntas y no dando respuestas, formulándolas con la mirada puesta en el hombre y desde el hombre —el cubano de hoy en la posible Cuba de mañana—. Luego aposté por el veterano de la Guerra de Irak —libro del que ya te hablé—, y a continuación me centré en la vida de un hombre sexagenario y gay y escritor sumido en un slump creativo ‘gracias’ a una real pero inverosímil política cultural.

“Salvando las distancias, más de un escritor cubano se mantuvo trabajando en silencio, como si arañara una roca, sin más esperanza o regocijo que el que le brindaba el texto terminado, o que la aprobación o desaprobación de los amigos. Sin esperanzas, pero sin miedo. O sin mucho miedo. Y esa roca que arañó está ahí, a la vista de todos, porque esa escritura no se trataba de un asunto menor, de mirarse el ombligo. A eso se debería aspirar, es decir, a escribir el texto y proyectarlo al futuro, pero es patrimonio de unos pocos. Lo común es que nos toque o nos gane el olvido. Puedes darte con un canto en el pecho si logras inocular en la memoria de los lectores, al menos, un buen libro —o un buen cuento o un buen poema.

“Si publicas mucho y te pagan mucho, hay un buen negocio; y si ese es tu negocio, pues no hay problemas. Pero si publicas mucho y te pagan poco, y además no hay manera de que puedas jugar en otra liga por el tipo de literatura que haces —porque solo le interesa a tu grupito de amigos, y no hablamos de una literatura solo para elegidos—, y además ni siquiera eres profeta en tu tierra… bueno, hay un gran problema de fondo en esa manera de escribir.

“Por cierto, publicar solo te quita de arriba la condición de escritor inédito. Debo consignar que no esperé hasta el 2012 para soltarlo todo, sino que fui trabajando y probando suerte tan pronto sentí que el libro en cuestión estaba terminado”.

¿Cómo valoras la llegada de estos premios que, además del reconocimiento de los jurados, implican la edición de las obras y su puesta a disposición de los lectores?

—Cuando María Elena Llana supo de mi Premio José Soler Puig, dijo: “Ahmel, ya no eres una promesa”. Hay en sus palabras la condensación de un reto. Lo dijo con total honestidad y sin sombras de miserias humanas. Porque ese premio supone un antes y un después. A otros jóvenes escritores quizá les han dicho con otras palabras lo mismo que a mí. Más allá de la cualidad y calidad de sus obras y de la mía, con sus protocolos de lectura, el jurado determinó que esas eran las que merecían el galardón.

“Uno siempre se impone un reto, pero cuando empiezas a escribir, es decir, cuando eres un escritor que te inicias en el oficio, te ubican en ‘las ligas menores’. Ahora se supone que estás en ‘otra liga’ y como tal te juzgarán. Es bueno, muy bueno, saber —y saber que saben— que estás jugando al duro, aunque siempre lo hayas hecho.

“En mi caso, parece que al menos hasta ahora cumplí con las expectativas, porque detrás del Premio Oriente vino el Italo Calvino —también sé que otros escritores de la generación a la que pertenezco (ellos saben quiénes son) están jugando al duro y van a por más. Cuando dieron los resultados de la última edición del Premio Nicolás Guillén y los Premios Alejo Carpentier me dio muchísima alegría: Jamila, Luis Yuseff, Osdany, Marcial Gala (casi de fondo creía escuchar el estribillo de un tema de Calle 13: los de atrás vienen conmigo, conmigo vienen los de atrás…). Por supuesto, claro que deliro, pero así lo sentí… sé que no estoy jodidamente loco.

“En lo personal, claro que estoy muy feliz, pero solo por el momento, porque pasará el día de la ceremonia de premiación y de la presentación de los libros (de los que estoy satisfecho). Luego caerán en manos de los lectores y el tiempo; que pasen la primera prueba solo significa que has convencido a los que vivieron en tu misma época.

“Si ganar un premio implica un compromiso, sería entonces conmigo mismo: un compromiso ético y estético. Soy tan terco y tan duro conmigo que me impongo un camino cuya cuesta es cada vez más empinada. Pero me place muchísimo.”

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“Malditos bastardos” llegará a Nicaragua gracias al Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua

festival Granada

XI FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE GRANADA, 2015, EN HOMENAJE AL POETA ENRIQUE FERNÁNDEZ MORALES

La Fundadora de ediciones La Palma participará en la XI Edición del Festival Internacional de Poesía de Granada. Del 15 al 22 de febrero del 2015, Nicaragua, nuevamente, se prepara para ser la anfitriona privilegiada de una de las más extraordinarias fiestas de la Poesía en América.

La Junta Directiva del Festival Internacional de Poesía de Granada ha invitado a Elsa López participar en la celebración y a dar a conocer su poesía a un pueblo que atesora su tradición literaria y que acude por centenares a las plazas y auditorios de la ciudad a escuchar a nuestros poetas invitados.

Durante el Festival se compartirá con poetas de todo el mundo, y además tendrá la oportunidad de leer sus poemas en los bellos espacios públicos de la ciudad: atrios de iglesias coloniales, parques y plazas, ante un público multitudinario. Podrá también participar en el funeral más alegre del mundo pues cada año, el Festival organiza un carnaval poético donde simbólicamente se “entierran” anti-valores tales como la intolerancia, la miseria, la mentira… y donde los invitados leen poesía en las esquinas más hermosas de Granada, la ciudad colonial más antigua del Continente, cuya fundación data de 1524.

Es tradición del Festival, desde sus inicios en 2004, el rendirle homenaje y dedicar el evento a un gran poeta de nuestro país. Hemos celebrado a los poetas Joaquín Pasos, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Salomón de la Selva, Alfonso Cortés, Azarías H. Pallais, Claribel Alegría, Carlos Martínez Rivas , Ernesto Cardenal y Rubén Darío. Este año le ha correspondido el turno a nuestro gran poeta, artista plástico y dramaturgo ENRIQUE FERNÁNDEZ MORALES.

Además de lo anterior, Elsa López llevará por primera vez a tierras centroamericanas, ejemplares del número 0 de la Colección G, Malditos bastardos, el cual se podrá conseguir a precios favorables.

Banner (con logo de Colección G.)

“Malditos bastardos” en Gestiona Radio, viernes 16 de enero 10 pm

Gestiona Radio

El próximo viernes 16 de enero, a las 10 de la noche en el programa “El marcapáginas” de Gestiona Radio (http://www.gestionaradio.com/), estaremos conversando acerca de la nueva generación de escritoras y escritores cubanos, quienes están siendo reconocidos en España a través de la Colección G de la editorial La Palma.

Obra de Adonis Flores
Obra de Adonis Flores

La Cuba que ya cuenta el cambio

vvaa

Amigos, amigas,

en el intento de recuperar noticias sobre creación literaria cubana actual hemos encontrado otra mención en el suplemento actual de Babelia de El País, que ahonda en su rastreo de la creatividad literaria (ya van 3 esta semana). En este caso no esperen mucha (más bien ninguna) profundidad en el escrito, además de recoger viejas y muy disímiles voces y mezclarlas con algunas casi nuevas (Jorge Enrique Lage) y no tan nuevas (Wendy Guerra). Al final un decálogo de títulos de narrativa (no se entiende bien qué pinta el de Gutiérrez -de 1998- para entender la Cuba de hoy…) y ensayo. Nos place encontrar al menos un autor (Lage) de la llamada Generación del Año Cero, que son quienes están haciendo nueva literatura en la Cuba de hoy (y sus extramuros, al menos por ahora).

La literatura va por delante de la política en la isla. Muchos escritores exponen sin miedo su visión crítica del país y retratan el desencanto de su generación

Cuba todavía sigue siendo un país con dos monedas, como la nueva generación literaria, separada en dos territorios físicos. Los nietos de la revolución fueron educados como pioneros en el marxismo-leninismo, en el seno de familias que apoyaron a Fidel Castro, pero esa primera generación anticapitalista se cansó de escuchar discursos utópicos que poco aportaban sobre la vida cotidiana. Unos se fugaron de esta isla del Caribe, hartos de persecuciones en busca del porvenir, pero otros decidieron quedarse y esquivar la censura desde el corazón de La Habana, en el marco de lo que algunos teóricos califican como poscomunismo dentro del comunismo. El Granma, órgano oficial del Partido Comunista, se vocea por las calles, pero la decadencia del régimen admite variables diversas: escritores que publican fuera de Cuba y son silenciados dentro, narradores cuyos libros se editan en ambos territorios y una larga lista de apátridas que escriben en la distancia. En ambos casos, Cuba protagoniza muchos de sus relatos pero no se leen como retratos amables del régimen. Como sus antepasados, todos parecen tocados por esa enfermedad llamada insularidad, esa maldita circunstancia del agua por todas partes, y un fuerte sentido de la pertenencia. Algo que Leonardo Padura resume sencillamente: “El problema de los cubanos es que ni huyendo de Cuba salimos de la isla”.

La literatura ya ha contado los grandes cambios que se avecinan tras el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Los escritores jóvenes ya no tienen la visión de sus padres. A finales del siglo XX una literatura de indagación social y crítica comenzó a narrar el desencanto y la visión de la gente, basada también en el conocimiento de la vida al otro lado del Malecón, el paseo habanero que separa la tierra del mar y cuya esencia es ser frontera orgánica y espiritual del país. Mario Conde, el detective de ficción creado por Leonardo Padura que radiografía moralmente la vida en la isla del Caribe, lleva tiempo recorriendo el mundo y su novela El hombre que amaba a los perros, un relato pormenorizado del asesinato de Trotski, se ha convertido en un éxito. Fue publicada por Tusquets en España.

Como algunos de sus colegas, Leonardo Padura (La Habana, 1955), uno de los narradores que mejor representan los nuevos tiempos de la dictadura comunista y la coyuntura actual, viaja por el mundo cuando lo desea. Durante medio siglo los cubanos no pudieron moverse de su país con libertad. La frontera estaba cerrada por ley y tan difícil era salir como volver, pero la política de cambio emprendida por Raúl Castro en enero de 2013 posibilitó las entradas y las salidas, aunque todavía quedan exiliados que algunos califican como de alta intensidad que no consiguen superar las trabas burocráticas (más bien políticas) para moverse por el país. No es el caso de Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970), que pertenece a la categoría de exiliado de baja intensidad. Vive en Madrid y abandonó su país hace dos décadas, pero no posee estatus de opositor y sus libros son críticos aunque no atacan personalmente a los hermanos Castro. “Entro y salgo con facilidad, lo que provoca resquemores con cierto sector intelectual del exilio de Estados Unidos. Personalmente me interesa mucho la política, pero no busco el enfrentamiento radical. Hace un año que falleció mi padre y pude despedirme de él, algo que no pueden hacer todos los que lo deseen”. Este año ha publicado Rojo aceituna en España y es autor de una decena de libros, uno de los cuales, Amores desalmados, se publicó en Cuba en 2011. Rojo aceituna, un recorrido por los países comunistas desde Latinoamérica a Asia para ver lo que queda del rojo anunciado, se lee como un ácido libro de viajes.

Padura no vive bajo la amenaza de la censura. Dispone de nacionalidad española pero sigue viviendo en Cuba porque quiere permanecer cerca de sus “nostalgias y amores”. Se define como “un escritor cubano que escribe sobre Cuba. La pertenencia me ató a mi país, al Malecón y a mi barrio. Un escritor es su cultura y su lengua”, aseguraba Padura en una de sus visitas a Madrid.

En Cuba la moda no existe aunque en la marea callejera se impone el leggins de tonos fluorescentes. En el célebre mercado de libros de segunda mano, en la turística plaza de Armas, los iconos no se han renovado en los últimos setenta años pero algo ha cambiado. Los músicos callejeros recrean las canciones de Silvio Rodríguez y las fotos de Korda sobre el Che Guevara comparten estantes de madera con algunos libros de Lezama Lima, títulos de Hemingway que recuerdan su paso por la isla junto con álbumes de la Revolución para niños que ya deben ser padres. De la nueva fotografía cubana no hay ni un rastro. Entre los libreros de los puestos de segunda mano, la obra de Leonardo Padura y Pedro Juan Gutiérrez recibe piropos. “Son los únicos escritores que hablan de la realidad del país”, dice uno de ellos. Algunos de sus títulos se venden allí mismo. En cambio, si se les pregunta por alguno de los prohibidos o silenciados pasan en segundos de la cara de póquer a la inmediata reacción comercial. “Bueno, ahora no tengo aquí ese libro de Wendy Guerra pero si lo desea se lo puedo conseguir…”. Los cubanos cuentan que eso mismo pasaba hace años con Antes que anochezca, la memorable biografía de Reinaldo Arenas que solo se pudo leer fuera del circuito oficial.

En la calle del Obispo, con flamantes librerías, algunas de varios pisos, atendidas por un buen número de funcionarios, tampoco se localizan las últimas novedades. Bolaño o Volpi no existen. En las librerías no hay opciones bajo cuerda, pero en estantes móviles se pueden conseguir revistas culturales históricas como La Gaceta de Cuba o El Caimán Barbudo, entre otras. El escritor Reynaldo González, periodista y uno de los más prestigiosos ensayistas cubanos, perseguido durante casi una década por el régimen por ser homosexual, ve claros signos aperturistas. En su opinión, la mermada industria editorial local no permite muchos dispendios, pero funcionan distintas casas editoriales donde publican lo mismo escritores jóvenes que consagrados como Ana Lydia Vega, Jorge Enrique Lage —su obra Carbono 14. Una novela de culto, publicada en 2010, hace honor a su nombre— y Mirta Yáñez, entre otros. También se editan libros que llevaban años guardados, como Hablando de fantasmas y mucho más, de Esther Llanillo, de 86 años, jubilada tras treinta años como bibliotecaria en la Universidad de La Habana. La narrativa fantástica se codea ya con la histórica, géneros casi marginados en el reino del realismo socialista. “El triunfo de la revolución tuvo tal consenso que arrasó todo. ¡Ojalá se hubiera producido un enfrentamiento ideológico! En los setenta la izquierda estalinista impuso su criterio y los que no estaban de acuerdo tuvieron que abandonar la plaza camino del exilio. Ahora nadie catequiza sobre cómo debe ser el arte, todo eso forma parte de la historia oficial que se convirtió en fracaso. Tampoco al otro lado, la voz del exilio es la misma, muchos tienen hijos que ya ni siquiera hablan español”, cuenta Reynaldo González en su residencia habanera, en el barrio del Vedado, una mansión destartalada con un jardín tropical a la entrada que cuida personalmente.

Wendy Guerra (La Habana, 1970) vive en el barrio de Miramar, una de las antaño zonas residenciales de la ciudad. Su casa ocupa la última planta de un edificio de tres pisos de aspecto destartalado al que se accede tras franquear una verja de seguridad. El interior, decorado en estilo minimalista con sofá blanco y mecedora de Charles Eames, resulta totalmente acogedor y extraño en una ciudad donde los edificios parecen a punto de derrumbarse y el asfalto como si no se hubiera tocado desde que Fidel entró en La Habana en 1959. Todo en la cocina es órganico, y el zumo que ofrece al visitante, natural. Se hizo tremendamente popular gracias a la televisión, donde presentaba programas, pero hace años que fue silenciada por el régimen. La gente acostumbrada a verla en pantalla le pregunta por la calle si se ha marchado a vivir fuera de Cuba, a lo que ella responde que vive en el inxilio. Triunfa fuera pero sus novelas no se publican en la isla. Sin embargo, ella decidió permanecer en una sociedad desgastada y dividida: “Es bueno quedarse con lo malo de lo bueno. Aquí llevo una vida esforzada pero legítima. Soy coherente con las herramientas que todo el mundo usa; uso las bibliotecas y voy a los hoteles para entrar en Internet. No podría vivir aquí como un extranjero. No soy una activista política, sino una escritora”, cuenta a velocidad de vértigo.

Cuando sale de la isla y se reencuentra con sus compatriotas siente una enorme alegría. “Son mis hermanos”, aclara. “No entiendo que desde el exilio se nos siga atacando. Los intelectuales están llenos de prejuicios, pero ya es hora de declarar el alto el fuego. No podemos seguir repitiendo las historias de nuestros padres”.

Graduada en Dirección de Cine en el Instituto Superior de Arte y alumna de García Márquez en su taller de guiones, como escritora se mueve en el territorio de los diarios, y su novela Todos se van, un relato autobiográfico de cómo vivió la diáspora de todos sus amigos y conocidos una hija de la Revolución, se lee como una de las críticas más devastadoras del comunismo, escrita desde la visión de una niña.

Wendy Guerra se hizo popular en televisión pero hace años que fue silenciada. Ella dice que vive en el ‘inxilio’

Como escritora siente que desarrolla una carrera personal que no pudieron hacer los padres de su generación porque ellos nunca pensaron en tener algo suyo en primera persona del singular. “De niños no pudimos elegir, fuimos educados en el marxismo con la idea de que nada de lo que teníamos era nuestro, todo pertenecía al Estado y yo me rebelé contra eso”. Los días en Cuba se parecen mucho, pero, en ese adagio de lo mismo, Guerra saca los temas que pueblan sus libros. Ahora vive dedicada a recibir a los amigos que se fueron y que regresan a la isla a despedirse de sus padres enfermos o directamente a enterrarlos. Y no hablamos de una figura literaria. “Está desapareciendo una generación, viejos comunistas que apoyaron a Castro y gente que, en algunos casos, se enfrentó con sus hijos cuando decidieron marcharse”. Quizás escriba sobre ese enorme drama en alguno de sus diarios. “Hay muchos infiernos; el socialismo nos ha hecho muy insolidarios”.

A caballo entre dos generaciones y entre dos países emerge la figura de Pedro Juan Gutiérrez. Consiguió un filón contando con desgarro su vida erótica, pero sufrió la censura y los insultos. “Cuando se publicó en octubre de 1998 Trilogía sucia de La Habana en mi país, me echaron a la calle de la revista donde trabajaba y se corrió un muro de silencio a mi alrededor. Yo saqué fuerzas y me dije a mí mismo: pues, en primer lugar, no me voy a ir a Miami ni a ningún lado, aquí me quedo porque este es mi país y voy a aguantar el chaparrón”. Desde que empezó a redactarla su objetivo fue hacer literatura pero nada de entretenimiento. “Quería escribir sobre mi vida y sobre la gente que me rodea en Centro Habana. Era una etapa de mucha hambre, miseria, degradación. Yo trabajaba como periodista en una revista oficial y, claro, no podía escribir nada fuerte. No me dejaban. Creo que todos esos libros (cinco títulos) del Ciclo de Centro Habana son una especie de venganza. Cuando escribí el primer cuento de la trilogía me dije: ‘Ahora yo soy responsable de todo’. Y escribí a full. Sin importarme lo que pasaría después”, cuenta vía correo electrónico desde Canarias, donde vive parte del año. La trilogía se ha publicado en una veintena de idiomas.

No soporta que lo etiqueten como el Bukowski cubano. “Mis personajes son mucho más vitales, variados, decididos, alegres y sexuales que los borrachitos retorcidos, grises, repetitivos y aburridos de Bukowski. Mis personajes tienen la vitalidad del trópico, la testosterona (y los óvulos efervescentes) y la gracia del Caribe. Son mis vecinos, la gente que me rodea. La gente que te vas a encontrar si paseas un poquito por Centro Habana ahora mismo y los que te seguirás encontrando dentro de 20 o 30 años”. Ha terminado una novela titulada Fabián y el caos que se desarrolla en Matanzas en los años sesenta y setenta del siglo pasado, con un Pedro Juan adolescente y joven y uno de sus amigos de esa época.

Se muestra cauto con los cambios anunciados. “Estoy de acuerdo en que sean lentos, graduales, bien pensados y sobre todo que los mediten bien para que puedan seguir adelante, abriendo la sociedad a la modernidad. Fueron muchas décadas de mucha cerrazón, de muchas prohibiciones, y eso genera un caldo de cultivo nefasto, sobre todo entre los jóvenes”. A su juicio, lo principal en este momento sería “activar la economía y los derechos individuales y el acceso a la modernidad en todos los sentidos. No podemos seguir viviendo en un coto cerrado. No tiene sentido y es anacrónico”.

10 libros para entender la Cuba de hoy

NARRATIVA
Trilogía sucia de La Habana. Pedro Juan Gutiérrez. Anagrama, 1988.
Todos se van.
Wendy Guerra. Bruguera, 2006 (reeditado este año por Anagrama).
La fiesta vigilada. Antonio José Ponte. Anagrama, 2007.
Carbono 14. Una novela de culto. Jorge Enrique Lage. Ediciones Altazor, 2010.
Hablando de fantasmas y mucho más. Esther Díaz Llanillo, Editorial Letras Cubanas, 2011.

ENSAYO
El mapa de sal. Un postcomunista en el paisaje global.
Iván de la Nuez. Mondadori, 2001 (reeditado por Periférica en 2010).
Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano. Rafael Rojas. Anagrama, 2006.
Fantasía roja. Los intelectuales de izquierdas y la Revolución cubana. Iván de la Nuez. Debate, 2006.
Rojo aceituna. Un viaje a la sombra del comunismo. Ronaldo Menéndez. Páginas de Espuma, 2014.
El viaje más largo. En busca de la cubanía extraviada. Leonardo Padura. Nuevos Emprendimientos Editoriales, 2014.

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Mural de poesía cubana, desde sus orígenes al vanguardismo

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Desde La octava Isla les presentamos el primer número de la Colección Cuba, un proyecto nacido en la Feria del Libro de La Habana del (todavía) 2014. El libro que ahora está en imprenta trata de conjugar el pasado poético de la editorial con la apertura a otros ámbitos creativos, como son la crónica, los cuentos, la novela, la fotografía.

Mural de poesía cubana, desde sus orígenes al vanguardismo, es una aproximación a la mejor poesía cubana, comenzando en este primer volumen por Manuel de Zequeira y Arango y deteniéndose en Rubén Martínez Villena. La selección e introducción fue realizada por Virgilio López Lemus, poeta y ensayista, académico titular de la Academia de Ciencias de Cuba.

Este libro es un recorrido por la lírica cubana desde sus orígenes hasta el vanguardismo; una muestra integrada por más de treinta autores y autoras que representan, al entender del académico, la mejor poesía de la isla en el largo periodo que va desde finales del siglo XVIII hasta la primera mitad del XX. Ilustra cómo se asienta y desarrolla una tradición  insular en el género y cómo se expresa desde temas diversos, en movimientos y corrientes diversas.

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Literatura cubana: medio siglo de censura, metáfora y apertura. Winston Manrique Sabogal, El País, Madrid 23 diciembre 2014

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Jorge Rey (AP)

Silencio, metáfora… apertura.

Silencio, decepción… verdad.

Estas son las dos vías paralelas de la literatura cubana en los últimos 55 años, desde que llegó Fidel Castro al poder. La primera vía es de aquellos que han escrito desde la isla y la segunda desde el exilio. Dos caras de una misma moneda que han mantenido viva la creación. El sino cultural en países con regímenes parecidos.

En este caso, “la relación estado-literatura en Cuba ha sido compleja y contradictoria; insana y, sin embargo, capaz de servir de caldo de cultivo para obras y autores de notable calidad; extremadamente paradójica”, resume Antonio Orlando Rodríguez, que empezó a publicar en la isla y hoy desde el exilio en Estados Unidos. Un vistazo atrás le permite mostrar esa paradoja porque, “el gobierno ha contribuido a darles alas a muchos escritores, a través de la educación y del acceso a la cultura, pero con la pretensión de que solo las usarían para volar entre las paredes de su jaula”.

El arco de esa historia lo trazó Seymour Menton en Caminata por la narrativa latinoamericana. Identifica seis fases literarias: La lucha contra la tiranía (1959-61), Exorcismo, existencialismo y autocensura (1962-65), Epopeya, experimentación y escapismo (1966-70), La novela ideológica, realismo socialista (1971-74), Novelas detectivescas y novelas históricas (1975- 1987) y La sexta fase (1989-2000). Faltaría una séptima, la del siglo XXI que podría ser Diversidad y apertura.

Si las novelas de 1959-60, explica Menton, “se caracterizan por sus héroes románticos que viven melodramáticamente durante un breve periodo novelístico de menos de un año, los protagonistas del segundo grupo son individuos angustiados cuya vida prerrevolucionaria carente de sentido justifica las arrolladoras reformas sociales llevadas a cabo por la Revolución”.

Entonces las voces disidentes empezaron a aparecer. Y con ellas la censura, aunque Castro dijera más de una vez que cada cual podía escribir lo que quisiera porque su gobierno no le iba a prohibir a nadie lo que escribiera: “Al contrario. Y que cada cual se exprese en la forma que estime pertinente y que exprese libremente la idea que desea expresar”. Lo hizo, sobre todo, en 1961 cuando los tres directores del suplemento cultural Lunes, del periódico Revolución, tuvieron que comparecer ante un tribunal del Partido Socialista Popular: Guillermo Cabrera Infante, Pablo Armando Fernández y Heberto Padilla. Los tres fueron enviados al extranjero en asuntos diplomáticos.

desde un punto estrictamente literario, el conflicto vivido era, es, una invitación a escribir”.

En el origen y en la cotidianidad de todo eso se detiene Abilio Estévez: “Politizaron nuestras vidas; nos obligaron a vigilarnos los unos a los otros; nos forzaron a vivir en estado de guerra permanente contra un enemigo que nunca nos atacó, y vivir en condiciones de guerra; nos exigieron entender una sola filosofía, el marxismo-leninismo; creímos entender que la verdadera vida estaba en otra parte y aprendimos que huir era la única solución… Y aunque parezca una frivolidad: desde un punto estrictamente literario, el conflicto vivido era, es, una invitación a escribir”.

Aunque la respuesta del Gobierno, en muchos casos, según Wendy Guerra, fue aplastar todo aquello que no alabara o contentara su ideal político. “¿En qué país crecí yo?”, se pregunta, y contesta: “En un país de escritores oficialistas, por un lado, o por el otro, de creadores muy agudos que lograron salir adelante gracias a fenómenos muy particulares o ayudas de personas brillantes y poderosas que los salvaron de la hoguera (esos fueron los pocos), en mi mundo personal conocí muchos seres acallados, criaturas sublimes castradas en su pensamiento, apabullados y atemorizados, poetas presos, homosexuales expulsados o condenados a trabajos forzados, nombres borrados del mapa intelectual cubano. Libros quemados. Deportación o exilios impuestos”.

Al comienzo, dice Carlos Alberto Montaner, “casi toda la producción literaria era prorrevolucionaria y cantaba la gesta (el lenguaje siempre es épico) de la lucha contra la dictadura de Batista. Desde hace unos 30 años eso comenzó a cambiar y hoy es abrumadoramente anticomunista, antiestalinista, en cantidad y calidad”.

hoy los jóvenes tocan temas impensables antes, como la homosexualidad o la falta de alimentos.

Ese acercamiento a la realidad lo comparte Antón Arrufat. Durante un tiempo, reconoce, se recurrió a la metáfora y a los símbolos, luego se hizo literatura de evasión, pero “hoy los jóvenes tocan temas impensables antes, como la homosexualidad o la falta de alimentos. Hay libros que, tal vez, literariamente no valgan pero como documento sí”.

Antes, en los ochenta, nace una nueva generación de artistas contestatarios, recuerda Zoé Valdés. Todo empezó por la pintura, dice, “luego le seguimos los escritores. Algunos ya habíamos leído a Cabrera Infante, Lezama Lima (prohibido entonces), empezábamos a tener noticias de Reinaldo Arenas, adorábamos a Lydia Cabrera. En los ochenta empezaron a hacerse performances callejeros muy herméticos y críticos. Eso alertó al Ministerio de Cultura, que en esa época quiso reunirse con los artistas y escritores contestatarios. Le dijimos lo que pensábamos, pero todo fue una tomadura de pelo para apretar más las tuercas de la censura. Muchos de los que estuvimos en aquella reunión nos fuimos al exilio en los años que se sucedieron”.

Censura es la palabra más citada. “Hay autores que no han sido publicados o que han dejado de serlo, por el contenido de sus textos, ya vivan dentro o fuera de la isla”, afirma Karla Suárez. Dentro de las mismas editoriales, agrega, “hay como una especie de resistencia, gente que intenta hacer las cosas de otro modo y se enfrenta. De otra parte, creo que la misma situación fomentó la creatividad, esa necesidad de contar, de dejar escrito en un papel lo que no salía o no sale en los periódicos”.

La realidad como materia prima y la adversidad como incentivo y recursos creativos se aprecia en Cuba en el arco que traza Alma Flor Ada: “De El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, que se nutre de los conflictos inherentes a las revoluciones: La injusticia que las provoca, el idealismo que las inicia, el absolutismo, los desmanes y las traiciones que pueden engendrar”; hasta El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura y el resto de su obra: “hace una profunda crítica al desgaste de los ideales revolucionarios, a las traiciones cotidianas que erosionan principios fundamentales. Pero a pesar de la crítica honesta y profunda ambos narradores dejan abierta la esperanza en el ser humano como ente social”.

Lo que da el marco principal a las dos orillas de la realidad cubana, es, según Isel Rivero, Guillermo Cabrera Infante: “Aunque no estemos todos de acuerdo por diferencias estilísticas u otras, es la obra de más consistencia de los últimos 50 años. El libro de Reinaldo Arenas, Antes que Anochezca, es ya la denuncia abierta al régimen. Y el libro de poemas de Heberto Padilla, Fuera del Juego, marcó un hito en la represión de intelectuales que habían sido leales al proceso”.

Lo que queda es el interrogante de Wendy Guerra: “¿Las personas que dirigen el país amaban, aman o disfrutan realmente las artes? Esa es la verdadera pregunta. ¿Hace falta que el gobierno sospeche de nosotros, de nuestra capacidad y éxito más allá del tópico político? No, el daño está hecho, somos nosotros los que sospechamos uno del otro, el profundo daño humano está hecho”.

Libros para conocer mejor la historia del Cuba bajo el castrismo (Winston Manrique Sabogal Madrid 23 DIC 2014 El País)

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Un grupo de escritores cubanos crea una cartografía literaria para conocer mejor la historia de su país en los últimos 55 años. Primero comentan algunos de sus libros en los que han abordado temas cubanos y después recomiendan a otros autores y libros.

ALMA FLOR ADA

“He escrito las memorias Vivir en dos idiomas, Alla donde florecen los framboyanes y Bajo las palmas reales, y las novelas En clave de sol y A pesar del amor.

“Sobre otros autores: El siglo de las luces, de Alejo Carpentier, es una de las novelas más importantes de la literatura hispanoamericana, se nutre de los conflictos inherentes a las revoluciones: la injusticia que las provoca, el idealismo que las inicia, el absolutismo, los desmanes y las traiciones que pueden engendrar. El hombre que amaba a los perros y el resto de la obra narrativa de Leonardo Padura son una profunda crítica al desgaste de los ideales revolucionarios, a las traiciones cotidianas que erosionan principios fundamentales. Pero a pesar de la crítica honesta y profunda ambos narradores dejan abierta la esperanza en el ser humano como ente social.

“El poeta Nicolás Guillén tenía ya una voz potente antes de la Revolución, durante cuyas primeras décadas alcanzó aún mayores cimas. Esas primeras décadas fomentaron ampliamente las publicaciones en Cuba, tanto de libros cuanto de revistas literarias y dieron un amplio aliento a la literatura infantil”.

ABILIO ESTÉVEZ

“He intentado reflejar mi manera de “interpretar” esa realidad que me tocó vivir, y como no podía ser menos, en casi todo cuanto he escrito. Aunque quizá haya dos novelas mías que pretendan una indagación más directa: Los palacios distantes y El navegante dormido. Para intuir una realidad tan difícil, habría que leer, además libros como La fiesta vigilada, de Antonio José Ponte; los ensayos de Iván de la Nuez o Rafael Rojas; La novela de mi vida de Leonardo Padura; Informe contra mí mismo, de Eliseo Alberto. Y por supuesto, dos clásicos: Reinaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante. Aunque no se me escapa que dejo fuera libros y autores que la brevedad de esta nota me impide señalar”.

WENDY GUERRA

“Los autores cubanos que no pudieron o pueden hoy publicar en su patria son escritores sin país, y para muchos, es casi un favor ser editados por editores foráneos porque no todos son negocio para esas editoriales. ¿A quién le importa hoy en tópico cubano? Tiene que ser algo excepcional para despertar tal interés internacional. A los agentes literarios les cuesta mucho venderlos porque su verdadero y numeroso público está en Cuba y aquí no pueden ser comercializados.

“La consecuencia general de todo esto son los bandos políticos, el odio que destilan los blog que se escriben de lado a lado. El combate de insultos y vanidad, desencanto y decadencia es, muchas veces incomprensible para el resto del mundo.Otra de las consecuencias es la pérdida del respeto por parte de los observadores, teóricos, intelectuales o editores extranjeros que, cuando escuchan o leen dichas discusiones aparentemente agudas, pero bordadas de indescifrables insultos, nos retiran su atención. A esto le llaman “rollitos cubanos” o “alta chusmería política”.

“Mis libros puntuales para nombrar lo vivido en estos años son: Negra, Todos se Van, y que hoy es un filme de Sergio Cabrera y que parte de un Diario Personal que abarca la infancia y adolescencia de Nieve Guerra una niña cubana en años en los que el estado, muy por encima de sus padres, decidía su suerte, su destino y el de sus contemporáneos. También citaría Nunca fui primera dama, este libro habla sobre estas cinco décadas donde la mujer no ha tenido voz dentro del poder real de la vida política cubana.

“Recomiendo a Pedro Juan Gutiérrez, Reinaldo Arenas, Cabrera Infante, Dulce María Loynaz, Leonardo Padura, Eliseo Diego, Reina María Rodríguez, William Navarrete, Ena Lucía Portela, Sigfredo Ariel, Atilio Caballero, Guillermo Rosales, Lezama Lima, Carlos Victoria“..

CARLOS ALBERTO MONTANER

“He escrito varios libros sobre el tema. Las novelas Perromundo (sobre la dolorosa elección entre la sumisión o la muerte), La mujer del coronel (sobre el control afectivo de una revolución que persigue el adulterio de las mujeres casadas con oficiales del ejército y cuadros del Partido) y Tiempo de canallas. Esta novela se centra en la vida ficticia, pero tejida con elementos reales, de un hispanocubano aparentemente trotskista, que participa en la guerra civil español. Esta es una narración sobre la traición, enmarcada en el ambiente de la Guerra Fría. Pronto saldrá publicada en España bajo el sello de Edhasa. También libros de ensayos: Informe secreto sobre la revolución cubana, Cuba: un siglo de doloroso aprendizaje, Viaje al corazón de Cuba y Los cubanos: historia de Cuba en una lección, entre otros.

“Entre las recomendaciones de otros autores la mejor historia de Cuba, con mucho, es Cuba: economía y sociedad (16 volúmenes) del profesor Leví Marrero. Es una portentosa obra, increíblemente escrita por un autor que, sólo con la ayuda de su mujer, en una modesta casa de Puerto Rico, reconstruyó la historia colonial cubana. Hoy ésa sería la obra de un equipo de investigadores”.

KARLA SUÁREZ

“Entre mis libros señalo dos novelas. Silencios (Premio Lengua de Trapo): una protagonista de mi generación que narra la vida de su familia desde los años setenta hasta la caída del muro de Berlín. Y Habana año cero (Premio Carbet del Caribe, inédita en España): cinco personajes se aferran a una absurda idea con tal de sobrevivir en 1993, el peor año del “Período Especial”.

“Recomiendo a Leonardo Padura y Jesús Díaz que narran períodos diferentes. Además, Cien botella en una pared, novela de Ena Lucía Portela y Habana Babilonia, un excelente ensayo de Amir Valle sobre la prostitución”.

ZOÉ VALDÉS

“Pese a que varios de mis libros fueron escritos dentro de Cuba, he escrito una literatura del exilio, como casi toda la gran literatura que se ha hecho en Cuba desde José Martí a Gertrudis Gómez de Avellaneda.

“Yo tuve la suerte de tener una gran abuela, muy anticastrista, y un padre preso durante cinco años, que no fue una suerte para él, pero a mí me abrió los ojos muy temprano. Tuve la suerte de tener una abuela que también me abrió los ojos desde niña. Y atendí más a mi abuela que a Granma (juego de palabras).

“Cuando salí de Cuba la primera vez tenía 23 años, fue acompañando a mi primer esposo Manuel Pereira, ahí descubrí el mundo, y todas las mentiras que nos habían contado.

“Cuando salí de Cuba definitivamente, la segunda vez tuve que aprender la verdadera historia de Cuba, yo tenía 34 años. Leer a Leví Marrero, los capítulos censurados de Fernando Portuondo, toda la historia censurada, y me di cuenta que mi abuela tenía razón en todo lo que me había querido enseñar de la historia de Cuba.

“Nunca me he arrepentido de mi exilio, siento que la libertad la aprendí en Francia, y en España aprendí a ser persona, porque fue España quien me dio primero que nadie la nacionalidad.

“De mi obra puedo hablar de La nada cotidiana, hay un antes y un después de esa novela, aunque me hayan querido silenciar tanto tirios como troyanos, en Te di la vida entera también abarco siete décadas de la historia de Cuba, hasta los años noventa, La Ficción Fidel, es el libro más directamente político, los anteriores son novela.

“De los escritores actuales que yo recomendaría están Juan Abreu, José Abreu Felippe, Luis de la Paz, Carlos Victoria, Yanitzia Canetti, Antonio Ricardo Valle, entre otros, y por supuesto, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Lydia Cabrera, Lezama, Sarduy, de los de siempre, de toda la vida”.

Dónde encontrar “Malditos bastardos” (España)

Portada_Malditosbastardos

Amigos, amigas, gracias a la página “Todos tus libros” os paso el enlace de las librerías en España donde se puede adquirir el primer número de la Clección G.

http://www.todostuslibros.com/libros/malditos-bastardos_978-84-95037-83-1

Deciros que particularmente en Madrid, la librería Rafael Alberti (calle Tutor 57, Moncloa) tiene varios ejemplares disponibles. Otras librerías céntricas donde también disponen de él son: La Central, Casa del Libro, además de muchas pequeñas como Tres rosas amarillas.

En el mes de febrero tenemos asegurados 2 envíos, uno a Managua, Nicaragua, y otro a La Habana. También estamos negociando otro a Honduras. Para los casos de Managua y Tegucigalpa confiamos en poder llegar a acuerdos para la venta de “Malditos bastardos” en las librerías más importantes de ambas ciudades.

Os seguiremos informando…

08 Legna

Mensaje a las amigas y amigos cubanos de la diáspora (con motivo de “Malditos bastardos”

Banner (con logo de Colección G.)

Amigos y amigas cubanos y de otras tierras con estrechas relaciones con la isla nos han estado escribiendo para preguntar cómo conseguir el primer libro de la Colección G.

Por el momento el único medio con el cual contamos es el envío postal, mediante el catálogo de Ediciones La Palma: http://www.edicioneslapalma.com/novedades/200/Malditos-bastardos

Desde hace algún tiempo estamos buscando distribuidores para USA y América Latina (por cierto que nuestra amiga Gina fue la primera en solicitar el libro desde Miami). Esperamos que, para 2015, los libros de La Palma puedan estar en las librerías de más países.

portada

Fragmento (i) de Amado del Pino con motivo de la presentación de “Malditos bastardos”

Amado

Dicen que traducir es ya reinvertar una obra. En el caso de la transcripción de los testimonios, como es el caso que nos ocupa, diría que acompañamos al orador, quitando y poniendo palabras que no fueron dichas, uniendo frases que sonaron separadas. En el caso particular de Amado, por su verbo locuaz y vastísima cultura, esta labor es particularmente compleja, sobre todo ahora que nos hemos reencontrado en Madrid después de una década, donde es muy fácil marcar un número de teléfono y pedir explicaciones por tal o cual cosa. Sin embargo, no quiero dejar olvidado, al menos parte, o partes, del discurso de Amado en la Librería Rafael Alberti el pasado día 4. Que lo disfruten.

“…Yendo al título del libro, Malditos bastardos, confieso que me vino a la memoria otras lecturas de otros jóvenes malditos, más en la dramaturgia, que es el mundo en el que me muevo, donde hubo mucho talento pero también mucho provincianismo, muchas vanguardias indigestadas. Sin embargo estos diez chicos son otra cosa. Se trata de una escritura culta, muy internacional, cínica a veces, displicente otras, pero en donde apenas hay experimentalismos gratuitos ni estructuras ilegibles, sino el regreso a una prosa casi clásica -a la que regresaré después-, con muy buena carrera. Coinciden con otros escritores en que desarrollan su carrera en otros géneros, principalmente la novela, algunos con importantes premios, como Ahmel Echevarría, que es vecino mío de columna en Cuba contemporánea, una revista digital que les recomiendo leer. Y yo me preguntaba, cuando leía el libro en mi casa: ¿bastardos en relación a qué, dentro de la tradición literaria cubana? Mayoritariamente es obvio en la negación expresa de una épica larga y retórica que muchos escritores abrazaron, aunque otros no, claro. Me refiero a esa escritura característica de los milicianos heroicos donde los burgueses eran los malos de la película y había que sacarles del juego, aunque lo que estaba mal era principalmente la escritura. Claro que no todos asumieron esto, por ejemplo en los años setenta Miguel Collazo hacía una literatura parecida a esta, pero murió joven, antes de que le dieran el Premio Nacional de Literatura. También me viene a la cabeza Ezequiel Vieta, que hacía una literatura fantástica. Es decir, tampoco fue todo una escritura de milicianos heroicos. Y también estos diez jóvenes de ahora son bastardos en relación a una literatura que hemos leído últimamente, que son los que se dan a conocer a partir del eufemismo -donde los haya-, del llamado periodo especial, donde escritores como Ana Lidia Vega, Ena Lucía Portela, Alberto Guerra, que empezaron a romper con la épica anterior, llenado la literatura de lo que estaba llena la vida: de apagones, de sexo duro, el amor homosexual, de relaciones sin amor, o sea, el jineterismo. Pues estos chamacos, que no tienen todos la misma edad, cosa que me gusta, no quieren seguir en este registro. No hay un apagón, no hay balsas, hay un solo almendrón o carro antiguo, pero está en medio de una carretera cubana, en ese magnífico cuento de Anisley Negrín, Isla al mediodía, con un erotismo muy del siglo xxi, casi xxii, en el que el personaje es una muñeca inflable…”

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