José Antonio Michelena, editor de «Mural de poesía cubana»

La Habana, ciudad de ventanas rotas

El tema, por más que recurrente, sigue como una herida que no cierra: en la capital cubana, la basura es una presencia que duele, irrita, agrede y desafía, ya no solo a la disciplina y las costumbres, sino a la salud, la belleza, la ética, la moral. El crecimiento indetenido de los basureros nos hace pensar en la teoría de las ventanas rotas, la que vale la pena recordar a unos y mostrar a otros.

Philip Zimpardo, profesor de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, realizó en 1969, un experimento de psicología social: situó dos autos idénticos en dos espacios muy distintos: uno en el Bronx, Nueva York; y el otro en Palo Alto, California. El primero, fue canibaleado en muy poco tiempo, mientras el segundo permanecía intacto una semana después.

Entonces el experimento pasó al capítulo siguiente: el investigador rompió una ventanilla del auto abandonado en el barrio de ricos californianos y como consecuencia, a las pocas horas, se desató un similar proceso de vandalismo al ocurrido en el barrio de pobres neoyorkinos.

La ventanilla rota del auto abandonado envió un mensaje que se extendió rápidamente y caló en las personas, quienes asociaron desinterés, deterioro, despreocupación, desidia, abandono, ausencia de orden, ideas que encadenan reacciones de indisciplina social, de violación de códigos morales, de normas de conducta ciudadana, un proceso que crece con cada nueva acción vandálica.

Partiendo de ese experimento, James Q. Wilson y George Kelling desarrollaron la teoría de las ventanas rotas enfocada en el aspecto criminológico con la conclusión de que en contextos de desorden, suciedad y abandono, el delito aumenta, se dimensiona sistemáticamente.

Citando a Daniel Eskiber, cuyo texto hemos utilizado de fuente, “Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito.

Si se cometen ‘pequeñas faltas’ (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves”.¹

Sobre la base de esas enseñanzas, las autoridades de Nueva York implementaron programas de saneamiento social desde los años 1980, los cuales tuvieron continuidad en otros programas más radicales en la década siguiente. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, en no permitir transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana. Nueva York se tornó más limpia, más ordenada, pero también menos violenta, más segura.

El resultado fue un notable decrecimientoen todos los índices criminales de la ciudad. El decrecimiento del crimen en Nueva York en relación con la teoría de las ventanas rotas no dejó de tener críticas discrepantes, en tanto –dijeron los críticos– no se tomaron en cuenta muchos factores ajenos a la misma que incidieron –o pudieron incidir– en las estadísticas.

Pero lo que nos importa para nuestro análisis no es el aspecto criminal, sino la metáfora de las ventanas rotas en las comunidades habaneras.

¿Cuántas veces no hemos visto como se multiplica un asentamiento marginal en un abrir y cerrar de ojos? Lo mismo ha sucedido con muchos otros fenómenos sociales que han tenido lugar en la capital cubana y en la isla, tantos que enumerarlos haría una lista infinita.

El enorme crecimiento de los basureros en La Habana confirma cabalmente la teoría de las ventanas rotas. Cuando el ciclo de recogida es violado por la empresa de servicios comunales la basura desborda los tanques colectores, se extiende en todas las direcciones y el sitio se convierte en basurero, un espacio que envía mensajes de desorden y abandono hacia la comunidad.

Pero el crecimiento de los basureros en las comunidades no solo es achacable a la inconstancia de los servicios comunales, sino que se relaciona con la desidia de otros organismos del Estado. Ante el desamparo institucional, irrrumpe la indisciplina social, se quiebran las normas de convivencia, aumentan “las ventanas rotas”.

La impunidad con la que los buzos actúan en los tanques colectores, la misma con la que se vierten escombros, ramas y objetos impropios, es una de las causas esenciales para el desarrollo desmesurado de los basureros; si no hubiera esa tolerancia hacia el desorden, la historia fuera otra.

Quien se tome el trabajo de recorrer los municipios habaneros, encontrará basureros en todas partes, aunque en algunos barrios su detestable presencia es más señalada porque la negligencia institucional es mayor: mientras que en algunas zonas se recoge la basura diariamente, en otras puede demorar muchísimo; mientras que en algunos lugares los tanques son nuevos, en otros son viejos, rotos e insuficientes. ¿Qué mensaje se envía hacia esas comunidades desatendidas?

No hay que demostrar que cada basurero es una transgresión del orden, la disciplina y las buenas costumbres, una amenaza latente a la salud y un desafío a la belleza, la ética y la moral. Y cada día que pasa las consecuencias son mayores.

En algunas comunidades, las acciones de proyectos culturales han tenido éxito en el enfrentamiento a los basureros. Esa es una fortaleza que debiera ser potenciada. Una concertación de los mismos pudiera ser muy efectiva. Alguien tiene que liderar una cruzada, despertar conciencia mediante acciones concretas, y sería bueno comenzar por las comunidades más desatendidas, más vulneradas.

En su ensayo “La belleza es una necesidad básica”, la holandesa Els van der Plas, historiadora del arte, apunta que “Lo que la belleza puede traer –felicidad, esperanza, consuelo, dignidad y respeto– une a los hombres a lo largo y ancho del mundo. Cuando los hombres contemplan la belleza, se sienten vivos y sienten que, en verdad ,la vida tiene significado”.²

En el mismo ensayo, la historiadora cita al crítico teatral hindú Rustom Bharucha, quien escribió: “[e]l concepto de belleza (…) requiere ser recobrado no sólo para nuestra estética, sino también para nuestra salud”.

Y agrega la autora: “Desatendiendo la belleza, nos estamos desatendiendo también a nosotros mismos y el descubrimiento de significado en la vida”.

Desatender el incremento de los basureros es permitir que avance la agresión a la belleza con todas sus implicaciones. Cada día son más las ventanas rotas. (2014).

José Antonio Michelena

jamiche47@gmail.com

¹Daniel Eskiber: “La teoría de las ventanas rotas”, en http://www.forodeseguridad.com/artic/reflex/8090.htm

² Els van der Plas: “La belleza es una necesidad básica”, en el CD Mil y un textos en una noche, editorial Criterios, La Habana, 2006. Traducción del inglés de Desiderio Navarro.

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Expediente No. 0001: Ahmel Echevarría Peré (La Habana, 1974)

«No vestía el mono deportivo, pero era él. Lo reconocí tan pronto estuvo frente a mí. Cómo olvidar su nariz aguileña, la barba no muy tupida y cana, o aquel índice largo, huesudo, afilado. Era él y estaba en su silla de ruedas. Todo de oliva —charreteras de ribetes dorados, gorra de plato, medallas y botones pulidísimos, botines de piel. Sonriendo.
Me había visto en el tumulto de personas que buscaba un lugar a lo largo de la acera de la avenida Paseo; la antigua Plaza Cívica sería el escenario de una Revista Militar. Y el anciano salió a mi encuentro. Sin embargo, no advertí que las palabrotas, quejidos o los duros comentarios que escuché cerca de mí estallaron a su paso entre el tumulto —al parecer no deseaba perderme de vista y como si lo llevara el diablo decidió darme alcance—. El viejo era muy hábil conduciendo el sillón de ruedas, pero había demasiadas personas entre él y yo.
Y sentí un fuerte golpe…»

ISLA

01 AHMEL

Expediente No. 0002: Jorge Enrique Lage (La Habana, 1979)

«La primera vez que caminé sin rumbo por Barcelona llegué hasta el Camp Nou. No entré. No había partido. Me senté a mirar por fuera el estadio más grande de Europa, la catedral del Barça. Un cartelón decía: Mes que un club. Para entonces el catalán ya me parecía una lengua arrogante.
Solo volví al Camp Nou en otra ocasión, y fue para encontrarme con el duelo más intenso del fútbol mundial. No me creía del todo estar sentado allá dentro. Aquella noche noté que Cristiano Ronaldo, la estrella del Real Madrid, tenía una protuberancia junto al cuello, un bulto que se le marcaba bajo la camiseta blanca. Pensé que podía ser un tumor benigno…»

FUERA DEL JUEGO

02 Jorge Enrique Lage

Expediente No. 0003: Osdany Morales (Nueva Paz, 1981)

«He perdido a mi hijo. Hace mucho que no sé de su paradero y no recibo cartas ni llamadas suyas. Once años después de su partida, me llegó una postal. Tal vez deba decir nos llegó, pues la familia ha aumentado con los nietos que me han dado mis otros dos hijos. Miro a esos niños y pienso: No conocen a su tío. Era una postal azul, medio nublada. Mostraba una iglesia gótica en restauración. Por encima de los pináculos emergían dos grúas amarillas, con tal apariencia de fragilidad que parecía que de un momento a otro se vendrían abajo. Y, no sé por qué, me pasaba por la cabeza que en esa catástrofe mi hijo corría peligro. A veces suponía que él operaba una de las grúas, y otras, cuando ya me estaba quedando dormido, lo imaginaba diligente, bajo una sotana, inspeccionando las reparaciones del templo y corriendo de un lado a otro, hecho un sacristán viejo y famélico que subiría al cielo al desmoronarse la catedral como un castillo de arena. La postal decía al dorso: Todo bien, tranquilo. Abrazos. Mi hijo, el escritor…»

DECLARACIÓN DE AMOR ETERNO A JIM JARMUSCH

03 Osdany Morales

Expediente No. 0004: Raúl Flores (La Habana, 1977)

«Conocí a una chica que solo hablaba de cine. Era una fiesta de esas aburridas donde todos, absolutamente todos los que te rodean sostienen una copa de vino tinto en una mano y con la otra se entretienen en pasar bandejas rellenas de bocaditos de queso y jamón y bolitas de carne y también cuencos de palomitas de maíz. La chica estaba sola en un extremo del salón comprobando el reflejo esmerilado de uno de los jarrones y yo me acerqué para comentarle algo sobre Eyes Wide Shut y el buen uso que le habrían dado Tom y Nicole a los muchos espejos de la habitación. Ella sonrió y me dijo mil dos casos más de espejos usados en películas hollywoodenses. Bajo costo, superproducciones, serie Z y serie B. Pero, de todas formas, dijo, la de Kubrick es una de las mejores.
A mí me daba igual. Nunca me había gustado realmente Eyes Wide Shut.
Ella estaba en uno de los cursos de cine que ofertaba el instituto, pero muy adelantada con respecto al resto de su clase. Seriamente adelantada, esas fueron sus palabras exactas…»

EXTRAS

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Expediente No. 0005: Michel Encinosa Fú (La Habana, 1974)

«El hombre sentado a mi derecha es un héroe. Mi héroe, tu héroe, nuestro héroe. Caramba, tú lo conoces bien.
Es Cayo José.
Te hablo del que fue roadie de Blind Faith. Sí, eso es; Ginger Baker, Rick Grech, Steve Winwood y Eric Clapton. El primer «supergrupo». Gira por veinticuatro ciudades y un álbum. Un año de gloria y la desintegración.
Pero no olvidamos. No, caramba.
Y él estuvo allí. Lo vio todo. Cargaba lo que hiciera falta. Cables, bocinas, cerveza. Tomó cerveza con Clapton. Tocó la guitarra de Eric Clapton.
Es verdad que la guitarra estaba en su caja, pero eso no importa.
Es nuestro héroe.
Él vivió dos Woodstocks, él mismo, en persona. Tiene autógrafos de Pete Townsend, Bob Dylan, Janis Joplin. Autógrafos de verdad, de su puño y letra.
Tropezó en un elevador parisino con Andy Warhol.
Andy Warhol dijo: «Quisiera pintarlo a usted, de rojo, con el pelo platino».
Cayo José respondió: «Píntate las nalgas, maricón de mierda»…»

NUESTRO HOMBRE EN LA GLORIA

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Expediente No. 0006: Abel Fernández-Larrea (La Habana, 1978)

«Cuando Emerson me dijo que quería dejar la ciudad e irse a vivir a los bosques, pensé que se había vuelto loco por completo.
Quiero decir, ustedes vieron la película, ¿no? Eso fue exactamente lo que le dije.
Pero él respondió que justo había terminado de leer Walden, de Henry David Thoreau, y que estaba decidido.
Le dije que yo veía una gran diferencia entre los bosques y los waldens de Thoreau, pero él no hizo caso.
Emerson nunca escucha.
Es sordo al sentido común.
Quiero decir, yo también había pensado más de una vez en abandonar para siempre ese agujero de asfalto llamado East River, NP.
Pero jamás se me hubiera ocurrido salir del asfalto para exiliarme en los bosques.
Y es que la imagen más cercana que he tenido siempre de los bosques son esos mapaches aplastados que abundan en las autopistas…»

ROADKILL RACCOON

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Expediente No. 0010: Orlando Luis Pardo Lazo (La Habana, 1971)

«La sala era grande y con un cartel de cartón: «Surjery», alguien había intentado en inglés. Otro Juan Ramón Jiménez resucitado en spanjlish. ¡Y nada menos que a lápiz! De verdad son osados los muy cabrones, pensé.

La enfermera vino hasta mí y sonrió. Gesticulaba bárbaramente con una ceja, la izquierda. Sería una histérica in potential, no sé. De un saltico adelante la vi quitarme los bártulos, que eran dos jabitas de nylon con ropa vieja y un pequeño bulto forrado con periódicos de la prehistoria —del siglo XX tal vez—, donde se empolillaba mi magra colección de pocket books. Todos en inglés, of course, con la excepción de rigor mortis: un poemario de Mao traducido por Ezra Pound ya en el manicomio. «Poemaorio», le decía yo, y lo conservaba desde Cuba por pura jodedera con los amigos, cuando existían amigos. El panfletico incluía unas acuarelas cuyo autor tendría que ser, por lo amanerado del trazo, un homosexual tapiñado bajo el viril ropaje obrero del emperador. O del nuevo shit campeador o Cideólogo posnacional…»

CUBAN AMERICAN BEAUTY

10 Orlando Luis P

Expediente No. 0009: Anisley Negrín (Santa Clara, 1981)

«El motor para de toser y comienza a ronronear. A mi diestra, una mujer. Bien pudiera llamarse Consuelo, como tú, aunque no lo sea. Tú, que te has quedado en casa, rehuyéndome. Dice que ella también huye. Al final todos lo hacemos.

Sus ojos no se pueden comparar con los tuyos. Su pelo no se puede comparar con el tuyo. Pero estamos solos y la carretera es larga. Y no hay nada ni a un lado, ni al otro. Cada cierto tiempo una gasolinera, un poblado, una posada, algún desconocido haciendo señas.

Por favor, no me culpes, le paré a ella porque ya había visto perderse por el retrovisor a otros dos y, ya sabes: a la tercera va la convencida. Además, me dije, ¿y si fuera Consuelo?, ¿si fueras tú, de pronto, ahí, en medio de la nada, esperando por un poco de piedad..?»

ISLA A MEDIODÍA

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Expediente No. 0008: Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984)

«La muchacha manca se sentó frente a la computadora SAMSUNG y decidió encenderla para ver si funcionaba. Era la cuarta noche del año y se sentía bastante incómoda con todas las disfunciones que últimamente sacudían su existencia.
El monitor se encendió, pero el teclado no.
Se puso a mirar los lomos de sus libros preferidos y notó una variedad alucinante de colores. Su pequeño librero blanco, al lado del monitor, le proporcionaba paz y tranquilidad.
El teclado se encendió y el monitor se apagó.
Volvió a mirar los libros y esta vez notó una variedad alucinante de palabras.
Ambas lucecitas, la del teclado y la del monitor, brillaron al mismo tiempo como dos neones verdes.
Suspiró. Bostezó. Estornudó. Expulsó algunos gases que convertían su vientre en globo. Entró a la Unidad C. Varios sectores de la Unidad C estaban dañados. Su existencia completa estaba dañada. Cualquier noche de estas la tierra se la tragaría junto con su existencia y su monitor…»

LA PLANIFICACIÓN

08 Legna

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