No. La literatura cubana contemporánea no es solo aquella que publican las casas editoriales en la Isla. La literatura cubana contemporánea no es ni tan siquiera la que comercializan grandes monstruos como Alfaguara, Tusquets, Planeta y Anagrama. Ello es apenas una pequeña parte de todo cuanto se produce, de todo cuanto se consume. Una vez piense así, podrá entender entonces lo que viene a continuación.
Imagine un sello editorial independiente en Cuba. Piense en este sello editorial como una suerte de oasis, un resquicio por el cual pasan varios escritores -algunos conocidos en el país, otros no tanto- que se alejan del canon, de lo simbólicamente establecido como literatura cubana. Entienda que para existir este sello editorial debe sortear obstáculos, estar al amparo de otras instituciones como el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, en colaboración con Ediciones Cajachina. Que entre sus múltiples propósitos está el de visibilizar ciertas zonas, ciertos textos que son del agrado -en este caso- de un editor en particular. Un editor a quien le gusta intervenir, armar publicaciones y romper con la precariedad del libro en la Isla.
Eso es Colección G. O quizás un poco más: un sello editorial con apenas un año de existencia que parte de un criterio no ecuménico para privilegiar una estética determinada. Es, desde el punto de vista comercial, un proyecto riguroso que se monta en los estándares internacionales de distribución. Es pensar la literatura desde otra tesitura, desde otra dimensión.
Armar la colección -según cuenta Gilberto Padilla Cárdenas, su editor- tardó apenas 15 minutos. El staff, integrado además por dos de los mejores diseñadores editoriales del país, Eric Silva y Michele Miyares Hollands, desde el pragmatismo de la profesión, tenía bien delimitadas sus intenciones.
“La idea es romper con este sentido medio parroquial de las editoriales cubanas -dice Padilla-, pues si revisamos sus catálogos a veces nos queda la sensación de que son un supermercado mal organizado y que funcionan como una suerte de Arca de Noé, con escritores que tienen un estatus, premios nacionales en su mayoría, con ciertos privilegios, quienes llegan a estas editoriales a resguardarse de todo cuanto acontece en el contexto de la literatura fuera de Cuba”.
No obstante, para el también filólogo y ensayista, en términos internacionales existe un desconocimiento profundo de cuanto se escribe en nuestro país. Incluso, “se tiende a confundir la literatura insular con este invento hecho por Tusquets o Anagrama”.
La noción del editorialismo, que en el mundo marca las grandes revistas y publicaciones del campo cultural, está presente en la colección, en tanto Padilla focaliza determinados textos que eluden lo que él suele llamar el Cuba appeal o esa condición peculiar de los escritores en la Isla de aprovecharse del capital simbólico que tiene la literatura cubana en el extranjero, condición por demás obsoleta, con cierto rechazo, sobre todo en países como España.
En ese sentido, Padilla quería buscar autores con cierto reconocimiento internacional, cuyas maneras de narrar declinaran el “insularismo psicológico, esa maldita circunstancia del agua por todas partes o ese sentimiento de lontananza del cual hablaba Lezama”.
Los cinco de la tribu o la franquicia de una colección
En abril de 2014 los lectores cubanos -aquellos que tuvieron la oportunidad de enterarse- asistieron a la presentación de un nuevo volumen del escritor habanero Jorge Enrique Lage en la sala Rubén Martínez Villena de la UNEAC. La autopista: The movie aparecía por primera vez en el contexto cubano bajo el rótulo de la Colección G, como si se tratara de una ceremonia de iniciación.
En esta ocasión los amantes de Lage descubrían una novela relacional, donde se narraban los desmanes de Roberto Goizueta, el químico cubano que fuese presidente de la Coca-Cola; la historia de Spencer Elder, el niño desnudo que apareciera en la portada de Nevermind, segundo álbum de estudio de la banda norteamericana Nirvana; el entrenamiento diario de un grupo de peloteros en la Base Naval de Guantánamo, entre otras subtramas.
“A nivel conceptual la novela era fantástica”, comenta Padilla, “porque rompía con aquella metáfora de la Isla que había disciplinado nuestra narrativa durante los últimos 20 años. En rigor, La autopista… es un no lugar, una zona de transición, la cual no aporta identidad, ni sentimiento de pertenencia. Nociones como estas me interesaban para abrir la colección”.
Poco tiempo después este sello editorial iniciaba el camino hacia otra línea promocional: el mercado europeo. Con Malditos bastardos, segundo texto de la colección, Padilla buscaba no solo posicionar la literatura cubana contemporánea en el extranjero, sino además la representatividad de otros autores. Un texto que fuera recomendado por la Revista Quimera, en España, y mencionado por el crítico español Ignacio Echevarría en el suplemento El Cultural del diario El Mundo.
“No se trata de una antología de la Generación Cero, un concepto que me parece fascinante en un contexto como el nuestro donde no existen taxonomías críticas, sino que más bien utilizo el término (de)generación para estos diez narradores; o sea, el residuo, lo que va quedando, porque no todos los escritores de una generación perduran. En resumen, Malditos bastardos es un libro heterogéneo en cuanto a estéticas y temáticas de los relatos, con cierta diversidad sexual, geográfica e ideológica”, señala.
Pero durante este año Colección G se ha nutrido de una suerte de catálogo con autores cubanos contemporáneos muy puntuales entre los que figuran Ahmel Echeverría, Jorge Enrique Lage, Legna Rodríguez, Osdany Morales y Erick J. Mota.
“He rastreado en la obra de estos narradores, textos que pueden funcionar internacionalmente”, indica Padilla. De esta manera, a la franquicia de la colección se une No sabe/No contesta, libro de cuentos de la escritora camagüeyana Legna Rodríguez, próximo a publicarse tanto en Cuba como en España, una suerte de homenaje a autores como Charles Bukowski y César Vallejo.
“Legna es medio (de)generada con el tema de los textos -sostiene Padilla-, escribe en un territorio muy extraño y a veces pone a prueba la paciencia del lector. Por eso, desde el punto de vista editorial quería crear una dimensión paralela a la lectura, donde el libro de Legna está lleno de caligramas, figuritas que a nivel textual y visual funcionan”.
De Ahmel Echeverría, Colección G llevará más adelante al campo literario español Días de entrenamiento, volumen que ganara el Premio Franz Kafka de Novelas de Gaveta, publicada por FRA en la República Checa en 2012. Mientras, Osdany Morales, radicado en Nueva York, llega a nuestro contexto con Too Much Information, donde se aúnan dos noveletas (Zeta y Graneros soleados), formato poco explorado en la literatura cubana. Erick J. Mota, por su parte, regresa con su novela Habana Underguater, con la cual obtuvo el Premio TauZero de Novela Corta de Fantasía y Ciencia Ficción en 2008.
En tanto, Gilberto Padilla indaga en la literatura de Jorge Enrique Lage y selecciona relatos -algunos inéditos, otros que aparecieron en fragmentos de novelas- en que el escritor habanero fantasea con un prototipo de mujer específico, mujeres made in Lage, según Padilla. “Será un libro armado editorialmente, que pienso titular Topless. Antología de mujeres extrañas”.
Aunque son estos cinco narradores quienes integran el catálogo, a Gilberto Padilla le interesa explorar otros géneros: “Estoy preparando una antología de ensayos cuyo título será Vacas locas y funcionará como partenaire de Malditos bastardos, pues se trata de diez ensayistas que no tienen el encanto de ser vacas sagradas. Además, quisiera hacer algo con la poesía, armar libros mayores, de más alcance. Pero estos son solo proyectos”.
Visualidad y artes plásticas: literatura desde otra dimensión
Hay en Colección G un elemento añadido: la ruptura del libro cubano como folleto, la visualidad, su factura, el diseño gráfico. “En sentido general -explica Padilla- la literatura cubana se piensa de un modo unidireccional y me molestaba que las editoriales cubanas no tuvieran en cuenta estos elementos a la hora de gestar un texto. Razón por la cual incluí artistas plásticos cubanos y contemporáneos en el diseño de esta colección, para traer al contexto de la literatura insular un poco de promiscuidad entre las artes”.
Así, en Malditos bastardos, por ejemplo, el lector podrá encontrar en contraportada la pieza Pelotón, del artista espirituano Adonis Flores, con la intención -según Padilla- de representar la imagen de la literatura cubana que también es bélica y a quien se le unen, como parte del catálogo de la colección, Jorge Otero, Glenda León, Rocío García y Mabel Poblet.
Desde el punto de vista del diseño gráfico, la portada de los libros es tipográfica, incluyendo, además, una frase que de alguna manera alude al contenido del volumen: “Ha sido muy simpático, porque ello ha creado una suerte de confusión con el título de los textos, lo cual denota que en nuestro país faltan conocimientos sobre la arquitectura de la información”.
A nivel editorial la colección roza las 120 páginas, imitando el viejo formato de Anagrama, con el propósito de hacer un libro manuable para el lector, y las notas editoriales se dan el lujo de ser efectistas, sarcásticas, extremadamente bien escritas. Detalles que, de un modo u otro, se deben tener en cuenta a la hora de gestar un libro en la actualidad.
“Leer es un placer difícil -concluye Padilla-, un acto espacial. Por ello debemos buscar estrategias, pensar en cómo insertarnos en el mercado y marcar la diferencia”.