GENERACIÓN CERO: NUEVARRATIVA EN LA LITERATURA CUBANA e-MERGENTE

Obra de Adonis Flores
Obra de Adonis Flores

by Sampsonia Way    /  July 29, 2013

En la Cuba de hoy varios autores –unos muy jóvenes y otros pasados los treinta– desafían los cánones tradicionales literarios. ¿Quiénes son? ¿Qué están escribiendo? Algunos nombres han sido presentados por otras publicaciones, mas leer un compendio de su obra era, hasta hoy, imposible. Sampsonia Way invitó a su columnista Orlando Luis Pardo Lazo para que editara una antología con los nombres, que según su criterio como escritor y bloguero de La Habana, podrían ser claves en el futuro de la literatura cubana.

Pardo Lazo optó por concentrarse en lo que él llama Generación Año Cero y que, distinto a lo que estamos acostumbrados, no aglutina a sus miembros por edad sino por el año en que estos empiezan a publicar: el 2000. Según el editor, el nombre también hace referencia a que estos escritores empiezan “desde cero”, sin experiencia previa.

Generación Año Cero es un fenómeno eminentemente urbano, muy de La Habana, tanto en la biografía de sus autores como en sus temáticas. Si existen otras coincidencias entre ellos, son la tendencia de sus miembros a no aceptar ninguna etiqueta, ni siquiera el nombre de Generación Año Cero, y su presencia en el espacio cibernético. La mayoría de sus historias deconstruyen desde los paradigmas despóticos de la identidad nacional hasta la propia tradición literaria ad usum.

Si bien es cierto que resultaría imposible incluir a todos los cuentistas de este grupo, también lo es que esta muestra, bajo el título de “GENERACIÓN AÑO CERO: NUEVARRATIVA EN LA LITERATURA CUBANA e-MERGENTE”, es una puerta abierta a un nuevo movimiento literario.

Sampsonia Way presenta el prólogo escrito por Pardo Lazo, como la primera entrega de una serie que incluye 16 cuentos acompañados de la biografía de sus escritores, así como fragmentos de entrevistas que han concedido a diferentes medios de comunicación. La serie ha sido ilustrada con la obra de los artistas contemporáneos El Sexto y Luis Trápaga, quienes hasta la fecha no han participado en ninguna exhibición internacional.

el sexto

Nueva Bandera Cubana por El Sexto.

Prólogo por Orlando Luis Pardo Lazo

Nueva narrativa o nuevarrativa es un término retador. En especial si viene de Cuba, una isla más bien claustrofóbica todavía hoy, en estos tiempos post-revolucionarios en que el general Raúl Castro trata de reformar toda la vida social para preservar todo el control sobre la misma (incluida la cultura, por supuesto, y la literatura).

La nuevarrativa cubana emerge, pues, no como reacción pasiva sino como resistencia activa. Y emerge desde cero, inesperada, desde los márgenes de la tradición literaria y el mainstream, casualmente justo durante los llamados años cero en Cuba: la década decadente de los 2000´s.

Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana de 1971, donde aún reside y resiste. Como bloguero independiente, es escritor y fotógrafo. Su más reciente libro de ficción se llama BORING HOME (Garamond, 2009). Desde 2010 es el editor el e-zine literario y de opinión VOCES.

Por edades, técnicamente no se trata de una sola generación, pero en algún punto de sus meteóricas carreras se han llamado a sí mismos así: Generación Año Cero. Siendo un fenómeno ante todo urbano, interesado mucho más en la prosa que en la poesía o el ensayo, ya han ocupado los espacios públicos y privados con sus lecturas performáticas, que involucran otras expresiones artísticas como la música y el video-clip.

Expulsados o auto-excluidos de algunas instituciones cubanas según sus bizarras biografías, en sus textos muchos mutan con facilidad de la irreverencia a la indolencia a la incredulidad a la iconoclastia, deseosos de deconstruir todo discurso previo sobre lo que se supone sea la “cubanidad”, desde lo erótico hasta lo político, y apostando mejor por una cierta cubanidad descubanizada.

Así, la nuevarrativa comprende un amplio rango de tópicos que se mueven del realismo sórdido más que sucio de Lizabel Mónica y Jhortensia Espineta, a la ciencia ficción de Erick Mota y las intertextualidades de Osdany Morales. Algunos de estos escritores llegan incluso a expresarse directamente en inglés, como el melómano Raúl Flores, en una especie de xenofilia que aspira a escapar del fundamentalismo hispanista. Otros, como la artista del performance Polina Martínez Shviétsova o el traductor Abel Fernández-Larrea, musicalizan su prosa narrativa con los acordes genéticos de una lengua post-soviética llegada como de otro planeta (o de una paleo-Revolución que en Cuba todavía no del todo pasó, pues nuestros gobernantes son octogenarios que sobrevivieron al Boom y a la Caída del socialismo real). Y hay hasta quienes se apropian de un francés aprendido viendo festivales de cine europeo, como la bloguera Lia Villares. Mientras que otros dan cabida en sus obras a un humor de sutiles raíces sociales, como Carlos Esquivel y Gleyvis Coro Montanet. No son pocos los que exploran el formato digital underground cubano, desarrollando peñas para la polémica como Espacio Polaroid (en Ciudad de La Habana) y revistas literarias y de opinión (en Cuba no son legales) al estilo de: Cacharro(s) de Jorge Alberto Aguiar Díaz, Lizabel Mónica y Orlando Luis Pardo Lazo; 33 y 1 tercio de Raúl Flores, Michel Encinosa y Jorge Enrique Lage; The Revolution Evening Post de Ahmel Echevarría, Jorge Enrique Lage y Orlando Luis Pardo Lazo; La Caja de la China de Lien Carrazana; Des-Liz de Lizabel Mónica; y Voces de Orlando Luis Pardo Lazo junto a la reconocida bloguera cubana Yoani Sánchez y su esposo el periodista independiente Reinaldo Escobar.

Este arco iris de subjetividades e-mergentes ya ha ganado casi todos los premios nacionales dentro de Cuba, pero aún es virtualmente inédito fuera de la Isla. Algunos nuevos nombres se han sumado a la Generación Año Cero (Jamila Medina, Anisley Negrín, Arnaldo Muñoz Viquillón, Legna Rodríguez y Evelyn Pérez, por ejemplo), pero no aparecen en esta antología inicial, cuya primicia publica ahora Sampsonia Way Magazine, con la gráfica de dos artistas contestatarios de La Habana: el grafitero Danilo Maldonado “El Sexto” y el pintor Luis Trápaga.

Trápaga

Por Luis Trápaga.

Creemos que antologar, como traducir, es traicionar. Traducir una antología es, por lo tanto, una doble traición. Pero, en literatura, sólo las posiciones radicales son creativas. Todo arte auténtico parte del desastre y, ya sabemos, el lenguaje existe porque la comunicación es imposible.

Habría, pues, que pensar lo literario literalmente desde la herejía, nunca desde las estéticas de un ecumenismo cultural. Habría que antologar desde la angustia, decidir desde el delirio, instigar desde lo imposible. En literatura, el pacifismo es el peor pecado: todo panorama poético invita a ser violado con un corte longitudinal, que es el más efectivo si estuviéramos hablando en términos de abrir venas y arterias con cada narración. Y es que toda antología es siempre un poco suicida (y otro tanto censora).

Cuba entera se comporta como tal. Un gueto de personajes mitad patriotas y mitad apátridas. Una clínica sin clic, pues en pleno 2013 el gobierno aún no autoriza el derecho ciudadano a la información, lo cual incluye por supuesto a internet.

Entonces, puestos a antologar en Cuba —coto cerrado entre una represión feudal de puertas adentro y la utopía terrena de cara a la izquierda internacional—, la labor del editor ha de ser casi heroica. Si, como es el caso de este dossier exclusivo para Sampsonia Way Magazine, se trata de voces emergentes en la Isla literaria, entonces ya no tendremos una simple selección, sino una apuesta que nos pone en peligro. Se trata de una botella lanzada al futuro, que puede explotar como una granada de infinitos significados o que puede regresar a duras penas hasta el lector como un boomerang vacío.

Seamos sinceros: nadie sabe qué pasará mañana con los ya no tan jóvenes autores cubanos de esta llamada Generación Año Cero, ahora antologados desde Pittsburgh o tal vez Pittsburghabana por primera vez en español a la par que en inglés.

Seamos incluso cínicos: tampoco importa mucho qué pasará. Literatura y profecía no son sinónimos. No hay garantía de éxito, más allá del universo único de cada texto autoral. La literatura no implica certeza, es sólo un síntoma de la experiencia humana, que es básicamente una experiencia imaginaria: ficción iluminada por la memoria emotiva y expresada según los límites del lenguaje. Esa es toda la sabiduría que cabe dentro de lo literario. Y la sabiduría termina muchas veces en el golpe de efecto de un fracaso.

Lo que es más: estos autores no temen, sino que buscan infatigablemente ese fracaso. Una carrera de éxito es siempre sospechosa, cuando no acarrea la culpa y cierta sensación de colaborar con el statu quo.

No. A nuestros antologados tampoco les encaja nada bien, dentro del campo minado de lo literario, esa noción standard del éxito, ni una idea naif de lo democrático. En la nación literaria, la mayoría tiende a estar equivocada, dormida entre los lugares comunes del canon de la tradición y los milagros del mercado. De manera que una especie de “público privado” ha de ser concebido una y otra vez por cada generación literaria, especialmente si se trata de una generación de cubanos que parecen esquivar el clásico concepto de campo literario, para provocar a un camping literárido secuestrado por un Estado obsoleto que aspira a ser el Máximo Narrador.

Así, entre las ficciones mayoritarias del poder y la literatura menor de esta nuevarrativa a ras del Año Cero o 2000, la Cultura Cubana con mayúsculas no gana nada o, mejor, gana la nada. Vaciamiento de autor versus violencia de Estado. En ese nihilismo espontáneo —donde se prioriza lo histriónico antes que lo histórico, el hedonismo de todo exilio interior antes que la barbarie revolucionaria, lo íntimo antes que lo institucional (lo doméstico aún no domesticado: la libertad residual), y la retórica antes que el relato—, estaría sin duda el rasgo más visible de este fenómeno escritural que Sampsonia Way Magazine intenta fotografiar: el Hombre Nuevo está cansado de ser no un intelectual comprometido, sino de que lo comprometan fuerzas ajenas a su obra y su voluntad.

Los lectores del mundo se asoman, pues, a una literatura que intenta ubicarse lejos de los estereotipos de la cubanía, sin por ello evadir el tedio terminal de un día a día habitado al límite que, a los efectos de estos autores, es un día a día de resistencia al margen de la contemporaneidad.

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Orlando Luis Pardo presenta en Miami antología de 11 escritores cubanos (aunque no se trata de “Malditos bastardos”)

10 Orlando Luis P

Sarah MorenoEl Nuevo Herald, 27 de mayo de 2014

Ante el criterio de algunos cubanólogos, politólogos, historiadores y analistas del caso cubano de toda índole que consideran que uno de los legados del castrismo en la isla es la desconfianza entre los cubanos, Orlando Luis Pardo tiene un criterio diferente.

“El castrismo fue, ante todo, un enfermizo exceso de confianza”, dice el bloguero disidente, en entrevista vía email con el Nuevo Herald. Y es difícil contradecirlo cuando se piensa en las consecuencias de esos letreros que los cubanos pusieron hace cinco décadas a la puerta de su hogares y que rezaban: “Esta es tu casa, Fidel”.

“No confiarnos entre los propios cubanos nos hace más sabios y saludables en tanto pueblo”, afirma Pardo, que ha sido en los últimos años una de las voces más críticas contra el gobierno cubano desde sus blogs Lunes de Post-Revolución y Boring Home Utopics, y que a su vez ha experimentado las consecuencias de esta rebeldía en la persecusión de las autoridades, no solo contra él, sino contra sus allegados.

“Cuando no tenía voz, tenía mucho miedo y vivía sin biografía. En el momento en que recuperé la voz, casi sin darme cuenta, el miedo se hizo entonces mi única mentira”, afirma, precisando el saldo de una postura como la suya en la Cuba actual. “Lo pierdes todo, pero quedas más libre que nadie en el mundo”.

Pardo (La Habana, 1971) ha escrito desde dentro de la isla y “ha posteado” fotos de La Habana que son un revelador testimonio del cataclismo que ha vivido la ciudad y sus habitantes. Ochenta de estas imágenes que vieron primero la luz en el fotoblog Boring Home Utopics serán publicadas este año por Restless Books (Brooklyn, New York), según informa Pardo, ahora desde un punto de la geografía de Estados Unidos.

“Vivo a salto entre ciudades y aviones, sobre todo en Washington, D.C.”, dice el escritor, que el miércoles 28 estará en Miami para presentar en Books and Books Cuba in Splinters, una antología en inglés en la que ha compilado relatos de 11 narradores cubanos de la llamada Generación Año Cero, en referencia a un grupo de escritores que, como él, comenzaron a editar y publicar desde la isla en revistas digitales, a principios del siglo XXI.

“Nos une el deseo de ruptura con la tradición literaria y con los estereotipos que el mundo espera de ‘lo cubano’. Reconocemos que esa voluntad de fuga al final fracasa y uno cae de nuevo bajo el peso de la gravitación nacional. Cuba como fatalidad”, explica cuando se le pregunta cuáles son los elementos en común de las historias antologadas y el criterio de selección. “Elegí los 11 relatos de Cuba in Splinters como quien escribe un testamento generacional, como quien busca una aguja entre los restos de patria, como quien se hace una foto de la familia que nunca fue. Con suerte, aspiramos a inaugurar el siglo XXI literario cubano, que todavía sigue pataleando en provincianismos insulares propios no ya del siglo XX sino incluso del XIX. Quisiéramos que la ‘reiteratura’ cubana se convirtiese en ‘liberatura’ ”.

De esos 11 escritores solo tres residen fuera de Cuba: Jorge Alberto Aguiar Díaz (JAAD), que vive en España y es monje budista; Lien Carrazana Lau, que es parte del equipo editorial de la publicación digital radicada en España Diario de Cuba, y el mismo Pardo. El resto, como, por ejemplo, Lia Villares, una de las más activas blogueras, responsable de las bitácoras Habanemia y Arroz con punk, permanece en Cuba.

“Todos escriben desde cierta noción de exilio”, afirma Pardo, para luego explicar, “no nos parecemos entre nosotros. Entre los autores Cero los hay rusos y chinos, esteticistas y ripiosos, cultos y atroces”.

A principios del 2000, con la publicación de revistas digitales como Cacharro(s), 33 y Tercio, La Caja de la China, DesLiz y The Revolution Evening Post, que llegaron antes del boom de los blogs, muchos de esos escritores emprendieron el camino para ser un poco más libres. Sus publicaciones fueron, como explica Pardo, radicalmente revolucionarias en texto e imagen, pero también poco leídas.

‘Los lectores del tema ‘Cuba’ son mitad conservadores y mitad reaccionarios. Ese será el mejor legado del castrismo: una intelectualidad indignante ante un público paupérrimo”, apunta Pardo, que se graduó de Bioquímica en la Universidad de La Habana en 1994 y trabajó cinco años como biólogo molecular en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, hasta que lo expulsaron por un delito de opinión que afirma no cometió.

“Nunca me decepcionó la Revolución, siempre me resultó de una retórica ajena”, apunta.

Si la irreverencia y frescura con que se expresan los autores de Cuba in Splinters –publicada por O/R Books, de Nueva York, en traducción de Hillary Gulley– pueden crear la ilusión de que hay espacios de libertad más amplios en isla, el espectro de la censura gravita aun sobre la cultura cubana.

“Sigue en pie la actitud despótica del Estado hacia la libre creación en Cuba. Sigue en pie el matonismo [el talante de matones de la cúpula gobernante] que desprecia todo intento intelectual”, dice Pardo, que en el prólogo de la antología recuerda el acto de suprema guapería de Fidel Castro cuando, durante la famosa reunión con los intelectuales en la Biblioteca Nacional en 1961, desenfundó la pistola y pronunció la frase: “Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada”.

Como apunta Pardo, hoy hay escritores encarcelados en Cuba, entre ellos, Angel Santiesteban, autor del blog Los hijos que nadie quiso. Otros no tuvieron otro recurso que tomar el camino del exilio para no estar en la misma situación.

“A mí desde el 2008 me advirtieron que nunca más publicaría una letra en Cuba. En este sentido, Abel Prieto fue un ministro matón, un sargento asesino con pelos de oveja, un taquígrafo del totalitarismo. Como Ministro de Cultura, Armando Hart era un ángel comparado con él, además de que escribía mucho mejor que Prieto, y tuvo la delicadeza de no publicar novelas. No estoy ironizando. Lo que es más: antes que Hart, Fidel Castro es el Ministro de Cultura que todo autor merece en las sociedades paternalistas. La literatura cubana está escrita en una lengua muerta llamada Fidel”, dice el escritor.

A pesar de esta imposibilidad de publicar en su país, las semblanzas biográficas de Pardo dicen que “su residencia es en La Habana y que vive temporalmente en Estados Unidos”. Por otra parte, cuando el Nuevo Herald le preguntó cuál fue el momento en que se dio cuenta que no podía vivir en Cuba, el escritor fue firme en su respuesta.

“Descubrí que no podía vivir más en Cuba cuando el domingo 22 de julio del 2012 asesinaron a sangre fría a Oswaldo Payá, acaso tras someterlo a un juicio sumarísimo antes de ejecutarlo. ¿Has visto la foto de Fidel Castro haciendo la L después de la Primavera Negra de 2003? Una hiena”, dijo Pardo, afirmando a su vez que ese día decidió que “mi cadáver no quedaría en Cuba, que tendrían que venir a matarme en el exilio, lo cual es más fácil. Todas las noches me despierta puntualmente la misma pesadilla: despierto y estoy en Cuba; poco después, caigo en la cuenta de que estoy en Cuba porque estoy muerto”.

Una pesadilla similar vive el protagonista del relato suyo que Pardo eligió para incluir en la antología, El hombre, el lobo y el bosque nuevo ( The Man, The Wolf and The New Woods), cuyo título parodia el cuento de Senel Paz El lobo, el bosque y el hombre nuevo, en el que se inspira el filme Fresa y chocolate.

Pardo narra el regreso a la isla, 20 años después de vivir fuera, de Diego, el homosexual. “Diego soy yo: lúcido, sexual, escéptico, chocofresa”, expresa Pardo. “David es Senel Paz: lúgubre, lujurioso, estulticio, insípido. David es quien cuenta el cuento de Senel Paz en 1991: El lobo, el bosque y el hombre nuevo, pletórico de patetismo y pudor [un texto que yo adoro, por cierto]. Diego, en cambio, es quien narra mi cuento, una crónica cínica de cómo Cuba se convirtió en nuestro cadalso anacrónico”.

Desde la azotea de la casa de Nancy en Lawton, la mujer madura, voluptuosa y suicida –el personaje que interpreta Mirtha Ibarra en el filme de Tomás Gutiérrez Alea–, el Diego de Pardo contempla La Habana como si fuera el Aleph. En este cuento que incluye a Lezama Lima, pero también a Jorge Luis Borges y a Robert Arlt, a Calvert Casey y a los grupos musicales Habana Abierta y Habana Oculta, la literatura cubana se comporta menos provinciana, como se propuso la Generación Cero. La cuestión es que Diego ha vuelto a Cuba, pero Cuba no lo quiere. Es un final sugerente para zanjar ese dilema tan candente entre algunos exiliados: volver o no volver a la isla.

“He hablado en universidades desde Miami hasta Alaska, y no es que haya tanta diferencia tampoco: todo es desierto. Soy un paria perfecto, como en Cuba”, cuenta Pardo cuando se le pregunta a qué se dedica en estos días.

Muchísimas personas me han apoyado, incluso desde posiciones políticas que no comparto. Quiero expresar, pues, mi gratitud a un exilio que no tiene que reconciliarse con nadie, porque de nada es culpable”.

Los autores en Cuba están súper satisfechos con contar con este libro en sus manos, en un país que no reconoce las antologías ‘de grupo’. Ojalá podamos hacer pronto un lanzamiento dentro de la Isla”, concluye.

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Un día de entrenamiento con Ahmel Echevarría (2ª parte)

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Por Leopoldo Luis 30 de julio de 2012

Segundas partes nunca fueron buenas. Peor cuando se trata de entrevistas y el entrevistador no supo aprovechar ese “primer impacto” para atraer la atención con sus mejores preguntas. El doble de malo si el entrevistado es un escritor y horrible si el escritor, en definitiva, “no es solo aquel individuo al que nada más le debe interesar la literatura”.

Llega, por fin, esta segunda sesión de entrenamiento con Ahmel Echevarría, escritor y ciudadano: categorías que entrañan una responsabilidad inmensa. Ojalá nos estimule, en tanto lectores, a procurarnos cualquiera de sus libros: aquellos “de los que ya no queda rastro ni en los centros espirituales” o los que verán la luz en venideros meses. Ojalá nos ayude a establecer los rumbos que sigue la literatura cubana más reciente, y ojalá —lo doy por descontado— el nuestro no termine siendo un ejercicio estéril, como marcha de búfalos camino al matadero

Perteneces a una generación literaria que se dio a conocer en los primeros años de este siglo. ¿Cuán cerca y cuán lejos te sientes del resto de los escritores de esa hornada, en lo tocante a intereses temáticos, maneras de narrar, maneras de entender la literatura? (Estoy pensando en habaneros como Raúl Flores, Orlando Luis Pardo, Michel Encinosa y Jorge Enrique Lage, pero también en narradores que viven en otras provincias, como Ernesto Peña, Yunier Riquenes y Alejandro Cernuda). ¿Puede hablarse de una estética generacional o cada quien está escribiendo y de alguna manera perfilando su propio estilo?

—A esta generación la llaman Generación 0. El nombre proviene de una deformación de Generación Año Cero, que fue idea del escritor Orlando Luis Pardo; su intención era darle cuerpo, voz y visibilidad a lo que estábamos haciendo un grupo de amigos narradores. Éramos pocos, no una generación, sino un grupo que compartíamos lecturas, criterios, algunos puntos de contacto en nuestra incipiente narrativa. Habíamos coincidido a inicios del nuevo siglo y milenio en el Taller Salvador Redonet —coordinado por Jorge Alberto Aguiar (JAAD)—, y además comenzamos a publicar nuestros libros en los 2000. Eres testigo de lo que sucedió cuando nos reunimos para hablarle a El Caimán Barbudo acerca de nosotros. Resultó que solo a Orlando, a Lage y a mí nos interesaba de veras esa alianza. Al resto no le importó, o no entendieron lo que teníamos en las manos, lo que estábamos a punto de gestar. ¿Se fueron con la bola de trapo? Quizá solo les interesaba su nicho de creación (la soledad del corredor de fondo), o quizá nosotros no supimos proveer el combustible suficiente a aquella máquina imaginada por Orlando y que solo aprovechamos él, Lage y yo (de ahí surgió el e-zine de escritura irregular the revolution evening post; el spirit de ese fanzine es el aura que hay en los textos narrativos y críticos de cada uno de nosotros —por supuesto, cada cual con su manera particular de asociar, de asumir la escritura, de la escritura misma).

“Lo cierto es que una década después se deformó el nombre original que ahora sirve para identificar al batallón más joven de escritores cubanos, a pesar de la resistencia de los que estuvieron en esa entrevista grupal en La Cabaña. Lo ocurrido allí caracteriza a nuestra generación: la dispersión, la no unidad temática, la aparente diversidad de estilos, la apatía, la fragmentación. Creo que no es interés de casi nadie hacer el ‘gran libro’. Poco espíritu de resistencia (¿con qué frecuencia lees un texto crítico pensado desde nuestra generación, quiénes lo escriben?). Esa puede ser la marca de estos tiempos, o el efecto de estos tiempos (eso que vino después del Período Especial) sobre nosotros. Pero no todo es gris, hay quienes están haciendo algo no solo por ellos mismos, ahí están Isliada, Claustrofobias, La noria, 33 y 1/3

“Debes suponer que aquello que nos distancia es, paradójicamente, lo que nos agrupa. En estos momentos te puedo decir, sin temor a equivocarme, que no ha variado mucho el panorama desde aquella entrevista en La Cabaña. Sólo que somos menos jóvenes y un poco más ladinos”.

En lo personal, ¿qué influencias eres capaz de reconocer en tu “modo de hacer”? ¿Qué lecturas, qué tics, qué subterfugios se esconden detrás de tu escritura?

—Las influencias han ido variando con el tiempo. Llegué tarde a la literatura y delante de mí hay todo un universo por descubrir; no provengo de una familia de académicos, por lo tanto, a pesar de que en mi niñez leí mucho, no era lo que podríamos llamar “buena literatura para niños y jóvenes”. Leía, pero también disfrutaba muchísimo andar de mataperros (puedes incluso leerlo literalmente), haciendo barbaridades a la vista de nadie aunque después me matara el cargo de conciencia. Así que no me preocupa para nada haber descubierto tarde a ciertos escritores. Lo importante es saber qué hacer con todo ese material, cuál es tu verdadera tradición literaria, qué te propones en tanto escritor y, en especial, qué escritor quieres ser.

“Decirte nombres y apellidos es responderte rápido y mal de dónde podrían provenir esas ‘participaciones profundas’ que están en mis textos. Hay clásicos y contemporáneos. Debo confesarte que mi interés no está solo en los autores y libros clásicos; digamos que a los clásicos los leo buscando fraguar bien eso que podría ser ‘los cimientos’. Los escritores contemporáneos serían el update en la arquitectura de mis libros.

“Pero no extraigo combustible solo de la literatura; me interesan mucho las artes plásticas, por ejemplo, el universo Picasso y Picasso en tanto creador, en tanto ser humano —vaya tipo interesante, complejo, duro de pelar, ladino; no creas que no he pensado hacer mi versión literaria de Las señoritas de Avignon—, o Lam, Warhol… No te imaginas lo que experimenté en El Prado —no en el museo, sino en nuestro paseo custodiado por leones— el día en que Los Carpinteros ejecutaron su Conga irreversible

“Tampoco puedo dejar fuera a la música —en especial el jazz, la Nueva Trova y la timba, y esos cubanos nostálgicos y rabiosos que, antes de irse en estampida, se reunían en 13 y 8 o en el Bartolo—, las series para TV, el cine. Y no solo presto atención a la obra de arte, también me interesa la cosmovisión del creador, lo que se ha planteado para con su obra”.

La presencia de escritores en la web mediante proyectos personales y blogs, más la publicación creciente de libros digitales, genera un espacio prácticamente inexplorado por los autores cubanos. ¿Cómo evalúas esa opción en aras de favorecer la promoción y difusión de sus obras? ¿En qué medida condiciona a nuestros escritores la circunstancia de su desconexión a Internet y la afiliación casi exclusiva respecto a las editoriales del patio?

—Cuba es un caso singular. Alto nivel educacional, alta alfabetización (incluso tecnológica, si es que existe el término); en los noticiarios te hablan de Internet, de Facebook y Twitter, del Presidente Chávez como twittero y del gran alcance de esa herramienta. Sin embargo, a muchos cubanos de a pie es como si les hablaran en cantonés, porque de Internet solo conocen el nombre.

“Si no tienes la posibilidad de comprar (o pedir en préstamo) literatura clásica o contemporánea —ya sea porque no esté a la venta en las librerías, en CUP o CUC, o porque no esté en las bibliotecas—, la única variante es leer en formato digital. Hay un gran filón ahí. Pero los libros digitales se descargan en Internet o se envían por correo electrónico. Surge la barrera. Eso te aísla doblemente, porque las redes sociales y el e-mail te permitirían establecer alianzas fuera de las aguas territoriales y pensar en la ‘toma de una cabeza de playa’. Esos proyectos digitales independientes vienen como anillo al dedo, porque ya no hay que depender en su totalidad de una institución que tiene diseñado un lentísimo plan de publicación y promoción para las obras de autores cubanos, o de las revistas nacionales.

“Esa inmediatez del entorno digital es frescura y freescura (como diría Orlando Luis). Se establece un diálogo vivo y en tiempo casi real, sobre todo con lectores no cubanos. La fuerza de esos proyectos es directamente proporcional a la fuerza de quienes los hagan, de quienes se enrolen y colaboren (como también su debilidad). La lista de ejemplos sería larga y agruparía no solo esfuerzos en los predios de la literatura. Es cierto que la blogosfera, las redes sociales, la web, es un mundo de cierta manera inexplorado por buena parte de los escritores cubanos. Pero no todos se quedan de brazos cruzados y algunos se inventan alternativas para acceder a esos espacios o para dar a conocer lo que en esos espacios se hace”.

Háblame de Vercuba. ¿Por qué un escritor —o un grupo de ellos— se decide por la implementación de un sitio de mirada amplia, trascendiendo el ámbito de lo estrictamente literario?

Vercuba es una suerte de cooperativa de opinión. Para mí, el escritor no es solo aquel individuo al que nada más le debe interesar la literatura. Carpentier decía que él, antes que escritor, era un ciudadano. Y si tienes el don de la palabra, si tu oficio te obliga no solo a observar, sino también a asociar, ¿por qué no ejercer la opinión en otros terrenos? Es cierto que el grueso de los textos del sitio opinan sobre literatura; pero propiciar la escritura de blogs o bitácoras en las que se hable de lugares de Cuba, se entrevisten a cubanos cuyo campo de acción sea la música, la literatura, el activismo social, o seres sin más historia que el mínimo acontecer de sus vidas, que se vea reflejada la vida de los cubanos fuera de su país natal, que se hable de cine y teatro, es la posibilidad de otorgarle al escritor ese espacio que no tiene y que debería tener en la prensa.

“¿Qué escritor cubano tiene una columna en la prensa plana para hablar, por ejemplo, sólo de literatura? Me entristece leer, gracias al e-mail, los textos de opinión escritos por Padura. Me entristece porque creo que lo natural sería leerlo en nuestra prensa; deberían publicarse, aunque fueran refritos, en el macuto que Granma edita los viernes, a fin de cuentas es lo que por lo general hace ese periódico con intelectuales extranjeros. ¿Has comparado la cantidad de intelectuales extranjeros que aparecen publicados en el Granma de los viernes con respecto a la cantidad de cubanos? Ojalá esté equivocado, equivocarme sería muy saludable, no sólo para mí”.

¿Y qué papel juega el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso? ¿Cuánto te sientes ligado a esa institución (de la cual eres egresado) y cómo valoras tu experiencia de varios años administrando el sitio web correspondiente?

—Toda institución que se respete debe tener su espacio en Internet. No solo un sitio web, también su nichito en las redes sociales, de lo contrario no existe. En su sitio web (Centronelio) está la labor que ha ido haciendo el Centro Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, desde 1998, con los jóvenes escritores cubanos. Por supuesto, ese trabajo está incompleto, falta lo que ha hecho el Centro en la rama editorial; está en proyecto subir a la web lo concerniente a la Editorial Cajachina (la revista El cuentero, las antologías del Concurso Internacional de Minicuentos El Dinosaurio, los libros de cuentos y novelas publicados).

“Es un proyecto constructivo y amoroso, toma tiempo desarrollarlo. En un inicio pensé que trabajaría contra el vacío y en el vacío, pero los correos que recibo y las estadísticas sobre el funcionamiento del sitio web me demostraron que no solo en Cuba se interesan por la información que yo administro y edito para Centronelio, información concerniente a la labor del Centro y a la literatura en general.

“El Taller del Onelio fue una apuesta que hice en este largo e interminable proceso de formación e interacción que es la literatura. Y fue una apuesta de la que obtuve buenos dividendos. Allí descubrí parte de lo que debía o no hacer; hicimos circular ideas, autores y libros, establecí alianzas, surgieron buenas amistades que duran hasta hoy. El Onelio fue la puerta (como para muchos jóvenes escritores cubanos) para salir por primera vez fuera de Cuba. No creo que sea una fábrica, que impongan un dogma, una ‘metodología’; si sales con una es porque te fuiste con la de trapo, y ese caso en cualquier lugar te pasarían pollo por pescado”.

A partir de su presencia en Internet (mediante uno u otro proyecto), de la publicación en medios tradicionales o de su eventual aparición en espacios radiales y televisivos, ¿dirías que tiene suficiente peso la opinión de los escritores cubanos? Fuera de los círculos intelectuales, ¿son apreciados los criterios que emiten? ¿Llega con efectividad a los lectores la literatura que escriben nuestros contemporáneos?

—Ha sido larga la entrevista. Me has pegado contra las cuerdas y yo, a gusto, he aceptado el cuerpo a cuerpo. Estoy fatigado y siento que, sin proponérmelo, te he ido respondiendo esas interrogantes. A la primera parte de tu pregunta mi respuesta debería ser afirmativa. Pero camino en la ciudad y sobre mí y varios transeúntes pende una gran interrogante.

“A la segunda, mi respuesta también debería ser afirmativa. Pero transcurren los años y muchos cubanos jóvenes (y no tan jóvenes) apuestan por emigrar.

“Y en cuanto a la última: Me sorprende que a seis años de la publicación de Esquirlas e Inventario, la gente me hable de esos libros, de los que ya no queda rastro ni en los centros espirituales. Te hablo de gentes que no son ‘lectores profesionales’. No digo centenares, pero he visto a personas en la guagua leyendo a Michel Encinosa, a Raúl Flores, a Yoss, a Chavarría, las antologías que hace Garrandés… Padura casi todo lo puede y no es una sorpresa. No sé si eso es ‘efectividad’ o que el público se ha convertido en una especie de lector ‘por cuenta propia’, pero sucede y es una maravilla.”

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Recuperamos una entrevista de Ahmel Echevarría, coautor de “Malditos bastardos”

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Un día de entrenamiento con Ahmel Echevarría

Por Leopoldo Luis 23 de julio de 2012

Entrevistar a un escritor puede constituir un ejercicio difícil. O todo lo contrario, depende del escritor. Hay a quienes les parece una pérdida de tiempo, en tanto otros aprovechan para “soltar amarras” y compartir opiniones sobre temas que, por lo general, captan la atención de la gente. Tiene que ver con la mística de la Literatura. No suele preocuparnos demasiado lo que piensa una estrella de pop sobre tal o cual asunto —con sus excepciones, claro—, pero en cuanto un novelista vierte un par de criterios, las reacciones no tardan. La temperatura de tales reacciones dependerá de la naturaleza de los criterios.

Ojalá esta primera sesión de entrenamiento con Ahmel Echevarría nos haga “entrar en calor”, en lo que aguardamos la llegada de tres libros suyos, recién premiados en una tríada de concursos. Ojalá también nos ayude a descifrar los signos que marcan su escritura y nos despierte, como lectores, el deseo impostergable de acercarnos a ella.

Con tus primeros libros, Inventario (Premio David 2004) y Esquirlas (Premio Pinos Nuevos 2005), experimenté una sensación de ambigüedad en cuanto a género: ¿novela corta o cuento? Después solo tuve contacto con tu producción cuentística (incluyendo el relato que ganó un accésit en el concurso La Gaceta de Cuba). Acabas de recibir tres importantes premios en línea con igual número de novelas. ¿Con cuál de los dos te sientes más a gusto: con el relato breve o con la narración extensa?

—Les he comentado a algunos amigos que Inventario es en realidad un proyecto de novela abortado. ¿Cuál era la razón? El total desconocimiento de cómo abordar la escritura de un texto de ficción de tan largo aliento, incluso el miedo. Creía tener en las manos el tema para una novela, pero sentía que la propia impericia haría de las suyas y al final tendría un montón de folios que no animarían la lectura. Entonces aposté por el cuento, o una serie de cuentos, en un escenario común y en donde los protagonistas fueran los miembros de una familia cubana. Me dijeron que mi libro era una “cuentinovela”. Yo no sabía que existía ese calificativo —que de veras es horrible—, pero había leído varios libros de autores cubanos con una estructura que se acercaba a lo que andaba buscando y podía asumir. Me siento satisfecho con el resultado.

Esquirlas, libro con el cual gané el Premio Pinos Nuevos de Cuento, es la cristalización de lo que en aquel momento estaba buscando: construir un universo a partir de piezas narrativas en su mayoría independientes —en los que el protagonista y los coprotagonistas alternaran el peso y la importancia de su papel, de manera indistinta, a lo largo del libro—. Te digo que esos textos son independientes en su mayoría porque hay piezas narrativas que funcionan como intro y coda, como paradas de reflexión o evocación o respiro, pero todas están narradas por una misma voz, muy intensas, pero que al ser leídas en conjunto dan la sensación de unidad, del transcurso del tiempo en la vida del narrador —a la vez personaje—, del desarrollo de uno o varios conflictos de ese personaje y de los otros con los que interactúa. Esas piezas narrativas forman lo que llamo un cuaderno.

“No me interesaba la militancia en un género determinado; al entrar Esquirlas en edición, en Letras Cubanas me dijeron que era mejor ponerle el vago calificativo de Narrativa, porque en realidad, y cito lo que me dijo Ernesto Pérez Castillo (editor del libro): ‘es un cuento que Esquirlas es un libro de cuentos’.

“Si analizas su estructura, Esquirlas es un rizoma. Es casi imposible determinar qué es trama y subtrama en el libro, por lo tanto, se desarrolla más en el plano horizontal (el bulbo de una cebolla blanca o morada) que en la vertical (la raíz de la imponente ceiba). Si nos ceñimos a los géneros, creo que nunca fui estrictamente un cuentista, porque en ese género por lo general solo un hecho puede convertirse en suceso, y me ocurría que no me interesaba solo un instante de una vida, sino varios, y la relación de esa vida con otras; ese modo de ver y construir una historia no puedes ubicarla en el terreno del cuento, sino, por comodidad, en el de la novela.

“Esos tres libros premiados a los que haces referencia son: Días de entrenamiento, Búfalos camino al matadero y La noria. Los llamo novelas a falta de un nombre mejor, a fin de cuentas hace falta una clasificación y no la impuse yo, pero en el espacio íntimo de la creación los llamo Cuadernos. Es mi manía de nombrar, de clasificar, de estructurar; utilizo categorías para ir allanando el camino.

“A propósito de tu pregunta, siento que en este siglo y milenio la novela se parece más a nosotros, a los tiempos que corren, y menos a lo que dicta o dictó el canon. No me refiero solo a la existencia de textos a mitad de camino entre el cuento y la novela, sino también a esos híbridos en los que hay de ficción y de ensayo, entre el testimonio y la ficción. Las mezclas pueden ser sorprendentes. Como mi formación es técnica —recuerda que soy graduado de Ingeniería Mecánica—, digamos que en mi caso apuesto por la pieza (una pieza narrativa) para lograr un mecanismo —o un conjunto de mecanismos— lo más eficiente posible (una máquina narrativa)”.

Pastel para pit bulls obtuvo una Mención en el Luis Felipe Rodríguez de la UNEAC 2009, donde concursó como libro de cuentos. Hace pocos días Búfalos camino al matadero se alzó con el Premio José Soler Puig de Novela y tengo entendido que, básicamente, se trata de la misma historia. ¿Qué diferencias percibes, a nivel estructural o estilístico, entre uno y otro volumen? ¿Todo se reduce a un simple cambio de título o hay algo más en lo tocante a género?

—Precisemos: no es que sea “básicamente la misma historia”. Es el mismo libro pero con un título diferente (cambiar el título solo fue un asunto, digamos, extra literario). Por lo tanto, no hay diferencias estructurales ni estilísticas. Te hablé en extenso de cómo es la estructura de mis libros, Búfalos camino al matadero no es la excepción. Ha ido pasando el tiempo y las piezas narrativas que integran mi libros no se quedaron solo en el terreno de las pequeñas ficciones enlazadas, sus estructuras integran fragmentos de diarios, fotos (el performance de la foto o la imagen en sí), poemas (escritos por mí o no) o fragmentos de canciones, incluso la correspondencia entre dos personajes. Por su estructura, el cuaderno Búfalos camino al matadero te llevará a experimentar, al igual que con Esquirlas, y cito tus palabras: “una sensación de ambigüedad en cuanto a género”. Si Esquirlas ganó el Pinos Nuevos de Cuento en 2005 y según algunos lectores es una novela, en cuanto a género para mí da igual que Búfalos… ganara en el 2009 el Luis Felipe Rodríguez de la UNEAC o el José Soler Puig de Novela en 2012. A fin de cuentas son dos premios importantes que garantizan una cuidada edición y una bella publicación. Si tienes un 4×4 puedes ir con él a donde quieras.

Tengo entendido que Búfalos… tiene como protagonista a un soldado, veterano de la guerra de Irak. ¿Por qué un escritor cubano se arriesga a narrar un drama que, a primera vista, pudiera resultarle ajeno?

—Esa pregunta me perseguirá, creo, hasta después que termine desecho en menudos pedazos amontonados en una cajita en el Cementerio de Colón. Búfalos… no es un libro sobre La Guerra de Irak, sino la historia de varios personajes que conviven en los márgenes de la sociedad. Es una galería de perdedores, de seres derrotados o que se resisten a ser derrotados. Todos son marginales —digamos que en diferentes gradaciones—; la fuerza centrífuga de la sociedad en que viven los lanza bien lejos de los centros de poder, de legitimación; en los bordes, en esos márgenes, construyen una vida marcada por el delito, la zozobra, la precariedad. No soy ni por mucho un Viajero Inmóvil, esa categoría en Cuba le corresponde a un peso pesado (literalmente hablando). Pero he aquí las paradojas: tengo una gran amiga psicóloga a la cual físicamente he visto poco más de un par de veces y por muy poco tiempo, nuestra relación es insólitamente intensa y extrañamente virtual —y cuando digo virtual me refiero a intercambios vía e-mail o chat—. Ella es cubana pero vive en Nueva York, donde trabaja atendiendo casos sociales. Y entre sus “casos” había un veterano de guerra. Mi amiga siente pasión por la literatura, pero no se le da muy bien contar historias. Un 11 de noviembre —Día de los Veteranos en USA, se rinde honores a aquellos que dieron su vida por el país durante la I y la II Guerra Mundial—, mi amiga me contó una jodida pero hermosa historia sobre un viejo soldado que peleó en la II Guerra Mundial. Le propuse que la escribiera, incluso la convidé a hacerlo entre los dos. Ella, como Bartleby el Escribiente, respondió “preferiría no hacerlo”. A cambio propuso ser mis ojos en ese otro lado del mundo.

“La historia de aquel viejo no me dejaba conciliar el sueño, decidí entonces que debía hacer algo, porque el insomnio es una cosa muy persistente. No me convenía la II Guerra Mundial, demasiado ajena y lejana para mi gusto. El conflicto en Irak me resultaba ‘más familiar’. Las guerras son ahora un show mediático, el mundo es una aldea global. Le conté a mi amiga mis propósitos, ella aceptó —es tan terca como yo—, así que fui para mi amiga psicóloga uno de sus ‘casos sociales’. Me atendió a cuerpo de rey. Con su mirada fui sorteando algunos problemas que se me cruzaron a lo largo de la escritura.

Búfalos… pone el colimador, no en un conflicto bélico, tampoco en una ciudad —es un libro que transcurre casi en interiores—, sino en un hombre al que le falta un ojo y está más que jodido, en las pocas personas con las que interactúa, en las dos mujeres que ama, en las dos o tres personas en las cuales confía. Se trata del alma humana, de sus peores paisajes, de muchas derrotas y un par de victorias pírricas, en fin, se trata de un libro que se interesa por la más común de las vidas. En las páginas de ese cuaderno verás a personas que, irremediablemente, van camino al matadero.

“Si la vida miserable de aquel viejo no me dejaba dormir, ¿por qué no apostar por escribirla sabiendo que ninguno de mis ‘compañeros de viaje’ lo habría hecho, y teniendo a mi favor una persona que me corrigiera el rumbo?

“Hice una apuesta, convencí a una mujer para que se aventurara conmigo, una de las piezas del libro ganó el accésit de La Gaceta de Cuba, como proyecto de novela convenció al jurado, y en el Premio José Soler Puig se estableció el pacto ficcional entre mi libro y los tres miembros del jurado. Ahora le espera otro reto: esos lectores de fierro a los que tampoco les puedes pasar pollo por pescado, y ese reto mayor que es el tiempo”.

Hay todavía una novela más reciente: La noria, merecedora del Premio Italo Calvino 2012. ¿En qué cuerda se mueve? ¿Está de alguna manera enfocada hacia la realidad cubana o sigues apostando por temáticas, digamos, de corte más cosmopolita? ¿En qué medida se distancian (o imbrican) lo nacional y lo universal en tu obra y en general en la literatura cubana contemporánea?

La noria tiene una estructura más cercana a lo que la tradición marcó como novela. Pero ni tanto. A la ficción, o a los bloques de ficción que en este caso no se pueden leer de manera independiente, los cruza una serie de cartas, o una parte de la correspondencia entre Julio Cortázar y uno de los personajes del libro —digo una parte porque solo se podrá leer las cartas escritas por Cortázar—. Hay en ella una Habana posible, pero no “la real”; es el escenario donde transcurrirá la vida de un escritor sexagenario (El Maestro) que ha pasado más de veinte años sin escribir. Para llevar a cabo un irrefrenable deseo, El Maestro decide plagiar un cuento de Cortázar. Su interés no es solo escribir un relato a partir de recientes y extraños episodios de su vida —desconoce que en ellos está envuelto David, hombre de 50 años con quien comparte una relación sentimental y que aparenta ser un profundo admirador de su obra—, también desea retomar el oficio, recuperar y ganar nuevos lectores. ¿Cuáles son los motivos de tan largo silencio? En el año 1971, una Comisión determinó que Fin de semana en Neverland era una novela que no se ajustaba a los tiempos que vivía el país. Tras el dictamen, El Maestro recibió un insólito castigo: enterrar y exhumar cadáveres. En el Cementerio de Colón trabajó durante poco más de un quinquenio.

La noria es una novela o cuaderno de amor entre dos hombres, de afinidades, dolor y traición. Indaga en los orígenes de una inverosímil política cultural, en sus consecuencias, así como en la posible actitud de algunos de sus actores y víctimas.

“Este libro tiene al mundo, o a una parte del mundo, incrustado en él. Está Galicia o una parte de ella, algunos platos típicos, parte de la literatura de Rosalía de Castro y la muñeira. El jazz, el fado, trazas de la literatura universal son vectores que la cruzan. No es exactamente cosmopolita en el sentido estricto de la palabra, sino que se abre al mundo.

“Tu pregunta podría ser un tema de tesis, es abarcadora a más no poder. Y yo ni siquiera he fatigado todos los libros escritos por autores de mi generación. En mi caso, me interesa una partícula inestable y universal: el hombre. Se ama y se odia en el mundo. Se tiene sexo y se traiciona y se mata en nombre de causas que aparentan enorme justicia. En fin, el hombre es el lobo del hombre, o el tigre del hombre, o el tiburón blanco del hombre, o la claria del hombre. Con él, creo, los escritores cubanos podemos acercarnos a lo que es de interés en Londres, Madrid, Praga, Shanghái. Todo está en que no nos dé por embarcarnos en preocupaciones o conflictos que no son tales”.

Tu último libro publicado (sin contar las compilaciones y antologías en que has participado) fue Esquirlas (Letras Cubanas, 2005). ¿Qué razones condicionaron estos seis años de silencio editorial? ¿Hasta qué punto puede resultar beneficioso (o perjudicial) para un escritor el mantenerse trabajando, podría afirmarse que en la sombra, sin una certeza de publicación inmediata?

—Para mí la Literatura no es una carrera de caballos. Hay quienes se proponen publicar todos los años. Su sistema de trabajo se los permite. Son prolíficos. Incluso los jurados de los concursos a los que esos escritores envían sus manuscritos apuestan por esas obras. No digo que haya un problema tanto en el lado de los escritores como en el de los jurados. Son métodos de trabajo, protocolos de lectura, incluso buena o mala distribución de prestigio —como diría el poeta Rito Ramón Aroche—. Mi paso es el del mulo. Me toma tiempo investigar, revisar el manuscrito —lo hago varias veces, la primera versión no es igual, nunca, a la última; me preocupa no solo el tema y la verosimilitud, la consistencia y los conflictos de los personajes, también el sonido de las palabras—. Mi preocupación es no solo estética, sino también ética, al menos ética conmigo mismo. No recuerdo de quién es la frase “escribo para perder el rostro”, pero si cambio de rostro y repito ese rostro en otro libro nada o poco hice. Por lo tanto, me tomo mi tiempo.

“Tuve una etapa a la que llamo Ciclo de la Memoria (Inventario, Esquirlas, Días de entrenamiento), en la que fui desplazando el foco de atención del narrador. Era la mirada de un joven treintañero. Del espacio social (la intención de dar respuestas) fui a una suerte de punto medio: el espacio social y el individual. El ciclo cierra formulando preguntas y no dando respuestas, formulándolas con la mirada puesta en el hombre y desde el hombre —el cubano de hoy en la posible Cuba de mañana—. Luego aposté por el veterano de la Guerra de Irak —libro del que ya te hablé—, y a continuación me centré en la vida de un hombre sexagenario y gay y escritor sumido en un slump creativo ‘gracias’ a una real pero inverosímil política cultural.

“Salvando las distancias, más de un escritor cubano se mantuvo trabajando en silencio, como si arañara una roca, sin más esperanza o regocijo que el que le brindaba el texto terminado, o que la aprobación o desaprobación de los amigos. Sin esperanzas, pero sin miedo. O sin mucho miedo. Y esa roca que arañó está ahí, a la vista de todos, porque esa escritura no se trataba de un asunto menor, de mirarse el ombligo. A eso se debería aspirar, es decir, a escribir el texto y proyectarlo al futuro, pero es patrimonio de unos pocos. Lo común es que nos toque o nos gane el olvido. Puedes darte con un canto en el pecho si logras inocular en la memoria de los lectores, al menos, un buen libro —o un buen cuento o un buen poema.

“Si publicas mucho y te pagan mucho, hay un buen negocio; y si ese es tu negocio, pues no hay problemas. Pero si publicas mucho y te pagan poco, y además no hay manera de que puedas jugar en otra liga por el tipo de literatura que haces —porque solo le interesa a tu grupito de amigos, y no hablamos de una literatura solo para elegidos—, y además ni siquiera eres profeta en tu tierra… bueno, hay un gran problema de fondo en esa manera de escribir.

“Por cierto, publicar solo te quita de arriba la condición de escritor inédito. Debo consignar que no esperé hasta el 2012 para soltarlo todo, sino que fui trabajando y probando suerte tan pronto sentí que el libro en cuestión estaba terminado”.

¿Cómo valoras la llegada de estos premios que, además del reconocimiento de los jurados, implican la edición de las obras y su puesta a disposición de los lectores?

—Cuando María Elena Llana supo de mi Premio José Soler Puig, dijo: “Ahmel, ya no eres una promesa”. Hay en sus palabras la condensación de un reto. Lo dijo con total honestidad y sin sombras de miserias humanas. Porque ese premio supone un antes y un después. A otros jóvenes escritores quizá les han dicho con otras palabras lo mismo que a mí. Más allá de la cualidad y calidad de sus obras y de la mía, con sus protocolos de lectura, el jurado determinó que esas eran las que merecían el galardón.

“Uno siempre se impone un reto, pero cuando empiezas a escribir, es decir, cuando eres un escritor que te inicias en el oficio, te ubican en ‘las ligas menores’. Ahora se supone que estás en ‘otra liga’ y como tal te juzgarán. Es bueno, muy bueno, saber —y saber que saben— que estás jugando al duro, aunque siempre lo hayas hecho.

“En mi caso, parece que al menos hasta ahora cumplí con las expectativas, porque detrás del Premio Oriente vino el Italo Calvino —también sé que otros escritores de la generación a la que pertenezco (ellos saben quiénes son) están jugando al duro y van a por más. Cuando dieron los resultados de la última edición del Premio Nicolás Guillén y los Premios Alejo Carpentier me dio muchísima alegría: Jamila, Luis Yuseff, Osdany, Marcial Gala (casi de fondo creía escuchar el estribillo de un tema de Calle 13: los de atrás vienen conmigo, conmigo vienen los de atrás…). Por supuesto, claro que deliro, pero así lo sentí… sé que no estoy jodidamente loco.

“En lo personal, claro que estoy muy feliz, pero solo por el momento, porque pasará el día de la ceremonia de premiación y de la presentación de los libros (de los que estoy satisfecho). Luego caerán en manos de los lectores y el tiempo; que pasen la primera prueba solo significa que has convencido a los que vivieron en tu misma época.

“Si ganar un premio implica un compromiso, sería entonces conmigo mismo: un compromiso ético y estético. Soy tan terco y tan duro conmigo que me impongo un camino cuya cuesta es cada vez más empinada. Pero me place muchísimo.”

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“Malditos bastardos” llegará a Nicaragua gracias al Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua

festival Granada

XI FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESIA DE GRANADA, 2015, EN HOMENAJE AL POETA ENRIQUE FERNÁNDEZ MORALES

La Fundadora de ediciones La Palma participará en la XI Edición del Festival Internacional de Poesía de Granada. Del 15 al 22 de febrero del 2015, Nicaragua, nuevamente, se prepara para ser la anfitriona privilegiada de una de las más extraordinarias fiestas de la Poesía en América.

La Junta Directiva del Festival Internacional de Poesía de Granada ha invitado a Elsa López participar en la celebración y a dar a conocer su poesía a un pueblo que atesora su tradición literaria y que acude por centenares a las plazas y auditorios de la ciudad a escuchar a nuestros poetas invitados.

Durante el Festival se compartirá con poetas de todo el mundo, y además tendrá la oportunidad de leer sus poemas en los bellos espacios públicos de la ciudad: atrios de iglesias coloniales, parques y plazas, ante un público multitudinario. Podrá también participar en el funeral más alegre del mundo pues cada año, el Festival organiza un carnaval poético donde simbólicamente se “entierran” anti-valores tales como la intolerancia, la miseria, la mentira… y donde los invitados leen poesía en las esquinas más hermosas de Granada, la ciudad colonial más antigua del Continente, cuya fundación data de 1524.

Es tradición del Festival, desde sus inicios en 2004, el rendirle homenaje y dedicar el evento a un gran poeta de nuestro país. Hemos celebrado a los poetas Joaquín Pasos, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Salomón de la Selva, Alfonso Cortés, Azarías H. Pallais, Claribel Alegría, Carlos Martínez Rivas , Ernesto Cardenal y Rubén Darío. Este año le ha correspondido el turno a nuestro gran poeta, artista plástico y dramaturgo ENRIQUE FERNÁNDEZ MORALES.

Además de lo anterior, Elsa López llevará por primera vez a tierras centroamericanas, ejemplares del número 0 de la Colección G, Malditos bastardos, el cual se podrá conseguir a precios favorables.

Banner (con logo de Colección G.)

“Malditos bastardos” en Gestiona Radio, viernes 16 de enero 10 pm

Gestiona Radio

El próximo viernes 16 de enero, a las 10 de la noche en el programa “El marcapáginas” de Gestiona Radio (http://www.gestionaradio.com/), estaremos conversando acerca de la nueva generación de escritoras y escritores cubanos, quienes están siendo reconocidos en España a través de la Colección G de la editorial La Palma.

Obra de Adonis Flores
Obra de Adonis Flores

La Cuba que ya cuenta el cambio

vvaa

Amigos, amigas,

en el intento de recuperar noticias sobre creación literaria cubana actual hemos encontrado otra mención en el suplemento actual de Babelia de El País, que ahonda en su rastreo de la creatividad literaria (ya van 3 esta semana). En este caso no esperen mucha (más bien ninguna) profundidad en el escrito, además de recoger viejas y muy disímiles voces y mezclarlas con algunas casi nuevas (Jorge Enrique Lage) y no tan nuevas (Wendy Guerra). Al final un decálogo de títulos de narrativa (no se entiende bien qué pinta el de Gutiérrez -de 1998- para entender la Cuba de hoy…) y ensayo. Nos place encontrar al menos un autor (Lage) de la llamada Generación del Año Cero, que son quienes están haciendo nueva literatura en la Cuba de hoy (y sus extramuros, al menos por ahora).

La literatura va por delante de la política en la isla. Muchos escritores exponen sin miedo su visión crítica del país y retratan el desencanto de su generación

Cuba todavía sigue siendo un país con dos monedas, como la nueva generación literaria, separada en dos territorios físicos. Los nietos de la revolución fueron educados como pioneros en el marxismo-leninismo, en el seno de familias que apoyaron a Fidel Castro, pero esa primera generación anticapitalista se cansó de escuchar discursos utópicos que poco aportaban sobre la vida cotidiana. Unos se fugaron de esta isla del Caribe, hartos de persecuciones en busca del porvenir, pero otros decidieron quedarse y esquivar la censura desde el corazón de La Habana, en el marco de lo que algunos teóricos califican como poscomunismo dentro del comunismo. El Granma, órgano oficial del Partido Comunista, se vocea por las calles, pero la decadencia del régimen admite variables diversas: escritores que publican fuera de Cuba y son silenciados dentro, narradores cuyos libros se editan en ambos territorios y una larga lista de apátridas que escriben en la distancia. En ambos casos, Cuba protagoniza muchos de sus relatos pero no se leen como retratos amables del régimen. Como sus antepasados, todos parecen tocados por esa enfermedad llamada insularidad, esa maldita circunstancia del agua por todas partes, y un fuerte sentido de la pertenencia. Algo que Leonardo Padura resume sencillamente: “El problema de los cubanos es que ni huyendo de Cuba salimos de la isla”.

La literatura ya ha contado los grandes cambios que se avecinan tras el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Los escritores jóvenes ya no tienen la visión de sus padres. A finales del siglo XX una literatura de indagación social y crítica comenzó a narrar el desencanto y la visión de la gente, basada también en el conocimiento de la vida al otro lado del Malecón, el paseo habanero que separa la tierra del mar y cuya esencia es ser frontera orgánica y espiritual del país. Mario Conde, el detective de ficción creado por Leonardo Padura que radiografía moralmente la vida en la isla del Caribe, lleva tiempo recorriendo el mundo y su novela El hombre que amaba a los perros, un relato pormenorizado del asesinato de Trotski, se ha convertido en un éxito. Fue publicada por Tusquets en España.

Como algunos de sus colegas, Leonardo Padura (La Habana, 1955), uno de los narradores que mejor representan los nuevos tiempos de la dictadura comunista y la coyuntura actual, viaja por el mundo cuando lo desea. Durante medio siglo los cubanos no pudieron moverse de su país con libertad. La frontera estaba cerrada por ley y tan difícil era salir como volver, pero la política de cambio emprendida por Raúl Castro en enero de 2013 posibilitó las entradas y las salidas, aunque todavía quedan exiliados que algunos califican como de alta intensidad que no consiguen superar las trabas burocráticas (más bien políticas) para moverse por el país. No es el caso de Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970), que pertenece a la categoría de exiliado de baja intensidad. Vive en Madrid y abandonó su país hace dos décadas, pero no posee estatus de opositor y sus libros son críticos aunque no atacan personalmente a los hermanos Castro. “Entro y salgo con facilidad, lo que provoca resquemores con cierto sector intelectual del exilio de Estados Unidos. Personalmente me interesa mucho la política, pero no busco el enfrentamiento radical. Hace un año que falleció mi padre y pude despedirme de él, algo que no pueden hacer todos los que lo deseen”. Este año ha publicado Rojo aceituna en España y es autor de una decena de libros, uno de los cuales, Amores desalmados, se publicó en Cuba en 2011. Rojo aceituna, un recorrido por los países comunistas desde Latinoamérica a Asia para ver lo que queda del rojo anunciado, se lee como un ácido libro de viajes.

Padura no vive bajo la amenaza de la censura. Dispone de nacionalidad española pero sigue viviendo en Cuba porque quiere permanecer cerca de sus “nostalgias y amores”. Se define como “un escritor cubano que escribe sobre Cuba. La pertenencia me ató a mi país, al Malecón y a mi barrio. Un escritor es su cultura y su lengua”, aseguraba Padura en una de sus visitas a Madrid.

En Cuba la moda no existe aunque en la marea callejera se impone el leggins de tonos fluorescentes. En el célebre mercado de libros de segunda mano, en la turística plaza de Armas, los iconos no se han renovado en los últimos setenta años pero algo ha cambiado. Los músicos callejeros recrean las canciones de Silvio Rodríguez y las fotos de Korda sobre el Che Guevara comparten estantes de madera con algunos libros de Lezama Lima, títulos de Hemingway que recuerdan su paso por la isla junto con álbumes de la Revolución para niños que ya deben ser padres. De la nueva fotografía cubana no hay ni un rastro. Entre los libreros de los puestos de segunda mano, la obra de Leonardo Padura y Pedro Juan Gutiérrez recibe piropos. “Son los únicos escritores que hablan de la realidad del país”, dice uno de ellos. Algunos de sus títulos se venden allí mismo. En cambio, si se les pregunta por alguno de los prohibidos o silenciados pasan en segundos de la cara de póquer a la inmediata reacción comercial. “Bueno, ahora no tengo aquí ese libro de Wendy Guerra pero si lo desea se lo puedo conseguir…”. Los cubanos cuentan que eso mismo pasaba hace años con Antes que anochezca, la memorable biografía de Reinaldo Arenas que solo se pudo leer fuera del circuito oficial.

En la calle del Obispo, con flamantes librerías, algunas de varios pisos, atendidas por un buen número de funcionarios, tampoco se localizan las últimas novedades. Bolaño o Volpi no existen. En las librerías no hay opciones bajo cuerda, pero en estantes móviles se pueden conseguir revistas culturales históricas como La Gaceta de Cuba o El Caimán Barbudo, entre otras. El escritor Reynaldo González, periodista y uno de los más prestigiosos ensayistas cubanos, perseguido durante casi una década por el régimen por ser homosexual, ve claros signos aperturistas. En su opinión, la mermada industria editorial local no permite muchos dispendios, pero funcionan distintas casas editoriales donde publican lo mismo escritores jóvenes que consagrados como Ana Lydia Vega, Jorge Enrique Lage —su obra Carbono 14. Una novela de culto, publicada en 2010, hace honor a su nombre— y Mirta Yáñez, entre otros. También se editan libros que llevaban años guardados, como Hablando de fantasmas y mucho más, de Esther Llanillo, de 86 años, jubilada tras treinta años como bibliotecaria en la Universidad de La Habana. La narrativa fantástica se codea ya con la histórica, géneros casi marginados en el reino del realismo socialista. “El triunfo de la revolución tuvo tal consenso que arrasó todo. ¡Ojalá se hubiera producido un enfrentamiento ideológico! En los setenta la izquierda estalinista impuso su criterio y los que no estaban de acuerdo tuvieron que abandonar la plaza camino del exilio. Ahora nadie catequiza sobre cómo debe ser el arte, todo eso forma parte de la historia oficial que se convirtió en fracaso. Tampoco al otro lado, la voz del exilio es la misma, muchos tienen hijos que ya ni siquiera hablan español”, cuenta Reynaldo González en su residencia habanera, en el barrio del Vedado, una mansión destartalada con un jardín tropical a la entrada que cuida personalmente.

Wendy Guerra (La Habana, 1970) vive en el barrio de Miramar, una de las antaño zonas residenciales de la ciudad. Su casa ocupa la última planta de un edificio de tres pisos de aspecto destartalado al que se accede tras franquear una verja de seguridad. El interior, decorado en estilo minimalista con sofá blanco y mecedora de Charles Eames, resulta totalmente acogedor y extraño en una ciudad donde los edificios parecen a punto de derrumbarse y el asfalto como si no se hubiera tocado desde que Fidel entró en La Habana en 1959. Todo en la cocina es órganico, y el zumo que ofrece al visitante, natural. Se hizo tremendamente popular gracias a la televisión, donde presentaba programas, pero hace años que fue silenciada por el régimen. La gente acostumbrada a verla en pantalla le pregunta por la calle si se ha marchado a vivir fuera de Cuba, a lo que ella responde que vive en el inxilio. Triunfa fuera pero sus novelas no se publican en la isla. Sin embargo, ella decidió permanecer en una sociedad desgastada y dividida: “Es bueno quedarse con lo malo de lo bueno. Aquí llevo una vida esforzada pero legítima. Soy coherente con las herramientas que todo el mundo usa; uso las bibliotecas y voy a los hoteles para entrar en Internet. No podría vivir aquí como un extranjero. No soy una activista política, sino una escritora”, cuenta a velocidad de vértigo.

Cuando sale de la isla y se reencuentra con sus compatriotas siente una enorme alegría. “Son mis hermanos”, aclara. “No entiendo que desde el exilio se nos siga atacando. Los intelectuales están llenos de prejuicios, pero ya es hora de declarar el alto el fuego. No podemos seguir repitiendo las historias de nuestros padres”.

Graduada en Dirección de Cine en el Instituto Superior de Arte y alumna de García Márquez en su taller de guiones, como escritora se mueve en el territorio de los diarios, y su novela Todos se van, un relato autobiográfico de cómo vivió la diáspora de todos sus amigos y conocidos una hija de la Revolución, se lee como una de las críticas más devastadoras del comunismo, escrita desde la visión de una niña.

Wendy Guerra se hizo popular en televisión pero hace años que fue silenciada. Ella dice que vive en el ‘inxilio’

Como escritora siente que desarrolla una carrera personal que no pudieron hacer los padres de su generación porque ellos nunca pensaron en tener algo suyo en primera persona del singular. “De niños no pudimos elegir, fuimos educados en el marxismo con la idea de que nada de lo que teníamos era nuestro, todo pertenecía al Estado y yo me rebelé contra eso”. Los días en Cuba se parecen mucho, pero, en ese adagio de lo mismo, Guerra saca los temas que pueblan sus libros. Ahora vive dedicada a recibir a los amigos que se fueron y que regresan a la isla a despedirse de sus padres enfermos o directamente a enterrarlos. Y no hablamos de una figura literaria. “Está desapareciendo una generación, viejos comunistas que apoyaron a Castro y gente que, en algunos casos, se enfrentó con sus hijos cuando decidieron marcharse”. Quizás escriba sobre ese enorme drama en alguno de sus diarios. “Hay muchos infiernos; el socialismo nos ha hecho muy insolidarios”.

A caballo entre dos generaciones y entre dos países emerge la figura de Pedro Juan Gutiérrez. Consiguió un filón contando con desgarro su vida erótica, pero sufrió la censura y los insultos. “Cuando se publicó en octubre de 1998 Trilogía sucia de La Habana en mi país, me echaron a la calle de la revista donde trabajaba y se corrió un muro de silencio a mi alrededor. Yo saqué fuerzas y me dije a mí mismo: pues, en primer lugar, no me voy a ir a Miami ni a ningún lado, aquí me quedo porque este es mi país y voy a aguantar el chaparrón”. Desde que empezó a redactarla su objetivo fue hacer literatura pero nada de entretenimiento. “Quería escribir sobre mi vida y sobre la gente que me rodea en Centro Habana. Era una etapa de mucha hambre, miseria, degradación. Yo trabajaba como periodista en una revista oficial y, claro, no podía escribir nada fuerte. No me dejaban. Creo que todos esos libros (cinco títulos) del Ciclo de Centro Habana son una especie de venganza. Cuando escribí el primer cuento de la trilogía me dije: ‘Ahora yo soy responsable de todo’. Y escribí a full. Sin importarme lo que pasaría después”, cuenta vía correo electrónico desde Canarias, donde vive parte del año. La trilogía se ha publicado en una veintena de idiomas.

No soporta que lo etiqueten como el Bukowski cubano. “Mis personajes son mucho más vitales, variados, decididos, alegres y sexuales que los borrachitos retorcidos, grises, repetitivos y aburridos de Bukowski. Mis personajes tienen la vitalidad del trópico, la testosterona (y los óvulos efervescentes) y la gracia del Caribe. Son mis vecinos, la gente que me rodea. La gente que te vas a encontrar si paseas un poquito por Centro Habana ahora mismo y los que te seguirás encontrando dentro de 20 o 30 años”. Ha terminado una novela titulada Fabián y el caos que se desarrolla en Matanzas en los años sesenta y setenta del siglo pasado, con un Pedro Juan adolescente y joven y uno de sus amigos de esa época.

Se muestra cauto con los cambios anunciados. “Estoy de acuerdo en que sean lentos, graduales, bien pensados y sobre todo que los mediten bien para que puedan seguir adelante, abriendo la sociedad a la modernidad. Fueron muchas décadas de mucha cerrazón, de muchas prohibiciones, y eso genera un caldo de cultivo nefasto, sobre todo entre los jóvenes”. A su juicio, lo principal en este momento sería “activar la economía y los derechos individuales y el acceso a la modernidad en todos los sentidos. No podemos seguir viviendo en un coto cerrado. No tiene sentido y es anacrónico”.

10 libros para entender la Cuba de hoy

NARRATIVA
Trilogía sucia de La Habana. Pedro Juan Gutiérrez. Anagrama, 1988.
Todos se van.
Wendy Guerra. Bruguera, 2006 (reeditado este año por Anagrama).
La fiesta vigilada. Antonio José Ponte. Anagrama, 2007.
Carbono 14. Una novela de culto. Jorge Enrique Lage. Ediciones Altazor, 2010.
Hablando de fantasmas y mucho más. Esther Díaz Llanillo, Editorial Letras Cubanas, 2011.

ENSAYO
El mapa de sal. Un postcomunista en el paisaje global.
Iván de la Nuez. Mondadori, 2001 (reeditado por Periférica en 2010).
Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano. Rafael Rojas. Anagrama, 2006.
Fantasía roja. Los intelectuales de izquierdas y la Revolución cubana. Iván de la Nuez. Debate, 2006.
Rojo aceituna. Un viaje a la sombra del comunismo. Ronaldo Menéndez. Páginas de Espuma, 2014.
El viaje más largo. En busca de la cubanía extraviada. Leonardo Padura. Nuevos Emprendimientos Editoriales, 2014.

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